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Gracia Cotidiana
Gracia Cotidiana
Author: Jano Molina
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© Jano Molina
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Fe, esperanza y amor. Tres virtudes teológicas de la vida cristiana que son la manera cristocéntrica de crecer en la gracia que nos fue dada. Tanto la obra de Dios en nosotros, como nuestra respuesta de vida hacia Él, se relacionan con estas virtudes.
Un podcast para caminar juntos en el camino a casa.
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Nadie está exento. No puede ser evitado. Si tienes pulso, vas a sufrir.
Dios nos orienta, a través de su Palabra, a cómo podemos llegar a tener una comunión más profunda con Él por medio del sufrimiento. También nos enseña qué debemos pedir en la aflicción y cómo podemos ser felices a pesar de las circunstancias.
Tanto el castigo de nuestros pecados, como nuestra justificación para la vida eterna, son una manifestación del amor de Dios. Cristo en la cruz nos muestra toda la ira de Dios, al mismo tiempo que nos manifiesta todo su amor.
Las dos naturalezas de Cristo es el profundo misterio del infinito Hijo de Dios entrando en el tiempo y en el espacio, asumiendo la naturaleza humana.
Jesús nació. Jesús no fue ni un espectro, ni un ángel, ni un extraterrestre. El creador hecho criatura. Lo eterno debió nacer, lo infinito se hizo finito, el sustentador se dejó ser sustentado. Es el bendito misterio de la encarnación.
Dios vino a buscarnos. Él decidió adoptarnos. Y lo hizo pagando el precio por nuestra adopción en Jesucristo, su hijo. Dios nos recuperó, sin merecerlo.
La Biblia dice que fuimos escogidos antes del mundo haber sido creado. Si nos escogió antes, no hay ninguna posibilidad de mérito nuestro en esa elección. Su elección fue llena de gracia, libre, soberana e incondicional. Él no dejaría de ser Dios si no nos hubiese escogido, pero nos amó con amor eterno y nos atrajo a sí mismo con cuerdas de amor.
El pecado original rompió la relación con la fuente de la vida. De ahí que estamos muertos. Pero la propia fuente de la vida, el mismo Señor Dios al que habían traicionado, rompe el silencio con una frase de esperanza: ¿Dónde estás?
Fuimos creados para vivir en una relación con Dios. Por eso, todo tipo de autonomía siempre tendrá consecuencias terribles. A pesar de que pueda parecer una buena opción, la desobediencia siempre nos separará de Dios y de la vida que Él tiene para darnos.
¿Cómo podríamos mantenernos firmes en la fe, confiando en el cuidado del Señor frente a una tragedia, o a una pérdida, o a una injusticia si Él no controlara todas las cosas? La única forma posible es tener la certeza de que nada toma por sorpresa a Dios.
El relato de la creación fue escrito para que el pueblo de Israel conozca quién es ese Dios que los libertó de la esclavitud y los redimió. De la misma manera nosotros llegamos a conocer a Dios por medio de la obra salvadora de su Hijo Jesús. Lo primero que conocemos de Él es que es nuestro Salvador y Redentor. Sin embargo ese descubrimiento no opaca el hecho de que Dios es el Creador de todo lo que existe; el único Señor Dios, Yahweh Elohim.
No hay duda de que bíblicamente tenemos todos los argumentos para demostrar la deidad del Espíritu. Todas las bendiciones trinitarias así también lo demuestran.
El cristianismo clásico afirma que el Dios que creó el vasto universo entró en su propia creación como el hijo de un carpintero en una pequeña ciudad de la periferia del Imperio Romano, hace unos dos mil años atrás.
Las Escrituras distinguen claramente al Padre del Hijo. El Padre envió al Hijo. El Hijo es nuestro abogado delante del Padre. Ninguna de estas afirmaciones bíblicas tendría sentido, a menos que el Padre se diferencie del Hijo. Pero las Escrituras también distinguen claramente al Hijo del Espíritu Santo. Es el Espíritu el que desciende sobre el Hijo en su bautismo. El Hijo envía al Espíritu. Finalmente las Escrituras distinguen al Padre del Espíritu Santo. El Padre envía al Espíritu. El Espíritu intercede ante al Padre.
La Trinidad es un misterio. Ciertamente podremos conocer más o menos profundamente la doctrina, pero jamás dominarla ni menos domesticarla.
Los protestantes creemos que todo lo que es esencial para que el ser humano conozca a Dios, crezca en su santificación, restaure su relación con su prójimo y así Dios sea alabado de vuelta a través del pacto redentor, está claramente escrito, limpia y transparentemente en la Biblia.
Los libros apócrifos no son inspirados por Dios y, por lo tanto, impropios para la lectura devocional. No desconocemos la riqueza histórica de la literatura apócrifa, pero ellos no tienen ninguna autoridad para el Pueblo de Dios.
Cuando reconocemos la autoridad de la Escritura, el Espíritu Santo nos transforma para adaptarnos a lo que Dios ha establecido. Por eso ella endereza nuestros torcidos caminos.
A pesar de que la Confesión de fe Belga (1561) asigna la autoría de Hebreos al Apóstol Pablo, lo cual no puede ser considerado un error por las herramientas exegéticas que tenían en ese entonces, la defensa de la canonicidad de estos libros y no de otros, coloca a esta Confesión dentro de la tradición cristiana reformada.
De no ser porque Dios se dio a conocer progresivamente en la Palabra escrita, las verdades necesarias para la salvación serían inaccesibles al ser humano.
La Biblia ES LA PALABRA DE DIOS. Sin ella, no hay posibilidad de conocer al Dios verdadero.


![Gracia Cotidiana [en extenso] - Los propósitos amorosos de Dios a través del sufrimiento. Gracia Cotidiana [en extenso] - Los propósitos amorosos de Dios a través del sufrimiento.](https://s3.castbox.fm/0a/a5/88/21293c3847c6601ab1fa1149da6ee93fd9_scaled_v1_400.jpg)


