3 décimas de Fe

¿En qué pensamos a lo largo del día?... Siempre, en lo que llevamos en el corazón: la esposa adorada, el novio, los hijos... Siempre, en lo que nos preocupa: el negocio, la canasta familiar, la enfermedad... Siempre, en lo que nos ilusiona: la diversión, el deporte... El corazón está mandando en la cabeza. La cabeza se llena de lo que rebosa el corazón.

Cuando el Papa Juan Pablo II instituyó el Año Mariano, como una preparación para el Tercer Mi­lenio, acuñó una plegaria breve, pero cargada de sentido profundo. Puso en nuestros labios esta ora­ción: “Santa Madre del Redentor, que te sigamos en la peregrinación de la fe”.

En los designios de Dios, Jesucristo fue la primera idea que Dios tuvo en la creación. Todo lo hizo en orden a su Hijo, que un día se haría hombre. Y si te­nía que ser hombre, un descendiente de Adán, tenía que nacer de una mujer. Y María fue la elegida para ser la Madre del Dios hecho hombre.

He leído una palabra sobre María, dicha hace ya mil años, nada menos que por San Bernardo, gran Doctor de la Iglesia. Le llama a la Virgen: “El gran negocio de los siglos”. Hoy, vamos a ocuparnos, aunque tan brevemente como nos lo permite el tiempo, de este negocio, de este asunto tan importante.

Hay que estar al tanto para que este Jesucristo sea el del Evangelio, no otro Jesucristo inven­tado por los hombres, aco­modado a muchos caprichos y gustos. Porque desde años pasados, en nuestra América se han empeñado algunos en presentarnos un Jesucristo falsificado. ¿Decimos algunas de esas desviaciones?

Comienzo por una pregunta. ¿En qué resumirían ustedes la vida y la actividad cristianas? A mí se me ocurre decirlo con estas dos solas palabras: llevar muy dentro a Dios y comunicarlo a los demás.

¿Cuál fue uno de los problemas más acuciantes que detectó el Concilio? La respuesta es muy clara: Fue el di­vorcio entre FE y VIDA que padecen muchos católicos. Se cree una cosa y se vive otra. Los de fuera nos pueden cues­tionar, y nos cuestionamos también nosotros mismos: ¿somos o no somos? ¿somos católicos de verdad, o somos católicos de mentirijillas?...