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La actualidad según Pedro J.

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El director de EL ESPAÑOL, Pedro J. Ramírez, analiza la situación política y los pactos del PSOE con los diferentes partidos, entre ellos el PNV.
Como ya es tradición, la titular de la cartera de Defensa, Margarita Robles, vuelve a ser la ministra más valora del Gobierno y la única que aprueba. Esta vez la nota que le ponen los españoles es de un 6. Por otro lado, once ministros reciben mejor puntuación que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que obtiene un 3,3.
En segunda posición, ya con un suspenso, le sigue el ministro de Agricultura y Pesca, Luis Planas, que recibe una calificación de 4,49. El bronce se lo lleva la vicepresidenta segunda del Ejecutivo y responsable de trabajo, Yolanda Díaz, con un 4,30. Así lo desvela el último sondeo realizado por SocioMétrica para EL ESPAÑOL.
Nuestro sondeo prueba que Sánchez sabía lo que se hacía al convocar un debate en el que no podría participar Feijóo como antídoto a lo ocurrido en Andalucía. En tres semanas -la cumbre de la OTAN también ha ayudado- el PSOE ha recortado casi la mitad de la ventaja adquirida por el PP.
Pero hay algunos datos de esta encuesta que no pintan nada bien para el Gobierno. Más del 72% cree que las medidas de Sánchez no servirán para recortar la inflación. Tal vez por eso la mayoría prefiere a Feijóo como presidente e incluso cree que será el próximo inquilino de la Moncloa. De ahí el viaje que ayer le lanzó Bolaños diciendo que España le “queda muy grande”. No es eso lo que se desprendía de su sólida entrevista en este periódico.
¿Por qué equiparó Sánchez a "Euskadi" y "España" ante el Rey y en el homenaje a Miguel Ángel Blanco, como "dos países libres y en paz", como si previamente hubieran estado en guerra? No pudo ser un lapsus ni cabe un error de interpretación porque el presidente leyó el texto y sus palabras son inequívocas.
La única explicación es que Sánchez haya querido reorientar el debate del Estado de la Nación, calentando la política para enfriar la economía. Es decir, que prefiere que se hable de su sintonía con Bildu y su alejamiento de Ermua antes que de su incapacidad de contener la inflación. Eso le acercará a sus socios pero le alejará más de sus electores.
Sánchez se hace un flaco favor a sí mismo disfrazándose de Pablo Iglesias e insistiendo en que hay "poderes ocultos" que quieren "derrocarle".
Lo que hay son millones de españoles deseando "derrotarle" y apoyando con sus votos al PP cada vez que tienen ocasión de hacerlo en alguna autonomía. El problema de Sánchez es que Andalucía le ha privado del espantapájaros de Vox y está improvisando un relato alternativo inconsistente.
A Sánchez todo le sale mal últimamente. Su rueda de prensa del sábado pretendía contrarrestar el exitazo del PP en Andalucía con un paquete de "medidas sociales" adobado de apelaciones victimistas contra los "poderes económicos" más propias de Melenchon o Pablo Iglesias. Pero en ese giro a la izquierda se le cruzó la tragedia de Melilla.
Las palabras "bien resuelto", con las que avaló la actuación policial marroquí, le perseguirán siempre. Es imposible erigirse en paladín de los más desfavorecidos en casa e ignorar los cadáveres de veinte o treinta de ellos junto a nuestro umbral.
Nunca en una comunidad autónoma se había producido un vuelco de este calibre. Recuérdese que en 2018 Juanma Moreno había llegado a la Junta de carambola con el escuálido bagaje de 26 escaños y el 20% de los votos. Ahora ha barrido con una holgada mayoría absoluta que cambiará para siempre la percepción política de Andalucía. Es el premio al trabajo bien hecho y el respaldo a la buena educación en el espacio público.
El PSOE queda noqueado hasta un extremo impredecible. Desprovisto de su principal granero electoral, Sánchez no tendrá más remedio que romper con Podemos y los separatistas o ya puede ir haciendo las maletas.
Se ha quedado además sin el espantapájaros de Vox. Los andaluces han parado en seco a la ultraderecha. A Olona sólo le queda volverse al escaño del Congreso que por algo no abandonó, después de haber hecho el ridículo con sus provocaciones y masturbaciones.
Se extingue Ciudadanos pero el PP vuelve a ser el partido centrista de las mayorías absolutas. Juanma Moreno sustituye a Ayuso como referente y anuncia la llegada de Feijóo a la Moncloa con sus mismos modales. Vuelve el bipartidismo.
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