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Author: Sonido Libre

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Nos cansamos del ruido… del discurso amargo y las viejas trincheras. Abrimos la ventana para dejar entrar sonidos frescos y disfrutar las buenas conversaciones y las historias notables. Aquí, cada podcast es un sonido con libertad y vida propia.
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Raymond Aron establece un paralelo entre la fe propia de las religiones y la fe profesada desde las modernas ideologías como el fascismo o el comunismo. Plantea que el marxismo surge como religión secular cuyos cultores se presumen profetas de un nuevo mundo e ideal en base a una supuesta comprensión científica del devenir histórico, que en realidad no es más que un milenarismo similar al que diversas religiones profesan. Esa presunción los hace creer que el partido es depositario de la salvación al modo de un iglesia. La ideología piensa por el militante que renuncia a su propia razón y discernimiento. “El comunismo es una ideología que el culto del partido, la escolástica interpretativa, manipulada por el Estado revolucionario, y la educación-adiestramiento, impartida a los militantes, han transformado en un dogmatismo de palabras y acciones.”
Raymond Aron analiza el modo en que las ideologías inciden en la forma en que los intelectuales ven a sus propias sociedades, a sus propios países. Plantea que se produce un contraste entre las elucubraciones de los intelectuales y los marcos culturales particulares de las sociedades donde esos intelectuales se sitúan. Los parámetros doctrinarios de los intelectuales permean en las sociedades como una nueva interpretación de una realidad que generalmente les son ajenas. “Los debates ideológicos son distintos de país en país, según el aspecto subrayado o despreciado de la coyuntura, según el ángulo de mira, según la tradición de pensamiento. A veces los debates expresan los problemas que las naciones deben efectivamente resolver, a veces los deforman o los transfiguran para insertarlos en esquemas pretendidamente universales.”
Raymond Aron analiza el rol de los intelectuales en las sociedades, que serían aquellos que dan significación a lo social. Los intelectuales varían su rol según el contexto social en que se sitúan. Esto incide en el camino que toman las sociedades pues los intelectuales pueden ser un factor de avance o retroceso según sus actitudes y sus frustraciones. Así, para Aron, bajo los afanes revolucionarios de los intelectuales y la efervescencia social que deposita su fe ciega en estos, las sociedades pueden caer en espejismos utópicos de impredecibles costos. “Clercs y letrados nunca se han negado a legitimar el Poder, pero, en nuestra época, éste necesita de los expertos en el arte de la palabra. Teórico y propagandista se unen: el secretario general del partido elabora la doctrina, al mismo tiempo que guía la Revolución.”
Raymond Aron cuestiona el determinismo del materialismo histórico marxista que presume que el destino de la Humanidad está definido. Esto, pues sería una negación de la responsabilidad humana y por tanto de la autonomía personal. Pero también considera que es una negación de la pluralidad del mundo. Los revolucionarios entonces, presumiendo ser auténticos representantes del porvenir, ven a todos los seres humanos como simples medios de su causa sagrada, del supuesto lado correcto de la Historia. En esa ambición prometeica, dice Aron, yace uno de los orígenes intelectuales del totalitarismo. “La paz volverá al mundo cuando, con la experiencia del gobierno, el decaimiento del fanatismo y la toma de conciencia de insuperables resistencias, los revolucionarios acuerden que no es posible rehacer las sociedades según un plan, ni fijar un objetivo único a la humanidad entera, ni rehusar a la conciencia el derecho de cumplirse en el rechazo de las ciudades terrestres.”
Raymond Aron analiza el rol del historicismo en el fanatismo revolucionario. Intenta distinguirlos entre lo que llama hombres de fe y los hombres de iglesia. Ambos modos de ser revolucionario creen en respuestas únicas para todo asunto, obviando la pluralidad que el mundo ofrece. Esto implica, para Aron, desconocer los propios límites de nuestro saber y la presunción religiosa de un conocimiento acabado e irrefutable, todo a manos de nuevos inquisidores, los propios revolucionarios. “Seguros de conocer de antemano el secreto de la aventura inconclusa, contemplan la confusión de los acontecimientos de ayer y de hoy, con la pretensión del juez que domina los conflictos y distribuye soberanamente los elogios y las censuras”.
Raymond Aron denuncia el optimismo delirante de los revolucionarios marxistas que olvidan que su causa no modifica la esencia del homo politicus. Tras las promesas de la revolución, los aristócratas son simplemente reemplazados por burócratas. Detrás de esto esta una profunda falta de realismo que conlleva una idealización peligrosa del porvenir. La fe ciega en el carácter infalible del partido bolchevique conlleva la semilla totalitaria del comunismo. “En busca de esperanza, a través de una época desesperada, los filósofos se satisfacen con un optimismo catastrófico.”
¿Es el marxismo una nueva religión? El filósofo Raymond Aron dice que sí, en tanto plantea la existencia de una clase elegida para liberar a la humanidad de todo sufrimiento. El proletariado sería una especie de mesías colectivo que traería el reino de la libertad y el fin de toda explotación. Pero ¿qué clase de libertad promete el comunismo bajo este mito? Una que nunca llega, pero que exige enormes sacrificios y privaciones a los proletarios. Así, el profetismo marxista no es más que una nueva versión de la segunda venida del salvador. Un “optimismo delirante”.
¿Merecen tanto honor las revoluciones? se pregunta Raymond Aron. El filósofo francés pone en duda el carácter eminentemente bondoso y prometeico que se atribuye a las revoluciones, en función de ciertos ideales que las izquierdas presumen defender. Aron dice que, por el contrario, el poder revolucionario es eminentemente tiránico, se contrapone al ideal democrático y no necesariamente produce cambios beneficiosos para las sociedades como sí lo hacen las reformas. Sin embargo, Aron plantea que la revolución resulta más atractiva para los intelectuales porque satisface sus propias vanidades y afanes estéticos.
En este episodio, ¿Vive la izquierda moderna de un mito que sin embargo no le pertenece? Eso plantea Raymond Aron al decir que las izquierdas del siglo XX olvidaron que el espíritu de la revolución buscaba liberar a los individuos de los cuerpos estancos de la sociedad estamental junto con el estancamiento material y espiritual propiciado por el oscurantismo. Cuán vigente se vuelve la reflexión del filósofo francés para el siglo XXI si consideramos los recientes atisbos reaccionarios, populistas, anti ilustrados y anti científicos de una parte de las izquierdas en el siglo XXI.
En este episodio, ¿Cuánto es el nivel de advertencia de Ortega y Gasset en La Rebelión de las masas? ¿Cuánta vigencia tienen sus reflexiones en los tiempos actuales? Para el filósofo español, pluralismo y libertad siempre van de la mano. Por eso ve con resquemor la creciente homogeneización que las masas conllevan junto al auge del colectivismo como ideología predominante. Advierte del riesgo de la irrupción de demagogos, los destructores de cualquier orden civilizado según Ortega, que van de lleno contra los valores del viejo liberalismo que fueron los que cimentaron el desarrollo de la civilización europea. No se equivocó y Europa finalmente quedó sumida bajo la barbarie de dos ideologías colectivistas y destructivas, el fascismo y el comunismo. “La demagogia esencial del demagogo está dentro de su mente y radica en su irresponsabilidad ante las ideas mismas que maneja y que él no ha creado, sino recibido de los verdaderos creadores”.
En este episodio, Ortega y Gasset analiza la relación entre la autoridad, la opinión pública y el sentido de la propia existencia. Se pregunta qué sucede cuando se debilita la noción de mando bajo la presunción, predominante del hombre masa, de un mundo sin deberes. Entonces, advierte que ahí surge el sinsentido y el caos, es decir la desmoralización del ser humano. ¿Cómo afecta a la vida civilizada de una sociedad el que todo imperativo quede en suspenso? Ortega y Gasset cree que ahí no tardará en surgir la barbarie.
En este episodio, Ortega y Gasset advierte respecto al predominio del Hombre Masa que impone su barbarie íntima, su vulgar opinión y manifiesta con violencia su afán de gobernar el mundo. El problema es que las masas, como herederos satisfechos o niños mimados, desconocen los fundamentos de su bienestar y la vida civilizada, rechazando las limitaciones trágicas de la existencia como injusticias que deben combatir con violencia. Así, juegan a la tragedia porque creen que no es verosímil el desmoronamiento de lo civilizado. ¿Qué peligros conlleva esta actitud infantil? La instauración de la violencia como norma primaria de las masas, a través del estatismo, que conlleva a la burocratización de la vida.
En este episodio, Ortega y Gasset analiza el origen y surgimiento del Hombre Masa. La seguridad jurídica y la comodidad material generan la presunción, errada, de que el orden civilizado es algo natural que siempre estará disponible para nuestra satisfacción. Eso genera el predominio de sujetos vulgares y ensimismados que no quieren someterse a razones, sino simplemente expandir sus diversos deseos exigiéndolos como derechos. ¿Cuán peligrosa es nuestra propia ignorancia, respecto a las causas del bienestar en general, para el sostenimiento del orden democrático y civilizado que nos rodea?
Ortega y Gasset explica el carácter del nuevo sujeto que surge en torno al fenómeno de las grandes aglomeraciones. El Hombre Masa, según el autor, se caracteriza por una disposición espiritual que lo hace estar conforme siendo igual a los demás, como boyas a la deriva que se jactan de su incultura, en contraste con los inconformistas que constituyen a las minorías y cuya característica esencial es no coincidir vindicando su singularidad. ¿Cuánto afecta esto a las sociedades en cuanto a su declive o progreso?
Debido a que Kukathas se aleja de las ideas liberales convencionales, en la conclusión de este libro intenta dilucidar si su teoría puede ser descrita como liberal. Así, el autor teoriza y defiende que el verdadero Estado liberal debe ser un archipiélago de comunidades políticas interconectadas entre sí, donde la tolerancia es el valor imperante.
Kukathas explica que si bien ni la nación ni la comunidad política son bienes importantes en sí mismos, el colapso de la autoridad política puede llevar a resultados calamitosos. En este capítulo, entonces, se intenta encontrar el equilibrio ideal entre la libertad y la autoridad, remarcando que si bien la libertad es importante para la perfección de la sociedad, la autoridad es necesaria para su supervivencia.
Kukathas piensa que las críticas acerca de que una sociedad cimentada en el principio de tolerancia producirá un mosaico de comunidades interdependientes, lejos de cualquier orden político unificado, son razonables. Sin embargo, para defender su teoría, el autor reivindica la importancia de la comunidad política, explicando su significado, su sentido, su verdadera relación con el individuo y el desafío para la teoría liberal contemporánea.
Kukathas califica a la tolerancia como la virtud más elemental e importante de una sociedad buena en un mundo marcado por la diversidad. En este capítulo, se analiza su significado y cómo se ha desvirtuado su uso en la práctica. Advierte, además, que se requiere de un gran compromiso para edificar un orden social y político basado en un verdadero régimen de tolerancia.
Kukathas analiza y argumenta sobre el significado de la libertad de conciencia y de asociación, siendo el derecho de salida (o disociación) uno de los derechos fundamentales que sostienen una sociedad libre. Todos los demás derechos, dice Kukathas, se derivan de la libertad de conciencia. Explicita la importancia de comprender que las culturas y asociaciones ⸻y sus valores⸻ son diferentes y mutan a través del tiempo, son cuestiones contextuales y, por lo tanto, dinámicas.
Kukathas explica la naturaleza humana en términos universales. Para eso investiga las motivaciones humanas. Así, basado en Hume, explica que los humanos se mueven por sus intereses, principalmente, aunque también por sus afectos y, finalmente, por sus principios. Si bien la mayoría de las veces se mueven por sus intereses, es casi siempre enmarcado en sus principios, es decir, dentro de lo que dicta su conciencia. La vida buena, por lo tanto, para Kukathas, es vivir en paz con tu conciencia, vivir acorde a tus principios, independiente del fin que busques.
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Comments (1)

Grethell Sanchez

Muy bueno el podcast

Jul 13th
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