Discover¡Cuánto sufrimos, Martín!
¡Cuánto sufrimos, Martín!
Claim Ownership

¡Cuánto sufrimos, Martín!

Author: CuántoSufrimosMartín

Subscribed: 24Played: 1,110
Share

Description

Un podcast deportivista desde la grada de Riazor. De aficionados y para aficionados del Dépor. Del Deportivo de A Coruña, ¡qué duda cabe!

Para no sufrir tu deportivismo en soledad: padecemos como tú, verbalizamos tu desesperación y, si podemos, nos reímos.

Arsenio ya explicó todo esto mejor que nadie: "Mucho que decir, poco que contar".

:-)
132 Episodes
Reverse
Ya lo sentimos por Cris y Henar pero, por aquello de darle la vuelta al mito bíblico, les vamos a tomar prestada una costilla a ver si a partir de una pieza de mujer somos capaces de generar un ascenso masculino, pues ellas han sido las primeras (y decimos primeras porque eso abre la posibilidad de que haya unos segundos) en poder gritar lo que, gracias a la nueva estrategia de redes sociales del club, hemos comprobado que es la arenga por defecto que cualquier futbolista trae incorporada desde que patea su primera pelota: “¡Vamos, hoxtia!”. Y colgadas de ese exabrupto festejaron las futbolistas del Deportivo el regreso a la máxima categoría del fútbol, acompañadas en todo momento de los suyos y las suyas, a pie de calle, sirviéndose del mismo grifo de cerveza que tú, botando a tu lado y con una naturalidad tan pasmosa que al pollaviejismo le devuelven los recuerdos del pelo largo y de la parafernalia corta. La afición festejó y respetó, pero incluso los más calmados sueñan a estas horas ya con, si se les fuese concedida la oportunidad, besar tan fuerte en los labios a Yeremay como para succionarle el aparato dental o abrazar a Davo, ¡a Davo!, como hace años que no abrazan a sus madres si se les permitiese la dicha de festejar una nueva gloria del Deportivo de aquí a unas pocas fechas. Deshoja el deportivismo una margarita de tan solo cinco pétalos convencido de que, esta vez sí, el destino de su corazón le devolverá una sonrisa. La primera prueba consistirá en enfrentarse a la letra escarlata impuesta por las aficiones del fútbol profesional convencidas de que los blanquiazules han maniobrado para enfrentarse a un equipo sin porteros que ha reactivado a un prejubilado de los guantes para hacer frente a la hidra ofensiva en la que, si cortas por sanción la cabeza de Peke, brota la coz zurda sana de Lucas para explotar la red. Benjamín y Manuel se preguntan si en Sestao aterrizará un dragón en el centro del campo y si contra el Barcelonabé la FIFA permitirá convocar a Cubarsí, Lamal, Ramallets, Cruyff, Schuster y Stoitchkov, pues no hay jornada no extraordinaria cuando de ella participa el Deportivo. Pero ocurre que ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast echa la vista atrás y solo divisa el rastro de victorias. Con el calderito de la ilusión manando y manando, se planta frente a lo extraordinario y le hace el gestito con la mano de Bruce Lee: “Muéstrame lo que tienes. Estamos preparados”. Aquest any sì.
Cómo de excepcional estará siendo todo que el Deportivo nos arrincona, nos desarma y nos fuerza a hablar de aquello que llevamos ocho temporadas evitando porque la mejor manera de evitar el dolor es no pensar en él. Y aquí nos tenéis, obligados a hacer ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast: The Football Episodes, una secuencia de programas alternativos a nuestra tónica habitual en los que consumimos la mayor parte de minutos hablando de fútbol, de cómo se juega, de los resultados que se obtienen, de los acontecimientos en un rectángulo de césped que antes se nos asemejaba a una cárcel de ilusiones y ahora parece una sucursal minifundista del paraíso en la tierra, un espacio de posibilidades en el que el Deportivo gana partidos y nos proporciona algo que acaso los filósofos llamaron felicidad pero que Benjamín y Manuel, mucho más modestos en sus aspiraciones mundanas, se conforman con bautizar como “un momento de maldita calma en ocho años de penurias, oh, dios mío, sí, gracias, por fin, no somos dignos, aunque un poquito sí lo somos, acaso sería mucho pedir, no es por ambición sino por salud mental, prolongar esto durante tan solo siete partidos más y permitirnos gozar de la modestísima manera en la que se gozan las cosas en la tercera categoría del fútbol pseudoprofesional, de un poco más de asueto, relajo, satisfacción y sensación de que no hemos venido al mundo tan solo a hacer penitencia por tanto años de gloria y siete copas, condenados como Prometeo a ser atados con las cadenas del infortunio y que el águila de la deportiveada nos devore el hígado cada domingo, y, siéndonos pues concedida tal gracia, tener un premio al final de este largo y tortuoso camino de quienes habiendo hollado el cielo fueron arrojados al abismo y tienen ya las uñas negras de tanto ascender por las paredes de un volcán en llamas, decíamos, en fin, un poquito de por favor, que nos coja la fortuna de los carrillos, nos los estruje, nos mire a los ojos y, sí, por fin, sí, nos sonría”. Que a ver, que nosotros no somos nada dramáticos y, si no puede ser, pues nada, pero que si sí puede ser, pues mal, lo que se dice mal, no nos venía. Es más, hasta nos vendría bien. Siete partidos quedan y, releyendo esto, algo nos dice que se nos van a hacer laaargos.
Cuando Akira Toriyama se murió (que es como decir que se murió el autor de un texto sagrado y de la mitología de mayor alcance global desde la Biblia), en varios lugares del mundo salieron los otakus a juntarse en las calles y elevar la manos al cielo en señal de respeto, evocando el más definitivo de los ataques de Son Goku, “a forza universal” para la Xeración Xabarín, también conocida como la “genki dama” en los círculos académicos. No cuesta trabajo imaginarse al deportivismo como esa misma “forza universal”, elevando sus manos al cielo con una convicción mística para trasladar una porción de su energía y sus anhelos a las pantorrillas de Yeremay Hernández Cubas, alcalde de Majadahonda, y fantasista primero del fútbol cuasi-profesional. Son ya muchos años de correr como Arale sosteniendo una caca pinchada en un palo para no creer que va siendo hora ya de espachurrar con una tremenda bola de energía alimentada de frustraciones, decepciones, inyustisias y algo de rencor, todos los demonios propios y ajenos que nos vienen sometiendo. La cosa se está alargando ya más que una pelea de Dragon Ball y por eso ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast se ha conjurado para decidir que aquest any sì, que desta vai, que ya toca. Dos empates consecutivos los hemos encajado sin inmutarnos, como un Súper Saiyan, aquí nos las den todas. En nuestra cabeza han sido triunfos: el Deportivo sigue líder y hemos restado jornadas al calendario. Estamos cocinando el kame-hame-ha desde el inicio de la segunda vuelta y pobre del que se quiera poner delante, que lo barremos del mapa. No aflojamos. Lanzamos este episodio a poco de arrancar un partido en Cornellá porque vemos al Deportivo tan, tan fuerte, que lo imaginamos capaz de resistir hasta la legendaria mufa de Benjamín y Manuel, algo así como un ataque de Célula y Freezer juntos. Hemos juntado “as sete copas máxicas” y le hemos pedido un deseo al dragón Shenron. Confiamos más que nunca. Onda vital xa!
Lo que escuchan vuestros oídos: las protocolarias tres horas de Benjamín y Manuel hablando del Deportivo. Lo que escuchan nuestros corazones es a Albano y Romina (y muy probablemente a Massimo Benassi): Felicidad Es un viaje lejano mano con mano La felicidad Tu mirada inocente entre la gente La felicidad Es saber que mis sueños ya tienen dueño La felicidad Felicidad Felicidad Es la playa en la noche, ola de espuma Que viene y que va Es tu piel bronceada bajo la almohada La felicidad Apagar todas luces y hacer las paces La felicidad Felicidad Felicidad Es un trago de vino por el camino La felicidad Es vivir el cariño como los niños La felicidad Es sentarme en tu coche y volar con la noche La felicidad Felicidad Esta es nuestra canción Que lleva en el aire Un mensaje de amor Tiene el sabor de verdad, la felicidad Esta es nuestra canción Es como el viento, el mar y el Sol Tiene el calor de verdad, la felicidad PD: Ocho años de podcast para podernos permitir estar así de dentrísimo de esto (pase lo que pase en Tarragona a las pocas horas de publicarse este episodio; anulamos mufa).
Como dijo el profeta Rodolfo Bodipo, ¡arriba los corazones! ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast dice adiós al miedo, au revoir a la cautela, auf wiederhesen a la desconfianza, hello happiness y goodbye loneliness. Será la vitamina C de la piña, será su aroma tropical, será la perspectiva de un saltito sin fin, será reconocerse en posadolescentes blanquiazules que se disparan como balas por las bandas de Riazor y se besan el escudo, será una enajenación transitoria causada por tantos momentos de desasosiego o será que con el paso de los años uno es más consciente de que los breves momentos de felicidad plena no se cuestionan: se disfrutan duren lo que duren. ¿Qué ha cambiado aquí para que el más mustio de los Deportivos, acaso el peor que recuerden los archivos polvorientos de la Déporcueva secreta de Rubén Ventureira, se haya transformado en el equipo más en racha del fútbol continental hasta el punto de que si mañana un directivo de la UEFA se emborracha con Bitter Kas y le concede un puesto en las rondas eliminatorias de la Champions League, es muy capaz de destrozar cualquier lógica, despachar al Manchester City con la misma suficiencia con la que golea a todo un Fuenlabrada y a toda una SD Logroñés (no hay rival pequeño) y alzarse con la Copa? Ojalá que lo que haya cambiado sea la suerte pues las desgracias recientes de El Mejor Club del Mundo (marca registrada) no se pueden explicar totalmente por la impericia competitiva y sí, en un porcentaje alto, por una fatalidad continuada que solo puede ser el reverso a tanto gozo vivido en las décadas anteriores. Por eso cuando sale cara ya no se puede pensar en que en la próxima tirada de la moneada tal vez asome la cruz: hay que abrirse la camisa y recibir toda esta alegría en el pecho. Benjamín y Manuel, ebrios de gozo, eligen creer, eligen una racha histórica, eligen un ascenso para las épocas, eligen una Coruña convertida en capital mundial de la piña, eligen unos meses de eterno carnaval y eligen no perder un solo segundo en razonar que quizás no hay que venirse tan arriba tan pronto. Pero como dice el meme de Internet en el que alguien cierra con sus dedos los labios de una persona dispuesta a criticar, “let people enjoy things” (o “dejad que los chicos camelen”, en fariense). ¿Que le dimos al botón de grabar y acto seguido el Dépor Juvenil fue derrotado en una isla sin nombre? ¿Que tenemos una genitalia hipertrofiada por atrevernos a publicar esto antes de medirnos al Tarazona y arriesgar una deportiveada? Pues puede ser. Pero dejen a estos pollaviejas sabrosones disfrutar mientras saludan al platillo volante en forma de ananás y gritan “We want to believe!”.
Los dos perpetradores de este podcast fueron niños en los 80, una década prodigiosa en la que se hacían películas sobre tipos, tipos silvestres, que echaban pulsos. Así que para ambos es una cosa normal medir fuerzas con una virilidad demodé ante aquellos que amenazan con discutirles el timón sobre el destino de esa locomotora sin frenos que es el Deportivo. Pero aquí el que ha gritado que él es el halcón, ha sido Fernando Soriano. En un duelo de leyenda para ver quién daba menos palos al agua en enero, mirad cómo estaba la cosa de mal en El Invierno de Chacón que hemos acabado cediendo nosotros, vencedores sempiternos del Lacazán D’Or, el galardón al dolce far niente que sacamos de la vitrina (pun intended en la resaca de la visita al ¿campo? de Balaídos) cada vez que al Deportivo las cosas le van regular, esto es, habitualmente. Pero no fue así, con León como excepción a la norma, en este lapso de apertura de 2024, un mes que le ha servido a la Imanoleta para reivindicar que el diablo está en los detalles, en las cosas pequeñas como David Mella, un penalti sí pitado, un tiro del rival que por fin se va al poste y no a la escuadra, un gol anulado que por una vez nos beneficia, etc. Había motivos para asomarse al micrófono de nuevo y, sin embargo, vuestros podcasters de referencia notaban el silencio retador de Fernando Soriano como una bofetada con un guante en la cara: a ver quién tiembla antes. Y, la verdad, a 30 de enero hemos dicho que ya era suficiente porque no puede ser que nuestro orgullo os imponga a vosotros, los y las deportivistas, un bloqueo tan injusto. Así que grabamos, asumimos nuestra derrota para el beneficio de la audiencia y de la afición, pues solo entonces, cuando ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast separó los labios e hizo carne el verbo, ahí fue cuando Gru, nuestro villano favorito, dijo: “Pues irá siendo hora de firmar algo”. Helo ahí, un cierre de mercado en formato comprimido, límite 48 horas, que hemos renunciado a relatar a posteriori por temor a que no hubiese nada que contar. Benjamín y Manuel somos temerarios pero no unos irresponsables.
Que se vayan todos, incluido el año 2023. Nos despedimos de Arsenio y nos inmolamos en una prórroga legendaria en Castellón. Así se escribe la historia de uno de los peores años del Deportivo y del deportivismo, acostumbrado más que nunca a las catacumbas deportivas y empecinado en jugar al escondite con el éxito, zancallideándose a sí mismo en una rutina cómica que hace tiempo que dejó de tener gracia. Cómo de grave estará siendo la cosa que el año que se marcha ha podido ser acaso el peor de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, antaño un campeón de la impuntualidad, hoy en día la forma cristalizada de la inconstancia: de nuevo, sin duda, un reflejo del equipo que lo inspira. “Ridi pagliaccio”, entonamos con una mueca quebrada. No merece la pena regodearse en lo que ya fue y sí abrazar el porvenir sin ningún propósito especial de año nuevo con el que comprometerse. Si acaso, en lugar de apuntarse al gimnasio, no desapuntarse de Riazor. Poco riesgo hay en esa promesa: cuanto más tozudo es el Deportivo en ofrecernos disgustos, más nos empeñamos en correr a sus brazos. Por eso mismo queremos creer que en 2024 no hay que fijarse tanto en lo que tengamos que poner de nuestra parte, pues todo está hecho y dicho ya. Habrá, si acaso, que esperar que pongan los demás de la suya: los que tejen la fortuna, los que arbitran, los que deciden en los despachos, los que entrenan y, sí, también los que juegan. En algún lugar hay alguien lanzando una moneda al aire desde hace demasiados años con el escudo del Deportivo en una cara y un dedo corazón asomando de un puño en la otra. Y, caprichos de la estadística, miles de tiradas después, sigue saliendo cruz en nuestra puta cara. ¿Qué le pedimos a 2024, entonces? Pues algo de paciencia, que se ve que nos puede seguir haciendo falta. ¿Nada más? A ver, es que siendo parte de El Mejor Club del Mundo, marca registrada, no quisiéramos pecar de egoístas. Benjamín y Manuel somos más de dar, pues ya hemos recibido demasiados dones. Así que os regalamos el Cuento de Navidad (algo tardío, cosas del covid) y nos alejamos mirando al horizonte de lo que está por llegar.
Hasta el ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast vuelve (y no será por las ganas). A ver cuándo vuelves tú, ¿eh, Deportivo?
¿Se nos pasó el berrinche? Pues un poco sí. Es lo que tiene el “nosce te ipsum”. Llegaron las primeras tortas a mano abierta, los calderos de agua fría (que no de ilusión) y el Deportivo zozobró de una manera más terrorífica que cualquier noche de difuntos. El deportivismo amonestaba, “Deportivo, que nos conocemos”. Y el equipo no espabilaba, como si no supiese qué esperar de él mismo, porque ya no se reconocía como aquel que apuntaba a avasallador en el arranque de campeonato pues a cada nueva jornada mostraba la cara amarillenta y trémula de un flan de huevo. Así que, en lo que el club tardó en fichar un nuevo psicólogo, alguien en ese vestuario le miró la cara el enfermo y le diagnosticó el típico resfriado común futbolístico, el que padecen esos equipos que se creen ya maduros antes de tiempo y que solo se cura con un mucho de calma y otro tanto de guardarse de los errores propios para que aparezcan primero los ajenos y, a su abrigo, hacer que florezcan los aciertos o, al menos, lo parezca. Lo que viene siendo no encajar, aprovechar el balón parado para paliar la falta de puntería en juego y convencerse de que las ligas no duran solo diez partidos al igual que los encuentros de Copa no tienen por qué terminar en el minuto 90 (esto nos lo tenemos que creer, pues no había sucedido antes de grabar este episodio). Y así es como, un episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast más tarde, nuestra precaria salud mental colectiva parece preparada, ahora sí, para aguantar hasta el final de la temporada. Tan solo falta que el próximo artista que lleve el club al descanso de un encuentro en Riazor sea uno de esos que frota cuencos tibetanos a ver si somos capaces de calmarnos todos y todas de una santísima vez, Deportivo megacondioscoñoyabastadejugarasíconnuestrasemocionesygracias.
A más de 5.000 kilómetros de profundidad existe una esfera de hierro que es el núcleo de la Tierra. En la prodigiosa imaginación de Julio Verne nunca germinó la idea de que el grupo explorador capaz de hollar los misterios más íntimos del planeta hasta dar con el mismo centro del lugar que habitamos fuese un centenario club de fútbol de un rincón en el fin del mundo. Y, sin embargo, ahí está, perseverando de forma admirable en su tarea de perforación el Real Club Deportivo de A Coruña, el blanco y el azul de sus colores girando en una espiral mientras horada y horada, ajeno a las casi 30.000 voces de fieles que le imploran que se detenga. Pero él, erre que erre, no cesa. Su empeño en lo extraordinario es tal que, aunque tenga que desgarrar 30.000 corazones por el camino, hacer trizas sus ventrículos y aurículas, cava y cava, sacando tierra y más tierra, suficiente para enterrarnos a todas las víctimas de este descenso que amenaza con pasarse de largo y precipitarse al espacio exterior al asomar por el polo contrario. En un díptico para la historia universal de la infamia, antes rivales de tan mal acomodo como el Fuenlabrada y el Celtabé, el Dépor se precipita como atraído por el magnetismo de ese núcleo hacia abismos insondables. Al aficionado se le agota ya el repertorio de las muecas de espanto, y a ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, sempiterno bastión del conformismo mamador, se le agota la paciencia y la comprensión. Está el club en una encrucijada de difícil solución, atado por una paradoja que no parece que se pueda cortar como el nudo gordiano: el Dépor es porque es su gente, vive porque lo viven intensamente; pero el Dépor no alcanza a ser lo que de él esperan porque los anhelos son muy grandes y atenazan. La lógica deportiva, económica y social parece decir que el de Riazor es el favorito de la fortuna y, sin embargo, la realidad de la competición revela que, como en los relatos clásicos, el peso del destino convierte el camino del héroe en una tragedia. “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero”, decía la mística. ¿Es la solución a los males del Deportivo dejar de ser el Deportivo? ¿Hay que dejar de ser El Mejor Club del Mundo™ para volver a ser El Mejor Club del Mundo™? La respuesta aterra.
Todo lo que sea que no nos detenga la Guardia Civil después del final de este episodio, será un triunfo. Porque incluso cuando el Deportivo solo sabe empatar, el ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast sí que sabe ganar. A todas y todos los que hicieron posible que dos tipos con algo de vergüenza (poca), comenzasen a registrar sus desvaríos sobre el club de sus amores en un micrófono de plástico, rozando pierna alrededor de un portátil en una mesa de comedor, y hayan acabado años después convirtiendo sus desvelos por El Mejor Club del Mundo (marca registrada) en el germen de una pieza teatro musical retumbando a la sombra del Obelisco, en el epicentro mismo de A Coruña, nuestro agradecimiento infinito. Pabellones auriculares fueron sacrificados, señoriales instituciones herculinas fueron mancilladas, expectativas fueron sobrepasadas o defraudadas (según como se mire), en el día en el que Benjamín y Manuel grabaron una matiné que, quién sabe, quizás devenga en el acto deportivista más trascendente desde que en 1906 unos paisanos se juntaron en la Sala Calvet con ganas de mambo. El cuantosufriliberismo es un sentimiento, no podemos parar.
Llegó Sabit y mandó parar. No fuese el deportivismo a morir de ilusión, no fuesen esos más de 26.000 socios a sentir recompensada su inexplicable pasión, no fuésemos tan osados, ¡oh, nosotros!, la afición más arrogante del mundo como dicen por ahí, que tal parece que ser muchos y querer mucho a nuestro club molesta a los ajenos como molesta a los faltos de amor los besos en público de parejas de las que no forman parte y, en fin -reconduzcamos esto-, no osásemos, por supuesto, querer entusiasmarnos un poquito tras, ojo, un empate y una victoria. ¡Pero qué empate y qué victoria, nenos! Este episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast es un niño que juega feliz en un patio y al que, aún no lo sabe, van a quitarle el caramelo que guarda en su mano. Escuchad cómo celebramos, cómo nos divertimos, cómo olvidamos la política Funko Pop subidos a las bicicletas de Yeremay. Y compadecednos, vosotros que sabéis lo que nosotros no sabíamos: que a Yeremay le han partido el peroné y a todos un poquito el corazón. Es El Mejor Club del Mundo tan extraordinario que hasta los colegiados se han convencido de ello y así es como le arbitran: de una manera única, diferente a la común. ¿Un gol partiendo de posición más dudosa que ilegal? Anúlese, no piensen que nos dejamos arrastrar por la electricidad de un estadio como Riazor. ¿Una sucesión de faltas de dureza creciente motivadas por la carencia de otros argumentos para contener al rival? Prémiese el arrojo del equipo local por emplear múltiples recursos para paliar un mal día que pinta a derrota. ¿Estamos pues ya llorando los del Dépor tras solo dos jornadas de torneo? Pues mirad: resulta que nosotros lo que queríamos era reír y en eso estábamos, pero somos despreciables cuando festejamos y también unos quejosos cuando pensamos que el reglamento no debería permitir una reiteración que deviene en un hueso roto. Son esos los marcos que, nos cuentan otros, deben delimitar la experiencia del deportivismo. ¡Vaya! No ver, no oír y no hablar, como si fuésemos los tres monos sabios del santuario de Toshogu. Y sucede que desde otras aficiones al deportivismo podréis pedirle lo que os plazca, pero aún no se conoce a nadie que haya conseguido que Benjamín y Manuel se callen la boca para no hablar tres horas seguidas del Deportivo y sus cosas. Y no será porque los propios deportivistas no se lo hayan pedido también en alguna ocasión. ¡Qué monos que somos!
Tu serie favorita no llegó a las ocho temporadas. Tu autora favorita no produjo ocho novelas siquiera. Incluso tu equipo favorito no ha llegado aún a alzar ocho copas (solo nos falta una). Es sabido que cuando acuestas un número ocho puedes ver el infinito y quizás no sea casualidad. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast estrena su temporada ocho y se encuentra en ese punto en el que todo resulta difuso. Demasiado lejos del principio como para comprender la magnitud del error de haber iniciado este camino en un instante ya difícil de recordar; sin capacidad de comprender si hay un horizonte para este empeño más allá de esta temporada que arranca con la rutina del que se levanta de la cama, echa un café, prepara un pis, se cepilla la cara y se lava los dientes, o quizás hayamos mezclado acciones y objetos, que es algo que pasa cuando uno actúa mecánicamente. A estas alturas de la película, el Deportivo ya ha anulado por completo nuestra voluntad y no nos cuestionamos nada: ¿arranca una nueva temporada de fútbol? También del podcast. ¿Salen los abonos? Pagamos. ¿Nos piden que contengamos las expectativas? Sin problema, hace tiempo que nos pinchas y no sangramos. Si nos dicen al empezar esto que la mitad de las ocho temporadas que íbamos a contar iban a transcurrir en Primera Comemierda habríamos respondido: “¿Pero usted con quién nos confunde?”. No por soberbia, sino por costumbre. De igual modo, si nos hubiesen dicho que, en la peor etapa deportiva y en medio del escarnio de rivales, trampas federativas y contubernios de lo más turbio del fútbol, hubiésemos sido capaces de celebrar un título oficial olvidado durante un siglo, tendríamos una respuesta igual de convencida: “Por supuesto. Somos El Mejor Club del Mundo”. Como el asceta al que los sobresaltos mundanos no le conciernen, así se maneja este podcast y la afición del Deportivo, a la que nada extraordinario le resulta ajeno. Allí donde los demás llegan ahora, nosotros hemos estado ya. ¿Que Rubiales es lo peor? Been there, done that. ¿Que qué vais a hacer ahora si las figuritas del fútbol se marchan a Arabia Saudí? Virgin Superliga enjoyers, estáis hablando con Chads del Monoconsumo Deportivista. ¿Que debutamos en una nueva temporada con un empate a ceros ante un rival menor, error arbitral mediante? Fingiremos estar sorprendidos o alterados si eso es lo que los ajenos requieren de nosotros. Pero la realidad es mucho más normal y sencilla que todo eso. ¿El Deportivo está? Pues estamos. ¿Cuántos años? Los que hagan falta. ¡Cuánto sufrimos, Martín!, tiempo presente.
Míralo a Moll, con noventa años a cuestas y entonando un tango. Fíjate en Scaloni, tan o más o fino ahora que cuando se paseaba en calzoncillos como campeón. ¡Qué pelazo de Bebeto, qué porte aún de Mauro Silva! Pasan los años para todos y parece que por todos ellos pasan menos, como si estuviésemos superponiendo a su imagen actual la de su juventud, cuando los veíamos correr vistiendo de blanquiazul. Y ahora te miras a tí, te fijas bien en el reflejo del espejo, y piensas en qué sería lo que viesen ellos de ti, veterano deportivista que viviste sus glorias, si te devolviesen la mirada. Pues atiende, Dagoberto, estas arrugas mías que se parecen a las tuyas me salieron tras un playoff en una noche de San Xoán. ¿La barriga prominente, dices, Leo? A ver, si tuve que renunciar a una esperanza ante el Albacete o en Castellón, tampoco me pedirás que renuncie a la cerveza. Y a vosotros, meus caras, ¿os sorprende esta expresión de pesadumbre, os extraña que no tenga ánimo de samba? Venid, venid, traed esas caipirinhas y permitidme que os explique lo que son tres años, para cuatro, en Primera Comemierda. El Deportivo de los pesarosos años 20 es un retrato de Dorian Gray en el que los viejos ídolos permanecen eternamente jóvenes mientras los que sostienen la pintura, los penitentes de Riazor, envejecen cinco años en una sola temporada. Así estamos cuando los vemos, que los abrumamos en busca de una inyección de vida para que no se no agriete el lienzo. Hablamos de manera distorsionada, como los abuelos cuando te cuentan que se cruzaron con un viejo amigo de su quinta: “Vi a este chico por la calle…”. Chicos de 80 años. Aficionados veteranos celebrando a los héroes de antaño a los que aún se imaginan goleando por el Deportivo, tan fascinados algunos por el reencuentro que hasta parece que se les olvidan los capitanes de hoy como Álex, que capeó nuestro peor momento para permitirnos que aún podamos seguir celebrando a aquellos. En fin. Terminaron los fastos de la nostalgia y ahora toca lo importante: enfundarse esa camiseta brasileña flúor que te marca la cintura sobrante, vencer a la pereza de un domingo en Sestao, y animar al Deportivo del Mandarín como antes lo hacías con el Deportivo campeón. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, la mirada limpia, la vista al frente, y los dedos cruzados llamando a la fortuna en la 23/24. Pavor.
Queridos deportivistas, Nos complace anunciar que, después de que nadie en el club nos lo haya pedido y ninguna demanda de vosotros, hemos decidido grabar un nuevo episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, tal y como habíamos acordado hacer. Hemos recibido silencio por parte del club y una modificación en la agenda laboral, ya que en veranito está la cosa algo más relajada, que ahora nos permite participar en esta grabación que tanto valoramos, sin la carga excesiva de compromisos que originalmente se nos habían asignado. Queremos subrayar y dejar absolutamente claro que nuestra decisión de grabar, tanto inicialmente como ahora, no se basó ni se basa en un deseo de beneficio financiero. No estamos recibiendo ninguna compensación económica (bueno, a ver, la publicidad institucional no la intercambiamos por estampitas de San Caetano) para perpetrar y consumar este despropósito. Nuestra insistencia irracional con el podcast se basa puramente en nuestro amor y falta de respeto por el club, la ciudad de A Coruña y todos vosotros, los leales seguidores del Deportivo. Lo último que deseamos es que nuestros actos supongan una carga de vergüenza ajena para el club que tanto amamos. Nuestra decisión esporádica de no grabar se toma siempre en respuesta a lo que percibimos como una contumaz capacidad por parte del Deportivo de reventarnos las pelotas con dramas cada vez más imprevisibles sin nuestro consentimiento previo. Los mensajes de apoyo que no hemos recibido de todos vosotros han desempeñado un papel clave y nos han dado absolutamente igual en nuestra decisión de volver a grabar. Nunca podríamos dejar de desilusionar a los seguidores blanquiazules que nos han mostrado tanto amor y apoyo a lo largo de los años.. Por todo ello, os anunciamos que, finalmente, seguimos con el plan previsto y aquí tenéis un nuevo episodio del CSMP para todos vosotros y a tiempo para disfrutar de un Trofeo Teresa Herrera que confiamos acabe siendo una gran fiesta además de un vodevil como el de las últimas horas. Gracias por su desesperación y su continuo apoyo. Nos escuchamos y leemos. ¡Forza Dépor! Denise y Terumi
“El que quiera estar, va a estar, y el que no quiera estar, no va a estar”. Si no nos encargamos de preservar en nuestro acervo el recuerdo de Carmelo del Pozo, por mucho que a algunos duela, corremos el riesgo de que las generaciones venideras consideren que una frase así solo pudo salir de los labios de M. Rajoy. De tan sencilla como parece, casi infantil, a menudo pasamos por alto que en apenas un lustro se ha convertido ya en un pilar absoluto del verano deportivista, como el debate por el precio de los abonos, las consideraciones fashionistas sobre el diseño de las camisetas, o los autoengaños resignados de “Pues yo este año paso de aguantar a estos inútiles y no renuevo” que tienen menos consistencia que la de una píldora de sacarina en el café caliente. “Entonces, Cuánto Sufrimos, ¿todos los veranos son iguales en el Deportivo?”. Pues no, queridos y queridas oyentes, porque incluso la misma mierda de siempre ofrece matices. Por ejemplo, en este estío en el que el Playa Club es una sucursal de Amnesia, parece que se consume más MDMA que Estrella Galicia e incluso cabría imaginar que Mike Oldfield estuvo afincado durante años en el Castrillón, el mantra carmelita se modifica: “El que no quiera estar, no va a estar, y el que quiera estar, pues a lo mejor se va a tomar por el culo también”. Y es así que este episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast consiste en Benjamín y Manuel embutidos en sendos disfraces de elefantes y entrando a la carrera como dos enajenados en una tienda de Sargadelos decididos a hacer añicos todo a su paso. El bulevar de los sueños rotos se hace más largo que la ruta jacobea entre un infinito ruido de cristales estallando. Y mientras tanto, en un rincón, dos señores que atienden por Soriano e Idiákez sorben de una taza (imaginamos que llena de infusión de valeriana) mientras se autoconvencen como el perrete en la habitación en llamas: “This is fine”. “¡Que se vayan todos!”, se bramaba. Moraleja: a veces hay que tener cuidado con lo que se desea porque por el camino puede que perdamos a sujetos contingentes, sí, pero también a los necesarios. Como Luisito Suárez, que también se ha ido. Arrivederci, neno.
Solo en el mejor club del mundo uno de los más memorables fracasos de una institución centenaria, en un partido para la leyenda del fútbol y de las enfermedades cardiovasculares, coronado por actuaciones individuales dantescas e igualmente inolvidables, puede convertirse en apenas una nota a pie de página en el tiempo que se tarda en pronunciar “rubéndelabarrera”. Que no es demasiado tiempo, por cierto. Casi tan poco como el que acostumbra a estar en el Deportivo el ya añorado entrenador que, en una primera etapa fugaz contentó a algunos y a otros no (en la grada y en los despachos) y en otra segunda, aún más fugaz, devino (cuatro titularidades canteranas mediante) en santo súbito porque, de tantas hostias como se reparten en esta delirante institución, por pura estadística alguien tiene que terminar convertido en mártir y, por ende, en símbolo. Y fue a ese símbolo que se aferró el deportivismo huérfano de alegrías, tan modesto en sus pretensiones, devenido apenas en mendigo de la más mínima caridad, que le basta con un poquito de apego local para sonreír. Pero la gestión tiene razones que la afición no entiende y, como si hubiese regresado el reflujo de aquel café con Luis Helguera dos años después, pues resulta que Rubén vuelve a no estar y el “que se vaian todos!” resultó en un “a ver, sí, pero no así”. El Deportivo, flamante campeón de una Copa de 111 años en esta misma temporada, navega sin timonel conocido, con incorporaciones que apenas se susurran más que anunciarse y que decide El Motorista Fantasma, Casper, el Patrick Swayze alfarero o cualquier otro ectoplasma que se nos pueda ocurrir, porque el asunto está adquiriendo ya cariz fantasmal. Y a estos dos humildes podcasters se nos pide una vez más que expliquemos qué está pasando, como si alguien pudiese a estas alturas de la película intentar racionalizar las circunstancias cotidianas de este club, que más que un club es una novela río, es un vodevil, es un rogue-like con escenarios generados procedimentalmente, es la foto que aparece al lado de la definición de “sorpresa” en una enciclopedia. ¿Qué puede hacer ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast ante tamaño despropósito? Pues sobre todo lamentarse porque cuantos más años pasan, es el Deportivo el que más se parece al podcast y no al revés, para desgracia de todas y todos. Ya avanzamos que no podemos estar a la altura de los acontecimientos. Y al mismo tiempo no nos sorprendería ser investidos presidentes en julio. Y a ti tampoco, y lo sabes. Deportivo, The Greatest Show on Earth.
1992. Se estrena “Sommersby”, un drama romántico ambientado tras la Guerra de Secesión estadounidense. En él se cuenta como una mujer interpretada por Jodie Foster que da a su marido por muerto en el frente, se sorprende un día al ver como regresa. Parece él, tiene la misma cara de Richard Gere, pero no se comporta como él. Antaño era rudo y violento, pero ahora es un amante amable y cariñoso. ¿Es este hombre realmente Jack Sommersby? A Coruña, junio de 2023. Se estrena “Playoff”, un thriller psicológico de alto voltaje en el que una multitud desquiciada enfrenta una eliminatoria a vida o muerte animando a un equipo que dice ser el Deportivo pero que no se comporta como el Deportivo. Su entrenador les habla como si de verdad, al fin, conociese sus anhelos más íntimos. Los futbolistas de la cantera saltan al campo. Álex Bergantiños toma las riendas. Todo el mundo les dice que es el mismo equipo, pero ellos no están seguros. No saben qué esperar. Los aficionados, a punto de precipitarse en los abismos de la locura, acuden a consultar con los dos más reputados investigadores de la psique blanquiazul. Benjamín y Manuel examinan la situación con una dedicación enfermiza, hablan y hablan, cantan, actúan, formulan mil hipótesis y desechan otras tantas, hasta que, resignados, descuelgan el monóculo y sentencian: “Uf, ni puta idea de lo que esperar, chorbos”. Y es así como ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast se presenta a las puertas de otro verano con los nervios del que no sabe si reír o llorar porque este equipo puede ser una cosa o la contraria con tan solo 15 días de separación. Tensiómetro listo, teléfono de emergencias en marcación rápida y trankimazin en la cartera. Recen lo que sepan.
Memorable: digno de memoria. Pues no, la verdad. Pasarán los años e intentaremos recordar estos meses y, puedes estar seguro, tendremos que hacer un esfuerzo para decir tu nombre. Que tampoco te parezca mal, Óscar. A nosotros nos daba la impresión de que para ti éramos simplemente otro añadido en una lista que nos recitaste más de una vez: “Todo un Betis B”, nos decías, como si nos tuviésemos que sentir impresionados por el calibre de tus hazañas. Como si no fuésemos más para ti que un Granada, un Castellón o una academia de Catar. Decías que tu coche vino solo hasta Coruña y a ti definitivamente lo que te pasó fue que no agarraste el volante a tiempo. Parecías empeñado en arrancarnos el velo de ilusión que nos ciega, como si fuésemos el emperador desnudo: “¡Miraos, asumidlo, ved cómo os ven los demás!”. Y quizás se te olvidó que, aunque paseemos nuestras vergüenzas al aire en Primera Comemierda, la parte importante de la proposición no es que estemos desnudos, sino que somos el emperador. Baños de realidad hemos sufrido muchísimos, créenos, pero mantener la convicción de que nuestro destino es otro es lo que nos reúne por decenas de miles en Riazor (aunque fuese para silbarte, sí). Un refuerzo positivo, una mentira piadosa, un cariño, un sentir que te dolía como nos dolía a nosotros quizás hubiese bastado. Fuimos viendo cómo se vaciaba nuestro calderito de la ilusión mientras se desbordaba tu caldero de la incomprensión, hasta que se derramó en Linares. Cuando Yukio Mishima entendió que sus arengas no eran compartidas, cometió un grotesco suicidio ritual japonés. Reconoceremos que hubo algo poético en el seppuku de Linarejos: el vientre abierto con el cambio de los laterales rozando el descuento; la decapitación con la zona mixta rabiosa. Mira cómo lo teníamos de claro en ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast que por primera vez en muchos años de programa hemos dado una noticia: descendimos de tu vespino con toda la calma y nos apostamos con el micro preparado esperando al cortejo que, conforme a lo previsto, pasó cuando tenía que pasar mientras se escuchaba a lo lejos una letanía de los Kaiser Chiefs: “Rubi, Rubi, Rubi, Rubi”. Y nosotros lo grabamos. ¿Nos recordarás? Es posible que no. ¿Nosotros a ti? Je t’aime, moi non plus, Óscar Cano.
Es viernes por la mañana. Tienes 45 años, estás trabajando desde tu casa frente a dos pantallas de ordenador, concentradísimo en tareas que te parecen extraordinariamente importantes. Te llega un mensaje al teléfono que no comprendes muy bien. Buscas en internet para tratar de entender lo que te están contando. Cuando lo descubres, te invade una pena muy grande. Suspiras. Intentas enfocarte de nuevo en lo que tienes que hacer. Vuelves a mirar hacia esa hoja de cálculo y hacia esos correos electrónicos tan urgentes. Vuelves a teclear para continuar con las tareas. Te sorprendes cuando al cabo de unos segundos te empiezan a caer unos lagrimones encima de las manos que reposas sobre el teclado. Tienes 45 años y estás llorando en el trabajo. O, afortunadamente, para evitar la extrañeza ajena, en el teletrabajo. Tienes 17 años. Estás en Riazor. Estás en Cuatro Caminos. Estás en María Pita. Estás gritando “Arsenio, Arsenio, Arsenio”. Estás siendo extraordinariamente feliz. Te explota el pecho de orgullo. No por haber ganado, sino también por haber ganado. Estabas igual de orgulloso cuando habías perdido. Eres deportivista porque la dignidad había sido extraordinaria en el fracaso gracias a él. La dignidad vuelve a ser absoluta en la victoria con él. “Arsenio, quédate”, le gritas. Y se queda. Pasan casi 30 años y no se va. Está cuando Riazor aplaude una encarnación del equipo en la que adivina orden y talento. Está cuando el club se comporta con humildad pero sin dejarse avasallar. Está cuando se ejerce la prudencia. Está en todos los que estuvimos con él entonces y ya nunca dejamos de estar, igual que está en los que se incorporan ahora porque quienes los llevan por primera vez a Riazor aún lo recuerdan a él. Está en ese estado de Whatsapp que no has cambiado jamás y que dice “Moi esixido”, porque así es como pasamos por la vida. Es viernes por la mañana, tienes 45 años y estás llorando porque te han dicho que esta vez sí, Arsenio se ha ido. Pero mañana juega el Deportivo y se han agotado las entradas. Te secas las lágrimas, te calmas y vuelves a darte cuenta: Arsenio no se irá jamás. Qué orgullo, joder, qué orgullo.
loading
Comments 
Download from Google Play
Download from App Store