DiscoverEl menos común de los sentidos
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Hemos hablado tanto del amor que nos sentimos expertos en la manera de demostrarlo, pero a veces no sabemos leer el amor cotidiano, los pequeños detalles con los que la gente que me quiere se esfuerza por demostrar el amor.
Eso implica dejarse amar como el otro sabe amar... ¡Qué difícil!
Pero no hay sentimiento más bonito que saberse amado, saber que soy importante para alguien más y poder entender que con ese gesto, con esa palabra o con ese favor me está demostrando que me quiere.
La pregunta del millón: ¿Es posible tener verdaderas amistades con el sexo opuesto? Es una cuestión que he discutido con muchos amigos y en muchos foros. Mi respuesta es: claro que sí… y claro que no, depende de qué estés preguntando. Así que vamos explicándonos.
¿Puedo disfrutar la relación de pareja como lo hago con mis amigos? ¿Puede mi novia, mi esposa ser mi amiga? La respuesta es: sí.
Cuando la relación de pareja ha pasado por proceso de la amistad y se empeñan uno y otro por vivir las virtudes que la caracterizan, hacen que esa relación se vuelva fuerte, duradera y mejor. Porque “la amistad lleva el enamoramiento a su perfección", aunque no sea absolutamente necesaria.
Podemos decir que dividimos nuestros días en 3: tiempo de actividades obligatorias (dormir, alimentarse...), el trabajo incluyendo el del hogar, y el tiempo libre, el ocio.
El problema es que confundimos ocio con ociosidad, y son términos totalmente opuestos. La ociosidad es al ocio lo que el libertinaje a la libertad. El ocio permite disfrutar de la vida, en cambio, la ociosidad aburre y produce gran insatisfacción.
Es más, para los antiguos griegos el ocio era el tiempo más valioso del hombre, ahí donde uno descansa, se divierte, se aprende y se crece.
Para que el trabajo tenga trascendencia, hay que realizarlo bien: con buena intención, con buen criterio y actuando según mis principios.
La coherencia de vida es una conquista que exige lucha personal. ¿Qué puntos flacos tengo en mi vida? ¿En qué momentos me falta esa coherencia?
Todos los días tengo que tomar pequeñas decisiones que pueden derivar en grandes responsabilidades, así que mientras más responsable sea, además de estar más contento conmigo mismo porque veré cómo voy madurando como persona, cómo voy sacando lo mejor de mí, me convertiré en una persona más confiable para los demás.
El sentido de responsabilidad me lleva a generar cambios (por pequeños que sean) que mejoren la realidad en la que vivimos, cambios que tal vez nadie note, pero es mi manera de servir a los demás. Seguramente nadie me agradezca mi labor al bien común, me basta con saber que estoy haciendo lo correcto y que estoy mejorando como persona.
Hay gente que es muy criticona, que va haciendo comentarios negativos sin que se lo pidan. "Criticar algo o a alguien supone, de entrada, ubicarse en una posición de superioridad. Solo quien detenta un poder, un conocimiento o un criterio mayor, puede evaluar y calificar. Un criticón hace eso todo el tiempo: juzgar a los demás, pretendiendo que su opinión, en verdad los va a degradar".
Niveles para dejar de ser un criticón:
1. En cuanto llegue a tu cabeza, espántala como lo harías con una mosca.
2. Si no eres capaz, al menos piénsalo desde el lado positivo, encuéntrale lo bueno que tiene.
3. O por lo menos piensa en algo bueno que sí hace esa persona.
4. Si tu defecto está más feo, y no puedes evitar criticar por dentro, al menos intenta que no salga de tu boca.
5. Si no lo consigues, mínimo no digas todas, cállate una sí y otra no.
6. Si ni de eso eres capaz, no lo comentes en voz alta, critica en corto.
7. Y si ya de plano no puedes, al menos no le eches crema a los tacos exagerando la crítica, ni te quieras hacer el inteligente usando ironía de la mala al vertir tu crítica en público.
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Por cierto, como se puede notar, estuvo buena la lluvia mientras se grababa este audio.
Reconocemos a un santurrón en aquel que junta sus manitas, hace muecas exageradas o entorna los ojos al rezar; el que camina hacia atrás cuando sale de la iglesia, o el que va hinchándose donde está Dios o donde no...
O en ese que lleva ostentosamente el escapulario al cuello tamaño familiar, rosario visible, altarcito en su oficina…
Pero también en el incoherente que dice rezar, comulgar diario o estar cerca de Dios, pero está muy lejos de los demás.
El presumido necesita hacerse notar, darse gloria a sí mismo, despertar la admiración o hasta la envidia de quienes lo rodean. Como si sintiese que le falta reconocimiento, parece que no le es suficiente el estar a gusto con su propia opinión, requiere de la de los demás. En el fondo tiene muy baja autoestima, por eso requiere de la estima externa.
En la actualidad, donde más se presume es en las redes sociales. ¿De qué son las publicaciones en Facebook o Instagram? Fotos y videos, de mi propia imagen, de las vacaciones que he disfrutado, de las fiestas donde he estado o de las actividades que he hecho, hasta de lo que he comido... De esta manera, presumo tener una vida envidiable, lo que me hace sentir “por encima” de los demás.
El ritmo de vida actual demanda cada vez más prisa, más eficacia y más resultados. La rutina se convierte en una carrera donde conjugar velocidad y aciertos es cada vez más complicado. Falta tiempo para todo y la perfección parece convertirse en una meta a la que debemos llegar, cueste lo que cueste. Sin embargo y aunque suene a paradoja, la perfección no siempre es perfecta, pues en muchas ocasiones y en contra de lo que se pueda pensar, conlleva muchos más inconvenientes que ventajas para nuestra salud física y mental.
La monotonía puede entrar en la vida cuando falta creatividad en el amor, algo que llega a suceder en la relación de pareja pero también entre los amigos o con la familia. Es por eso que hay que meterle la "imaginación de la caridad" y buscar nuevas formas de revivir la relación, o para no dejarla morir o para mantenerla siempre en buen nivel.
"Creo en el amor verdadero. Todo el mundo debería tener amor verdadero y debería durar como mínimo toda la vida".
Sí, nos encantaría que así fuera, pero a veces no pasa, a veces el amor se muere, se acaba. Es una realidad que hemos vivido tantas veces: un noviazgo que finaliza, un amigo que deja de serlo, un problema familiar que separa a dos hermanos o primos… la experiencia es conocida, y dolorosa. Vamos a indagar sobre esta realidad.
Nadie es perfecto, y eso incluye a las personas que amamos. A menudo, tenemos expectativas altas sobre cómo queremos que los demás sean, pero el crecimiento personal lleva tiempo y paciencia. La confianza en la posibilidad de que la gente cambie y mejore es básico, pero no ocurre de la noche a la mañana. El amor sabe esperar...
Cuando uno ama a alguien todo lo cree. No se trata solo de no sospechar que el otro esté mintiendo o engañando, sino de poner la entera confianza en la persona que amo: le creo, confío, sé que estoy en buenas manos. Esta misma confianza hace posible una relación de libertad. No es necesario controlar al otro, seguir minuciosamente sus pasos, para evitar que escape de nuestros brazos. El amor confía, deja en libertad, renuncia a controlarlo todo, a poseer, a dominar.
Aunque seamos realistas: pueden existir errores...
Demostración de amor es no hablar mal de lo malo que puede haber en otra persona, limitar el juicio, contener la inclinación a lanzar una condena dura e implacable. Pero lo usual, seamos honestos, no es eso, no usual es que señalemos el error, que recordemos lo que está mal hecho, que hagamos una crítica. ¿Y por qué lo hacemos? De entrada, porque tenemos esa inclinación a señalar el mal, es algo natural. Pero podría haber razones más retorcidas... hablemos del tema.
En las relaciones de familia y también con los amigos, con mucha frecuencia ocurren cosas que nos molestan: el amigo que se le pasa de tu cumpleaños, el marido que se olvidó del encargo que le hicieron, el hijo que mostró su enojo de manera muy hiriente... y otros más fuertes: los que se pelean por la herencia, el amigo que ha hablado mal y le ha hecho mala fama al otro, el padre ausente que dejó una herida de infancia a su hijo...
“Si permitimos que un mal sentimiento penetre en nuestras entrañas, dejamos lugar a ese rencor que se añeja en el corazón. Lo contrario es el perdón, un perdón que se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona".
Es curioso cómo a la gente que más quiero le trato peor que a los desconocidos, me enojo más fácil, me molesto más rápidamente, le tengo menos paciencia… actúo de una manera mucho peor. Estoy como a la defensiva ante los otros, como si fueran enemigos molestos que hay que evitar, y esto solo me enferma y termina aislándome de la gente más quiero.
Es increíble pero cierto: me comporto peor con la gente que amo... y eso no está bien.
Se habla mucho de la importancia del amor propio, de la necesidad de quererse a uno mismo como algo básico y esencial en el ser humano. Sin embargo, darle prioridad al amor a sí mismo sólo puede entenderse como una condición psicológica. El amor es entrega, el amor se da, no puedo darme a mí mismo… y aquí explicaremos en qué consiste.
El amor tiene como componente básico la confianza. Por lo tanto, contrarios al amor son celos o la envidia, y ambos están basados en la comparación: cuando una siento celos o envidia es porque me comparo con otra persona y me siente inferior en algún aspecto.
El amor se alegra con el bien del otro, me pongo contento cuando al que amo le va bien, valoro sus capacidades, sus buenas obras, sus éxitos... nada más contrario a la envidia.
El amor es todo menos ciego, y por eso abre muy bien los ojos para captar qué puede hacer por las personas que quiere. Por ejemplo: ser servicial, estar atento a ayudar, poner atención, observar y enterarse de lo que el otro pueda requerir. No fijarse en los defectos sino en lo bueno que tienen. Y demostrar con gestos y palabras el amor.
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