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Esperanza en Tanger
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Esperanza en Tanger

Author: enrique sancho

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Description

Novela: ISBN-13: 9788413260365
Editorial: Books on Demand
https://www.bod.com.es/libreria/esperanza-en-tanger-enrique-sancho-bisquerra-9788413260365
35 Capitulos
Este es un libro que conecta dos siglos y a una familia que vivió en una ciudad mágica. Esta es una historia novelada de la ciudad compuesta por capítulos cortos en formato de diálogo entre Esperanza Chappory y el autor, Enrique Sancho.
13 Episodes
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CAPÍTULO 10 HTTPS://SANC19.WIXSITE.COM/MYSITE-2 [Esperanza] A principios de 1900, Mariano me pintó, pero como no le gustó como quedó, pintó encima unos claveles, que en su opinión definen no solo el olor y el color de la naturaleza sino también la perfección de la flor y de sus hojas. Viendo la foto del cuadro se aprecian mi figura y mi sonrisa, sabiendo que me iba a borrar. Esto lo digo sabiendo que la realidad de mi figura y mucho menos la de mi sonrisa no se pueden ver, ya que me borró, pero me gusta verme detrás de una flor. Mariano, te doy las gracias por mantenerme para siempre y que nunca se me vea con los ojos cerrados. Las figuras en los azulejos de la pared son mensajes de personas que nos invitan a descubrir, y yo, de momento, veo que en unos de ellos el doctor Marchena nos dice claramente que no solo fue el médico de los pobres, salvó la vida de muchas personas, y concretamente de una bebé que solo cuando fue mayor supo de su existencia; también curó de una caída de bicicleta a un sobrino nieto mío que muchos años después se casó, no en Tánger, sino en Israel. Ver todo esto requiere mucha imaginación y, sobre todo, creer en lo increíble. Me explico: leer una novela en donde las personas que describo y con las que hablo existieron y muchas de ellas aún existen; pero la imaginación nos hacer creer que lo que pasó, sabiendo que es ficción, fue real. Me gustan los mensajes que Enrique escribe basándose en mis cartas, ya que lee mi pensamiento y entiende lo que me hubiera gustado ver, no solo lo relacionado con la desaparición de Villa Eugenia, no solo la irreparable desaparición de los balnearios, no solo —y más importante— la desaparición de la mayoría de las personas, que se fueron cerrando los ojos. Todo, absolutamente todo, está reflejado en los claveles y los azulejos de la pared. Como me he puesto triste y melancólica termino el capítulo con esa sonrisa que no se ve, pero que estoy segura de que la perciben todos ustedes y todos vosotros. Solo una frase más: cuando vean un clavel piensen en la ciudad que tanto han amado, en este caso me refiero a todas las ciudades, no solo Tánger. HTTPS://SANC19.WIXSITE.COM/MYSITE-2
https://www.bod.com.es/libreria/esperanza-en-tanger-enrique-sancho-bisquerra-9788413260365 [Esperanza] Enero del 2018. Tengo miedo solo al recordar lo que me pasó hace unos pocos días: salí de Villa Eugenia, crucé el bulevar para ir al banco, y al darme la vuelta vi como mi casa empezaba a desaparecer surgiendo en su lugar un inmenso inmueble de más de siete plantas. De la entrada principal empezaron a salir caminando lentamente personas que me eran bien conocidas, y justo cuando pisaban la acera cerraban los ojos, niños, como Pelusa, Cristina y Riqui. Entre los que mantenían los ojos abiertos estaban Curry López Arriba y muchos de los hermanos Inza, pero las personas mayores, sin excepción, cerraban los ojos; me refiero a Carmen Camuñas, Luis Dotto, Juan Hontoria, el abogado Palma, Paco y Amalia Simancas, Irene Russi, Ramón Peyra, el doctor Marchena, el doctor Sirvent, Vicente Jorro y muchas más personas con las que tuve relación en el pasado. Las últimas personas que vi saliendo fueron mi hermana Eugenia y su hijo, Manuel Chappory; a Mariano no lo vi salir, y de hecho hace un rato estuve con él paseando y recibiendo ánimos para que se me pasase el miedo que todavía tenía. Año 1952. A continuación, relato un día de febrero, de mi hermana Eugenia; lo copio casi literalmente de su diario, del cual solo han quedado algunos cuadernos y hojas sueltas; una pena, pues durante más de 60 años escribía cada día al menos un par de páginas:  «Febrero. Martes 19. A las 8 estábamos todavía durmiendo, cuando sonó el teléfono; era mi nuera. Conchita (Bisquerra), que nos participaba que había tenido un niño esta madrugada, G.a D. estaban los dos muy bien y estuvo hablando conmigo y con Manolo un buen rato. Manolo se lo participó a quien iba a ser su madrina —Marigu—. Volvimos a la cama y nos levantamos tarde; yo me levanté a darle la medicina a mi hijo Luis M. Más tarde pusimos dos conferencias: una a Granada y la otra a Madrid. Había un retraso de más de dos horas; al final hablamos con las titas de Granada, pero como no daban la de Madrid y Manolo le había prometido a Boris (Mozarovsky) que lo llevaría a Tetuán para que su mujer —Charito— cogiera el avión, dijo Luis M. que lo acompañaría él. Estuve hablando con Carmen Saadeh y con Carmen Ballesteros. Fuimos mi sobrina Conchita y yo al dentista a pie, y luego visitamos algunas tiendas. Cuando volvimos a casa todavía no habían dado la conferencia con Madrid a pesar de que la habíamos reclamado varias veces». Así eran los días de mi hermana, con pequeños sobresaltos, pero una vida muy ordenada, pasase lo que pasase. https://www.bod.com.es/libreria/esperanza-en-tanger-enrique-sancho-bisquerra-9788413260365
[Esperanza] Año 1961: Mi primer viaje a Venezuela; llego a Maiquetía en un súperavión de los llamados «de propulsión a chorro», 4 motores y cientos de pasajeros muy bien atendidos por el personal de Viasa, línea aérea bandera del país. Mi primer shock fue ver una autopista en donde la velocidad de los coches era tremenda. Me quede solo un día en Caracas, en donde mis paisanos tienen buenos negocios. Me cuentan que un tangerino fundó una fábrica de pañales, que fue tan famosa que se convirtió en el nombre genérico., me refiero a Mami. Viajar por la costa y llegar a Puerto La Cruz con parada en Barcelona fue algo mas que agradable, pues los descansos en puestos de bebidas y comida te hace el viaje sumamente placentero. Nunca olvidaré las arepitas, el sancocho, y tantos y tantos platos sabrosos. Los jugos de frutas son inigualables, frescos y de fuerte sabor. En Puerto la Cruz conocí a la familia Sol, de origen español y a la familia Bisquerra-Amorós, parientes de los Chappory, que han estado con nosotros en Tánger. Como no hablo de política, no menciono quién gobernaba; pero lo que si noto es que hay dinero, comida y niños bien alimentados y mucho calor. Mis viajes no son turísticos, aunque no evito esos lugares, disfruto de viajar para ver y conocer, y volver a ver a mi gente, a los amigos y a los amigos de mis amigos; cualquier trabalenguas con la palabra amigo suena bien. Tengo en mente volver en el año 2019 pero ya veré si vuelvo o no. [Enrique] Mis siestas. No me creo que una tercera parte de nuestra vida nos la pasemos durmiendo, quizás en la cama, pero no dormidos. Siesta por obligación, olor a las impecables sábanas secadas al sol frente a los eucaliptos, la pared a escasos diez centímetros de mis ojos, muy abiertos, tan abiertos que todavía me duelen. Seguir a una hormiga con la mirada durante una hora y media requiere de una gran destreza visual y manual; manual al tener que hacer de pared con un dedo para que la hormiga no se escape. Si en aquella época hubiesen existido los juegos electrónicos habría sido todo un campeón. Al levantarme de la siesta no podía presumir de mis éxitos, quizás por ello ahora presumo de los que no debería contar. La obligación en Tánger de que los niños, y no tan niños, hicieran la siesta conseguía que el descanso obligado nos mantuviese más activos. ​
[Esperanza] Enero del 2018. Tengo miedo solo al recordar lo que me pasó hace unos pocos días: salí de Villa Eugenia, crucé el bulevar para ir al banco, y al darme la vuelta vi como mi casa empezaba a desaparecer surgiendo en su lugar un inmenso inmueble de más de siete plantas. De la entrada principal empezaron a salir caminando lentamente personas que me eran bien conocidas, y justo cuando pisaban la acera cerraban los ojos, niños, como Pelusa, Cristina y Riqui. Entre los que mantenían los ojos abiertos estaban Curry López Arriba y muchos de los hermanos Inza, pero las personas mayores, sin excepción, cerraban los ojos; me refiero a Carmen Camuñas, Luis Dotto, Juan Hontoria, el abogado Palma, Paco y Amalia Simancas, Irene Russi, Ramón Peyra, el doctor Marchena, el doctor Sirvent, Vicente Jorro y muchas más personas con las que tuve relación en el pasado. Las últimas personas que vi saliendo fueron mi hermana Eugenia y su hijo, Manuel Chappory; a Mariano no lo vi salir, y de hecho hace un rato estuve con él paseando y recibiendo ánimos para que se me pasase el miedo que todavía tenía. Año 1952. A continuación, relato un día de febrero, de mi hermana Eugenia; lo copio casi literalmente de su diario, del cual solo han quedado algunos cuadernos y hojas sueltas; una pena, pues durante más de 60 años escribía cada día al menos un par de páginas:  «Febrero. Martes 19. A las 8 estábamos todavía durmiendo, cuando sonó el teléfono; era mi nuera. Conchita (Bisquerra), que nos participaba que había tenido un niño esta madrugada, G.a D. estaban los dos muy bien y estuvo hablando conmigo y con Manolo un buen rato. Manolo se lo participó a quien iba a ser su madrina —Marigu—. Volvimos a la cama y nos levantamos tarde; yo me levanté a darle la medicina a mi hijo Luis M. Más tarde pusimos dos conferencias: una a Granada y la otra a Madrid. Había un retraso de más de dos horas; al final hablamos con las titas de Granada, pero como no daban la de Madrid y Manolo le había prometido a Boris (Mozarovsky) que lo llevaría a Tetuán para que su mujer —Charito— cogiera el avión, dijo Luis M. que lo acompañaría él. Estuve hablando con Carmen Saadeh y con Carmen Ballesteros. Fuimos mi sobrina Conchita y yo al dentista a pie, y luego visitamos algunas tiendas. Cuando volvimos a casa todavía no habían dado la conferencia con Madrid a pesar de que la habíamos reclamado varias veces». Así eran los días de mi hermana, con pequeños sobresaltos, pero una vida muy ordenada, pasase lo que pasase.
[Esperanza] Hablar de comer en Tánger no es solo alimentarse, es sobre todo disfrutar de las tradiciones en una bandeja para ser servida en una mesa con la familia sentada alrededor, y según el día de la semana, también con velas. Todas las recetas son únicas, pero entremezcladas según los diferentes países de procedencia. Estoy a la espera de hablar con Enrique, que me ha dicho que durante la mañana me dará una receta que Simita Levy le va a dictar; naturalmente hablo de la adafina, posiblemente el antecesor del cocido de los miércoles en Madrid, aunque la adafina es comida de los sábados sefardíes, puesta a cocinar el viernes por la noche. Es un plato muy completo; tiene todos los ingredientes precisos para que la digestión sea suave y tengas hambre al poco tiempo: cordero, garbanzos, aceite de oliva, huevos, cebolla, patatas, ajo, pimienta, canela, clavo y una pizca de comino, en fin lo dicho, digestión sin problemas, y el preludio de una buena siesta. Típico de Marruecos (plato bereber) es el cuscús (o alcuzcuz), quizás el plato más antiguo que sigue vivo en nuestra era. Me llama la atención no solo sus componentes, sino que en algunas familias lo sirven con azúcar a un lado para que quien lo desee la espolvoree sobre la sémola, entiendo que a muchos de los lectores se les haga la boca agua. Del centro de Europa y Rusia los platos son de kilocalorías (no de calorías a secas), como por ejemplo el gulash de Hungría que es para comer cuando fuera de la casa hace muchos grados bajo cero y la nieve te invita a no salir y a calentarte con un buen plato de ese sabroso guiso de ternera. En Tánger se disfruta en invierno cuando no hay nieve, pero llueve mucho. [Enrique] Con el permiso de Alberto Gómez Font (lingüista y corregidor/corrector de esta novela) copio de su libro «Cócteles tangerinos de ayer y de hoy» uno de los cócteles que, en mi opinión, mejor refleja la unión del Atlántico con el Mediterráneo. Su nombre no puede ser otro que el de Cóctel cabo Espartel. Y su composición es la siguiente: 2 partes de whisky, ½ parte de jugo de limón, dátiles deshuesados y hierbabuena En el vaso de la coctelera de plata se introducen tres dátiles, cuatro o cinco hojitas de hierbabuena, el jugo de medio limón, y se machaca todo con la parte plana de la cucharilla mezcladora, añadir 3 copas de whisky, agitar la coctelera llena de hielo, y servir en copas de cócktail congeladas, con un dátil y una hojita de hierbabuena dentro.
www.esperanzaentanger.es CAPÍTULO 6 [Esperanza] 1982. La preparación de mi primer viaje a Israel no es sencilla, ya que mi primer intento, en el año 48, fue un tremendo fracaso. En aquella ocasión viajé a Gibraltar en el transbordador; todo iba bien, de hecho, me encontré con varios conocidos que también viajaban a Israel, ahora bien, no solo no tenía visado para entrar en el nuevo país sino que además viajaba con pasaporte inglés, en resumen, de forma no muy amable no me dejaron subir al barco que vía Chipre me habría llevado hasta Haifa. Hoy es diferente: primero vuelo a Madrid, desde el aeródromo de Tánger. Por la ventanilla del avión veo nítidamente a mi querido Gibraltar mientras recuerdo la leyenda de que mientras haya monos en el peñón, este seguirá siendo colonia británica y sus habitantes tendrán esa nacionalidad; como prefiero no hablar de política, lo dejo como mera leyenda que, por cierto, me gusta. Siempre llevo en mi bolso y en mi corazón la postal que Mariano me escribió desde Gibraltar en el año 1903. Aterrizar en Madrid me trae muchos y bellos recuerdos, decenas de tangerinos que se instalaron en la capital y que solamente se trajeron de Tánger sus recuerdos, sueños y sobre todo el amor que transmiten a sus hijos y nietos, ese amor que siempre sale a relucir en cualquier conversación en la que se menciona la palabra Tánger. Llego al hotel en plena Gran Vía, justo al lado de la tienda de Emergui, llena de las figuras de Lladró (alguien me comentó que es la tienda que más vende estas porcelanas en toda España). Sigo mi paseo y naturalmente meriendo unas tortitas con nata y chocolate en la cafetería Morrison (Morice y Sonia) de otro tangerino (me siento agradablemente rodeada de paisanos, gente de mi ciudad). Tengo mi primer encuentro, aunque él no me ve, con Alberto Gómez Font, lingüista y corregidor —el diría corrector— de esta novela; decir que me llamó la atención su cuidado vestir y sobre todo su perfecto bigote es obvio, pero verlo de cerca sin que él pueda verme a mí me hace sentir no vergüenza, pero sí algo de bienestar que no debería confundirse con placer, aunque aquí miento un poco. Llego al aeropuerto muy temprano, con mi pasaporte, mi billete, y una postal en la mano. Al policía de la aduana le doy la postal y con una sonrisa me dice que prefiere el pasaporte y el billete. Pasar el control de policía en Tel Aviv fue sencillo aunque al agente le sorprendió que cuando me preguntó a quién iba a ver le contestara enumerándole los más de 20 nombres de conocidos que vería en mi viaje. Un taxi me esperaba en la puerta de salida con un sonriente Quique (a partir de ahora Enrique). La vez anterior que lo vi no tenía más de 5 años, una mañana de playa, en el balneario de los Hoteles Asociados, en Tánger; ahora con su barba, gafas de sol pantalones cortos y sandalias me parecía casi casi israelí. Ir a donde él vivía me parecía no un sueño pero sí algo de otro mundo; ir unos días a un kibutz, visitar Jerusalén, y la Haifa que no visité en el 48, y muchos, muchos otros lugares. [Enrique] Las dos primeras preguntas fueron directas; la primera la contesté sin problema, pero para la segunda todavía no tengo respuesta. ¿Que es un kibutz? ¿Por qué te has venido a vivir a un kibutz? Después fueron preguntas tipo metralleta y tercer grado. [Esperanza] Ver Jerusalén con un guía profesional, requisito de Enrique, es viajar al pasado y al futuro sin parada en el presente; me explico: ver los lugares que siempre han sido habitados sin discontinuidad, ver y tocar el muro de las lamentaciones, es el pasado; cuando lo tocas y pones tu papelito entre las piedras con tu deseo estás en el futuro; el presente no existe. En mi próxima carta a Enrique le pediré que no deje en el tintero las respuestas que me debe. www.esperanzaentanger.es
CAPÍTULO 5 www.esperanzaentanger.es [Esperanza] Año 1966- Me encanta sentarme a la mesa del comedor y escuchar a mi hermana Eugenia contar las pocas novedades de los días que se repiten, pero que son apasionantes; ya que nada malo ocurre y nada muy malo puede pasar. Los días de verano son apacibles: ir a la playa, ir de paseo en el coche que conduce, no tan bien, pero de forma segura, nuestro chófer Luis (el Gordo). También él es el encargado de ir al zoco y traer lo que está escrito en el papelito que mi hermana le deja cada noche en la mesa de la cocina; los precios son en francos pero se contabiliza en pesetas o en cualquier otra moneda de las que habitualmente puedes cambiar en alguno de los muchos cambistas que hay, sentados en medio de la calle, con sus mesitas y sus pizarras con las cotizaciones de las diferentes divisas, y a los que, curiosamente, nunca les roban o los atracan. Hoy comenta y escribe en su diario que hay una niña nueva, Pili, en la merienda, que es muy simpática; es hija de Eduardo Haro Tecglen, director del diario España, y hermana del que años más tarde sería el gran poeta y escritor Eduardo Haro Ibars. «Hoy estuve con mi hermana en Carrión para comprar unas pastillas de chocolate; en Galerías Preciados para ver vestidos y vestiditos, y mis sobrinos se fueron a comprar carnada porque iban de pesca al río Tajardan». Año 2018. Estoy preparando mi primer viaje a Israel y me planteo a qué año trasladarme: si al tiempo presente, es decir, el año actual, con todos esos avances tecnológicos, o al año 1948, Cuando solamente había desierto y grandes sueños y más de una pesadilla. En los próximos días lo decidiré, y lo más seguro es que vaya en esos dos años, ya veré. Por cierto, no hablo ni cuento nada que tenga que ver con la política, aunque sé que todo absolutamente todo esta impregnado de política y políticos. [Enrique]​ Nunca, creo que nunca, me levanté de la cama por la noche, y naturalmente nunca bajé las escaleras ni vi de noche cómo eran el comedor, la entrada y mucho menos el jardín. Cuando digo creo es porque estoy casi seguro de que una vez me levanté para ir al cuarto de baño y casi, repito, casi, torcí a la derecha en vez de a la izquierda, a la derecha estaba la escalera, justo enfrente del reloj de pared; no sé si me daba más miedo la oscuridad o el tic tac del reloj; en fin, no fui al cuarto de baño y nunca  dejé de tener miedo a la oscuridad y al tic tac del reloj, subir escaleras me gusta, bajarlas no. ​
www.esperanzaentanger.es CAPÍTULO 4 [Esperanza] Año 1904. Estoy en la casa, por no llamarla mansión, de mi buen amigo Perdicaris, no hace un buen día ya que lo acaban de secuestrar delante de mí; no hubo violencia si tenemos en cuenta que quitarte la libertad no implicó fuerza bruta, me explico: las personas, bandidos según las autoridades, le trataron con suma delicadeza, de hecho, a mí me pidieron perdón por llevárselo y dejarme allí, plantada con el almuerzo a medio terminar. La policía me preguntó si los conocía, pregunta que no tenía sentido pues naturalmente que conocía a Ahmed al-Raisuli, ya que mi familia le tenía alquilada una vivienda en la llamadas «casas de los pobres», en la cual no vivía, pues la utilizaba para dar cobijo a personas necesitadas. La otra gran pregunta de la policía fue si Mariano tenía conocimiento del «secuestro» y que lo localizase, algo que me resultó sumamente fácil, pues estaba en Gibraltar, donde como todos sabemos no es posible esconderse. Naturalmente Mariano no tenía nada que ver con ese bandido. Cuando Ahmed al-Raisuli recibió el rescate, liberó a Perdicaris, y la historia tuvo un curioso final: se hicieron amigos (yo lo llamo «el síndrome de Tánger», muy anterior al famoso «síndrome de Estocolmo») Doy un salto hasta el año 1955. Estoy sentada en el salón de té Madame Porte, con el grave problema de tener que elegir entre pedir uno o dos pasteles, ya que el asunto de la bebida era secundario y además ya estaba decidido de antemano; fui a lo fácil y pedí un éclair, y lo pronuncié tan bien que me sentí un poco francesa. En Tánger ser español, francés, italiano o inglés no te identificaba con tu país de origen ya todos éramos TANGERINOS, así, con letras mayúsculas. Salir de Porte y dar un paseo por el boulevard Pasteur es entrar en el mundo internacional, las tiendas y sus escaparates son increíbles y están siempre abiertas, según la religión del dueño: los viernes las tiendas de los musulmanes cerradas, los sábados las de los hebreos y los domingos las de los cristianos; por lo que ir de tiendas se basaba en el día de la semana. Entro en Kent a comprar no se qué, pues es obligado entrar a mirar y luego salir con algo rico, tipo regaliz, chocolate, galletas. etc. Hay más bancos que en cualquier ciudad de Europa, me refiero a bancos en donde poder cambiar divisas, hacer una transferencia o simplemente tener a buen resguardo tus ahorros. Doy la vuelta y me dirijo a Villa Eugenia, naturalmente nadie me ve y naturalmente yo sí los veo, me refiero a mis sobrinos nietos, que acaban de despertarse de la siesta y se preparan para merendar; hoy han traído pasteles y suizos de La Española, quizás me coma alguno, pues esos pasteles son comparables a los de Madame Porte. [Enrique] Titán, inmensa grúa, más grande que los barcos, e inmóvil; no como ellos, que iban y venían; ella siempre a la espera de mi subida al torreón para dejarse ver. Siempre estuvo muy lejos, de hecho, cuando llegaba en el transbordador desde Algeciras la debían de esconder para que no la viese, quizás para que no viese lo vieja que era, lo oxidada que estaba, ellos siempre tan delicados conmigo, cuidando de que no viera la realidad, no fuese a ser que si la descubría me volviese como ellos: reales y oxidados. www.esperanzaentanger.es
www.esperanzaentanger.es Capitulo 3 [Esperanza] Año 1957, voy caminando muy despacio hacia el mar, bajo por la Cuesta de la Playa, y cuando digo cuesta no solo me refiero al nombre de la calle; las cuestas en Tánger son montañas que hay que escalar, montañas llenas de interminables escaleras. Por fin llego a la avenida de España, pero no me decido a qué balneario ir, así que los voy recorriendo uno a uno (Miramar, Neptuno, Coco beach, Tres carabelas, Coup de reoulis, Recreativo, Yach club). Entro en el de Los Hoteles asociados, uno de cuyos fundadores fue el hotel Cecil, que pertenecía a mi familia; bueno no me alargo más y cuento lo que vi en la playa y a quien vi. Abdellah me ofrece una cabina y, naturalmente, un sombrilla que ,literalmente, clava muy cerca de la orilla, el griterío de los niños es ensordecedor pero muy agradable, algunos  metros mar adentro veo la balsa repleta de intrépidos bañistas que se tiran de cabeza desde los dos trampolines; hoy no hace viento de levante y gracias a eso la finísima arena no te molesta en las piernas; los días de levante los granos de arena te hacen un daño parecido al de miles de agujas pinchando tu piel; no descubro nada al decir que la arena, además de finísima, es de un blanco que deslumbra. Muy cerca de mi sombrilla está Barbarita, la ahijada de Barbara Hutton a la que conocí cuando vino con su, creo, tercer marido, Cary Grant, que por cierto no me pareció tan atractivo como aparecía en las películas, y lo más raro es que no flirteó conmigo, algo habitual en los maridos de raros matrimonios. Bueno, pensad lo que queráis, pero ni siquiera me dio un pellizco al darme un beso al despedirnos. Me acerco a la terraza, está llena de mamás, y oigo que una niña de no más de cinco años le dice a una señora que está con otro niño: —¿Usted es la mamá de Quique? —Sí, bonita. —Le responde. —Pues dígale que no vaya con otras niñas, porque yo soy su novia. Quique, cuando era ya mayor, me contó bastante de su vida, y ahora quiero reescribir un par de esos recuerdos; luego, más adelante, contaré sus innumerables negocios y los proyectos que llevó a cabo en su vida. Me dice que el resumen de su vida es "Dos divorcios, dos hijos, dos nietos, un Mercedes y un Rolex." ​ [Enrique] Recuerdo de forma imborrable, cada día, el olor y la textura del flotador de publicidad de crema Nivea, mi salvación a la hora de pasar desde la orilla a los no más de treinta centímetros de agua; me acuerdo de olas que venían a tragarme y llevarme hasta la balsa, lejana balsa a donde teníamos prohibido ir, a la que solo los mayores, los muy mayores llegaban nadando. Allí había dos trampolines y montones de muchachas y muchachos. Si mi memoria no me falla, solo fui tres veces a la balsa y solo logro acordarme con detalle de dos de ellas: la primera fui nadando a braza, sin mirar lo lejos que la playa estaba, se movía a mi espalda y la veía de reojo a escondidas como desaparecía y volvía a aparecer; volví nadando con los ojos cerrados. La segunda nadé a toda velocidad y solo me detuve casi al llegar al tocar una de las cuerdas que la sujetaban a la arena, metí la cabeza para ver donde estaba el fondo y fue cuando descubrí el infinito; todavía siento el dolor de estómago y la sensación de no ver el final, de ver y descubrir el infinito. La tercera y sucesivas veces fui nadando en sueños, en pesadillas, en donde el despertar me salva del infinito, de mirar abajo, detrás y atrás. [Esperanza] Mi día de playa termina, pues debo de volver al año 1923 porque he quedado con Mariano en el Hotel Cecil; ir caminado entre palmeras me hace sentirme fresca aunque el calor aprieta y mucho. Allí esta Mariano en la gran terraza con el caballete preparado para pintarme.
www.esperanzaentanger.es [Esperanza] No puedo ni siquiera pensar en continuar estas cartas sin describir dónde nací, dónde viví mis primeros y únicos años, y en donde me reencuentro cada día, cada semana, con mi amor; con ese amor al que nunca jamás pude tocar, pero al que ahora sí acaricio, y lo toco, y sobre todo lo siento; Naturalmente hablo de Villa Eugenia. Los detalles de metros cuadrados y metros edificados son parte de la información para su puesta en venta, algo imposible por lo que más adelante explico. La entrada es por el sur, es decir por la calle de Marco Polo, aunque actualmente se cambió la entrada por Mohamed V, en la esquina del hotel Rembrandt. Entrar por la puerta de servicio se convirtió en el acceso principal, la cocina y algo así como el vestíbulo; a la izquierda la escalera, al frente el despacho y a la derecha algo impresionante: el comedor-sala de estar, con una radio Phillips que siempre tenía alguna emisora sintonizada. Quiero leer, de una forma quizás poética, como Enrique describe el jardín, y sobre todo la pérgola, imborrables y permanentes en mi memoria. ​ [Enrique] La Pérgola ¿Oyes el olor de las rosas y de los geranios? ¿Escuchas el silencio de las hojas? Si tu respuesta es no, es porque nunca estuviste en la pérgola de Villa Eugenia, cuatro escalones que solo pudimos saltar cuando ya creíamos que éramos muy mayores, un banco de hierro que estaba hecho de hierro, es decir, para ser visto y no para ser sentado, paso obligado para ir al columpio, paso obligado para ir a los eucaliptos y, sobre todo, paso obligado para jugar al escondite. Rosas que no te delataban, hojas que escondían el ruido de tu corazón, entonces el ruido de tu corazón te delataba, hoy es el silencio de tu corazón es el que nos delata. ¿Empiezas a oír el olor de las rosas y los geranios? [Esperanza] En los próximos capítulos describiré con detalle la villa y sus jardines. Ahora quiero hacer un pequeño resumen de las personas que he conocido en estos más de cien años, seguro que se me olvidan —quizás intencionadamente— algunos nombres; pero son muchos, muchísimos, los que poco a poco irán apareciendo en mi vida y en las vidas de una Tánger viva y que no quiere ni morir ni cambiar. Me acuerdo del Dr. Sirvent y del Dr. López Arriba, de sus hijos, de sus vecinos, de las familias Inza, Cerdeira, Alcaine, Petri, Garibaldi, Marta Ruspoli, Anselmo Ravella, Ribbi. Beneditti, Messina, Toledano Laredo, Elisa Chimenti,  … y tantos y tantas personas que necesito un libro —este libro— para ir contando mis vivencias. www.esperanzaentanger.es
Capitulo 1 Enrique

Capitulo 1 Enrique

2020-10-1300:36

[Enrique] Capitulo 1 Como escribo en el prólogo, recibo cada semana ya sea por correo o por viva voz, los relatos de mi tía abuela Esperanza, lo escribo en forma de diario y con mucha ficción, pero todos los personajes son reales, me dice no una sino varias veces que su gran amor platónico fue Mariano Bertuchi, no lo pongo en duda, pero no me parece que sea cierto. Cada capítulo es independiente sin hilo conductor y muy corto de forma que la lectura sea cómoda y que no canse.
CAPÍTULO 1 [Esperanza] Mi nombre es Esperanza Chappory y soy la nieta de Aníbal Rinaldi, fallecido en 1923 a los 94 años; fue el traductor de O'donnell en la guerra de África y trajo por primera vez a Tánger al pintor Mariano Bertuchi, el cual se enamoró de Marruecos y pintó esa luz inigualable de Tánger y Tetuán. Relato mis encuentros, vivencias y sueños con muchos de los personajes que vivieron e hicieron de Tánger una ciudad de libertad en un mundo de guerras.
[Enrique] En las siguientes líneas explico el motivo del título de la novela «Esperanza en Tánger». Esperanza Chappory falleció a los 14 años en Tánger (1904); pero todavía está entre nosotros, y habla con su sobrino nieto Enrique. Estoy escribiendo no solo memorias de tangerinos sino también sus opiniones de lo que Esperanza ha visto y sigue viendo en estos más de 100 años de su estancia entre nosotros. La novela se compone de cortos capítulos en donde Esperanza le narra cosas a Enrique y este (autor de la novela) cuenta vivencias de su niñez y su juventud en Tánger (sigo siendo niño a mis casi 70 años).  Para distinguir quien habla pongo entre corchetes su nombre […]. Esperanza siempre habla en primer lugar y cuenta el principio de cada capítulo, y yo (Enrique) me encargo del final, de forma que a veces hay pequeñas discusiones y contrastes de pareceres. La familia Chappory era Tangerina (así, con mayúscula) de origen inglés, de gran fortuna y luego venidos a menos, por no decir «a nada». La gran mansión Villa Eugenia, con sus más de 30.000 metros de jardín se ha convertido en tres horripilantes edificios, aunque mantienen la maravillosa vista al estrecho de Gibraltar.
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