Cartas, hielo y vacaciones. Una correspondencia entre amigos queridos que llega los días pares de agosto.
Dos personalidades. Así es un Black and tan. Esta correspondencia arranca entre un oasis de carretera y un equipaje preparado, pero que aún no puede embarcar. Dos cervezas en el mismo vaso: pueden convivir sin por ello confundir su esencia.
Un avión es también un cóctel. Traemos desavenencias con la dirección de una mala maleta, esperas fructíferas en aeropuertos, equilibrismos y manchas de helado, sonidos de vuelos que se van, llenos, hacia todas las partes.
De los inconvenientes para encontrar agua en la que bañarse a deshoras y de lo que aparece en el proceso de búsqueda. Magdalenas y viejas películas, piel, carne y otras reglas de comportamiento. Y, por supuesto, la clave está en la piña.
Las cosas son lo que son y tienen el nombre que tienen. Cuando no hacen falta apellidos para reconocer oficios y personas, cuando todo es memoria y tradición, lo mejor es sentarse con los viejos amigos y pedir lo que tengamos más cerca.
Llegamos al quinto cruce de cartas. ¿Qué hacer cuando se trata de no hacer nada? Planes, por supuesto, pero intentando mantenerse en lo sencillo, en lo más simple: tres sabores básicos y a partes iguales.
En este sexto cruce de postales hay momentos y situaciones en los que vale todo: nietos y noruegos, moda de verano y naturismo de andar por casa, camisillas encogidas y superhéroes.
El tiempo vuela en este séptimo cruce de postales. Y también huele. Frente a la lluvia repentina, la memoria se dispara y el olfato se vuelve loco.
Llega el octavo cruce de postales con dos grandes preguntas. ¿Qué hacer si un viejo amor vuelve sin avisar? ¿Cómo descubrir a dos amantes eternos? En el verano hay que aceptar los juegos de la memoria y la imaginación.
En vacaciones, también hay trabajo. En este noveno cruce de postales uno puede quedarse fascinado viendo a otros trabajar o, incluso, apuntarse a labores que nunca hace. Y, con el fuego de fondo, beberse algo entre llamas.
¿Cabe la nieve en nuestro verano? Todo es cuestión de saber buscarla. Este décimo intercambio postal va de encontrarla en las casualidades y de aceptar que el frío es otra cara de la misma moneda.
En este undécimo cruce de postales hay tiempo para viajar dentro de la cabeza de uno mismo. Preguntarse qué hacer, si deseamos lo imposible, lo difícil o lo secreto. Y, de paso, disfrutar de una bebida enloquecida.
Pregunta para este nuevo intercambio de postales: ¿qué va a quedar de las vacaciones? Fotos, seguro. Y en ellas cabe el ridículo, el sentido común y el universo entero. También una mezcla exótica con mucho café.
Hay un momento clave en las vacaciones: la sensación de que no pasa nada. En este penúltimo cruce de postales estiramos las piernas, nos gana el sueño y todo, de repente, es posible. Incluso las estrellas fugaces.
Se termina esta correspondencia de verano. Todo acaba pero todo vuelve a empezar. Hay finales abruptos y otros que sirven para abrir nuevas rutas. De remate, una despedida más dulce que amarga.