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Carlin y Castaldi (Amores que matan)
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Carlin y Castaldi (Amores que matan)

Author: La Vanguardia

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Description

Una charla entre un par de insufribles sabelotodos, pero que se quieren. Así define John Carlin, uno de los colaboradores más queridos por los lectores de La Vanguardia, el podcast que comparte con Charlie Castadi, periodista nacido en París, mezcla de italiano-franceses-americanos. Casi nada. Una conversación donde estos dos titanes del periodismo hablan sin tapujos mojándose en los grandes temas que afectan al mundo actual. Conversaciones sobre aquello que a veces cuesta más escribir. 'Carlin y Castaldi (Amores que matan)', el podcast de La Vanguardia, son esas ideas que solo hablas con tus amigos, cuando crees que nadie te escucha.
32 Episodes
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En una acalorada discusión, John y Charlie demuestran el abismo que separa la percepción general de los duques de Sussex en Gran Bretaña y Estados Unidos. Para John son unos narcisistas quejicas que se enriquecen a base de traicionar a su familia y retratarse como víctimas de la supuestamente malvada monarquía británica. Para Charlie su sufrimiento es real y la familia real es insufrible, como lo es la prensa británica. Hay puntos de convergencia entre los dos. Charlie reconoce la contradicción entre denunciar el acoso mediático que han soportado y, desde que se exiliaron en California hace tres años, no dejar de convertirse ellos en acosadores de los medios con sus apariciones en televisión, sus podcasts, su documental en Netflix y la autobiografía que acaba de publicar Harry. También entiende que quizá haya gente que lo esté pasando peor que Meghan y Harry en el mundo hoy. Lo que más irrita a John es no tanto la pareja en sí como lo que ejemplifican: el frívolo egocentrismo que define buena parte de la cultura occidental en la era de las redes sociales. Charlie, que quizá sea más moderno que John, vibra más al compás de los tiempos que corren.
Al final de un año en el que, una vez más, el ser humano ha hecho lo posible para complicarse la vida y sumar más conflictos, más sangre y más miseria al catálogo de imbecilidades iniciado por Adán y Eva, o más allá, Charlie y John escarbaron en el 2022 en búsqueda de cosas para celebrar. Encontraron más de lo que se esperaban: avances en la medicina que benefician, y mucho, a los desafortunados de la tierra; marcha atrás de los hombres fuertes (Trump, Bolsonaro); gobiernos autoritarios a la defensiva (China, Irán); animales en vías de extinción que han vuelto a la vida (tigres, lobos); y, como señala John, Messi campeón del mundo.La guerra de en Ucrania ha tenido un coste tremendo en vidas, en primer lugar, pero ha habido, dentro del horror, gratas sorpresas: Putin no conquistó Ucrania en cuestión de días, como se había imaginado; no se ha lanzado ninguna bomba nuclear hasta la fecha; la contraofensiva ucraniana ha sido eficaz, brillante y valiente; y el resto de Europa, especialmente Polonia, ha demostrado lo mejor de la humanidad en la generosidad que ha demostrado hacia los refugiados de la guerra.
Charlie y John pasan del delirio colectivo en el que cayó Argentina tras la victoria en el Mundial de fútbol al delirio permanente que vive el mundo político de Estados Unidos desde que Donald Trump fue elegido presidente en 2016. Charlie vio la final en la tierra pagana de Portland, Oregon, donde apenas saben lo que es el fútbol y John la vio en Barcelona, donde le enseñaron a Messi jugar. Pero la suerte de haber nacido en Francia le ha aportado a Charlie un buen conocimiento de lo que es el fenómeno de masas más grande del mundo y por eso tuvo la gentileza de reconocer que, pese a lamentar la derrota francesa, hubo cierta justicia en que Messi se llevara el último trofeo que tenía por conquistar.
Solo hay un tema esta semana, seguramente será el tema principal de conversación hasta en en Ucrania el domingo, y es el de que hablan Charlie y John: el Mundial y la final entre Argentina, el equipo de John, y Francia, el de Charlie. Ambos reconocen que son seres débiles, moralmente flácidos. Antes del torneo decían que iban a ver pocos partidos como protesta ante lo corrupto que fue el proceso que condujo el Mundial a Qatar. Mentira. Sucumbieron. Hasta se vieron seducidos por selecciones como la japonesa y la saudí, y especialmente la de Marruecos que casi casi llega a la final.
John celebra la hazaña de la selección española, el mérito de haber llegado tan lejos en el Mundial con una plantilla tan débil, y la contrasta con el fracaso de la Italia de Charlie, que ni siquiera se clasificó para el torneo de Qatar. Pero como Charlie tiene tanta carne genética en el asador se refugia en el relativo éxito de su país por pasaporte, Estados Unidos, y la gloria que le espera a Francia, el país donde nació. Hablando de Estados Unidos, donde Charlie está de vacaciones, John reconoce que a la larga será una potencia futbolística pero como sociedad considera que es un experimento fracasado, donde conviven la grotesca riqueza de los afortunados con la indigna pobreza de los desafortunados. Charlie señala las virtudes de su tierra americana, la energía y la invención, pero admite que ser pobre en Sevilla es mejor que ser pobre en Detroit.
Esta semana John está en Londres y Charlie en Los Ángeles, California, una vuelta a sus respectivas raíces pero a la vez una oportunidad para reflexionar sobre lo efímero y superficial que es el concepto de pertenencia a una bandera, o a una geografía o a una etnia. Una mirada a casi cualquiera de los equipos que participan en el Mundial de fútbol nos recuerda lo genéticamente variopintos que somos los seres humanos. Las selecciones que Charlie sigue, Francia y Estados Unidos, delatan a primera vista que estamos hablando de que cada país es la suma de muchos países más, de muchas razas y culturas. Argentina, el equipo que John quiere que gane la copa del mundo, tiene un jugador en el once titular llamado Mac Allister; una de las estrellas de Inglaterra, el equipo que John siempre quiere que pierda, se llama Bukayo Saka.
Charlie y John no iban a pasar de hablar del Mundial de fútbol. Siguen perteneciendo a la especie humana. Pero una vez que Charlie se diera el gusto de reírse lo necesario de John, que siempre va con Argentina en los mundiales – la Argentina que perdió contra Arabia Saudí en su primer partido – los dos cambiaron de registro y fijaron la mirada en el otro conflicto que conmueve al mundo, el de carne y hueso, entre Rusia y Ucrania. Ya van nueve meses de guerra y lo que marca la actual etapa son tres cosas: las victorias de Ucrania en los campos de batalla, la brutal y exitosa ofensiva rusa desde el aire contra la infraestructura energética de las ciudades ucranianas y las crecientes señales de que se está empezando a contemplar la posibilidad de negociar la paz.
Conscientes de que no son los únicos, Charlie y John se preparan para el Mundial de Qatar con los corazones partíos. Por un lado, se trata del evento deportivo más grande del planeta, el que siempre habían anticipado con ilusión. Por otro, este particular Mundial huele mal. Los dos han visto un nuevo documental de Netflix que destaca la deshonestidad y desfachatez con la que el ejecutivo de dicho organismo eligió Qatar como sede del Mundial 2022. Como señala John, realmente no es necesaria una investigación periodística para saber que algo manifiestamente mafioso hubo detrás de la decisión de darle el torneo a un país de poco más de 300.000 ciudadanos donde la temperatura en junio asciende a los 50 grados. Votaron pensando que se celebraría en junio, recordemos, y solo después se cambió la fecha a noviembre/diciembre. Está por verse cuál será la sede mundialista en 2030.
Aquellos que creen que la democracia es un valor que vale la pena defender, entre ellos Charlie y John, respiran un poco más tranquilos esta semana. Si los acólitos de Trump hubieran arrasado, como muchos esperaban, en las elecciones que se acaban de celebrar en Estados Unidos no solo se hubiese asentado el peligroso principio de poner en cuestión el traspaso pacífico del poder sino que las posibilidades de que Trump repitiese en la Casa Blanca se hubiesen incrementado. Trump había señalado a dedo a muchos de los candidatos republicanos para estas elecciones, en las que estaba en juego el control del Congreso en Washington y de 36 de los 50 estados. Lo que los elegidos de Trump tenían en común era que compartían “la gran mentira” de que Joseph Biden había ganado la presidencia en 2020 de manera fraudulenta. Pues les fue mal. El partido demócrata de Biden superó expectativas y Trump es hoy una bestia herida.
Esta semana Charlie y John se ponen un poco más serios de lo habitual al señalar los peligros que corre la democracia ante la creciente ola autoritaria mundial. Señalan el ejemplo de Irán, donde el régimen teócrata lleva casi dos meses respondiendo con una feroz represión a las fuerzas a favor de la libertad individual, y el de Nicaragua, que Charlie ha sufrido en carne propia. Exiliado de Nicaragua junto a su mujer, la escritora Gioconda Belli, Charlie cuenta la lacerante historia de Andrea, una conocida nicaragüense que ha tenido que huir de su país para evitar ser detenida.
Charlie y John reflexionan sobre la persona más rica del mundo, Elon Musk, cuyos miles de millones de dólares impactan en las vidas de miles de millones de personas. Los satélites de Musk, norteamericano nacido en Sudáfrica, juegan un papel determinante en la guerra mundial no declarada en Ucrania. Su adquisición de Twitter alterará el equilibrio político en Estados Unidos y el resto del planeta, entre otras cosas porque, según dice, permitirá la vuelta de Donald Trump a la red social. Musk refleja el desproporcionado poder que ejercen los megarricos, gente por la que nadie votó, sobre las grandes masas de la humanidad. John dice que no querría ser un superrico; Charlie, con la mejores intenciones, que sí.'Barcelona - Madrid' es el podcast semanal de 'La Vanguardia' en el que John Carlin y Charlie Castaldi hablan sin tapujos de los grandes temas que afectan al mundo actual
Charlie y John analizan el triunfo vegetariano que representa la caída de la primera ministra británica, Liz Truss, derrotada tras 44 días en el cargo no solo por su propio partido y su propia ineptitud sino por una lechuga. John propone que elegir a Truss como jefa de gobierno sería comparable a ponerle a él como portero del Real Madrid, una catástrofe anunciada--con la diferencia de que John cree que con una buena defensa por delante quizá hubiese aguantado 44 minutos sin encajar un gol. Truss ni siquiera tuvo defensa: el ministro de finanza y la ministra del interior abandonaron sus puestos apenas comenzó el partido. Charlie interroga a John sobre cómo “tu país” ha llegado a tal punto de ridiculez, casi tanto -- le responde John – como los dos países de los que proviene Charlie, Italia y Estados Unidos. En lo que una vez más los dos están de acuerdo es que comparado con las dos antiguas y venerables democracias “anglo”, la joven democracia española es un ejemplo de responsabilidad, seriedad y cordura.
John hace un valiente intento de explicar la política catalana Charlie y de ahí pasan rápidamente a Estados Unidos, al circo dónde manda el payaso Trump, al menos en el una vez respetable, hoy cínico e infantil partido republicano. Se avecinan elecciones para el Senado, la cámara de representantes y gobernadores de estado y Charlie hace un retrato de algunos de los candidatos trumpistas.
El cumpleaños 70 de Vladímir Putin, hoy 7 de octubre, es un buen momento para reflexionar sobre las decenas de miles de personas que, gracias a él, no han llegado ni de cerca a su edad, y para preguntarse cuántos miles más caerán harán antes de que se agote su voracidad mortal. Charlie y John hablan del tema del día: ser o no ser, guerra nuclear o no guerra nuclear. Todo depende de los procesos mentales de Putin, que según dice la tercera guerra mundial –Rusia contra Occidente– ya ha comenzado. John cree que el dictador ruso pertenece en un manicomio, Charlie, siempre más comedido, opina que opera según parámetros más o menos racionales. Lo que está claro es que en si cabeza ya está la idea de que en lo que están de acuerdo es que su derrota es, tarde o temprano, inevitable. Los ucranianos tienen clara la causa por la que luchan; los soldados rusos, no. Salvo, claro, que Putin opte por la aniquilación nuclear…
Esta semana Charlie y John aprovechan la victoria de la supuesta “neofascista” Giorgia Meloni en las elecciones generales de Italia para diseccionar la cultura de aquel país, uno de los varios que tiene Charlie, y compararla con la española. El triunfo de la Meloni, una gritona híperitaliana desconocida hasta muy poco, les parece otro disparate más (Berlusconi, Beppe Grillo…) de un electorado que tiende en los últimos años a votar con poca seriedad. El sentimiento cívico, dice Charlie, no es una característica de los italianos, gente cuyo sentido de solidaridad empieza y termina con la familia y los amici. El estado no se ve como un aliado sino más bien como un enemigo, o un obstáculo, a superar. Charlie ofrece como ejemplo el caso de un Alfa Romeo que, muy a su pesar, se vio obligado a asesinar…
Charlie y John hablan esta semana (faltaría más) sobre Isabel II y Carlos III de Inglaterra y curiosamente se demuestra que el ciudadano Charlie se vio más afectado que el súbdito John por la muerte de Su Majestad. Esto puede tener que ver con que Charlie es un alma más generosa y sensible, o con que John ya está hasta la coronilla (perdón) del tema, o con una mezcla de las dos cosas. Lo que llama la atención es entender, a través de Charlie, lo afectados que se han visto los orgullosamente republicanos norteamericanos ante el espectáculo que han montado los británicos para conmemorar a su reina. Ambos están de acuerdo en que Carlos lo tiene difícil, que carece de la clase y el “cool” que emanaba la reina, que un punto infantil en su manera de ser no le va a ayudar en la difícil tarea de consolidar la institución de la monarquía británica, apreciablemente más frágil hoy que durante los 70 años de reinado de Isabel II.
John y Charlie hablan de Salman Rushdie, buen amigo de Charlie desde antes de la fatua que le impusieron los ayatolás, y reflexionan sobre los medios iraníes que describieron el ataque que sufrió Rushdie el mes pasado como un caso de “venganza divina”. ¿Dios es tan inseguro que responde a las bromitas de un escritor con un intento salvaje de asesinato? También inseguro, pero con más razón, es Reino Unido, un país en plena decadencia que acaba de nombrar como primera ministra a Liz Truss, una mujer que se presenta como heredera de Margaret Thatcher pero, según John, carece totalmente de visión, principios o carisma. Finalmente, Charlie y John, ponderan un artículo reciente en the Financial Times que define a España como el país más “vivible” del mundo pero advierte que, debido al cambio climático, la mitad del territorio español pronto dejará de ser habitable.
John acaba de volver de unas vacaciones en Escocia, donde ha disfrutado de la lluvia y el frío, pero no tanto de la comida, lo que ha dado lugar a un acalorado debate entre él y Charlie sobre una importante cuestión, si se come mejor en España o en Italia. Para Charlie, que se crio en Milán, está clarísimo que la cocina italiana es superior. Se indigna cuando John se mofa de una gastronomía “basada en la pizza y la pasta”. Tampoco se ponen de acuerdo sobre las vacaciones ideales. John opta por el dolce far niente playero. Al hiperactivo Charlie no le va eso de tirarse en la arena a tomar el sol.
A raíz de una columna de John en La Vanguardia, y en el contexto de los tiempos polarizados que vivimos, los dos reconocen lo crítico que es que la gente aprenda a cambiar de opinión, o por lo menos a moderarla. A Charlie, más escéptico por naturaleza, le cuesta menos que a John, pero los dos ofrecen ejemplos de casos en los que sí han sido capaces de adaptar sus puntos de vista en función de los hechos. Pero hay cuestiones en las que son tan inamovibles como un fundamentalista religioso, en el caso de John, la supremacía de Messi sobre Cristiano Ronaldo; en el de Charlie, el pesimismo respecto al cambio climático.
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