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Materia Oscura
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Materia Oscura

Author: abc podcast/Cuonda

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Materia Oscura es un programa especializado en Ciencia del periodista José Manuel Nieves. Universo, física, hallazgos, nuevas investigaciones... Todo pasa por el tamiz de Nieves.
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Una nueva investigación publicada en Nature acaba de aclarar la naturaleza de las placas tectónicas. No consiste sólo en "tener placas" o "no tenerlas", sino que hay estados intermedios. De hecho, han identificado hasta seis estados  tectónicos distintos. Y lo más increíble: sugieren que Venus, nuestro vecino infernal, podría estar ahora mismo pasando por el mismo tipo de adolescencia que la Tierra vivió hace 4.000 millones de años. Hasta ahora, pensábamos en esto de forma binaria: o tenías Tectónica de Placas, o tenías una Tapa Estancada , como Marte. Pero la realidad, como suele pasar en ciencia, es mucho más compleja y rica en matices. Los investigadores han utilizado superordenadores para simular la evolución térmica de los planetas rocosos, procesando miles de variables en modelos 2D. Y lo que han encontrado es que hay todo un abanico de posibilidades, una "zona gris" entre estar quieto y moverse frenéticamente, que incluye seis fases distintas de la corteza.
Hace apenas tres años, en 2022, teníamos catalogados unos 30.000. En 2016, solo 15.000. Y a principios de siglo, apenas conocíamos un millar. Fijaos en la curva: es exponencial. Luca Conversi, que dirige el Centro de Coordinación de Objetos Cercanos a la Tierra de la Agencia Espacial Europea (ESA), lo ha dicho claramente: esto no va a parar. Al contrario, va a acelerar. De esos 40.000 objetos, los expertos de la Oficina de Defensa Planetaria de la ESA han calculado las órbitas hacia el futuro. Utilizan sistemas de software muy avanzados que proyectan el camino de la roca con años, décadas, e incluso siglos de antelación. Ninguno de los 40.000 asteroides conocidos supone una amenaza para la Tierra en el futuro previsible. Sin embargo, los asteroides de más de un kilómetro de diámetro si pueden suponer un peligro. Esos son los «asesinos de planetas», los que podrían acabar con la civilización tal como la conocemos, al estilo de lo que les pasó a los dinosaurios. De esos, hemos encontrado casi el 95% y ninguno viene hacia aquí. 
La palabra 'extinción' no describe lo que les pasó a nuestros primos. No hubo un genocidio, ni tampoco una aniquilación masiva. Lo que sí hubo fue amor. O, por lo menos, mucho sexo, un mestizaje constante y prolongado que, como una gota de tinta en un vaso de agua, acabó por diluir la identidad genética neandertal en nuestro propio genoma, hasta hacerla prácticamente indistinguible. Imaginemos el siguiente escenario. Por un lado, tenemos al neandertal, una población pequeña, dispersa y con movimientos migratorios limitados. Por el otro, tenemos a Homo sapiens saliendo de África, con una población muchísimo más numerosa, un reservorio genético inagotable. Así, y a medida que que oleadas constantes de Homo sapiens iban llegando a las 'islas' de territorio neandertal, tanto el contacto como el cruce se producían inevitablemente. La descendencia de esas uniones se integraba, en su mayoría, en la población más grande, la del Homo sapiens, que era la que ofrecía mayores probabilidades de supervivencia y reproducción continua.
Este nuevo mundo es un exoplaneta que está a solo 20 años luz de la Tierra. Los datos obtenidos por los científicos de la Universidad de Penn State sugieren que GJ 251 c. es casi cuatro veces más masivo que la Tierra y que muy probablemente sea un planeta rocoso. También es sorprendente su ubicación, ya que se encuentra en lo que los astrónomos llaman la Zona Ricitos de Oro. Por eso, los autores del estudio recién publicado en The Astronomical Journal, creen que es su «mejor oportunidad de encontrar vida en otros lugares».  El equipo partió de datos base recopilados a lo largo de más de 20 años y los combinaron con la nueva precisión del Habitable-Zone Planet Finder (HPF). Primero, mejoraron la medición de un planeta interior ya conocido, el GJ 251 b. Pero la combinación de datos reveló una segunda señal, mucho más fuerte, que se repite cada 54 días. Este fue el indicador inequívoco de la presencia del masivo GJ 251 c! 
Las firmas magnéticas fosilizadas en las rocas del Periodo Ediacárico muestran unas fluctuaciones tan salvajes y caóticas que parecían indicar que sucedió algo increíblemente inusual. Un equipo internacional de investigadores, liderado por el geólogo David Evans de la Universidad de Yale, ha propuesto una explicación audaz que no solo resuelve la anomalía, sino que abre una nueva ventana a la historia profunda de la Tierra. Sus hallazgos han sido publicados en la revista Science Advances. La investigación concluyó que el problema no eran los continentes, sino el propio campo magnético terrestre. Además, desarrollaron un marco matemático innovador que a partir de ahora permitirá a los investigadores analizar los datos paleomagnéticos caóticos del Ediacárico y, en lugar de promediarlos simplemente, encontrar el orden que hay oculto dentro de ese desorden. 
La noticia llegó hace apenas unos días desde el Instituto de Ciencias Naturales de Islandia: la presencia de mosquitos ha sido confirmada en territorio islandés por primera vez en la historia de esa nación nórdica. Fue de la siguiente forma. Un aficionado a los insectos, un tal Björn Hjaltason, estaba en una granja en Kjós, al norte de Reikiavik, observando sus trampas para mariposas, que consisten en una cinta impregnada en vino tinto para atraerlas. Y allí, en esa inusual trampa de vino, a la caída de la tarde del 16 de octubre, nuestro amigo vio algo raro. Una "mosca extraña", dijo él. La capturó de inmediato, sospechando la verdad. Aquel insecto, y los dos que atrapó después, resultaron ser, tras el análisis del instituto, tres ejemplares de la especie Culiseta annulata: dos hembras y un macho. El entomólogo Matthías Alfreðsson, del Instituto de Ciencias Naturales islandés, lo ha dejado claro: los ejemplares encontrados son de la especie Culiseta annulata, un mosquito grande, extendido por Europa y resistente al frío. De hecho, está adaptado a hibernar como adulto en lugares protegidos, como sótanos o graneros. Pueden sobrevivir a inviernos largos y crudos. Y esto nos lleva directamente a los culpables de este asalto biológico, que son dos: el cambio climático y el transporte internacional.
Sin perder un solo minuto y desde el momento mismo en que fue detectado por el sistema ATLAS (de ahí su nombre) en julio de este mismo año, los amantes de la conspiración se pusieron en marcha: que si no es un cometa, que si es una sonda alienígena camuflada, que si su silencio esconde una tecnología hostil. Incluso el célebre astrofísico de Harvard Avi Loeb, siempre dispuesto a poner el cascabel al gato, se convirtió en una de las voces que apuntaba a un posible origen artificial del objeto. Lo cual ha avivado, sin duda, las llamas en un Internet siempre dispuesto a incendiarse a la más mínima insinuación. 
Para entender la importancia de este hallazgo, hace falta darle un repaso a un concepto fundamental en la astrofísica: la metalicidad. Y aquí es donde entra en escena nuestra protagonista: SDSS J0715-7334. Porque esta estrella ha pulverizado todos los récords conocidos de pureza. De hecho, es aproximadamente 20.000 veces más pobre en metales que nuestro Sol. Los datos preliminares de su espectro, presentados en el servidor arXiv a la espera de revisión por pares, sugieren que su metalicidad total es tan baja que supera incluso a las galaxias más distantes y supuestamente "vírgenes" que hemos podido observar con el telescopio espacial James Webb en el borde mismo del Universo observable. Para hacernos una idea, nuestra estrella protagonista es diez veces más pura que esas remotísimas galaxias. Es, en esencia, la estrella más cercana a lo que llamamos una estrella prístina, o libre de metales, que hemos encontrado hasta ahora.
Para entender por qué una parte del mundo se acostó un 4 de octubre de 1582 y se despertó un día 15, debemos remontarnos muchos siglos en el tiempo. De hecho, más de 1.600 años atrás. Estamos en el 45 AC y Julio César acaba de instaurar en gran parte de Europa un calendario que lleva su nombre, el calendario Juliano. Era un avance notable para su época, pues fijaba el año en 365 días y medio, y añadía un día extra cada cuatro años, el famoso año bisiesto.Pero, como bien sabe cualquiera que dependa de los ciclos de la Naturaleza, en los cálculos astronómicos la perfección no existe. Y el problema, en este caso, radicaba en un pequeño 'desfase' del calendario juliano.
Bajo la dirección de la doctora Nadine Lavan, los investigadores han puesto el dedo en la llaga de una realidad que avanza a una velocidad que supera nuestra capacidad de asimilación, tanto ética como legal. Lavan y su equipo partieron de una premisa simple: ¿Sigue sonando a «falso» el habla generada por IA? ¿Podemos, como oyentes promedio, diferenciar sin dificultad una voz humana de una artificial? La respuesta es un rotundo y escalofriante no.
Un planeta joven, solitario y voraz, capaz de engullir materia como una estrella recién nacida, obliga a replantear las fronteras del cosmos: ¿dónde termina un mundo y comienza una estrella? Cha 1107-7626, que está a unos 620 años luz de la Tierra, en la constelación de Camaleón, es especial incluso entre sus congéneres. Tiene una masa considerable, entre cinco y diez veces la masa de nuestro Júpiter. Y a pesar de ser solo un "bebé" cósmico, con apenas uno o dos millones de años de edad, todavía está creciendo. Cosa que hace absorbiendo gas y polvo de un disco de materia que aún lo rodea. Durante uno de los episodios de observación, este joven mundo errante aceleró su crecimiento de forma dramática, multiplicando por ocho la velocidad a la que venía "alimentándose". ¿La cifra? Escuchad bien: seis mil millones de toneladas de gas y polvo por segundo. Es, con diferencia, la tasa de acreción más alta jamás registrada para un objeto de masa planetaria. Un auténtico atracón cósmico que no tiene precedentes.
Loeb saltó a la fama mundial hace unos años por sus controvertidas teorías sobre 'Oumuamua', el primer objeto interestelar jamás detectado, en 2017, del que sugirió que podría ser una "vela de luz" de origen alienígena, una especie de nave propulsada por la luz de una estrella. Y ahora, con 3I/ATLAS, ha vuelto a la carga. Y sus nuevas ideas son aún más inquietantes. Loeb, con su inconfundible estilo que mezcla la rigurosidad académica con la audacia de la ciencia ficción, ha planteado la hipótesis de que 3I/ATLAS no es un simple cometa, sino una sonda extraterrestre, una nave que podría haber sido enviada con un propósito deliberado. 
Hace apenas un par de semanas un estudio publicado en Journal of Neuroscience ha echado un jarro de luz sobre esta delicada y difícil cuestión. Y es que un equipo de neurocientíficos alemanes, dirigidos por investigadores de la Universidad de Tubinga, se propuso averiguar si la forma en que nuestro cerebro procesa los colores es similar entre personas distintas. Para lo cual reclutaron a un grupo de 15 voluntarios y los sometieron a un experimento tan elegante como revelador.
Un estudio reciente, publicado en la prestigiosa revista Physical Review D por el equipo de investigadores de la Universidad de California en Riverside, nos propone una idea revolucionaria: utilizar estos exoplanetas como si fueran gigantescas sondas de materia oscura. La premisa es fascinante. Los investigadores se centraron en un modelo particular de materia oscura: el de la materia oscura superpesada no aniquilante. ¿Qué significa esto? Pues, de forma sencilla, que las partículas de materia oscura serían extremadamente masivas, mucho más que cualquier partícula conocida, y que además, a diferencia de la materia y la antimateria, no se aniquilan al entrar en contacto. Este detalle es crucial, porque si estas partículas se toparan unas con otras, en lugar de desintegrarse, simplemente se quedarían ahí, acumulándose.
Un grupo de científicos ha desenterrado unas huellas fosilizadas que adelantan en al menos 10 millones de años la primera migración de peces fuera del agua, reescribiendo el guión de cómo y cuándo los vertebrados empezaron a conquistar la superficie terrestre.La noticia, publicada en la revista Scientific Reports, es de esas que obligan a los paleontólogos a frotarse los ojos dos veces. Christian Klug, un reputado paleontólogo de la Universidad de Zúrich, lo confiesa sin tapujos: "Al principio, no quería creerlo". Pero tras analizar los nuevos datos y visitar personalmente el yacimiento, se rindió a la evidencia: Un pez, incluso sin patas, se atrevió a dar el primer paso fuera del agua.
Punctum es un objeto astronómico recién descubierto en la galaxia NGC 4945, a 11 millones de años luz. A diferencia de otros fenómenos, solo se detecta en ondas de radio milimétricas, lo que ya lo hace singular. Su luminosidad es descomunal: miles de veces mayor que la de un magnetar y más intensa que casi todas las supernovas conocidas, aunque compacto y con un campo magnético sorprendentemente ordenado. Los científicos barajan que sea un magnetar extremo o una supernova interactuando con su entorno, pero ninguna hipótesis encaja del todo. Es el primer objeto de este tipo identificado y se descubrió casi por azar durante observaciones con el ALMA. Próximos estudios buscarán desvelar su verdadera naturaleza.
Durante mucho tiempo, los científicos se han centrado en los genes, las "frases" que codifican proteínas, las piezas fundamentales que construyen nuestros cuerpos. Pero, ¿qué hay de los espacios en blanco? Es decir, de aquellos que no parecen tener función alguna? No sin algún desprecio, nos hemos referido a ellos como 'ADN basura', pero la investigación de las últimas décadas nos ha enseñado que ese material "silencioso" está muy lejos de ser inútil. De hecho, es la orquesta que dirige y organiza a los genes.
Una nueva investigación, publicada en la prestigiosa revista mensual de noticias de la Royal Astronomical Society, ha desvelado un secreto que se escondía en el corazón de esa galaxia. Y vaya secreto: un agujero negro con una masa de 36 mil millones de veces la de nuestro Sol. Es casi diez mil veces más pesado que Sagitario A*, el agujero negro supermasivo que habita en el centro de nuestra Vía Láctea y cuya masa equivale 'solo' a cuatro millones de soles.
Desde hace décadas, los cosmólogos han tenido claro que esta telaraña cósmica, la infraestructura, el andamio sobre el que se construye todo lo que vemos realmente existía. Las simulaciones por ordenador, modelos matemáticos que intentan replicar la evolución del universo, nos la mostraban con una claridad asombrosa. Un entramado de filamentos que se cruzan y unen, formando los cimientos de nuestra realidad. Pues bien, ahora la cosa ha cambiado. Un equipo internacional de investigadores, liderado por la Universidad de Milán-Bicocca y con la participación del Instituto Max Planck de Astrofísica, ha conseguido un hito histórico. Han logrado una imagen, la más nítida hasta la fecha, de uno de estos filamentos cósmicos. 
¿Quién iba a decirnos que en lo más recóndito de nuestro propio ADN, en lo que antes llamábamos sin contemplaciones «basura genética», podría esconderse un código secreto, un lenguaje ancestral que dicta las reglas de nuestra propia existencia?    
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Comments (2)

Gerardo Enrique

Actualicen el podcast por favor.

Dec 5th
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