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¡Cuánto sufrimos, Martín!

¡Cuánto sufrimos, Martín!
Author: CuántoSufrimosMartín
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© 2025 CuántoSufrimosMartín
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Un podcast deportivista desde la grada de Riazor. De aficionados y para aficionados del Dépor. Del Deportivo de A Coruña, ¡qué duda cabe!
Para no sufrir tu deportivismo en soledad: padecemos como tú, verbalizamos tu desesperación y, si podemos, nos reímos.
Arsenio ya explicó todo esto mejor que nadie: "Mucho que decir, poco que contar".
:-)
Para no sufrir tu deportivismo en soledad: padecemos como tú, verbalizamos tu desesperación y, si podemos, nos reímos.
Arsenio ya explicó todo esto mejor que nadie: "Mucho que decir, poco que contar".
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155 Episodes
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En aquel momento parecía una buena idea. El Deportivo de Garitano, todo buenas intenciones y malas decisiones, se deshacía mientras en torno a él las fuerzas vivas de la ciudad y de esa otra ciudad paralela en Twitter, bullían preparándose para la escalada armamentística definitiva que debería decidir de quién era el juguete o, siendo más exactos, de quién no iba a ser bajo ningún concepto, por momentos más cerca del “o mío, o de nadie” que del “ni contigo, ni sin ti”. Con un finísimo olfato de sabueso, Benjamín y Manuel detectaron que ahí se estaba cocinando una historia que merecía ser contada y, sobre todo, reída. Lo que jamás imaginaron es que podría ser, quizás, gafada y, desde luego, llorada. Fast forward a ocho años más tarde y ya vemos el final de los cuarenta que entonces apenas estrenábamos, el Deportivo ha sido de tantísimos entrenadores que dá vertigo recordarlos a todos (y no nos hagáis hablar de los vaivenes presidenciales), se serigrafiaron camisetas de “Yo vi al Dépor jugar contra la Balompédica Linense”, y el club tuvo el pie en el estribo hasta que su principal acreedor se enamoró de la entidad desvalida y la tomó de la mano para subirlo a su caballo rampante. Esa historia, que es, que sigue siendo la de El Mejor Club del Mundo (marca registrada), se contó en 256 episodios de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, que nos han traído hasta aquí, el 257, el primero de la temporada diez. Diez veces en las que nos ha seguido pareciendo oportuno cumplir con el ritual de juntarnos “de vez en cuando” (desde ahora, la medida oficial de la periodicidad de este invento) para ver si, de tanto hablar sobre él, conseguimos darle un sentido definitivo a este vórtice de cosas extraordinarias que es el Real Club Deportivo de A Coruña. Lo hacemos por nosotros y, como dijo Arsenio, “por esas gentes, esos niños y esos abuelos que estaban tan ilusionados” y que escuchan nuestros desvaríos. No vamos a prometer nada porque no somos nadie para prometer algo, pero sí nos sale dar las gracias: al Dépor, que no nos da de comer pero sí nos da de vivir, y a quienes nos escucháis, porque aun sin nadie al otro lado posiblemente estaríamos haciendo esto igual, pero así al menos nuestras parejas y amigos no nos envían al frenopático. En fin, ¿habrá que volver a Primera, no?
Cómo de tremendo habrá sido el glow-up del Deportivo que quienes lo menospreciaban y ridiculizaban durante la Era Cuánto Sufrimos, ahora se soliviantan sin saber muy bien qué es lo que les molesta del regreso de El Mejor Club del Mundo (marca registrada) a ese fútbol para el que sí hay licencias en los videojuegos e incluso álbumes de cromos. Olvidaban de nuevo que en lo que ellos creen un panorama que iguala a casi todos los clubes como mero abono y paisaje para los trasatlánticos del fútbol moderno, incluso ahí, el Dépor puede significarse como distinto o, lo que realmente molesta, como específicamente diferente a ellos. Los mismos jugadores que pensaban indignos de la atención mediática por vestir la blanquiazul, ahora son pieza cotizada para los depredadores del fútbol europeo y asiático y, paralizados por la rabia, no saben qué es mejor (o qué es peor para el Dépor, lo cual es equivalente en sus intereses): que resulten más caros y más apetecibles que las figuras de sus propios clubes, y por tanto más lucrativos para el futuro de los de Riazor; o casi lo que más indigna, que club y afición (e incluso por ahora, jugadores) estén convencidos de que ninguna de las alternativas presentadas es superior a permanecer en el Deportivo: “¿Shempions? Ya me va bien el barro, papá”. Sucederá cuando tenga que suceder, por supuesto, pero esta recta final de mercado enseña que tantos que miran con altanería lo que por esta esquina sucede, una y otra vez acaban desnudándose como “cattivos”, pequeños y malos en la doble acepción galaico-Quagliata. Con escenarios así sobre la mesa, Benjamín y Manuel se bastan para rajar durante de tres horas, pero es que resulta que pocos minutos después de la publicación de este episodio arrancará también la competición, así que al final son cuatro las horas de este último ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast de la temporada nueve, que no el último del verano. Este por, suerte o por desgracia, se extiende hasta el 1 de septiembre en A Coruña, en Lisboa y en Riad. Un verano que ya no será de Davo (siempre en nuestros corazones), pero que sí es el del mucho dinero.
Ahora sí que sí. Ya es oficialmente verano. Abonos, camisetas, fichajes y también, por último, y sí por ello menos importante, también fútbol. La pretemporada del Deportivo rueda y rueda con una audiencia que la sigue con el mismo interés con el que se siguen los cástings de Operación Triunfo. Importa menos lo que ensaya Antonio Hidalgo que descubrir en los andares de los jugadores quién se postula a jugador revelación y quién a baúl que facturar. Y esto no es una cuestión pequeña. El ya añorado Hugo Rama pudo reivindicarse frente al ostracismo rescatando los vídeos de la DéporXira de Verano en los que algunos quisieron adivinar a un cinco de jerarquía. Charlie Patiño ya sabe cómo va esto y parece dispuesto a promocionarse como estrella del verano mientras Fernando Soriano cavila en si merece la pena saltar la banca por un centrocampista del Albacete. Porque esa es la otra gran novedad estival: ahora sí el patrón ha abierto la cartera para que los chiquillos le vayan a buscar al mercado un ascenso a Primera y, con las vueltas, se compren un refresco. Primero nos quedamos con el balón en la playa, blindando a Yeremay, y ahora pisoteamos en la orilla los castillos de arena e ilusión de todos los clubes que anhelaban pescar a Luismi Cruz en el descendido Tenerife. Ese speedo de natatore agonístico de nuestro CEO resulta que sí servía para marcar paquete en el calciomercato veraniego. Está siendo tan el verano del dinero que el frenesí capitalista de Abegondo salpica a ajenos pero también a propios. Benjamín y Manuel, dos señores que frisan el medio siglo, le gritan a la nube que les ensombrece el día de playa y a los que parecen empeñados en empaquetar al Deportivo dentro de un escaparate de Bulgari. El dinero hace el mundo girar, de acuerdo, pero recordemos que eso se cantaba en un cabaret, no vaya a ser que alguien esté confundiendo un espectáculo popular con La Scala de Milán. Just sayin’.
El tapón del desagüe. Plof. Fue arrancarse el ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast a grabar y dispararse una alarma en Abegondo. “Siamo pronti? Il momento è adesso”, pronunció alguien en perfecto italiano de Pordenone y comenzó la operación diseñada en el club para ganarse de vuelta el cariño y la confianza de los aficionados. Los reales entre los deportivistas saben que un Deportivo no es tal Deportivo si no aguarda el momento exacto en el que pueda dejar en evidencia a Benjamín y Manuel, los augures más preclaros entre la prole blanquiazul. Convertir a un episodio de este podcast en materia obsoleta, en pura piel muerta, es algo así como un rito de paso para todas las directivas que en este club han sido. No se puede pasear uno con el pin de diamantes del club en la solapa, guardar las llaves de las vitrinas que dan acceso a las siete copas, sin antes haberse reído en la cara de estos dos señores de mediana edad que, hablando al pedo, son capaces una y otra vez de meter el dedo en la llaga donde más sangra el corazón del club. Mas ahora sí, a nuestros brazos Fernando y Massimo, pues habiéndoos guardado la campaña de abonos y el fichaje de Luismi Cruz en el cajón hasta el momento exacto en el que nosotros pulsamos el botón de “Rec” habéis al fin demostrado que la cultura y la idiosincrasia de esta criatura colectiva llamada Dépor está ya encarnada de forma inseparable en vosotros. A nosotros nos habéis dejado el episodio hecho unos zorros, oliendo a bolsa de basura orgánica que deberíamos haber bajado al contenedor la noche anterior en lugar de quedarnos tumbados en el sofá, pero damos por bien empleada la obsolescencia no programada de este capítulo si ha servido para que vosotros hayáis podido henchir al fin el pecho de orgullo deportivista. Sea este CSMP absolutamente desfasado el primero de los sacrificios ofrecidos en el altar del ascenso a Primera División en la 25/26.
Este podcast es la versión sonora de esa foto que tanta rabia da de tus rodillas y pies asomando mientras, acostado en la toalla y con el teléfono apoyado en la panza, retratas la orilla de la playa. ¿Título de la publicación en Instagram?: “Aquí, sufriendo”. Liberados al fin del yugo de la competición semanal, ahora es cuando Benjamín y Manuel se relajan, le echan otro chorrito de ginebra al Bitter Kas y, mientras se sacuden las arenas, se preparan para sacar lo mejor de su repertorio. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast brilla en la Summer Edition, cuando todo es chau-chau, nadie espera rigor y todo el deportivismo se entrega sin remisión a la especulación, la fantasía y el hablar al pedo, las tres titulaciones en las que los pergeñadores de este desvarío tienen doctorado cum laude. Y al Deportivo, ya que en verano no hay necesidad de pedirle que gane, le rogamos que nos entretenga. Con un entrenador nuevo ya tenemos hecho un episodio entero pero, en un alarde de generosidad impropio de una entidad tan auditada, El Mejor Club del Mundo (marca registrada) nos ha entregado algo mucho mejor: la continuidad de Yeremay que, aun valiendo mucho en lo competitivo, vale bastante más en la continuidad de ese relato mágico y excepcional que nos alimenta como deportivistas. Si además sucede en la semana en la que se abre una herida que enseña las grietas del relato que otros se esmeraban en construir desde la atalaya de, disque, el mejor momento de su historia, uf, beso de chef. Añadámosle a esto la resurrección del Premio Poisa y tan solo nos falta que suene un sirtaki para sentirnos de nuevo como en aquel lejano verano de Mitroglou. Sin embargo, mantenemos la humildad debida para reconocer que, tal vez, este pueda ser el verano de Davo donde, más allá de contrataciones rutilantes, la gestión de la pesca girará en torno a cuántos calamares se devuelven al mar. En cualquier caso, el mejor momento del año futbolístico, cuando no hay fútbol, ya está aquí y bien que lo agradecemos.
Los buzos tienen que emerger con cautela pues una salida apurada a la superficie puede amenazar su salud. En algún momento recordaremos esta temporada 2024/2025 como la de la descompresión. Ahora que se termina, así la sentimos Benjamín y Manuel que, sumergidos durante una década en un remolino de vicisitudes extraordinarias, nos condujimos por este curso de retorno al fútbol que llaman profesional con paciencia y relajo, haciendo las paradas debidas para aclimatarnos a un escenario extraño. Le hemos dado más de un mes de descanso al Yeti, al Deportivo y a nosotros porque, aunque han pasado muchas cosas en todas estas jornadas, en realidad no ha pasado nada. El Dépor está donde ya habíamos calculado hace tiempo que iba a estar, con las pulsaciones alejadas del riesgo de infarto que ha acompañado cada uno de los finales de temporada desde que este podcast es podcast. A nuestro alrededor, mucho deportivista desnortado, yonki de la adrenalina, que no se reconoce en este escenario de mindfulness y música de cuencos tibetanos donde nada altera el ánimo. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast identificó esta oportunidad para la salud cardiaca y mental y la aprovechó, conocedores como somos de que esto, en El Mejor Club del Mundo® durará poco. Más pronto que tarde tocará excitarse como siempre mientras el destino nos zarandea violentamente, sometiéndonos a experiencias que a otras aficiones dejarían de rodillas, oteando al cielo en busca de respuestas a los designios de un dios salvaje y cruel. Para el deportivista medio, lo que se dice un domingo cualquiera. No estábamos muertos, no, estábamos de parranda.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo y a nosotros a estas alturas ya nos paran por la calle como paraba aquella voz sensual a Antonio Banderas en un anuncio de colonia diciéndole: “Sei un diavolo”. Viejos, no tanto; sabios, desde luego. Si es que lo veíamos venir y mientras tanto a nuestro alrededor venga la burra al trigo: “¡Pleiof!”. Nos pronosticábamos en media tabla hace dos meses, nos pronosticábamos en media tabla hace un mes y nos pronosticamos en media tabla ahora, cumpliendo con la periodicidad mensual a la que parece haber decaído este podcast a veces porque las obligaciones profesionales nos aplastan, otras porque la salud nos lo impide y, la verdad por delante, porque cuando te adorna tal clarividencia como la que a nosotros nos ha sido otorgada, los altibajos emocionales de cada jornada se convierten a nuestros ojos en chiquilladas que no merecen nuestra distracción. Pesada es la losa que cargamos aquí, en nuestra nacarada torre de marfil desde la que oteamos cómo los resultados vienen y van, inconsistentes como es propio de la categoría, los árbitros se enredan con tecnologías del siglo XIX (el silbato) y del siglo XX (el vídeo), el Sol comete falta sobre los porteros y otras vicisitudes que, sí, son el alimento del día a día pero que, a la larga, en nada están empañando la vista de los que hace ya muchas semanas no vemos fútbol sino líneas de código verde desparramándose en los marcadores. Pasamos revista a una plantilla que descuenta las semanas para el verano y nos ocupamos a un más del debate que ya emociona en todas las tertulias deportivistas: ¿si Gilsanz ya es de Betanzos, eso lo descalifica para continuar en el banquillo o, precisamente por eso, una tapa de tortilla en la Ciudad de los Caballeros no tiene efectos negativos en él a ojos de los tecnócratas que desde hace años gobiernan los elenco del club en función de con quién te juntas y qué consumes? Si el entrenador seguirá o no va a depender de cuánto considere la dirección deportiva que ha exprimido los recursos a su disposición. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast es un buen ejemplo de este tipo de evaluación: dos tipos, un micrófono, ninguna pericia y aun así, aquí seguimos, exprimiendo.
Esto no lo habíamos visto venir: nosotros, que somos unos señores cualesquiera, entregados a su rutina y que, como tantos y tantas, encuentran en El Mejor Club del Mundo un escaparate de lo extraordinario, intercambiamos nuestra realidad con la del equipo como les pasaba a los protagonistas de las comedias ochenteras sobre cambio de sexo. ¡Cuánto sufrimos, Martín! ha tenido imprevistos, viajes, achaques, imponderables y, si se descuida, aún mete algún gol en el 90 para parecerse más a un partido del Deportivo. ¿Y entonces el Deportivo, qué? Pues el club ha sido en este mes y medio la purita normalidad, un coche de Scalextric que avanza inexorablemente por el carril que le ha sido delimitado, cumpliendo punto por punto todo lo que Benjamín y Manuel ya dijeron hace 45 días que iba a hacer: la rachita del Deportivo es no tener rachitas. Un punto de inflexión tras otro, inflexiona que te inflexiona, hasta dibujar una curva que parece el perfil del Dragon Khan. Ganar, empatar, perder, ganar, empatar, perder… “¡Ay, qué ahí está el playoff!” No. “Ojo, no nos pillen los de abajo”. No. Media tabla, inconsistencia, el brillo ocasional, las alegrías para los desplazados, el pan duro para los fieles de Riazor, el buen momento de este, y cómo se ha caído aquél, no sé si me convence el portero, el portero es el mejor del equipo, habría que probar alternativas a Villares, no podemos vivir sin Villares… “Que sí, que no, que nunca te decides”, como en el viejo merengue. “¿Dónde ha estado CSMP cuando se le necesitaba?”. Pues mirad, hemos estado encaramados en la atalaya de nuestra superioridad pronosticadora, satisfechos con haber visto venir la película de los de Gilsanz en estos seis partidos con apenas haber olido un poquito del trailer. Así que no había necesidad tampoco de que retornásemos. “¿Y por qué ahora?”. Pues porque siendo como somos, si nos dejamos llevar un poco más, la próxima vez que grabásemos iba a ser para contar cómo se enfrentaban Lucas Pérez y Yeremay en un PSV-Chelsea de Champions. Uf.
Un holandés, un francoaustraliano y un serbio entran en un club y preguntan: “¿Quién es el capitán?”. El chiste acaba en lágrimas y no en risas porque el mercado invernal del Deportivo 2025 se titulará para siempre como “El (nuevo) adiós de Lucas” y, partiendo de ese encabezado, ya todo lo demás es asunto secundario. Quizás haga falta la segunda venida de Roy Makaay; la fusión de Ziani, Coco Martins y Cocodrilo Dundee; y el equivalente futbolístico de Nikola Jokic para aceptar la idea de que El Mejor Club del Mundo (marca registrada) ha empeñado este plazo concedido por el campeonato para conseguir refuerzos en devaluarse con la salida de su mejor futbolista y mayor referente. Así que, de nuevo negada la posibilidad de transitar por la vida con normalidad, el equipo que parece que sí pero que a veces no, se ve abocado a realizar en mitad del torneo una transición abrupta entre lo que venía siendo y lo que tendrá que ser en el futuro, un futuro que se oteaba a medio plazo y que, de repente, es ahora, ya, right here, right now. Pasaron las semanas, los días, las horas, y Fernando Soriano no sabía qué ponerse hasta que, apremiado por el horario de cierre, decidió ponerse exótico sabedor de que a casi nadie amarga un sobre sorpresa. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast hace el post mortem de este feirón algo triste y repasa esa función gaussiana que es la trayectoria del Dépor en cada trío de partidos: nunca una planicie, siempre subidas y bajadas, tobogán de emociones y puntos que lo mismo inflexionan hacia arriba que hacia abajo. ¡Cómo no entregarse a fichajes incógnitos cuando cada partido es un misterio en el que resulta imposible adivinar la versión del Deportivo que aparecerá!: ora brillante, ora reincidente en las polladas, ora superior, ora superado, siempre inconstante. Y, aun así, punto a punto, verso a verso, huyendo de la zona de relegación. Sin Lucas, sin consistencia, sin las mejores versiones de Yere y Mella, sin sentido, eppur si muove!
Murió David Lynch y con él la única persona capacitada para convertir en película la cotidianidad de El Mejor Club del Mundo (marca registrada), un laberinto de pasiones en el que nunca nada se puede dar por cierto y cada día es una oportunidad para la sorpresa. Y, sí, sorpresas, habelas, hainas. Cuando Lucas Pérez volvió, y lo hizo de la manera en la que lo hizo, todos creímos que a la tercera sería la vencida y nadie imaginó siquiera (recta final de su carrera, un gesto de amor al escudo sin parangón en el fútbol actual, la entrega total a su figura de adeptos y conversos) que este retorno no fuese a concluir con una retirada vestida de blanquiazul. Pero Lucas siente al Deportivo de tal manera que ha aceptado de nuevo su rol como figura transversal para explicar este club en el siglo XXI y, convertido en receptáculo carnal de todo lo extraordinario e intangible que alrededor del Deportivo moderno hay, se ha vuelto a marchar: no por voluntad propia, si no porque así debía suceder. Ha ocurrido de nuevo. Y nos parte el alma. Pero al mismo tiempo, ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast entiende mejor que nadie que este desenlace era el único posible y que si no lo supimos ver antes fue porque el Dépor está tan, pero tan por encima de todo cuanto constituye el mundo convencional que habitan todos esos otros equipos y aficiones, que a veces incluso a nosotros, sus sufridores, se nos nubla la vista. “¿No será capaz, no?”. Y siempre lo es, pues la capacidad del Deportivo para torcer ojetes es infinita. Estremecidos, pasmados aún, Benjamín y Manuel se encontraron, sin saber muy bien cómo, sentados de nuevo ante el micrófono y pensaron: “A nosotros nos están grabando”. Pues de nuevo la respuesta es sí: los grabaron y el resultado es esto que estáis escuchando. Lucas vuelve a no estar pero al mismo tiempo ya siempre va a permanecer en la mejor y más grande historia de un club hecho de terciopelo azul.
Termina el mejor año de nuestra vida (siendo nuestra vida un periplo de ocho deportivistas años de caída libre y súbito ascenso), un 2024 en el que enterramos la Era Cuánto Sufrimos y pudimos, al fin, celebrar. Para Benjamín y Manuel el festejo definitivo de ese feliz sepelio tuvo lugar en el escenario de ensoñaciones de su infancia, ahora devenido en teatro para realizaciones de su vida adulta. ¿Cuándo pudieron pensar ellos en ser actores de algo digno de suceder en el Cine París? Gracias a la Peña Deportivista ¡Cuánto Sufrimos, Martín!, se sintieron estrellas por un día, si no de celuloide, sí de micrófono. Acompañados por fieles, curiosos, invitados sorpresa e incluso herederos del demiurgo de una generación (la suya) de deportivistas, Arsenio Iglesias Pardo, brindaron por la Navidad en un episodio tan, tan, tan especial que incluso anuló el colofón amargo de una debacle ante un modesto equipo burgalés. En vivo, en directo, en amor y en compañía. Tan terrible como siempre, pero mejor que nunca.
Cien días de gracia a los gobiernos, un mes de gracia a los nuevos entrenadores. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast no atosiga, deja respirar y permite que los inquilinos del banquillo puedan desarrollar su labor sin que los importune la opinión de las dos auténticas lumbreras de sentido y sensibilidad que conducen este espacio de cabaré, gastronomía, música, apoyo emocional y, de vez en cuando, fútbol de gol. Benjamín y Manuel han visto desfilar ante sus ojos miopes seis partidos, seis, con los mismos picos y valles de una ecualización tan irregular como la de este artefacto sonoro con la que laceráis vuestros oídos. Victorias épicas, derrotas vergonzosas, empates por compasión. Un mes más tarde, aún no sabemos muy bien a lo que atenernos e, incapaces de apuntar con el dedo a la explicación lógica de este guirigay, nos rendimos en pleno diciembre a la canción del verano: la potra salvaje. Ojalá todas las lágrimas de estos años hayan regado una flor que nos dé tantos puntos como pétalos. Y en esas estamos, con un Deportivo que nos gusta menos pero puntúa más, con lo que acabará gustándonos más aunque juegue menos, si es que se nos permite explicarlo en términos del diccionario Español-Rajoy/Rajoy-Español. Mientras el Dépor Ellos escala la clasificación a trompicones, el Dépor Ellas contrata a un actor secundario de Ted Lasso para intentar cumplir con la profecía vinilada en el vestuario de Abegondo (“Top 8 Liga F”). Hasta la fecha, sale mal. En las oficinas de la plaza de Pontevedra tampoco tienen claro que haya salido bien el congreso extraordinario en el que la FIFA ha confirmado el Estadio de Riazor como sede del Mundial 2030 por nonagésimoquinta ocasión (y veremos si esta es la definitiva). En María Pita se descorcha champán mientras el deportivista que bebe agua en vaso reciclable en el campo municipal acaricia su asiento porque no sabe cuándo, cómo y por cuánto tiempo lo van a separar de él. Y, al final del día, ni un Perú-Honduras, ni un macroconcierto de Taylor Swift featuring Fito y Los Fitipaldis, le importan tanto como su relación con el Dépor. La misma que, en definitiva, nos trae de vuelta a vosotros un episodio más.
“¡Lo’an echao!”. Quién nos iba a decir que finalmente habríamos de ser nosotros los que acabaríamos replicando la expresión de pasmo con la que Imanol Idiákez se había dado a conocer entre el deportivismo. Coincidiendo con el anuncio de su fichaje por el Deportivo, circuló por las redes sociales un vídeo que recogía el instante de desconcierto en el que en plena calle, a las afueras del Estadio de la Romareda, el técnico vasco asimilaba la noticia aún caliente de su despido del club maño. Leyendo entre las líneas borrosas de uno de los episodios más rocambolescos de la historia reciente de El Mejor Club del Mundo (marca registrada), y no será por situaciones dantescas entre las que elegir, adivinamos que su adiós forzoso a Riazor lo recibió con más enfado que sorpresa, pues lo intuía desde hacía un año y, si no llegó hasta ahora, fue porque se empeñó, que mira tú la mala idea que hay que tener, en devolver al equipo (y de paso a todo sus gestores y consejeros, que eso también hay que decirlo), al fútbol profesional. Ante la inaudita circunstancia de que un club recién ascendido flirtease con los puestos de descenso pese a los refuerzos hechos en verano para enfrentarse al regreso al fútbol que cuenta billetes, decidieron los gestores que el mismo hombre que los rescató merecía ser descolgado sin, ni siquiera (y quizás precisamente por eso, temerosos de que lo aprovechase, como solía hacer) un miserable ultimátum que llevarse a la pizarra. Se marcha del Deportivo uno de esos tipos que han sabido ejercer bien el papel de portavoz, que puso buena cara ante quienes lo recibieron de uñas y resistió también a quienes nunca dejaron de afilarlas contra él, y que disfrutó como uno más de nosotros el momento más feliz del Deportivo de los años 20. A él, que ató con uno de sus rizos la caja en la que tiramos al fondo del mar la Era Cuánto Sufrimos, le enviamos un abrazo y un agradecimiento muy sentidos. Lo que sucedió tras su extemporáneo despido y hasta la llegada de un autocar Gilsanz hasta el banquillo nos dejó sin palabras. Bueno, eso nunca. Benjamín y Manuel se desparraman a gusto en un episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast que dedican a aprender cómo se hacen las cosas en un club profesionalizado (la lección del club ha sido magistral, si “magistral” significa “circense”). Como diría Imanol: “Esto es un flipe”.
Inmaculado. Diez de diez. Hay, para qué negarlo, algo de belleza en la armonía aritmética con la que El Mejor Club del Mundo ha despachado la primera decena de partidos del campeonato. La cuenta es sencillísima: un partido, un punto. Y, sin embargo, esta suma no funciona porque la proyección a largo plazo nos condena al descenso y, por lo tanto, obliga a aprender cuanto antes la tabla de multiplicar los panes, los peces, los puntos. Precisamente entra en la categoría de milagro que el Deportivo pueda anotar goles con regularidad, al menos a la luz de lo visto en los últimos partidos donde porteros, árbitros, muñones por pies, miopías y otros factores han enseñado el camino al vertedero a las suficientes, por no decir abundantes, llegadas al área de los delanteros blanquiazules. Recuerda esta versión del equipo a otros deportivos no tan lejanos, aquellos repletos de buenas intenciones, rebosantes de potencial, pero no que a base de poner clavos en los que no colgaban ningún cuadro, lo que acabaron fue sellando la tapa del ataúd que los recogió tras despeñarse de categoría. “Era buen chaval”, decimos recordando alguna versión de Garitano, de Natxo, de Vázquez. Así que para curarse el miedo la afición se encomienda a la fe. La fe consiste en creer en lo que no se ve. Esto no es sino una perífrasis bíblica para hablar de Charlie Patiño, al que se le reza como a la Virgen porque, sí, está libre de mancha: no ha jugado (apenas), ergo no lo hemos visto, por lo cual, sí, le tenemos fe. Abraza el deportivismo la fe protestante en un inglés y esto contrasta con el deseo de descabalgar a Imanol de la burra, al mismo que antes del verano aplaudían cuando cabalgando la misma burra como Jesús al entrar en Jerusalén se confirmaba como redentor de nuestra caída a los infiernos. Van tantas imágenes religiosas seguidas que va a parecer que este episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast tiene que oler a incienso. Nada más lejos de la verdad: Benjamín y Manuel incurren en los pecados habituales, tan veniales como siempre, mientras piensan si el mandamiento que aplica al robobo de la jojoya del Eldense es el de “no robarás” o el de “no darás falso testimonio ni mentirás”. Deportivo, líbranos del mal. Amén.
A ver, tenéis que entendernos. Para nosotros es como si hubiésemos enviado al Deportivo a la universidad. Hemos ejercidos de protectores y amantísimos padres todos estos años en los que lo acompañamos en cada tropiezo, cada decepción, para auparlo y ayudarlo a caminar erguido de nuevo, para que recupere la autoestima y se valga por sí mismo frente a aquellos que le quisieron hacer la vida imposible. Y, una vez cumplida la tarea correspondiente a la patria potestad que queremos creer que nos pertenece sobre la Era Cuánto Sufrimos del club, se nos debería volver a permitir recuperar algo de vida propia: ya no todo es la crianza, el llevar al equipo de la mano. Ahora tiene que resistir en el fútbol profesional y allí ya hay tiktokers, streamers y toda clase de influencers que lo pueden acompañar en el día a día sin tener que depender para todo de dos veteranos podcasters. Benjamín y Manuel solo le piden al Deportivo que llame de vez en cuando, que aplique la educación que le hemos proporcionado, y que no se meta en líos, mientras ellos dos procuran disfrutar de nuevo de algo de libertad, se reencuentran con las personas que eran en algún momento, joviales, llenas de ilusión, todo ello antes de comprometerse con la tutela y cuidados del club de su ciudad. Así que sí, papá y papá también pueden tener vacaciones. ¿Esperábamos algo mejor que una posición de descenso y solo dos victorias en ocho partidos a nuestro regreso? Desde luego, pero ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast cree en el refuerzo positivo, así que desde aquí te decimos: “Dépor, tranquilo, tú puedes”. Sabemos que tienes aptitud suficiente y la actitud necesaria. Tan solo tienes que centrarte en mejorar en aquellas asignaturas que más te cuestan, como la defensa del balón parado y el acierto en el remate. “Es que la Segunda es más difícil”, dirás. Ya, ya, si lo sabemos. Por eso te damos el tiempo que necesites, igual que nos lo hemos tomado nosotros. Pero bueno, toca ponerse las pilas. Tú y nosotros. Nosotros y tú. We are so back.
Se cierra el mercado, se abren los corazones. A tumba abierta, Benjamín y Manuel, viven en riguroso y exclusivo directo (solo es directo para ellos, el resto del mundo lo escucha bien reseso, para variar) el toque de la campana del verano futbolístico, el instante en el que mueren las ilusiones, donde todo lo que era potencial, para bien o para mal, pasa a hacerse carne (carne de banquillo, en muchos casos) y los sueños de un nueve goleador arrebatado a un equipo de Champions League cristalizan en un honrado ariete con poca puntería pagado conforme a una muy estricta contabilidad a otro equipo igual de desgraciado que tú pero con el hándicap de no ser El Mejor Club del Mundo (marca registrada). Es su forma de animarse a encarar la novena temporada de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, la única empresa del mundo que año tras año ni mejora ni empeora sus resultados: simplemente los iguala atada a una fórmula de ¿éxito? que la hace inmune al fracaso y, tal vez, a la gloria: dos señores, un micrófono, y ganas de hablar del Deportivo sin ningún fundamento pero al menos con la dignidad de no ponerse súper serios cuando lo hacen. Mientras ciudadanos anónimos de todas las edades sientan cátedra en las redes sociales y se atrincheran para la intermitente guerra de los 100 años de Twitter Dépor (¡racismo!, ¡edadismo!, ¡estupidez!), dos paisanos en perpetuo estado de inopia se sientan un viernes por la noche a llorar por un muchacho de Silleda porque eso es lo que hacen los hombres adultos y sentimentalmente maduros. Y así, con la tontería, se les escapan casi cinco horas de charla donde, si os fijáis, se puede apreciar claramente cómo van perdiendo fuelle minuto a minuto porque en la mediana edad, llegadas las horas lendoirescas y no siendo que tengas delante a unos señores del Bayern de Múnich, lo que el cuerpo pide es dormir. El caso es que, cuando se despertaron, el podcast todavía estaba allí, que diría Monterroso.
Estaban Benjamín y Manuel echándose una siesta playera debajo de la sombrilla, soñando con un libre directo de Lucas Pérez y con un ascenso festejado tres veces, cuando de repente un balonazo envuelto en arena les golpeó y los despertó del dulce letargo. Sacudiéndose aún la ensoñación, les pareció ver a Javier Tebas huyendo del lugar mientras dejaba escapar una risa malévola. ¿Cuán abnegado y duro es el oficio del podcaster deportivista que debe dejar de yacer en esa cama de laureles en la que durante años anhelaba dormir para, “oh, shit, here we go again”, enfrentarse una vez más a aquello que convierte la bendición de ser hincha de El Mejor Club del Mundo (marca registrada) en un camino de padecimiento? ¿Por qué no es posible gozar durante unas semanas más de ser deportivista sin tener que enfrentarnos a esa cosa tan vulgar y desagradable de la competición futbolística? ¿Acaso nadie ve que existe algo inherentemente malo y perverso en que el fútbol contamine el 90 por ciento de las semanas del calendario anual? ¿Debemos respetar un engendro bautizado como La Liga Hypermotion V (en serio, ¿en qué momento nos hemos vuelto todos así de idiotas para mudar la sobria dignidad de algo llamado Segunda División por el nombre de un recopilatorio de Pastis & Buenri?)? ¿No tiene la ONU algo que decir sobre la obligación de empezar a jugar a mediados de agosto un torneo con 22 equipos y playoffs que, si te descuidas, se morderá la cola como el Uróboros y acabará en verano de 2025? Esperad, que aún quedan más preguntas retóricas. ¿Es ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast el proyecto de dos señores un poco vagos a los que tanto fútbol se les hace algo de bola? Sí, tampoco hay que negar las evidencias. ¿Preferirían ambos enredar un poco más sobrerreaccionando a un amistoso contra el Rácing Vilalbés, leyendo rumores sin fundamento, repartiendo valerones al azar e indagando en dónde compran el pescado los fichajes del Deportivo? Ciertamente. ¿Pero estáis ante un nuevo episodio donde se habla, ¡qué remedio!, de pronósticos y dudas ante el primer partido de fútbol profesional, muy profesional, del Deportivo en cinco temporadas? Que estéis leyendo esto, así lo prueba. A disgusto, un poco a la fuerza, pero aquí estamos de nuevo metiendo la cabeza dentro de las fauces de la bestia. Nos persignamos y nos zambullimos. Fúbol, papá.
¿Abonos? Check. ¿Camisetas? Check. ¿Fichajes? Check. Ahora sí, ya es verano en el Deportivo y en ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast. Es el tiempo de los amores estivales, de encapricharse con cadetes que juegan unos minutos en un amistoso en Ourense y que prohijaremos ya en nuestro corazón hasta el punto de maldecir a todos los mayores de edad que jueguen en su posición. Es la estación de fantasear con trasladar cinco minutos de fútbol total contra un Segunda Comemierda a la nueva normalidad en la que bailaremos sin piedad a nuestros rivales del fútbol profesional. Es la época de la romería de San Mitroglú, en la que rogamos de rodillas por un pequeño rumor con el que elucubrar durante días, al que valorar sin conocimiento de causa y al que, de concretarse, poder empezar a llamar, desde el respeto, “tapón” porque no, aún no nos habremos olvidado para entonces de ese cadete que nos robó el corazón en un encuentro de pretemporada. Y todo esto lo haremos con la ligereza del estío, porque en estas semanas el podcast y el fútbol es de fogueo. Es puro artificio. ¿Es acaso inteligente comportarnos así? Puede que no. Pero también es artificial y no muy inteligente echarse en manos de lo sintético y de lo vago para tratar con asuntos que son cualquier cosa menos amores de verano. El compromiso del deportivismo con Arsenio es para toda la vida y, anunciando el club una gran ocasión para renovar esos votos, le pareció que el asunto podía despacharse con poco cariño y parece que mucho desinterés. El vídeo de un zorro generado por ordenador saltando entre jarras de cerveza para celebrar al mayor tótem popular del Deportivo forma ya parte de una serie de momentos para el olvido que se guardan en un cajón al lado de la celebración de González, el “He’s my friend” en Oporto, o el transfer de Javito. Benjamín y Manuel, que de meteduras de pata en ocho años de hablar al pedo saben bastante, conocen el perdón y la empatía y saben que tal vez tamaño bochorno sea tan solo causa del calor veraniego que a todos nos aturde. ¿Qué es lo mejor? Que aún queda verano para enmendarlo. ¿Qué es lo peor? Que aún sobra verano para empeorarlo. Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos.
Máxima empatía. ¿Quiénes somos nosotros para reclamarle a Fernando Soriano que renuncie a sus vacaciones y se ponga de inmediato a trabajar para, sobre la roca de Tajonar donde se consagró la ermita del primer ascenso, cimentar ya la catedral concatenada de la siguiente conquista? Pues nosotros no somos nadie, por supuesto, pero Juan Carlos Escotet, ¡ay!, ese es alguien: es el fókin presidente del Real Club Deportivo. Y esa, y no otra, es la noticia (acaso por importante, acaso por única) del ya largo verano deportivista que comenzó en mayo y que no parecía tal porque transcurre huérfano de fichajes. El Mandarín resultó ser El Mandamás. Es lo que tiene ir un par de veces a Riazor: él también sintió el picorcito. No hace tanto te llamaba “empresa escarallada” y ahí lo tienes ahora, pensando en que el día que se muera él también quiere su cajón pintado azul y blanco. Si hasta ha encomendado ya a sus bisnietos que continúen el legado que piensa construir como quincuagésimo presidente blanquiazul. Si, en una apuesta temeraria, se ha encargado de mentar ya el regreso a Europa. ¡Qué alguien controle a ese hombre desbocado de pasión y deportivismo y le explique de qué va todo esto! Benjamín y Manuel levantamos la mano como voluntarios y nos disponemos a contárselo todo y más y, ya de paso, a dictar una nueva crónica, cerrada ya la Era Cuánto Sufrimos con el ascenso desde la Comemierda, para registrar lo que ojalá podamos bautizar como la Era del Fénix Bolivariano (título provisional). Pero vayamos paso a paso, cumpliendo con los menesteres de cada estío: abriendo el feirón, calculando los valerones, tirando los platos, fichando las redes sociales de las incorporaciones (cuando las haya) y escrutando los rumores en Twitter veinticuatro siete. Y, ahora que hemos vuelto nosotros, Fernando, ahora sí, irá siendo hora de echarle un hueso a este perro, ¿no? ¡Guau!
La Era Cuánto Sufrimos tenía que terminar así: con un Deportivo apestando a alcohol que decidió curarse la resaca del ascenso tumbando con la displicencia del que se sabe inmortal al presuntamente mejor y más rumboso equipo de toda la categoría, de repente postrado en el césped ante la inevitabilidad de lo extraordinario que acompaña siempre a ElMejorClubDelMundo (marca registrada), que puede presumir desde ahora de otro nuevo hito en el fútbol mundial: la triple corona española. Habiendo entidades que exceden el siglo sin haber sido capaces jamás de coronar, resulta que el Deportivo es el único club campeón en las tres categorías que ha disputado y con ese registro inédito ha obligado una vez más a los cronistas a abrir un capítulo hasta ahora en blanco (desde ahora en blanco y azul) en el libro de la historia del deporte. Como diría un anónimo en la caja de comentarios: “Mamen”. Cumpliendo el pronóstico (primero aquí), los discípulos de Imanol se mantuvieron invictos en la coda del torneo y, tras triplicar las celebraciones por el ascenso (cosas de los conflictos entre lo público y lo privado), con varios titulares en la enfermería y el resto en la destilería, marcharon los nuestros a enfrentar al Castellón por aquello de compartir la alegría con los otros ascendidos y apostarse un trofeo sin ningún brillo que, ahora, visto cómo se ha conquistado (la exhibición de un Lucas devenido en caníbal; la concreción en la hostia de mano abierta con la que los nuestros castigaban en forma de cascada de goles el barroquismo del fútbol no tan total de los acompañantes de Haris Medunjanin; la risa floja al comprobar que para este equipo en esta temporada era imposible perder), adquiere un muy apreciable fulgor. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast se zambulló en el barro con su club y, cuando emergió, trajo una copa en cada mano: la de 1912 y la de la Primera Comemierda. Hoxe, señores, é día de pesca: con Davox, PaVa, Cabeza Cubo de Hugo, Pies de Latas y Benjamín y Manuel. Estos dos últimos, en consonancia con el espíritu “todo vale” de este último triunfo, se marcan un episodio tan “a pijo sacado” como la goleada en Castalia: graban y poco más. Lo que aquí suena es la versión artesana de CSMP: sin posproducción, sin aditivos, sin recursos, sin filtros, sin vergüenza. Eso es: un poco sinvergüenzas. Como este Deportivo campeón que no le hace de menos a nada, y mucho menos a una alegría.