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EL EVANGELIO DE CADA DÍA
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EL EVANGELIO DE CADA DÍA

Author: Jose Manuel Barral

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Una reflexión breve y sencilla sobre el pasaje del Evangelio de cada día, para que nos ayude a nuestra vida y nos aumente la fe.
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Jesús cuenta la parábola del sembrador. Es una invitación a ser tierra buena, donde la semilla de la Palabra da un fruto abundante. Lc 8,4-15: Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando. En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: -Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena, y, al crecer, dio fruto al ciento por uno. Dicho esto, exclamó: -El que tenga oídos para oir, que oiga. Entonces le preguntaron los discípulos: -¿Qué significa esa parábola? El les respondió: -A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios; a  los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no  entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la Palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el  diablo y se lleva la Palabra de sus corazones, para que no crean y se  salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la Palabra  con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen,  pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y  riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto perseverando.
Lc 6,12-19: Pasó la noche orando. Escogió a doce, a los que también nombró apóstoles. En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a  doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre  Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo,  Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de  Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande  de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda  Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados  por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de  tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.
Lc 14,25-33: Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío. En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y  a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no  puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de  mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta  primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea  que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de  él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a  deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca  con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»
Lc 14,1.7-14: El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no  sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que  os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido». Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus  hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque  corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete,  invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado,  porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».
Mt 23,23-26: Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo  de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley:  la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera  la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y  desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así  quedará limpia también por fuera».
Lc 1,26-38: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo. En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue  enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen  desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de  la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en  tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será  grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de  David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino  no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá  con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de  Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya  está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay  imposible”». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.
Lc 13,22-30: Vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. En aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos  intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y  cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a  Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero  vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del  norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».
Mt 22,1-14: A todos los que encontréis, convidadlos a la boda. En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: -El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su  hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no  quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran:  tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo  está a punto. Venid a la boda. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus  negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron  hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron  con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus  criados: -La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora  a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a  la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que  encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de  comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en  uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: -Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: -Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el  llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos  los escogidos.
Mt 20,1-16a: ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a  contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un  denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: -Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. El les dijo: -Id también vosotros a mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: -Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos  también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar  contra el amo: -Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a  nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. El replicó a uno de ellos: -Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario?  Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que  no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a  tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.
Mt 19,23-30: Más fácil le es a un camello entrar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos. En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los  cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una  aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos». Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo». Entonces dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». Jesús les dijo: «En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se  siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis  seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de  Israel. Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o  tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros».
Lc 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: enaltece a los humildes. En aquellos días, María se levantó y se  puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en  casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la  criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando  la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto  tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.  Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se  cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.
Lc 12,49-53: No he venido a traer paz, sino división. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté  ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro  hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos  contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra  el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra  contra su nuera y la nuera contra la suegra».
Jn 12,24-26: A quien me sirva, el Padre lo honrará. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en  este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que  me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me  sirva, el Padre lo honrará».
Mt 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! En aquel tiempo, dijo Jesús a sus  discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a diez  vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en  cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas  entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
Mt 17,22-27: Lo matarán, pero resucitará. Los hijos están exentos de impuestos. En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos la Galilea, les dijo Jesús: -Al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día. Ellos se pusieron muy tristes. Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: -¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Contestó: -Sí. Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: -¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños? Contestó: -A los extraños. Jesús le dijo: -Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal  ejemplo, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique,  ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por  mí y por ti.
Lc 12,32-48: Estad preparados. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes, y dad limosna; haceos talegas que no se echen a  perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los  ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí  estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como  los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas  venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en  vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá  sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre. Pedro le preguntó: -Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos? El Señor le respondió: -¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al  frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas ? Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a  pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse;  llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y  lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo  por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo  digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.
Lc 9,28b-36: Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió. En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a  Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras  oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de  resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que,  apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en  Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron  silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían  visto.
Mt 16,24-28: ¿Qué podrá dar un hombre para recobrar su alma? En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino».
Mt 16,13-23: Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos. En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha  revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.   Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi  Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del  reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los  cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que  ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos  sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al  tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».
Mt 15,21-28: Mujer, qué grande es tu fe. En aquel tiempo, Jesús se retiró a la región de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella se acercó y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame». Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.
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