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Laberinto Criminal

Laberinto Criminal
Author: PerSeo Podcast
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Description
Un podcast apasionante y cautivador que te sumerge en el oscuro y enigmático mundo del crimen real. En cada episodio, exploramos casos intrigantes y perturbadores que han desconcertado a investigadores y fascinado a la sociedad a lo largo de la historia. Con una narración meticulosa y envolvente, este podcast te lleva a través de un laberinto de misterio, revelando detalles escalofriantes y giros inesperados en cada historia.
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En la primavera de 2023, la ciudad de Winona, Minnesota, se vio sacudida por un misterio que pronto capturaría la atención nacional. Una joven madre de 26 años, Madeline Kingsbury, desapareció sin dejar rastro tras dejar a sus hijos pequeños en la guardería. Lo que comenzó como una ausencia inquietante se transformó rápidamente en una de las investigaciones más exhaustivas de la región.La desaparición fue catalogada como sospechosa casi de inmediato. La policía y voluntarios organizaron una búsqueda masiva: más de 1.800 personas se movilizaron, peinando campos, carreteras y zonas rurales en busca de cualquier pista. Cada jornada traía más preguntas que respuestas. ¿Dónde estaba Madeline? ¿Qué había sucedido después de aquella mañana aparentemente normal?El caso pronto reveló una red de tensiones familiares, testimonios contradictorios y rastros mínimos que desafiaban la lógica. La comunidad se aferraba a la esperanza mientras la investigación avanzaba con cautela. Durante semanas, los agentes recopilaron datos, revisaron cámaras de tráfico y entrevistaron testigos. Poco a poco, el rompecabezas comenzó a adquirir una forma inquietante.El proceso judicial posterior expuso episodios de control, violencia y amenazas en el entorno íntimo de Madeline. El relato fue crudo, doloroso y revelador. No solo se trataba de una desaparición, sino de un caso que evidenció las consecuencias devastadoras de la violencia doméstica.Este episodio de Laberinto Criminal reconstruye los hechos con rigor narrativo. La voz del cronista guía a través de la cronología, deteniéndose en los detalles que marcaron cada etapa: desde la mañana en que todo comenzó hasta el desenlace judicial que cerró, al menos en lo legal, un ciclo de incertidumbre y sufrimiento.Un caso que muestra cómo, detrás de cifras y titulares, se encuentran siempre personas, vínculos rotos y una sociedad que se pregunta qué señales pudo haber visto antes.Hoy, en Laberinto Criminal, nos adentramos en el caso de Madeline Kingsbury.
El 15 de mayo de 2018, un estallido rompió la calma de Aliso Viejo, una ciudad del condado de Orange en California. El lugar era el spa Magyar Kozmetika, regentado por Ildiko Krajnyak, una mujer de 48 años de origen húngaro. Aquella mañana, abrió una caja que parecía un paquete corriente. En su interior había un artefacto explosivo improvisado. La detonación la mató en el acto. Dos mujeres que se encontraban con ella sobrevivieron, aunque con heridas y quemaduras graves que marcarían el resto de sus vidas.En un primer momento, la escena confundió a todos. Los vecinos pensaron en una fuga de gas, en un accidente fortuito. Pero los restos del artefacto, esparcidos entre los escombros, contaban otra historia: cables, baterías y fragmentos de PVC ensamblados con precisión. No era casualidad. Era un asesinato premeditado.La investigación quedó en manos del FBI y del Departamento de Justicia. Durante días, agentes especializados rastrearon cada detalle de la explosión. Lo que descubrieron fue un rompecabezas que llevaba a una misma figura: Stephen Beal. Exnovio de Ildiko, socio ocasional en su spa y hombre incapaz de aceptar la ruptura.En su casa de Long Beach, los investigadores hallaron el reflejo exacto de la bomba: pólvora, químicos, cables idénticos, manuales sobre cómo construir explosivos caseros. Beal alegó que todo formaba parte de un hobby inofensivo, una afición a los fuegos artificiales. La evidencia lo desmentía. La acumulación de pruebas técnicas, junto con su acceso al spa y su obsesión tras la separación, lo convirtieron en el principal sospechoso.El caso se alargó durante cinco años. Hubo retrasos, apelaciones y un proceso complejo en los tribunales federales. En julio de 2023, un jurado declaró culpable a Beal de uso de un arma de destrucción masiva, destrucción maliciosa resultando en muerte y fabricación de dispositivo explosivo. En enero de 2024, fue condenado a 35 años de prisión.La historia de Ildiko no quedó reducida al expediente judicial. Su spa había sido un espacio de confianza para decenas de clientas. Tras la explosión, quedó convertido en ruinas. La violencia que irrumpió en aquel lugar no solo acabó con la vida de su propietaria, también dejó secuelas permanentes en las mujeres que sobrevivieron y en quienes presenciaron el horror.El caso expuso cómo una relación rota puede convertirse en detonante de una tragedia. La obsesión de Stephen Beal transformó un sentimiento personal en un crimen público, con una carga devastadora para todos los implicados.Hoy, en Laberinto Criminal, reconstruimos el asesinato de Ildiko Krajnyak, un caso que mostró cómo la violencia puede esconderse bajo la apariencia de lo cotidiano y estallar en el momento menos esperado.
El 24 de mayo de 2019, en la tranquila localidad de New Canaan, Connecticut, Jennifer Farber Dulos, madre de cinco hijos, desapareció tras dejar a los niños en la escuela. Su coche fue hallado poco después en un estacionamiento, pero de ella no hubo más rastro. El caso llamó la atención nacional de inmediato: una mujer de 50 años, en medio de un proceso de divorcio complicado, desaparecía sin dejar huella.Las investigaciones se centraron rápidamente en su exmarido, Fotis Dulos, un empresario griego con quien mantenía una batalla legal feroz por la custodia de los hijos. Las tensiones entre ambos eran conocidas, y los expedientes judiciales mostraban años de acusaciones de manipulación, deudas y amenazas.Las pruebas que salieron a la luz estremecieron a la opinión pública: imágenes de cámaras de seguridad mostrando a Fotis y a su nueva pareja, Michelle Troconis, deshaciéndose de bolsas de basura en distintos contenedores de Hartford la misma noche en que Jennifer desapareció. En su interior, rastros de sangre y objetos personales de la mujer.Aunque el cuerpo nunca fue hallado, las manchas de sangre encontradas en la casa de Jennifer y el rastro forense en las bolsas llevaron a la policía a acusar a Fotis Dulos de asesinato. El proceso judicial avanzó lentamente, marcado por mociones, retrasos y titulares constantes. El suicidio de Fotis en enero de 2020 dejó el caso en un limbo complejo, con la fiscalía manteniendo cargos contra Michelle Troconis y Kent Mawhinney, un abogado cercano a Dulos.El caso de Jennifer sigue siendo, hasta hoy, una herida abierta: una desaparición sin cuerpo, un proceso judicial inconcluso y cinco hijos que quedaron huérfanos en medio de un drama que atrajo la atención de todo Estados Unidos.
En septiembre de 2012, la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill vivió un golpe inesperado. Faith Hedgepeth, una estudiante de 19 años, fue hallada muerta en su apartamento tras una noche de salida con amigas. Una joven con una vida universitaria recién comenzada, con un futuro aún por escribir, convertida de golpe en la víctima de un crimen brutal.La escena sorprendió a los investigadores: un dormitorio transformado en escenario de violencia, objetos domésticos usados como armas y una nota manuscrita que parecía esconder un mensaje enigmático. El caso captó de inmediato la atención de la prensa local y nacional, no solo por la juventud de la víctima, sino también por la naturaleza de la evidencia recogida. Había ADN, un perfil completo que, en teoría, debía conducir rápido al responsable. Sin embargo, el tiempo se encargó de demostrar lo contrario.Durante casi una década, la investigación se movió entre hipótesis y descartes. Amigos, conocidos y compañeros de clase fueron interrogados y eliminados de la lista de sospechosos al no coincidir con el perfil genético. El retrato compuesto difundido en 2016, basado en la información del ADN, fue un intento desesperado por mantener vivo el caso en la memoria pública. La familia, mientras tanto, seguía reclamando justicia en cada aniversario.En septiembre de 2021, la espera se rompió con un giro inesperado: la detención de Miguel Enrique Salguero-Olivares, un hombre de 28 años, identificado por una coincidencia exacta con el ADN encontrado en la escena. Pero el arresto no trajo el cierre esperado. Años más tarde, la fiscalía añadió nuevos cargos, reforzando la acusación, mientras la defensa insiste en cuestionar la solidez del proceso.Hoy, el caso sigue abierto en los tribunales. La figura de Faith Hedgepeth continúa suspendida entre la memoria de quienes la conocieron y los pliegues de una investigación que aún busca su desenlace.
En mayo de 1995, un coche cayó por un acantilado en Córcega. En el interior viajaban un joven matrimonio belga en plena luna de miel: Marc Van Beers y su esposa, Aurore Martin. El resultado fue trágico: Marc murió en el accidente. Aurore salió prácticamente ilesa.En un primer momento, las autoridades consideraron que se trataba de un accidente fortuito. La explicación parecía simple: un coche fuera de control en una carretera estrecha y peligrosa. Pero pronto surgieron detalles que no encajaban del todo. Testimonios contradictorios, una escena alterada y la extraña frialdad de la joven viuda empezaron a sembrar dudas.La investigación se complicó todavía más cuando el nombre de otro hombre apareció ligado a Aurore: Peter-Uwe Schmitt, un alemán que ya había vivido una tragedia parecida. Tres años antes, en 1992, su esposa había muerto en un accidente sospechoso: su coche terminó en un canal en circunstancias que muchos consideraron extrañas. Él salió indemne.Las coincidencias eran demasiado grandes para ser ignoradas. A medida que la policía ahondaba, comenzó a emerger un patrón inquietante: muertes rodeadas de seguros de vida cuantiosos, parejas jóvenes que terminaban en funerales prematuros y un trasfondo de engaños y manipulación.Lo que parecía un simple accidente de tráfico en la costa francesa se transformó en un caso que sacudió a Europa y cruzó hasta Estados Unidos, cuando los protagonistas intentaron rehacer sus vidas bajo el sol de Florida. Pero la huida no impidió que la justicia los alcanzara.El caso de Marc Van Beers y los llamados “amantes diabólicos” fue seguido con fascinación por la prensa internacional: una historia en la que el amor, el dinero y la traición se entrelazaban de forma letal.
La tarde del 2 de enero de 1999 en Mesa, Arizona, parecía una más. Mikelle Biggs, de once años, salió con su hermana menor, Kimber, a esperar el camión de los helados que solía pasar por el vecindario. Llevaba monedas en la mano y pedaleaba en su bicicleta. Era el último día de vacaciones de invierno, y el ambiente todavía tenía el aire relajado de las fiestas navideñas.Kimber regresó a casa por un momento para ponerse un abrigo. Estuvo fuera menos de dos minutos. Cuando volvió, la calle estaba en silencio. Mikelle había desaparecido. La bicicleta estaba tirada en el suelo, la rueda delantera aún girando. Esa imagen, tan simple como inquietante, se convirtió en el símbolo de uno de los casos más desconcertantes de desaparición infantil en Estados Unidos.La policía desplegó un operativo inmediato. Agentes, vecinos y voluntarios rastrearon el área durante horas. Los perros de búsqueda siguieron un rastro que se desvanecía repentinamente, lo que llevó a pensar que Mikelle había sido subida a un vehículo en cuestión de segundos. No había testigos claros, no había rastro físico concluyente. La escena se cerraba con una certeza amarga: la niña se había desvanecido sin dejar huella.Con el tiempo, las investigaciones se centraron en posibles sospechosos. Uno de ellos fue Dee Blalock, un vecino con antecedentes de agresión sexual. Su nombre surgió una y otra vez, pero nunca hubo pruebas suficientes para procesarlo. Los conductores de camiones de helados locales también fueron examinados, pero todos quedaron descartados.En 2018, casi dos décadas después, apareció un billete de un dólar en Wisconsin con un mensaje escrito a mano: “My name is Mikel Biggs kidnapped from Mesa AZ I'm Alive.” La esperanza renació brevemente, pero el error en el nombre y la falta de contexto hicieron pensar en una broma cruel. El caso seguía estancado.Hoy, más de 25 años después, la bicicleta de Mikelle sigue siendo un recordatorio mudo en la memoria colectiva de Mesa. Un objeto cotidiano convertido en testigo de un crimen sin respuestas.
En la era digital, la vida puede convertirse en un escenario. Para Alexis Sharkey, una carismática influencer de 26 años afincada en Houston, su escenario era Instagram. Su perfil era un escaparate meticulosamente diseñado que exhibía una vida de ensueño: viajes exóticos, éxito profesional arrollador, independencia y un matrimonio que parecía sacado de un cuento de hadas. Miles de seguidores admiraban la fachada perfecta de una mujer que lo tenía todo. Pero detrás de los filtros y las sonrisas estudiadas, se ocultaba una realidad muy diferente, una verdad asfixiante que nadie podía ver.En este episodio de Laberinto Criminal, nos adentramos en la historia de una desaparición que conmocionó a Estados Unidos. El día de Acción de Gracias de 2020, tras una supuesta discusión con su marido Tom, Alexis se desvaneció. Dos días después, su cuerpo fue encontrado desnudo en la cuneta de una autopista, abandonado como un objeto sin valor. La ausencia de signos de violencia evidentes convirtió su muerte en un desconcertante misterio para los investigadores, pero no para sus amigas más cercanas. Ellas conocían las grietas de esa fachada perfecta.A través de una reconstrucción minuciosa de sus últimas horas y de los testimonios de su círculo íntimo, este episodio desmonta la narrativa del matrimonio ideal para revelar un patrón oscuro de celos patológicos, control coercitivo y un miedo que crecía en silencio. Analizamos la doble vida de Tom Sharkey, el marido que en público la adoraba y en privado, presuntamente, la aterrorizaba. Seguimos el rastro de la investigación policial, desde el hallazgo del cuerpo hasta el giro clave que desveló la autopsia: Alexis fue asesinada.Este no es solo el relato de un crimen, sino una inmersión profunda en las peligrosas dinámicas de la violencia de género que se esconden tras una apariencia de éxito y normalidad. Es una advertencia sobre cómo el brillo de las redes sociales puede cegarnos ante las señales de alarma más evidentes. Acompáñanos en este laberinto de apariencias y mentiras para descubrir la verdad sobre el asesinato de Alexis Sharkey, la influencer que estaba planeando su huida hacia la libertad cuando su vida fue truncada.
La mañana del 13 de julio de 2011, en la mansión Spreckels de Coronado, California, el hermano de un multimillonario hizo una llamada al 911. Al otro lado de la línea, reportaba haber encontrado a una mujer colgada desde un balcón, desnuda, con las manos y pies atados. La víctima era Rebecca Zahau, de 32 años. Su muerte fue catalogada oficialmente como un suicidio.Rebecca había nacido en Birmania y emigrado de niña con su familia a Estados Unidos. Trabajaba como técnica oftalmológica cuando conoció a Jonah Shacknai, un exitoso empresario de la industria farmacéutica. Con él inició una relación marcada por el lujo de la vida en California, pero también por la convivencia con los hijos de él, especialmente Max, de seis años, con quien Rebecca compartía gran parte de su tiempo.Dos días antes de su muerte, el niño sufrió una caída en la misma mansión que lo dejó gravemente herido. La versión oficial dijo que Rebecca, sola en casa con él, lo encontró inconsciente. Aunque los médicos intentaron salvarlo, Max nunca se recuperó. La presión emocional sobre ella se multiplicó.La escena de su muerte fue tan extraña como perturbadora: un cuerpo colgado y desnudo, sogas atadas en muñecas y tobillos, un nudo en la boca y un mensaje escrito en la puerta del dormitorio. Los investigadores concluyeron que había sido un suicidio motivado por la culpa por el accidente del niño.Pero la familia Zahau nunca aceptó esa explicación. Encargaron investigaciones privadas, que revelaron indicios de estrangulación, golpes en la cabeza y posibles signos de abuso sexual. Los expertos que revisaron las pruebas insistieron en que era físicamente improbable que Rebecca hubiera podido atarse de esa manera.En 2018, un jurado civil responsabilizó a Adam Shacknai, el hermano de Jonah, de la muerte de Rebecca y condenó a pagar cinco millones de dólares a la familia. Aun así, la justicia penal no modificó la versión inicial: oficialmente, la muerte sigue registrada como un suicidio.Más de una década después, el caso sigue siendo objeto de debate público, libros, documentales y programas de investigación. La figura de Rebecca Zahau permanece atrapada entre dos narrativas irreconciliables: ¿una mujer que decidió quitarse la vida bajo circunstancias insólitas, o la víctima de un crimen que nunca fue reconocido como tal?
Hamilton Township, Ohio. Verano de 2008. Una pareja recién casada comenzaba lo que parecía ser una vida llena de promesas. Sarah Widmer tenía 24 años y trabajaba en marketing. Su esposo, Ryan, de 27, era vendedor en una empresa de techos. Llevaban apenas cuatro meses casados cuando todo se derrumbó.La noche del 11 de agosto, Ryan llamó al 911 con la voz entrecortada: dijo haber encontrado a Sarah boca abajo en la bañera, inconsciente. Los servicios de emergencia llegaron de inmediato. La escena parecía contradictoria: el cuerpo de Sarah estaba seco, salvo el cabello aún húmedo. El baño no mostraba el desorden típico de un ahogamiento accidental. Había marcas que no terminaban de encajar.Lo que pudo haber sido un accidente doméstico se convirtió pronto en el centro de una investigación criminal. Los forenses concluyeron que la muerte de Sarah no se debía a una caída fortuita, sino a un homicidio. El principal sospechoso: su esposo.El caso se transformó en un rompecabezas. Tres juicios consecutivos, testimonios médicos contradictorios, jurados divididos y un veredicto que no convenció a todos. Algunos vieron en Ryan a un asesino frío, capaz de acabar con la vida de su esposa en plena noche. Otros creyeron que era la víctima de una investigación apresurada y de una justicia empeñada en cerrar un caso a cualquier precio.Los intentos de su defensa por reabrir el proceso se centraron en detalles polémicos: la credibilidad de un detective con credenciales falsificadas, las dudas sobre la autopsia, la posibilidad de que Sarah sufriera una condición genética cardíaca que explicara un desmayo fatal. Ninguno de esos argumentos logró cambiar el rumbo judicial.Más de 15 años después, Ryan sigue en prisión. Sus apelaciones han sido rechazadas. El misterio permanece: ¿se trató de un accidente trágico mal interpretado o de un crimen cometido en la intimidad de un matrimonio joven?Hoy, en Laberinto Criminal, nos adentramos en una historia que expone lo frágil que puede ser la línea entre un hogar tranquilo y un escenario criminal. El caso de Sarah Widmer.
En el verano de 2014, Tallahassee parecía vivir un día como cualquier otro. Bajo el sol implacable de Florida, un académico de prestigio salía de casa sin sospechar que estaba a punto de convertirse en el centro de una de las investigaciones más complejas y comentadas de la última década en Estados Unidos. Su nombre era Dan Markel, profesor de derecho, padre de dos hijos pequeños y figura destacada en el mundo académico por su agudeza intelectual y sus publicaciones sobre justicia penal.A primera vista, su vida parecía definida por el éxito. Había alcanzado reconocimiento en la Universidad Estatal de Florida, publicaba con regularidad y era invitado a conferencias dentro y fuera del país. Pero tras esa fachada de logros profesionales se escondía una vida personal marcada por tensiones, desacuerdos y un proceso de divorcio cargado de disputas. Como en tantas historias, el verdadero drama no se escribía en las páginas de sus libros, sino en las dinámicas familiares que lo rodeaban.La mañana en que fue atacado, todo cambió de golpe. Un vecindario tranquilo se convirtió en escenario de un crimen que parecía más propio de una novela negra que de la vida cotidiana. El desconcierto inicial dio paso a una investigación que, desde sus primeras horas, desbordó los cauces habituales: nada parecía encajar, y las piezas del rompecabezas solo aumentaban en número a medida que avanzaban los días.La pregunta central —¿quién querría ver muerto a un profesor de derecho respetado y querido en su entorno académico?— se repitió una y otra vez en periódicos, cadenas de televisión y conversaciones de pasillo. Con cada nueva pista, surgían más dudas que certezas. El caso pronto se convirtió en tema de titulares nacionales, no solo por la brutalidad del crimen, sino por la red de relaciones, tensiones y posibles móviles que comenzaba a revelarse.Lo que en un inicio pudo parecer un acto aislado se transformó en un laberinto de personajes, vínculos personales y secretos que los investigadores debieron descifrar con precisión quirúrgica. Cada avance llevaba a un nuevo callejón, y cada testimonio parecía abrir más interrogantes que respuestas. Las tensiones familiares, las presiones legales y las sospechas cruzadas añadían un componente humano que hacía imposible reducir el caso a un simple expediente policial.El tiempo no apagó el interés. Al contrario, lo multiplicó. Año tras año, los juicios, las apelaciones y las nuevas pruebas mantuvieron el caso vivo en la esfera pública. Cada audiencia judicial no solo marcaba un paso en el proceso legal, sino que se convertía en un episodio más de una narrativa que atrapaba por igual a periodistas, académicos y ciudadanos.Hoy, más de una década después, la figura de Dan Markel sigue presente. Su asesinato no solo dejó una herida abierta en el ámbito académico y en su círculo más íntimo, sino que también provocó cambios legales con repercusiones que trascienden su historia personal.Bienvenidos a Laberinto Criminal.Hoy nos adentramos en la historia de un profesor brillante cuya vida fue arrebatada en circunstancias tan inesperadas como enigmáticas.
En diciembre de 1989, el complejo de apartamentos de Woodside en Lorton, Virginia, celebraba su fiesta de Navidad anual. El ambiente era festivo. Los vecinos charlaban, los niños jugaban y la música navideña sonaba de fondo. Entre los asistentes se encontraba Tammy Brannen con su hija de cinco años, Melissa. Era una noche de alegría, un momento de seguridad y confianza entre vecinos. Pero en mitad de la fiesta, Melissa, una niña de cinco años, desapareció.Este episodio de Laberinto Criminal se adentra en la crónica de una desaparición que conmocionó a Estados Unidos. La historia comienza en el momento en que una madre se da cuenta de que su hija no está donde debería. Lo que al principio parece el típico despiste de un niño, pronto se convierte en una búsqueda frenética que se extiende por todo el complejo residencial. Pero no hay ni rastro de la pequeña.Acompañadnos mientras reconstruimos una investigación masiva, en la que participaron más de 700 agentes del FBI y miles de voluntarios. Analizamos las pocas pistas que dejó el secuestrador: unas fibras rojas encontradas en el apartamento de un vecino y el testimonio de varias personas que vieron a un hombre marcharse con una niña que encajaba con la descripción de Melissa.Exploramos la figura del principal sospechoso, un hombre que vivía en el mismo edificio, que ayudó en la búsqueda y que negó vehementemente cualquier implicación. Y, sobre todo, os contamos la historia de una de las primeras veces en que la prueba del ADN, en aquel entonces una ciencia casi experimental, se utilizó para intentar resolver un crimen. Este no es solo el relato de una desaparición; es la historia de una batalla legal sin precedentes y de una pregunta que, más de treinta años después, sigue sin respuesta: ¿dónde está Melissa Brannen?
En la tranquila campiña inglesa de Leicestershire, en los años 80, dos crímenes brutales rompieron la paz de dos pequeños pueblos. En 1983, Lynda Mann, una adolescente de 15 años, fue violada y asesinada cuando volvía a casa. Tres años después, en 1986, Dawn Ashworth, también de 15 años, sufrió exactamente el mismo destino, en la misma zona. La policía local se enfrentaba a la pesadilla de un depredador en serie, un monstruo que acechaba en los senderos rurales.Este episodio de Laberinto Criminal se adentra en un caso que no solo resolvió dos asesinatos, sino que cambió para siempre la historia de la investigación criminal en todo el mundo. La historia comienza con una investigación desesperada que, tras el segundo crimen, parecía haber encontrado a su culpable. Un joven de la zona, con problemas de aprendizaje, confesó el asesinato de Dawn Ashworth. El caso parecía cerrado.Pero un pequeño grupo de detectives, y un científico visionario de la Universidad de Leicester, se negaron a aceptar una verdad tan simple. El doctor Alec Jeffreys acababa de desarrollar una técnica revolucionaria, una forma de identificar a una persona a través de su "huella genética". Por primera vez en la historia, decidieron aplicarla a un caso de asesinato. Y los resultados fueron una bomba.Acompañadnos mientras reconstruimos la primera caza de un asesino utilizando la prueba del ADN. Analizamos cómo la ciencia demostró la inocencia del hombre que había confesado, y cómo la policía se embarcó en un experimento sin precedentes: tomar muestras de sangre y saliva de más de 5.000 hombres de la zona para intentar encontrar una coincidencia. Esta es la crónica de un hito forense, la historia de cómo un código genético invisible se convirtió en el arma definitiva para atrapar a un asesino que creía haber cometido el crimen perfecto.
En el otoño de 2020, en un supermercado de la pequeña localidad de Carpentras, en el sur de Francia, un hombre de 68 años, Dominique Pelicot, fue detenido por un acto aparentemente patético: grabar por debajo de las faldas de las clientas. Parecía el caso de un vulgar pervertido, destinado a una multa y al olvido. Pero cuando la policía examinó el contenido de su ordenador, descubrieron un horror que superaba cualquier ficción.Este episodio de Laberinto Criminal se adentra en uno de los casos de abuso más escalofriantes y prolongados de la historia reciente de Europa. Durante una década, Dominique Pelicot drogó sistemáticamente a su esposa, Gisèle, de 72 años, sumiéndola en un estado de inconsciencia para después invitar a decenas de hombres, reclutados a través de foros de internet, a que abusaran de ella en su propia cama.Acompañadnos mientras reconstruimos una investigación que comenzó con un delito menor y terminó destapando una red de más de 50 agresores. Analizamos el método meticuloso y siniestro del marido, que grabó cada una de las violaciones y las guardó en carpetas ordenadas por el nombre del participante.Exploramos la terrible revelación a la víctima, Gisèle, quien, al ver las imágenes, descubrió que diez años de su vida, marcados por una extraña fatiga y lagunas de memoria que ella atribuía a la edad, eran en realidad una pesadilla de la que no era consciente. Y, sobre todo, contamos la historia de su increíble valentía al decidir renunciar a su anonimato, mirar a sus 51 agresores a la cara en el juicio y dar voz a las víctimas silenciosas de la sumisión química. Este no es solo el relato de un crimen atroz; es la crónica de una traición absoluta y el testimonio de una mujer que se negó a ser definida por el horror que le impusieron.
En marzo de 1998, la familia Bradley se embarcó en el crucero de sus sueños por el Caribe a bordo del imponente Rhapsody of the Seas. Para Amy Lynn Bradley, una joven de 23 años, era una oportunidad para celebrar su reciente graduación y disfrutar de unas vacaciones en familia antes de empezar su nueva vida. Pero en la madrugada del 24 de marzo, mientras el barco navegaba entre Aruba y Curaçao, Amy se desvaneció de su camarote sin dejar rastro.Este episodio de Laberinto Criminal se adentra en uno de los misterios más desconcertantes ocurridos en alta mar. ¿Cómo puede una persona desaparecer de un entorno cerrado y supuestamente seguro como un crucero, rodeada de miles de pasajeros y tripulantes? La investigación que se puso en marcha se topó desde el principio con un muro de contradicciones y con la presunta negligencia de la naviera.Acompañadnos mientras reconstruimos las últimas 24 horas de Amy a bordo del barco. Analizamos los extraños encuentros que tuvo con varios miembros de la tripulación, que le prestaron una atención que incomodó a su familia. Seguimos el rastro de la investigación del FBI y la lucha incansable de sus padres, que se negaron a aceptar la teoría de un accidente.Exploramos las perturbadoras pistas y los posibles avistamientos que han surgido a lo largo de los años: un taxista que vio a una mujer desesperada, un marinero que la vio en una playa, un turista que la vio en un burdel e incluso una fotografía escalofriante que podría mostrar a Amy, años después, vendida como esclava sexual. Este no es solo el relato de una desaparición; es la crónica de una búsqueda que dura más de 25 años y la pregunta que sigue atormentando a su familia: ¿qué le ocurrió a Amy en las profundidades del Caribe?
Para Melisa Lamesch, una paramédica de 27 años de Mount Morris, Illinois, la vida estaba a punto de empezar de nuevo. A pesar de un embarazo no planificado, Melisa estaba decidida y feliz. Se preparaba con ilusión para la llegada de su hijo, a quien ya había llamado Barrett. Contaba con el apoyo incondicional de su familia, había vuelto a su hogar de la infancia y estaba a solo dos días de la fecha programada para la inducción del parto. El futuro, aunque desafiante, estaba lleno de la promesa de la maternidad.Pero en la víspera de Acción de Gracias de 2020, esa promesa se convirtió en cenizas. Un incendio en la casa familiar reveló una escena de una crueldad inimaginable. El cuerpo de Melisa fue encontrado en la cocina, y lo que inicialmente parecía una muerte accidental por inhalación de humo, pronto se reveló como algo mucho más siniestro. La autopsia destapó una verdad oculta bajo las llamas: Melisa había sido asesinada antes de que se iniciara el fuego.Este episodio de Laberinto Criminal se adentra en la investigación de un crimen calculado, perpetrado en el umbral de una nueva vida. Acompañadnos mientras seguimos las pesquisas de los investigadores para desentrañar el misterio que rodeaba a Melisa. Analizamos las pruebas forenses que se convirtieron en la voz de la víctima desde la tumba: el ADN bajo sus uñas que delataba una lucha desesperada y los datos que poco a poco fueron cercando al culpable. Este no es solo el relato de un doble homicidio, el de una madre y su hijo nonato. Es la crónica de cómo la ciencia y la perseverancia policial lograron dar respuesta a un crimen que se intentó borrar con fuego, y de la batalla de una familia por obtener justicia.
Para muchos, correr al amanecer es un ritual sagrado. Un momento de paz, de superación personal, en el que el mundo aún duerme y la ciudad pertenece solo a quien la recorre. Para Eliza Fletcher, una maestra de 34 años, madre de dos hijos y heredera de una de las fortunas de Memphis, Tennessee, salir a correr antes del alba era una disciplina y una pasión. Era su momento. Pero en la madrugada del 2 de septiembre de 2022, su ritual se convirtió en una pesadilla que conmocionó a toda una nación.Este episodio de Laberinto Criminal se adentra en el brutal secuestro y asesinato de Eliza Fletcher. Una historia que comienza en una calle tranquila cerca de la Universidad de Memphis, donde unas cámaras de seguridad captaron el momento exacto en que un depredador acecha, ataca y fuerza a Eliza a entrar en su vehículo. Lo que sigue es una investigación contrarreloj, una carrera desesperada por encontrarla con vida, impulsada por una pieza clave de evidencia dejada atrás en la escena del crimen: unas sandalias con el ADN del secuestrador.Acompañadnos mientras seguimos el rastro de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil en la identificación de Cleotha Abston-Henderson, un criminal con un historial de violencia extrema que había sido liberado de prisión de forma prematura. Analizamos las pruebas forenses, el desconcertante silencio del sospechoso tras su detención y la angustiosa búsqueda que llevó a los investigadores hasta una casa abandonada, donde se descubrió la trágica verdad.Exploramos no solo los detalles de este crimen atroz, sino también las dolorosas preguntas que dejó a su paso. ¿Pudo haberse evitado esta tragedia? Investigamos cómo un fallo sistémico en el procesamiento de pruebas de ADN de un crimen anterior permitió que un depredador peligroso siguiera libre para volver a atacar. Este no es solo el relato de un secuestro y un asesinato; es la crónica de un sistema que falló, la historia de una comunidad que se unió en el dolor para terminar la carrera de Eliza y el recordatorio de que el peligro, a veces, simplemente espera al borde del camino.
Para cualquier estudiante universitario, las vacaciones de primavera son un esperado regreso a casa, un respiro de los estudios y una oportunidad para reconectar con la familia. Para Anjelica "AJ" Hadsell, una brillante y enérgica joven de 18 años, su vuelta a Norfolk, Virginia, en marzo de 2015 no era diferente. Deportista, creativa y querida por todos, AJ estaba aprovechando la pausa de sus estudios en la Universidad de Longwood. Pero la normalidad de esas vacaciones se vio truncada de forma abrupta y misteriosa.En este episodio de Laberinto Criminal nos adentramos en un caso desconcertante que comenzó con una desaparición y se convirtió en una investigación deliberadamente saboteada. La historia arranca el 2 de marzo de 2015, cuando AJ, que se encontraba sola en casa, se desvanece sin dejar rastro aparente. Las únicas pistas son unos extraños y crípticos mensajes de texto enviados desde su teléfono, y una nota que parece indicar una huida voluntaria. Sin embargo, para su familia, nada de eso encajaba con la personalidad de AJ.Acompañadnos en la crónica de una búsqueda desesperada que, en lugar de ser ayudada, fue sistemáticamente desviada por una figura central del caso. Analizamos cómo la investigación se vio inundada de pistas falsas, acusaciones infundadas contra amigos de la víctima y una campaña mediática orquestada para sembrar el caos y alejar el foco del verdadero culpable.Exploramos la figura del padrastro de AJ, Wesley Hadsell, quien se erigió como el rostro público de la búsqueda, liderando batallones de voluntarios y hablando con la prensa, mientras, en la sombra, manipulaba la investigación. Seguimos el rastro de la policía mientras intentan discernir entre las pistas reales y las que habían sido plantadas, en una carrera contrarreloj que culminó con el hallazgo del cuerpo de AJ cinco semanas después. Este no es solo el relato de un asesinato; es la disección de una mente manipuladora y el estudio de un caso en el que el principal obstáculo para encontrar a la víctima fue, precisamente, quien más alto gritaba su nombre.
En la tranquila ciudad de Hartselle, Alabama, la vida de Hannah Pettey parecía, desde fuera, la encarnación de una joven felicidad. Casada con Brian Mann, un quiropráctico local, y madre de una niña pequeña, su día a día transcurría entre la vida familiar y la iglesia. Sin embargo, en el verano de 2021, una misteriosa enfermedad comenzó a consumir su vitalidad. Lo que empezó como un malestar general, pronto se convirtió en un calvario de síntomas inexplicables: pérdida de peso drástica, dolores constantes, mareos y un agotamiento extremo que la postró en una cama. Los médicos estaban desconcertados, incapaces de encontrar una causa para su rápido deterioro.Este episodio de Laberinto Criminal se adentra en un caso de envenenamiento lento y calculado, una forma de violencia tan silenciosa como letal. La historia comienza cuando Hannah, pesando menos de 45 kilos y al borde del colapso, es finalmente hospitalizada. Es allí, en la unidad de cuidados intensivos, donde una prueba de sangre revela una verdad impactante que ningún médico había considerado: su cuerpo estaba saturado de plomo. El diagnóstico no era una enfermedad rara, sino un envenenamiento agudo. La pregunta que surgió de inmediato fue: ¿cómo una joven madre de Alabama había estado expuesta a cantidades tan masivas de un metal pesado?Acompañadnos en una investigación que se desvía de las escenas del crimen convencionales para entrar en la intimidad de un hogar. Analizamos el desconcierto inicial de los investigadores al buscar la fuente de la contaminación. Exploramos la figura del marido, un profesional de la salud que parecía un pilar de apoyo para su esposa enferma, pero cuyo comportamiento empezó a levantar sospechas. Seguimos el rastro de la ciencia forense, desde el análisis de supuestos suplementos vitamínicos hasta el increíble hallazgo en unas radiografías que lo cambió todo.Este no es solo el relato de un intento de asesinato, sino la crónica de un engaño sofisticado y una traición inimaginable. Una historia que nos recuerda que las armas más peligrosas no siempre son las que hacen ruido, y que el veneno más efectivo, a veces, se administra con una sonrisa.
En julio de 2018, en una extensa propiedad rural de Cherokee County, Georgia, el hijo de un respetado abogado local hizo un descubrimiento macabro. En medio de los restos aún humeantes de una hoguera, entre cenizas y maderos carbonizados, encontró lo que parecían ser huesos humanos. La policía no tardó en confirmar la identidad de los restos: pertenecían a su propio padre, Gary Farris, un hombre de 58 años que, supuestamente, llevaba varios días desaparecido.Este episodio de Laberinto Criminal se adentra en la oscura historia que se escondía detrás de una muerte que, al principio, parecía un trágico accidente. La primera versión de los hechos, ofrecida por la esposa de la víctima, Melody Farris, sugería que Gary, un hombre con problemas de salud, podría haber sufrido un infarto y haber caído accidentalmente al fuego que él mismo había encendido.Pero una pequeña anomalía encontrada durante la autopsia, un fragmento de metal alojado en una de las costillas de la víctima, cambió el curso de la investigación de forma radical. No era un accidente. Era un asesinato.Acompañadnos mientras exploramos una investigación que destapó una red de secretos en el corazón de una familia aparentemente perfecta. Analizamos un matrimonio de casi cuatro décadas marcado por las infidelidades, las tensiones económicas y las mentiras. Seguimos a los detectives mientras desmontan, una por una, las coartadas de la principal sospechosa, cuya historia se desmoronaba con cada nueva prueba.Esta no es solo la crónica de un crimen, sino el retrato de una doble vida y de cómo una mujer, tras décadas de matrimonio, decidió ponerle un punto y final de la forma más brutal e inimaginable.
Existen lugares donde el paisaje es una promesa de paz. Las llanuras del Medio Oeste americano, con sus carreteras secundarias que serpentean entre infinitos campos de maíz, son uno de ellos. En el condado de Fulton, Ohio, la vida transcurre con una calma predecible, al ritmo de las estaciones. Es una comunidad donde la confianza es la norma y el mal parece un concepto lejano, algo que solo ocurre en las grandes ciudades. Fue en este escenario de aparente seguridad donde, en el verano de 2016, emergió una oscuridad que nadie sospechaba.Este episodio de Laberinto Criminal narra la historia de Sierah Joughin, una brillante y enérgica joven de 20 años con toda la vida por delante. Una cálida tarde de julio, mientras volvía a casa en bicicleta por una carretera que conocía a la perfección, desapareció sin dejar rastro. Lo que comenzó como la angustiosa búsqueda de una hija por parte de su familia, pronto se transformó en la investigación de un secuestro violento cuando su bicicleta fue encontrada oculta entre las altas hileras de un maizal. La escena era la prueba de que alguien se la había llevado por la fuerza.Acompañadnos en una investigación que destapó una verdad aterradora: el mal no era un extraño de paso, sino un vecino que llevaba décadas ocultándose a plena vista. Las pesquisas de los agentes les condujeron hasta James Dean Worley, un residente local cuya propiedad escondía un secreto monstruoso. Detrás de la fachada de un granero normal y corriente, la policía descubrió una guarida del horror: una habitación subterránea, un congelador forrado con una alfombra ensangrentada y una colección de herramientas de tortura que demostraban que Worley no era un asesino impulsivo, sino un depredador metódico y experimentado.Profundizamos en el pasado de Worley, revelando cómo un crimen casi idéntico que cometió 26 años antes debería haber sido la advertencia que la sociedad nunca escuchó. Analizamos el papel crucial del testimonio de su única víctima superviviente, cuyo valor en el juicio fue determinante para lograr justicia. Pero esta no es solo la crónica de un crimen y su resolución. Es también la historia de cómo una familia y una comunidad, destrozadas por el dolor, transformaron su tragedia en un legado de cambio, impulsando la "Ley de Sierah" para proteger a otros y demoliendo el escenario del horror para borrar su mancha de la tierra.