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El templo de Baphomet

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La inmortalidad o vida eterna supone la existencia indefinida o infinita que consigue burlar la muerte. A través de la historia, los humanos han tenido el deseo de vivir para siempre. Esa ansia humana crea y desarrolla el concepto de inmortalidad y constituiría el núcleo de la antropología de la religión. La inmortalidad es considerada la respuesta a la angustia y el miedo que produce en el ser humano la consciencia de su mortalidad y contingencia. La inmortalidad supone la evasión a la muerte.
El deseo de la vida eterna o de permanecer siempre joven ha atormentado a la Humanidad desde el momento en que descubre que se es mortal, ¿por qué se tiene que morir uno?, ¿no hay una manera de vivir más o para siempre?, a lo largo de la historia muchos hombres y mujeres lo han intentado, ¿alguien lo logró?.
Abajo Fidel la rebelión ya empezó, protestar sin dudar, no más dolor, no mas temor, la ruta desobediencia civil...
Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie (Título original en alemán: Also sprach Zarathustra. Ein Buch für Alle und Keinen) es un libro escrito entre 1883 y 1885 por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
El libro escribe las crónicas de los vagabundeos y enseñanzas de un filósofo, Zaratustra, que ha tomado el nombre del antiguo profeta persa que fundó el Zoroastrismo. El libro usa una forma poética de ficción y satiriza a menudo el Nuevo Testamento para explorar muchas de las ideas de Nietzsche.
Formado principalmente por episodios más o menos separados, las historias de Zaratustra pueden leerse en cualquier orden. En el libro aparece la famosa frase, «Dios ha muerto», aunque esta frase fue escrita por el autor con anterioridad en su libro La gaya ciencia.
¡Para los superfluos se inventó el Estado!
¡Ved, pues, a esos superfluos! Roban para sí las obras de los inventores y los tesoros de
los sabios: cultura llaman a su latrocinio - ¡y todo se convierte para ellos en enfermedad y
molestia!
¡Ved, pues, a esos superfluos! Enfermos están siempre, vomitan su bilis y lo llaman periódico84.
Se devoran unos a otros y ni siquiera pueden digerirse.
¡Ved, pues, a esos superfluos! Adquieren riquezas y con ello se vuelven más pobres.
Quieren poder y, en primer lugar, la palanqueta del poder, mucho dinero, - ¡esos insolventes!
¡Vedlos trepar, esos ágiles monos! Trepan unos por encima de otros, y así se arrastran
al fango y a la profundidad.
Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer - ¡que la felicidad se sienta
en el trono! Con frecuencia es el fango el que se sienta en el trono - y también a menudo
el trono se sienta en el fango.
Dementes son para mí todos ellos, y monos trepadores y fanáticos. Su ídolo, el frío
monstruo, me huele mal: mal me huelen todos ellos juntos, esos idólatras.
Hermanos míos, ¿es que queréis asfixiaros con el aliento de sus hocicos y de sus concupiscencias?
¡Es mejor que rompáis las ventanas y saltéis al aire libre!
¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos de la idolatría de los superfluos!
¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos del humo de esos sacrificios humanos!