Discover
MCI Ciudad de México

137 Episodes
Reverse
Un encuentro con Jesús lo cambia todo. Ciegos vieron, cojos caminaron, pecadores encontraron perdón y corazones quebrantados fueron restaurados. Cada persona que se acercó a Él descubrió una nueva razón para vivir. Ese mismo poder sigue actuando hoy: transformar lo imposible en posible y encender esperanza donde solo había oscuridad. Eso es el efecto Jesucristo.
El desánimo es parte de la vida; todos en algún momento lo enfrentamos. Pero no debemos confundirlo con el doble ánimo. El desánimo es cansancio, una fe que sigue amando a Dios aunque le falten fuerzas. El doble ánimo, en cambio, es un corazón dividido, inconstante y sin firmeza. Aprender a reconocer la diferencia nos impulsa a buscar la solución y a tomar acciones firmes para seguir confiando en Dios.
Muchas veces pensamos que las mayores batallas son las que enfrentamos afuera, pero la realidad es que las más difíciles suelen estar dentro de nosotros. No se trata de gigantes visibles ni de enemigos externos, sino de esas luchas internas que, si no se reconocen y se rinden a Dios, pueden derribar incluso al más fuerte.
La oración es mucho más que una costumbre; es un espacio de intimidad donde lo ordinario se convierte en extraordinario. No se trata de repetir palabras, sino de abrir el corazón y buscar una conexión real con Dios. Cuando aprendemos a orar de esta manera, experimentamos una transformación que toca cada área de nuestra vida y nos acerca al propósito para el cual fuimos creados.
Cuando nos rendimos ante Dios y le permitimos examinar nuestro interior, Su luz revela aquello que necesita ser transformado y nos guía por el camino de vida que Él ha preparado.
Hay noticias que no pueden quedarse en silencio. Cuando descubres algo que transforma tu vida, lo natural es compartirlo. Así es el amor de Jesús: tan real, tan profundo, tan lleno de gracia, que no podemos guardarlo solo para nosotros. El mundo necesita saber. Necesita esperanza, necesita verdad, necesita salvación. ¿Quién lo va a contar, si no lo hacemos nosotros?
Cuando el final se acerca y las fuerzas se desvanecen, lo que verdaderamente sostiene no son las circunstancias, sino la convicción con la que se ha vivido. Hay una paz que solo conocen aquellos que han corrido con propósito, han peleado la buena batalla y han guardado la fe. No se trata del miedo al fin, sino de la certeza del destino. Aun cuando el invierno acecha, hay una corona reservada para los que permanecen firmes hasta el final.
Todo líder que ha sido llamado por Dios pasará por un proceso. No es castigo ni demora, es formación. Es en ese camino —muchas veces silencioso y difícil— donde Dios moldea el carácter, purifica las intenciones y revela Su propósito. No se trata solo de llegar lejos, sino de llegar transformado.
Hay momentos en los que la fe no fluye con facilidad. Cuando las preguntas pesan más que las respuestas y el silencio parece ser la única respuesta del cielo. No siempre es fácil creer… pero incluso en la duda, hay un Dios que no se aleja. Un Dios que no rechaza al corazón sincero, aunque esté herido o lleno de preguntas.
A veces lo que más amamos es justo lo que más nos cuesta entregar. Y aunque soltarlo parezca imposible, Dios tiene el poder de liberar el corazón más aferrado. Lo que para nosotros es un límite, para Él es una oportunidad. Porque Él sigue siendo el Dios de lo imposible.
Cuando las aguas parecen ahogarte y el fuego amenaza con consumirte, hay una verdad que permanece firme: no estás solo. No se trata de evitar el dolor, sino de saber quién está contigo en medio de él. Aunque no lo veas, Él camina a tu lado. Entre las aguas y el fuego… Su presencia no te abandona.
Muchos crecimos con ideas distorsionadas de lo que significa un padre. Algunas experiencias nos dejaron vacíos, heridos o con dudas. Pero hay una verdad capaz de sanar y transformar todo eso: Dios no solo es Señor, también es Padre. Un Padre cercano, presente, lleno de gracia y dispuesto a adoptar a quienes se sienten lejos.
Una familia no se sostiene solo con esfuerzo, sino con propósito. Cuando Dios está en el centro, hay dirección, hay descanso y hay fruto. Todo lo demás pierde peso frente a lo esencial: edificar con Él desde el principio.
No hay condenación para los que están en Él. Aunque caíste, no estás descartado. El Espíritu da vida, rompe cadenas y te guía de vuelta. Hoy puedes caminar como hijo, no como esclavo. Vuelve.
Los fariseos creían que la salvación se ganaba con conocimiento y obras, pero Jesús enseñó que una gran fe nace de una gran necesidad. No depende de lo que hacemos, sino de a quién buscamos. Una gran fe se dirige al único que puede responder y es bien recibida por Él. Nunca dejamos de necesitar el evangelio. Acércate, recuerda, proclama. Cultiva una fe viva.
¿Vives una vida que honra a Dios? Proverbios 16 nos recuerda que no todo camino que parece correcto termina bien, y que solo cuando el Señor guía nuestros pasos podemos vivir con verdadera rectitud. La vida recta no se trata solo de buenas intenciones, sino de corazones alineados con Dios, decisiones sabias y una dependencia total de Su dirección. Permite que Su Palabra moldee tu carácter y transforme tu camino.