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Evangelio y Vida - Mons. Héctor M. Pérez
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Evangelio y Vida - Mons. Héctor M. Pérez

Author: hectorp99-mx

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Reflexiones diarias del Evangelio para vivir la vida siguiendo de cerca los pasos de Cristo.
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VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús, por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para llevarse el cadáver de Jesús. Pilato se lo concedió. El fué y se llevó el cadáver. Fue también Nicodemo llevando cien libras de una mezcla de mirra y áloe. Tomaron el cadáver de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los perfumes, como es costumbre enterrar entre los judíos. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto y en él un sepulcro nuevo. (Jn 19, 38-41)   El silencio del sepulcro es imponente. Pareciera marcar el final de una historia, en este caso la historia del Profeta de la Misericordia. ¿Podría el sepulcro contener el amor que emanaba del Corazón de Jesús? ¿Sería capaz una lápida y una roca contener tanto Amor? Allí yacía el sueño de Dios, el anhelo de hacer de la historia de la humanidad, una historia de esperanza, una historia de fraternidad y de paz. ¿Sería capaz el sepulcro de contener tanto amor?    Señor, concédenos la gracia de ser testigos de tu infinito amor; de hacer valer en medio de este mundo tu testimonio de misericordia, tu testimonio de que el amor siempre vencerá al odio y la violencia. Señor, concédenos la gracia de ser dignos discípulos del amor del crucificado.    Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.   ORACIÓN FINAL  Oremos: Señor Jesucristo, tú nos has concedido acompañarte, con María tu Madre, en los misterios de tu pasión, muerte y sepultura, para que te acompañemos también en tu resurrección; concédenos caminar contigo por estos caminos de amor y misericordia que tu nos has enseñado; concédenos creer en ellos y dar testimonio en medio de nuestros hermanos. Te lo pedimos a ti que eres Nuestro Señor y que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.   Mons. Héctor M. Pérez Villarreal Cuaresma 2024
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. (Jn 19, 25)   “Una espada atravesará tu alma” le habían predicho a María. Sin duda, Simeón se refería a este momento. María no podía experimentar más dolor, su Hijo, el Hijo del Altísimo que el Angel le había anunciado que nacería en ella, estaba muerto en sus brazos. ¿Cómo sobrevivir a tanto dolor? ¿Cómo mantener la esperanza ante esta realidad? María nos enseña el camino, ella ofrece su dolor al Padre, y Él hace este dolor fecundo. Más fuerte que los posibles dolores de parto al dar a su Hijo a luz, fueron los dolores de parto para gestar la Iglesia.    Virgen Santísima, Madre de los Dolores, intercede por nosotros para que no seamos causa de más dolores para tu Corazón.    Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: “todo está cumplido”, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (Jn 19, 29-30)   Jesús entrega su Espíritu; aquel Espíritu que hizo posible su encarnación, el mismo que descendió sobre él durante el bautismo de Juan y quien lo llevó al desierto. Aquel Espíritu que animó cada oración con su Padre y lo condujo por todo Israel haciendo el bien. Jesús vertió hasta la última gota de su vida dando testimonio del amor del Padre y de su infinita misericordia por la humanidad; Jesús nos ofreció su Vida y su Espíritu para que comprendiéramos cuán infinito era el Amor del Padre por nosotros. ¿Qué hemos hecho con este testimonio los cristianos? ¿Su vida y muerte ha transformado nuestras vidas?    Señor, concédenos la gracia de ser fieles testigos de tan divino amor.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Uno de los malhechores colgados lo insultaba: “¿No eres tú el Mesías? ¡Sálvate a ti y a nosotros!” El otro le reprendía: “Y tú, que sufres la misma pena, ¿no respetas a Dios? Lo nuestro es justo, pues recibimos la paga de nuestros delitos, éste, en cambio, no ha cometido ningún crimen”. Y añadió: “Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí”. Entonces Jesús le contestó: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Lc 23, 39-43)   En esta escena contemplamos cómo Jesús da vida, aún cuando está experimentando la muerte. Jesús no premia el acto malo cometido, sino la sinceridad del ladrón arrepentido y el reconocimiento de Jesús como Rey. Dios no espera corazones perfectos, pero sí, corazones humildes, que reconociendo sus faltas y limitaciones se acojan a su misericordia. ¡Más vale confiar en la misericordia divina que en nuestra perfección humana!    Señor, concédenos la gracia de tener un corazón humilde que nos ayude a reconocer la gravedad de nuestras faltas y la grandeza de tu misericordia a la cual podemos confiarnos.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA El pueblo estaba mirando, los jefes se burlaban de él: “A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios”. También los soldados se burlaban de él. Se acercaban a ofrecerle vinagre y decían: “Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. (Lc 23, 35-37)   En las tentaciones que Jesús había vivido al inicio de su ministerio el demonio le había propuesto: “si eres el Hijo de Dios, transforma estas piedras en panes”; ahora, el demonio aparece de nuevo en boca de la turba: “si eres el Mesías, sálvate a ti mismo”. Pero Jesús sabe que su condición de Ungido de Dios no era un don para él sino para el Pueblo. Por eso, su silencio es un acto de amor. Dios calla para que el pueblo escuche: la vida es para entregarse no para conservarse; “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?”    Señor, concédenos la gracia de tener oídos sordos para las palabras necias que nos quieren convencer de alejarnos de tu camino.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
 VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, los crucificaron a él y a los malhechores uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lc 23, 33-34)   Jesús crucificado nos muestra su primer arma para vencer en la batalla contra el pecado: la Misericordia. Él no exige el arrepentimiento por anticipado, ni cree que por perdonar justificará la violencia de los verdugos. El Crucificado nos da testimonio que ni la injusticia más atroz merece el odio como respuesta, sino la misericordia.    Padre, sana nuestras heridas, fortalece nuestros corazones y ayúdanos a ser fieles testigos del acto de misericordia más grande que tu Hijo nos regaló desde la cruz.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Jesús, cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota. Allí lo crucificaron junto con otros dos, uno a cada lado de él. Pilato redactó una inscripción y la puso sobre la cruz, ésta decía: “Jesús el Nazareno, el rey de los judíos”. (Jn 19,18-19)   ¡Vaya trono ha elegido este rey para vencer al mundo, una cruz! Desde ella, Cristo vencerá el pecado, la violencia y la muerte. Coronado por una corona de espinas, custodiado por dos ladrones, acompañado por su madre, unas mujeres y solo uno de sus discípulos, Cristo se prepara para consumar su obra: hacer triunfar el amor misericordioso del Padre sobre el pecado y la muerte. ¿Nos atreveremos a ser fieles súbditos de este rey cuyas armas son la confianza en el Padre y su infinita misericordia?    Concédenos Señor tu misericordia y perdona nuestros pecados que ignoran el testimonio de amor que tu nos regalaste en la Cruz.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Lo crucificaron y se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes, a ver qué se llevaba cada uno. (Lc 23,35)   ¡Jesús es despojado de sus vestiduras! Pareciera que junto con las vestiduras le arrebataban su libertad, sus sueños, su proyecto del Reino de Dios, su misma vida. En realidad, es Jesús quien lo entrega todo por testificar su entrega total para que el amor de Dios por su pueblo reine. Su desnudez física nos muestra el despojo total de las glorias de este mundo y la total confianza en la gloria que solo su Padre le puede ofrecer. ¡Qué fácil nos dejamos engañar por este mundo que quiere que le entreguemos nuestro corazón ofreciéndonos las glorias pasajeras que caducan y nos esclavizan¡   Señor, te pedimos nos ayudes a experimentarnos siempre colmados por tu Amor, para que no caigamos en la tentación de buscar nuestra felicidad lejos de Ti.    Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres llorando y lamentándose por él. Jesús se volvió y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren por ustedes y por sus hijos”. (Lc 23 27-28)   Las mujeres lloran al ver al profeta morir; Jesús había sido causa de bendición y esperanza para muchos; las mujeres lo saben y por eso lloran, pues ven condenado a muerte al Justo. ¡Cuántas mamás lloran hoy la desaparición o la muerte de sus hijos! Jóvenes llenos de esperanza que se han perdido en las drogas o han sido engañados por el consumismo, jóvenes víctimas de la violencia que han visto truncados sus sueños.    Señor, te pedimos que nuestro llanto se transforme en acciones que nos ayuden a construir la paz.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.     VII ESTACIÓN – JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS V/. Te adoramos oh Cristo  y te bendecimos.  R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador. Amén. 
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Cuando lo llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. (Lc 23, 26)   ¡Qué incomparable honor el de Simón! Llevar la cruz de Jesús y sin siquiera buscarlo. ¿Cómo podemos nosotros vivir esta experiencia? Cuando nos toca ayudar a algún hermano que carga con una cruz muy pesada, recordemos que estamos amando a Jesús y ayudándole a cargar la cruz. Pues él dijo: “lo que hagan con el más pequeño de estos, conmigo lo hicieron”.    Danos, Señor un corazón servicial y misericordioso que no ignore a quienes tu pones en nuestro camino porque necesitan de nuestra ayuda.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA El dolor de María es inimaginable, pues ella mejor que nadie sabe quién es su Hijo. Sobre Él había dicho el Angel: “concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reinado no tenga fin”.    El dolor de María es incomparable; ella es la madre, la discípula, y la compañera de Jesús en esta historia de redención. María sostiene a su Hijo en fidelidad al Padre, como aquella madre de los jóvenes macabeos que sostuvo a sus hijos mientras morían dando testimonio de su fe.    María, enséñanos a vivir el amor y la misericordia que tu Hijo nos compartió desde la cruz; ayúdanos a mantenernos fieles en los momentos de prueba.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”, gritó el ciego. Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él se puso a gritar aún más fuerte: —¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando el ciego se acercó, preguntó Jesús: —¿Qué quieres que haga por ti? Y él dijo: —Señor, quiero ver.” (Lc 18, 38-41)   Cuando Jesús vio en el suelo al ciego, Él se detuvo, lo escuchó y lo sanó. Ahora es Jesús quien cae al suelo, y no encuentra quien lo escuche, lo ayude o lo levante. ¿Cuántas veces hemos visto a hermanos que han tropezado por algún error, y en lugar de levantarlos los juzgamos y los dejamos ahí?    Concédenos Señor un corazón generoso para amar y ser misericordiosos con nuestros hermanos que han tropezado por el camino de la vida.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Entonces los soldados del gobernador condujeron a Jesús al pretorio y reunieron en torno a él a toda la corte, lo desnudaron, lo envolvieron en un manto escarlata, trenzaron una corona de espinos y se la pusieron en la cabeza, y una caña en la mano diestra. Después, burlándose, se arrodillaban ante él y decían: “Salve, rey de los judíos”; le escupían, le quitaban la caña y le pegaban con ella en la cabeza. Terminada la burla, le quitaron el manto y le pusieron sus vestidos. Después lo sacaron para crucificarlo. (Mt 27, 27-29)   “El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame”. Jesús se niega a sí mismo al poner su suerte en manos del Padre y abraza su cruz no como camino de ignominia, sino de salvación. Cuando nos determinamos a amar, muchas veces nos enfrentaremos con incomprensiones, obstáculos o desencuentros que nos pueden hacer desfallecer. En ese momento, contemplemos a Jesús, confiando su vida al Padre y cargando su cruz para dar testimonio de su amor.    Ayúdanos Señor a confiar en Ti y no renunciar al amor cuando enfrentemos alguna cruz en nuestro caminar.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria.  V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí.  R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Viendo Pilato que no conseguía nada, al contrario que se estaban amotinando, pidió agua y se lavó las manos ante la gente diciendo: “No soy responsable de la muerte de este inocente allá vosotros”. El pueblo respondió: “Nosotros y nuestros hijos cargamos con su muerte”. Entonces les soltó a Barrabas, y a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran. (Mt 27, 24-26)   Jesús anunció este momento varias veces a sus discípulos; conocía que la consecuencia de amar y perdonar como su Padre se lo pedía, podría llevarlo a la muerte; pero Él no quiso renunciar a dar este testimonio de Amor. Ahora carga con su cruz condenado por “un exceso de misericordia divina”. ¿Alguna vez nos hemos excedido en perdonar al grado que nos critiquen por ello?   Concédenos Señor la gracia de creer en tu misericordia y compartirla con alegría.   Padrenuestro, Avemaría y Gloria. V/. Señor, pequé. Ten misericordia de mí. R/. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.
21 de marzo de 2024 🟣JUEVES V DE CUARESMA Confiemos nuestros sueños a Dios, antes que confiarlos a nuestras fuerzas o nuestros cálculos. Solo Él sabe cómo y cuándo se cumplirán, solo Él, quien sembró en nosotros esos sueños, nos guiará a su cumplimiento.  ¿A qué sueños has renunciado, por qué te has cansado de luchar? Esta Cuaresma, es tiempo de renovar nuestra fe en Jesús; tiempo de renovar nuestras ilusiones más profundas y ponerlas en manos de Dios. Dios los ilumine y colme de su Paz, Mons. Héctor M. Pérez V.
2 de marzo de 2024 🟣II CUARESMA, SÁBADO Hoy el Evangelio nos recuerda que Dios tiene una sola respuesta a nuestra “infidelidad”: Su Misericordia. Como Padre, nunca nos rechazará, jamás desesperará, siempre estará a la puerta esperando que regresemos a compartir nuestra herencia (su amor) con Él.  El hijo menor nos pone el ejemplo de lo que tenemos que hacer: “levantarnos y volvernos” al amor del Padre. Esta es la Buena noticia: para el Padre ¡nunca estamos muertos! En su corazón habitamos y para Él ¡siempre estamos vivos! Buen fin de semana,  Dios los colme de su amor,  Mons. Héctor M. Pérez V.
29 de febrero de 2024 🟣II CUARESMA, JUEVES Estamos en cuaresma, tiempo de renovación, tal vez pudiéramos hoy revisar si “los oídos de nuestro corazón” están atentos a quienes me rodean, si los bienes que he recibido me han servido para encontrar mi salvación en el prójimo, o para alejarme de él. Cuaresma es camino de conversión hacia nuestro prójimo. Mons. Héctor M. Pérez V.
🟣 II  CUARESMA, MIÉRCOLES Jesús nos pide amar y nosotros pedimos “que nos amen”; Jesús nos pide paciencia y nosotros le pedimos “que todos nos obedezcan”; Jesús nos pide compartir y nosotros le pedimos “bienestar”; ¡Jesús nos pide entregar y nosotros buscamos “recibir”! La grandeza de un cristiano no está en cuántos le sirven, sino a cuántas personas sirve; pues al compartir recuerda el gozo de haberlo recibido primero. Cuaresma es tiempo de gracia y misericordia, Mons. Héctor M. Pérez V.
🟣II CUARESMA, MARTES Hay un solo Pastor, que haciéndose servidor de todos, su humilló hasta dar su vida por nosotros, es Jesucristo, el Señor. Es su Voz la que hemos de ayudar a que se escuche, y su Voluntad la que hemos de buscar “juntos”.  Renovemos nuestro corazón, dejando de servirnos del prójimo y empezándolo a servirle  como Dios lo ha hecho con nosotros, con ternura, misericordia, paciencia y testimonio. Porque su nombre es Misericordia,  Mons. Héctor M. Pérez V.
🟣CUARESMA II - LUNES Hoy Jesús nos invita a “ser misericordiosos, como nuestro Padre lo ha sido con nosotros”.   De esto se trata nuestra cuaresma, de tratar de alcanzar a experimentar cuánto nos ama Dios, cuánto nos ha sido fiel para intentar agradecerle, amando a mi prójimo, como Él lo ha hecho conmigo. Tratemos hoy de buscar vivir esta experiencia de gratitud, aunque sea con uno. busca en tu interior a quién te nacería compartirle algo, simplemente por el gusto de hacerlo. Porque eterna es su misericordia, Mons. Héctor M. Pérez V.
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