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Author: El Lugar de Su Presencia

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¿Alguna vez te has preguntado quién sembró confusión, división o tropiezos en tu camino? Jesús enseñó que no toda la semilla que crece junto al trigo viene de Dios. Existe la cizaña: personas que el enemigo usa para dividir, enfriar la fe, normalizar el pecado o desviar a otros del propósito del Reino. A simple vista se parecen al trigo, pero con el tiempo su fruto revela la verdad. La cizaña no siempre llega de afuera; muchas veces aparece en la familia, en el trabajo, en relaciones cercanas e incluso dentro de la iglesia. Puede disfrazarse de consejo, amistad, espiritualidad o “buena intención”, pero su efecto es el mismo: ahogar lo que Dios quiere hacer en tu vida. Dios permite que trigo y cizaña crezcan juntos por un tiempo, pero también nos llama a discernir, a no dar poder a lo que contamina y a cuidar el llamado que Él puso en nosotros. 🎯 ¿Estás identificando la cizaña… o permitiendo que siga creciendo y afectando tu fruto?
¿Sabes realmente cómo opera el enemigo… o solo conoces una versión suavizada de él? La Biblia no lo disfraza: el diablo es engañoso, mentiroso, intimidante, lascivo, violento y destructor. Desde el Edén hasta hoy, su estrategia ha sido la misma: distorsionar la verdad, normalizar el pecado, sembrar temor, dividir familias y apartar a las personas del propósito de Dios. Pero también hay una verdad que no se puede ignorar: aunque el enemigo oprime, Dios gobierna. Lo que el diablo planea para destrucción, Dios lo transforma para bien. La cruz no fue la victoria del infierno, fue su derrota pública. Jesús desarmó a las potestades y nos devolvió autoridad para vivir en libertad. Conocer cómo opera el enemigo no es obsesión, es discernimiento. Porque no se pelea a ciegas, y no se vence lo que no se confronta. 🎯 ¿Vivirás ignorando sus mentiras… o caminarás en la autoridad que Cristo ya te dio?
¿Y si esa “fortaleza” que crees tener… en realidad es control disfrazado de espiritualidad? A veces justificamos nuestro temperamento, nuestras reacciones o la forma en que manejamos a otros creyendo que “así somos”, cuando en el fondo hay heridas, miedo, inseguridad o orgullo que se traducen en intimidación, manipulación, dominación o falsa autoridad espiritual. La Biblia muestra que el control no es carácter: es un sustituto del amor. Intimida, divide, manipula, carga culpas, se esconde detrás de versículos y hasta se viste de “Dios me dijo”. Pero el Espíritu Santo no controla: guía. No impone: invita. No presiona: libera. Soltar el control no es perder seguridad; es aprender a confiar. Es dejar de operar como Jezabel, Judas o un fariseo… para empezar a amar como Jesús: con paciencia, humildad y verdad. 🎯 ¿Estás viviendo desde el control… o desde la libertad del Espíritu?
¿Has sentido esa desilusión que te quita fuerzas, te apaga la fe y te enfría el corazón? La desilusión no es un simple malestar emocional; es un estado espiritual que, si no se sana, puede alejarte de Dios sin que te des cuenta. A veces nace de personas que amamos, de expectativas rotas, de respuestas que no llegaron, de traiciones o divisiones que nunca imaginamos vivir. La Biblia muestra que un corazón desilusionado empieza a levantar ídolos, pierde la búsqueda sincera de Dios y deja de confiar en Él. Como le pasó al rey Asa, la desilusión no solo hiere: también distorsiona, divide y detiene la fe. Pero Dios sigue buscando corazones totalmente comprometidos, corazones que Él pueda fortalecer. Sanar la desilusión no es negar el dolor, sino levantar la mirada, perdonar, volver a pedirle a Dios y reanudar la búsqueda… porque Él nunca decepciona. 🎯 ¿Seguirás viviendo con un corazón herido… o permitirás que Dios restaure lo que la desilusión dañó?
Jesús fue claro: para Dios es importante que su pueblo tenga fruto. No se trata solo de asistir a la iglesia, sino de evidenciar una vida transformada: carácter, prosperidad, crecimiento, obediencia y una fe que produce resultados visibles. Las parábolas revelan que hay quienes oyen, pero no escuchan; quienes empiezan con alegría, pero no echan raíces; quienes reciben la Palabra, pero la ahogan con preocupaciones, deseos y engaños. Y también están los que, con un corazón sano y obediente, producen cosechas de treinta, sesenta y hasta cien por uno. Dios busca discípulos, no espectadores. Busca raíces, no apariencias. Busca corazones que permanezcan en Jesús, que se dejen podar, corregir y sanar… porque solo así el fruto llega, crece y glorifica al Padre.
¿Eres realmente consciente de cómo estás viviendo tu fe… o solo estás reaccionando en automático? La conciencia es ese espacio interior donde evaluamos lo que hacemos, por qué lo hacemos y hacia dónde nos está llevando. Y aunque pocos lo hablan, la Biblia enseña que una conciencia sana puede acercarte más a Dios… y una conciencia confundida puede alejarte de lo que Él tiene para ti. Muchos actuamos por impulsos, por heridas antiguas, por pensamientos que nunca hemos revisado. Otros sabemos lo que es correcto, pero nuestra conducta no se alinea. Y algunos viven con una conciencia débil, fácilmente influenciada por la opinión, el miedo o la culpa. Cuando permites que la Palabra renueve tu mente, tu conciencia se aclara, tu comportamiento cambia y tu vida empieza a tomar decisiones que arrebatan el Reino, en el matrimonio, en la familia, en la salvación y en tu caminar diario.
¿Te has sentido abrumado últimamente? Noticias, problemas familiares, inseguridad, el futuro… pareciera que todo quiere robarnos la paz. Estamos viviendo tiempos ansiosos, y nadie está exento: ni los más fuertes, ni los más espirituales. La Biblia nos muestra que no somos los primeros en enfrentar días así. Pedro escribió a una iglesia perseguida, rodeada de incertidumbre, y aun así les enseñó cinco claves para caminar con paz: alegrarse aun en la prueba, preparar la mente para actuar, dejar lo malo, no cansarse de hacer el bien y entregar el control total a Dios. La ansiedad se alimenta de lo que pensamos, pero la paz crece cuando nuestra mente y nuestra voluntad deciden alinearse con la Palabra. Dios no promete que no habrá turbulencia… promete que Él será el capitán.
¿Con quién estás haciendo equipo? La Biblia revela que el poder de Dios se manifiesta de forma especial cuando nos unimos: dos pueden hacer huir a diez mil, tres no se vencen fácilmente, y cuando caminamos de acuerdo, el cielo responde. Pero así como la unidad multiplica la fuerza, la división la destruye. El enemigo sabe esto, por eso siembra pensamientos, argumentos y emociones que dividen, distorsionan la realidad y contaminan nuestras relaciones. La guerra no empieza afuera: empieza en la mente. Y solo cuando trabajamos en equipo con el Espíritu Santo —identificando voces, derribando argumentos y alineando nuestros pensamientos a Cristo— podemos romper ciclos de contienda, orgullo y engaño. La verdadera fuerza nace cuando Dios y tú se convierten en un equipo. Él pone el poder; tú pones la voluntad.
¿Y si lo que te ha mantenido atado no es falta de fe… sino mentiras que decidiste creer? Muchos cristianos viven oprimidos, confundidos o estancados porque el enemigo ha logrado convencerlos de que los demonios no existen, que un creyente no puede ser influenciado o que no necesitan liberación. Jesús nos dejó una autoridad real: echar fuera demonios, orar con poder y vivir en libertad. Pero esa libertad se pierde cuando abrimos puertas —con el pecado, el ocultismo, la amargura o la falta de perdón— y luego creemos que nada pasa. La verdad es simple: hay batallas que no se ganan con excusas, sino con confrontación espiritual. Dios ya hizo su parte… ahora te toca cerrar puertas, renunciar a lo que te ata y pelear con la autoridad que Él te dio.
¿Sabías que Jesús nunca juzgó a los fariseos? Él no los condenó, los confrontó. Y esa diferencia lo cambia todo. Porque juzgar busca señalar y sentirse superior, pero confrontar desde el amor busca sanar, corregir y liberar. Jesús no vino a imponer reglas humanas ni tradiciones vacías, sino a recordarnos que lo que realmente contamina al ser humano no es lo externo, sino lo que sale del corazón. Mientras los fariseos se preocupaban por la apariencia, Jesús miraba la intención. Dios no busca perfección aparente, busca corazones sinceros. El desafío es dejar de vivir para agradar a la religión… y empezar a vivir para agradar al Padre.
¿Y si para ser un héroe tuvieras que morir primero? No a la manera trágica de las películas, sino morir a tu orgullo, a tus deseos, a tu carne y a todo aquello que te aleja del propósito de Dios. Jesús dijo: “Si alguno quiere seguirme, tome su cruz cada día y sígame”, y eso significa que el camino del héroe también es el camino del sacrificio. Sansón tuvo la fuerza, pero no el carácter. Jesús, en cambio, venció toda tentación porque decidió obedecer al Padre hasta el final. Ser un héroe del Reino no se trata de fama ni reconocimiento, sino de morir a uno mismo para vivir en el poder del Espíritu. 🎯 No hay verdadera victoria sin una cruz primero. ¿Estás dispuesto a morir como héroe para vivir con propósito?
¿Vas a la iglesia a recibir… o a dar? La alabanza congregacional tiene un poder espiritual impresionante, y cuando un pueblo se une para exaltar a Dios, el cielo responde. Alabar no es un acto rutinario, es una declaración de fe, una forma de decirle al Señor: “Aquí estoy, con alegría, con gratitud y con todo mi corazón”. Dios no busca voces perfectas, sino corazones rendidos. Cuando levantas tus manos, aplaudes, danzas o simplemente cantas con sinceridad, estás provocando que su presencia se manifieste.
¿Y si el infierno sí fuera real? Vivimos en tiempos donde muchos prefieren creer que no existe, que Dios nunca castigaría o que todos, al final, seremos salvos. Pero la Biblia enseña otra verdad: hay dos destinos, y uno de ellos es una eternidad lejos de la presencia de Dios. El infierno no es un mito ni una metáfora, es el resultado de una vida que decide rechazar el amor y la gracia de Jesús. Jesús mismo habló de él, no para asustarnos, sino para advertirnos y recordarnos que cada decisión tiene consecuencias eternas. No se trata de miedo, sino de amor. De entender que la salvación es un regalo que debe recibirse con obediencia y fe.
Dardos de miedo, desánimo, enfermedad o duda. Todos los días enfrentamos ataques que buscan debilitarnos, pero Dios nos recuerda que con el escudo de la fe podemos apagarlos todos. Así como Josué tuvo que ser fuerte y valiente para conquistar la tierra prometida, tú también puedes enfrentar lo que venga sabiendo que no estás solo. Dios sigue diciendo: “No tengas miedo, porque Yo estoy contigo”. Cada dardo que el enemigo lanza es prueba de que le temes… porque ve en ti el propósito que Dios ya ha declarado. Levanta tu fe, esquiva los dardos y sigue corriendo la carrera con confianza.
Mi fascinación por lo oculto - Entrevista a Christy Corson by El Lugar de Su Presencia
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El checklist de un lider - Andrés Corson by El Lugar de Su Presencia
¿Alguna vez te has sentido menospreciado, ignorado o juzgado por lo que eres o por lo que haces? El desprecio duele, sobre todo cuando viene de quienes más amamos. Pero lo que para otros puede parecer insignificante, Dios lo mira con ternura y propósito. La Biblia nos muestra que incluso aquellos que fueron rechazados —como David, Lea o el mismo Jesús— fueron levantados por Dios y cubiertos de honra. Porque donde otros ven poco valor, Él ve un corazón dispuesto. Si has vivido el desprecio, recuerda: no define tu identidad ni tu destino. Dios puede transformar el dolor en propósito, y el rechazo en una plataforma de bendición.
¿Alguna vez has sentido que el mundo te arrastra en dirección contraria a tu fe? La Biblia enseña que todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo, y que esa victoria no depende de nuestras fuerzas, sino de nuestra fe. Vencer al mundo no significa huir de él, sino vivir en medio de él sin dejar que sus valores —el orgullo, el materialismo, el miedo o la presión— apaguen lo que Dios ha puesto en ti. Daniel lo logró en Babilonia, y tú también puedes hacerlo donde estás. La fe en Jesús no es un simple optimismo; es una confianza firme en su verdad, su poder y su amor. Cuando fijas tu mirada en Cristo, cada prueba se convierte en una oportunidad para ver su victoria manifestarse en tu vida.
¿Eres un buen aliado para los demás… o solo estás buscando aliados para ti? La Biblia nos muestra que ser parte del Reino no se trata solo de recibir, sino de acompañar, sostener y celebrar lo que Dios hace en otros. Ser un “aliado del Reino” es aprender a vencer la envidia, ofrecer fe cuando otro la necesita, permanecer valiente en las batallas, ser un refugio seguro y alegrarse por los triunfos ajenos. Jonatán con David, los amigos del paralítico, Marta y María con Jesús… todos fueron aliados que marcaron vidas. Y tú también puedes serlo.
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Comments (10)

David Arroyo

siempre te escucho pastor Andrés es una bendición seguirte y escucharte

Oct 28th
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Sergio Bustamante

este audio me bendijo y ministro mi vida de una manera increíble. Gracias por compartirlo

Mar 1st
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Jorge Luis Pérez Sierra

que triste. este predicador es más conocido por engañar a los creyentes. que pena que le den espacio para que siga engañando.

Nov 15th
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Magna Magnolia Bravo Acosta

Dios los bendiga por compartir estas hermosas predicas ..muchas gracias

Nov 8th
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No sirve por favor arreglen

Jun 29th
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No funciona el podcast

Jun 29th
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no funciona el podcast

Jun 29th
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No cargan los podcast

Jun 29th
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ivan romero

No se cargan las prédicas!!!

Oct 26th
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sara contreras

me encanta, los veo en youtube también :)

Oct 3rd
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