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Comunidad PAS
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Author: Comunidad PAS
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© Asociación de los Perdonados para Amar y Servir
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Somos Comunidad PAS. Una iglesia cristocéntrica, moderna, creativa y de espíritu joven, cuyo valor principal es conocer a Jesús y entregarse a los demás para cumplir la misión de llevar la palabra de Dios a todo
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Dormir en medio de la tormenta no significa ignorar el caos, sino confiar plenamente en que Dios sigue al mando. En los momentos donde todo parece incierto, Él nos invita a descansar en Su fidelidad. El silencio no es ausencia de respuesta, sino el espacio donde nuestra fe se fortalece. Cuando no escuchamos nada, aprendemos a creer que Él sigue obrando. En el reposo, Dios nos enseña que Su paz no depende de las circunstancias. Dormir en la tormenta es el acto más profundo de confianza en Su amor y soberanía.
La fe en Jesús y en su poder transformador tiene la capacidad de mover montañas dentro de nuestro corazón. Cuando confiamos verdaderamente en Él, su amor puede arrancar de raíz todo rencor, dolor o herida que nos impide reflejar su gracia aquí en la tierra. Hemos sido llamados a vivir como Jesús, a amar como Él amó y a perdonar como Él perdonó. Pero esa victoria no comienza afuera, sino dentro de nosotros. Todo cambio profundo inicia en el corazón rendido. Solo cuando soltamos el pasado y decidimos perdonar, podemos actuar con el mismo amor y compasión con que Cristo lo hizo.
La enseñanza “Él vino a buscarte” nos muestra cómo Jesús tomó la iniciativa de buscar a Zaqueo, un hombre rechazado por su sociedad. A pesar de su pecado y reputación, Jesús lo vio, lo llamó por su nombre y quiso entrar en su casa. Esto revela un amor que no espera que seamos perfectos para acercarse, sino que nos busca justo donde estamos. Así como Zaqueo bajó del árbol para encontrarse con Él, también nosotros somos invitados a responder a ese llamado. Jesús no busca lo que aparentamos ser, sino nuestro corazón. Su búsqueda transforma, restaura y nos lleva a una relación viva con Él.
Me dispongo es un recordatorio de cómo debemos presentarnos ante Dios: con humildad, con el corazón abierto y con la mente dispuesta a ser moldeada por Su verdad. No venimos a imponer nuestras ideas, sino a rendirlas ante Aquel que conoce lo más profundo de nuestro ser. Cada vez que nos disponemos, reconocemos que necesitamos ser enseñados, corregidos y amados. Solo cuando soltamos el control, la gracia puede obrar verdaderamente en nosotros. Porque escuchar Su palabra no es solo oír, sino permitir que transforme cada parte de nuestra vida.
Jesús habló de dos puertas: una ancha, fácil y popular, y otra estrecha, pequeña y poco transitada. La ancha promete libertad, pero deja el alma vacía; la estrecha parece difícil, pero lleva a una vida llena de propósito. Escoger la puerta estrecha es elegir a Jesús, confiar cuando no todo tiene sentido y caminar con fe, no con prisa. No se trata de reglas, sino de relación. De aprender a amar, servir y descansar en Su gracia. Porque lo que el mundo llama pérdida, Dios lo transforma en vida. La puerta estrecha no es un límite, es la entrada a la verdadera libertad.
Un buen líder entiende que el liderazgo comienza con amor, no con ambición. Nehemías no vio un proyecto, vio personas amadas por Dios. Su servicio brotó de un corazón transformado, no de un deseo de éxito. El verdadero liderazgo es una respuesta al evangelio: cuando sabés que fuiste servido por Cristo, querés servir a otros. Un líder así no busca construir su nombre, sino restaurar lo que refleja la gloria de Dios en los demás.
La enseñanza “La actitud correcta” nos recuerda que el verdadero amor se demuestra en la acción. A través de la historia del buen samaritano, Jesús nos enseña que la compasión no se limita a palabras o religiosidad, sino que se expresa ayudando a quien lo necesita, sin importar su origen o condición. Los religiosos pasaron de largo, pero el samaritano se detuvo, tuvo empatía y actuó con misericordia. Así también Jesús hizo con nosotros: se acercó cuando estábamos heridos por el pecado, nos levantó y pagó el precio por nuestra restauración. Tener la actitud correcta es reflejar ese mismo amor en nuestra vida diaria, siendo la respuesta para los que sufren y mostrando el corazón de Cristo al mundo.
Mi Última Carta nos recuerda que la vida pasa rápido y las oportunidades no vuelven.
Pablo, a punto de partir, escribe para dejar lo más valioso: una fe viva y un amor que permanece.
Hoy es el momento de acercarnos a los nuestros, de perdonar, amar y estar presentes.
No se trata de grandes discursos, sino de vidas que hablan, de abrazos y palabras que sanan.
Cada conversación, cada gesto, puede ser una semilla que marque generaciones.
Nuestra mejor herencia no es lo que acumulamos, sino a quiénes amamos mientras aún hay tiempo.
Lo que necesitamos es quedarnos en la luz, cerca de Jesús. No podemos hacerlo solos; necesitamos al Espíritu Santo, necesitamos comunidad, necesitamos gente que nos recuerde quiénes somos en Él. Aislarnos solo nos deja vulnerables, pero en familia encontramos fuerza, perdón y gracia. Vivir en la luz es dejar que el fruto del Espíritu, con amor, gozo, paz, paciencia y bondad, guíe nuestros pasos y nos levante en medio de la crisis. La luz expone, sí, pero también sana y libera. Ahí descubrimos que su amor es más fuerte que cualquier sombra.
La perseverancia es la clave para no retroceder y ver cumplidas las promesas de Dios.
Noé perseveró en lo humanamente ilógico y vio la salvación de su familia.
José perseveró en medio de la injusticia y fue exaltado en el tiempo de Dios.
Job perseveró en el dolor y experimentó restauración abundante.
Pablo perseveró pese a la oposición y el evangelio llegó hasta nosotros.
Ana perseveró en la esterilidad y Dios le entregó respuesta a su clamor.
Cada uno enfrentó circunstancias distintas, pero todos se mantuvieron firmes.
Hoy el llamado es claro: ¡ni un paso atrás en nuestra fe!
La gente en tiempos de Jesús pedía señales, milagros visibles que confirmaran quién era Él.
Pero Jesús respondió que la única señal necesaria sería su resurrección.
Porque si la muerte misma fue derrotada, ¿qué otra prueba podríamos necesitar?
La tumba vacía no es solo un hecho histórico, es la base de nuestra esperanza.
La resurrección valida cada palabra, cada promesa y cada enseñanza de Cristo.
Nos recuerda que el evangelio no es un consejo moral, sino una noticia: Jesús vive.
Y si Él vive, entonces hay vida y poder para nosotros hoy.
La única señal que necesitamos ya fue dada, y lo cambia absolutamente todo.
Aunque todo en nuestra vida cambia, Dios nunca cambia y jamás miente; su fidelidad es una roca firme. Cuando las promesas humanas fallan, las suyas permanecen intactas. Refugiarnos en Él no es un acto de debilidad, sino el reconocimiento de que nuestra esperanza no descansa en nosotros, sino en su carácter inmutable. Esa certeza nos libera del temor y nos sostiene en las pruebas. En Cristo vemos la promesa cumplida: Dios mismo viniendo a rescatarnos. “Siempre fiel” significa que, en cada circunstancia, podemos descansar en un Dios que nunca nos abandona.
El Señor nos llama a caminar juntos.
Nos invita a creer que la verdadera unidad no nace de nosotros mismos, sino del amor que Él derrama sobre su pueblo.
En medio de nuestras diferencias, su Espíritu Santo nos capacita para perdonar, para soltar lo que nos divide y aprender a amar con un amor más grande que el nuestro.
Solo así la iglesia puede reflejar al mundo la belleza del corazón de Cristo.
Nuestro pasado puede convertirse en un peso grande en nuestros hombros, tanto si fue muy bueno, como si fue muy malo. Pero en Cristo tenemos una esperanza real para nuestro presente y para nuestro futuro. Así como el pueblo de Israel salió de Egipto y caminó hacia la tierra prometida, Dios no quería que vivieran anclados en el recuerdo de la esclavitud ni tampoco solo en las memorias de los milagros del ayer, sino que pusieran sus ojos en lo que Él tenía preparado delante de ellos.
De la misma manera, nosotros no estamos llamados a vivir atrapados en nuestro pasado, sino a confiar en que Dios tiene una tierra prometida para cada uno: un futuro lleno de propósito, libertad y victoria en Él.
Lo que creemos que es insuficiente, en manos de Dios se convierte en instrumento de poder.
Moisés no ganó influencia acumulando recursos, sino confiando en que Dios podía usar una simple vara.
Dios no nos llama a tenerlo todo, sino a entregarlo todo.
La verdadera fuerza no nace de lo que poseemos, sino de Aquel que lo sostiene.
Cuando confiamos en Él, lo ordinario se vuelve extraordinario.
“Ponlo en mis manos”, parece decirnos Dios, “y mira lo que haré” (Éxodo 4:2-3).
La fe no consiste en medir nuestras fuerzas, sino en creer que el poder de Dios es suficiente para cualquier desafío.
“Bienvenidos al trono” nos recuerda que Dios no está lejos ni molesto contigo. Gracias a Jesús, tenés un acceso total al corazón del Padre. Él no te espera con reproche, te espera con gracia y con ayuda real para hoy. No importa cuán roto, cansado o confundido estés, ahí en Su presencia siempre hay un lugar para vos. Jesús hizo el camino y no hay vuelta atrás: siempre sos bienvenido, siempre hay socorro, siempre hay amor.
La enseñanza “La voz de Dios en la naturaleza: de cedros, hormigas y búfalos” nos muestra cómo Dios habla a través de su creación. Los cedros representan fortaleza y profundidad espiritual. Las hormigas enseñan diligencia, sabiduría y trabajo en equipo. Los búfalos reflejan unidad, resistencia y protección mutua en la comunidad. Cada uno revela un principio del carácter de Dios. La naturaleza no solo declara su gloria, sino también su enseñanza. Dios sigue hablando, incluso a través de lo creado.
“Regreso a casa” nos muestra que el Evangelio no es para los que lo hacen todo bien, sino para los que reconocen que han fallado. Pedro no fue rechazado por su negación, sino transformado por la gracia. Su caída no lo destruyó; lo hizo más consciente de su necesidad de Cristo. Jesús no solo lo restauró, sino que le confió una misión aún mayor. En el Reino de Dios, incluso nuestros fracasos pueden ser usados para Su gloria.
Nuestras batallas no son solo físicas, también son espirituales y muchas veces nos superan. Pero Jesús está presente y dispuesto a ayudarnos con compasión y poder. Él conoce nuestras luchas más íntimas y no se aleja, sino que se acerca con amor. Cuando clamamos, incluso con poca fe, Él responde con gracia. No está esperando perfección, sino un corazón sincero que confía en Él.
https://youtu.be/1CaVM_BtwYU



