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Huellas rusas
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Huellas rusas

Author: mave

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En esta serie de pódcast, que para algunos pueda parecer caótica, intentamos destapar las incógnitas sobre Rusia a través de historias de sus personajes tanto destacados como poco conocidos. Este país es más de lo que te dicen por ambos lados de la propaganda.
22 Episodes
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En los años noventa del siglo XX, la otrora potente aviación rusa tenía que conformarse con aceptar encargos dudosos para poder sobrevivir ante la miseria económica que devastaba el país. Por tanto, el viaje, que realizaba en agosto de 1995 el Il-76 de una aerolínea rusa poco conocida para transportar municiones a Afganistán, no debería percibirse como algo excepcional. Era ya algo rutinario. Lo singular fue la intercepción de la aeronave por los talibanes, el aterrizaje forzoso y el cautiverio de los siete tripulantes que se prolongó por más de un año. Viviendo en condiciones en las que uno aceptaría rendirse, los rehenes no solo dejaron crecer sus barbas, sino que pudieron tramar todo un plan de escapada.Decir que era arriesgado es no decir nada. Igual que cada recorrido por la pista de despegue, la fuga de los siete rusos llegó a un punto en el que ya no había marcha atrás. No titubearon y volvieron a su patria como héroes.
Todo el mundo recuerda la historia del exitoso acuatizaje de un Airbus 320 en el río neoyorquino Hudson, ocurrido en enero de 2009. Aquella providencial maniobra, con el capitán Sully convertido en estrella de Hollywood, es un buen ejemplo de cómo un incidente que pudo haber acabado en tragedia termina comercializándose. Esta vez en Huellas Rusas rescatamos del olvido la versión soviética del milagro del río Hudson. Ocurrió el 21 de agosto de 1963 y apenas se recuerda, ni siquiera en Rusia, donde casi no se difundió la noticia, pero eso no resta valor a la pericia de los pilotos. Aquel día un Tu-124 lleno de pasajeros perdió ambos motores cuando sobrevolaba a unos cientos metros el corazón de Leningrado, hoy San Petersburgo. Los pilotos apenas tuvieron unos segundos para reaccionar y tomar una decisión, si bien la única opción real pasaba por amerizar el avión sobre el río Nevá. Testigos de la maniobra no llegaron a saber con certeza si lo que acababan de presenciar había sido una emergencia, un ejercicio o el rodaje de una película. Horas después, la aeronave se hundió en el fondo del río y las autoridades buscaron minimizar los daños del incidente, esforzándose en evitar que lo ocurrido tuviera una gran repercusión mediática.
La muerte. De eso hablamos en el episodio anterior, del ataque de los muertos. Hoy, toca la vida. El héroe de esta edición es Nikolái Zelinski, el químico ruso que, junto con un puñado de correligionarios, creó la primera máscara antigás, tan eficaz que rociar nubes venenosas dejó casi de tener sentido. Antes de que se iniciara la producción en serie de su aparato, Zelinski tuvo que pasar a través de un infierno burocrático lleno de lamebotas. Empero, estaba hecho de otra cepa, la de los que prefieren granjearse el reconocimiento con hechos y no por la vía del enchufe. Al final, la perseverancia del científico prevaleció. Así las cosas, Zelinski pudo haberse forrado, pero optó por la humanidad. No patentó su invención. Y lo hizo a conciencia.
Este agosto marca otro aniversario de una guerra que, en cierta medida, sigue en el olvido en Rusia. Y es entendible. El país, que empezó a batallar en la Primera Guerra Mundial como imperio, terminó a punto de ser desguazado por una guerra civil, cuyas heridas ni siquiera se han cicatrizado por completo y siguen resonando. La historia que queremos relatar hoy en 'Huellas Rusas' es un relato de coraje colectivo que pudo convivir con la locura. Se trata del llamado ataque de los 'muertos', ocurrido en agosto de 1915, cuando las tropas zaristas no solo repelieron la arremetida alemana, sino que, a pesar de las enormes pérdidas sufridas por el ataque con gases venenosos, contraatacaron, haciendo huir a las hordas enemigas. Algunos creen que todo fue un mito. Los soldados, que escupieron sus pulmones y se quedaron a yacer para siempre en la tierra envenenada de la fortaleza de Osovets, no lo creen. Pero tampoco podrán desmentir a sus detractores, por lo que nos toca a nosotros entablar esa batalla histórica.
Después de una larga pausa volvemos con un nuevo episodio de 'Huellas Rusas', en el que nuevamente despegamos al cielo. Esta vez hablamos de Konstantín Artseúlov, uno de los primeros pilotos rusos que osó surcar el cielo, pese a que en el alba de la aviación era como saltar al vacío. La carrera de Artseúlov terminó con un aterrizaje de panza que le dejó una herida muy profunda. Pasaron más de 20 años antes de que se rehabilitara. Si bien nunca pudo volver a la cabina de avión, no se dejó doblegar. Supo canalizar la herencia de su famoso abuelo Iván Aivazovskiy pasando a eternizar la conquista del cielo con dibujos.
La historia que desvelamos hoy se diferencia del resto de los episodios que hemos sacado hasta ahora. Primero, porque son dos historias, más bien dos relatos con los que intentamos escabullirnos a través de la cortina de humo sin precedentes que se ha montado en los últimos años acerca de la Segunda Guerra Mundial y, concretamente, de la Gran Guerra Patria. Para el público más fiel, el nombre del barco Aleksándr Sibiryakov ya es conocido por sus hazañas polares y la resistencia al hielo. Sin embargo, el barco acabó devorado por las aguas árticas, aunque lo hizo a su manera: luchó en una batalla desigual contra un crucero alemán sin arriar la bandera. El otro protagonista no es ni general ni ingeniero ni explorador ni tampoco el hijo de un emperador. Es un fogonero. Se llama Pável Vavílov y fue el único que logró salvarse del Sibiryakov sin caer en cautiverio hitleriano. Empero, el coste fue el siguiente: pasó más de un mes en una isla deshabitada casi sin medios de subsistencia y en compañía de osos polares. Sobrevivió, pero no hizo gala de sus proezas y después de la guerra continuó con su servicio en el Ártico. Lanzamos esta edición de 'Huellas Rusas' sin vincularla al 9 de mayo, Día de la Victoria. Lo hacemos adrede. Porque la memoria no tiene por qué estar sujeta a una fecha especial.
La historia que presentamos hoy tiene mucha telaraña y poca claridad. Y es entendible, porque en este nuevo episodio de Huellas Rusas hablamos de la compleja relación entre el último zar y primer emperador ruso, Pedro el Grande, con su hijo Alekséi. Pedro I dedicó su vida a sacar al país de un periodo de hibernación moscovita mediante audaces reformas. Pero, aparte del enorme costo humano, esta fiebre por cambios tectónicos tuvo también efectos personales. Siendo un hombre impulsivo, el primer emperador ruso trató de esculpir en Alekséi una copia de sí mismo que incluso sería mejor. Empero, se decepcionaba una y otra vez hasta tal punto que en el fervor del momento llegó a creer que su hijo urdía planes conspiradores con la ayuda de extranjeros. Y no sin razón: Alekséi huyó del país. El castigo no tardó en llegar.
En este nuevo episodio del podcast Huellas Rusas desvelamos la historia de un hombre que no hizo nada extraordinario. Al menos, eso decía el propio protagonista.Empero, lo que hizo en realidad fue singular. El ingeniero militar soviético Stanislav Petrov evitó una guerra nuclear durante un turno en el centro del sistema de alerta temprana que ni siquiera era el suyo.No recibió premios, ni le dieron gracias, ni se volvió una estrella en su propio país. En un primer momento, sus jefes lo convirtieron en un chivo expiatorio para encubrir sus propios errores. El mundo se percató del llamado incidente del equinoccio de otoño años y años después. La fama sí le llegó a Petrov, pero hasta el final de su ciclo terrenal, persistía en su versión: él solamente hizo su trabajo.
Hoy volvemos con una nueva historia. Nacido en una familia rica, pero de provincias, el porvenir de Vladímir Zvorikin parecía estar predestinado. Sin embargo, burló a su suerte, saliéndose de los cauces del negocio familiar, y llegó a tierras estadounidenses sin apenas hablar una palabra de inglés. Ni siquiera logró convencer enseguida a sus patrones de que su invento llenaría sus bolsillos. Pero gracias a su perseverancia, y también a un poco de suerte, su voluntad acabó prevaleciendo. Conozcan la trayectoria de este ingeniero y, de paso, sabrán qué tiene que ver la historia de teletransmisión con el naufragio del Titanic. 
Hoy relatamos las peripecias del explorador soviético del Ártico Otto Yúlievich Schmidt. Un personaje que pudo pasarse la vida entre el polvo de los gabinetes científicos, pero quedó preso del vacío polar y se hizo cosmonauta en la percepción popular de su tiempo. La historia de Schmidt es un ejemplo de que con perseverancia y pizcas de locura aventurera se alcanza la cima de las montañas. Sí, algunas de las travesías de Schmidt y sus colegas podrían considerarse fiascos desde el punto de vista económico. Sin embargo, los hechos hablan por sí mismos. El Gobierno soviético no sancionó ni castigó a Schmidt, sino que eternizó sus hazañas, que ayudaron a consolidar el papel nacional en la región, cuyo potencial seduce a tantos hoy en día. Descubran este nuevo episodio del pódcast 'Huellas Rusas' en el que la geopolítica es lo secundario, porque lo importante son las historias humanas que hay detrás.
Hoy estrenamos un nuevo episodio del podcast 'Huellas Rusas' en el que descubrimos la trayectoria de Piotr Stolypin, uno de los reformadores más polémicos de la historia rusa. Empezó como un funcionario común y corriente, pero acabó alcanzando la cima del poder como jefe del Ejecutivo de Nicolás II en los turbulentos años de 1906 a 1911. Lo odiaban todos: revolucionarios, burgueses, monárquicos y, obviamente, los lamebotas de la Corte. Sin embargo, Stolypin pertenecía a esa clase de persona que le escupe en la cara al miedo. Así, no vaciló en promover la reforma agraria, su proyecto insignia, que básicamente buscaba convertir a campesinos en granjeros acaudalados. Sí, los resultados siguen siendo objeto de debate al día de hoy, pero para destrabar el asunto de la tierra en aquellos tiempos se requerían coraje y perseverancia. Stolypin tenía eso en su arsenal. ¡Descubran el periplo de este personaje que acabó poniendo su propia vida en aras del emperador!
Hoy hablamos del legendario arquero soviético Lev Ivánovich Yashin. Advertimos con antelación que los que buscan nutrirse de una compilación de elogios sobre la 'Araña Negra' quizá puedan sentirse decepcionados, porque nos fijaremos más bien en los episodios tristes de la carrera del portero. Esos capítulos son los que indudablemente allanaron el camino de Yashin hacia el Balón de Oro, el único hasta la fecha conseguido por un guardameta. Sí, Yashin erró cuando saltó por primera vez a la cancha para defender el escudo del club de su vida, el Dinamo de Moscú, pero dos décadas más tarde, acabó retirándose con una multitudinaria ovación de su afición, agradecida por las incontables actuaciones decisivas que protagonizó a lo largo de su carrera.
Hoy hablamos de Semión Budionni, uno de los primeros mariscales de la URSS que, a diferencia de muchos de sus aliados u oponentes, vivió una larga vida y murió en paz.Pese a que con el paso de los años y la 'invasión' vertiginosa de los blindados en el campo de batalla, este mariscal, quizá, se haya quedado a la zaga del progreso militar, nadie puede reprocharle por falta de valentía. A lo largo de su carrera militar, Budionni triunfó en lo principal: burló a la muerte, ahuyentando las balas como si fueran moscas. No fue un nuevo Aleksandr Suvórov ni Gueorgui Zhúkov, que hoy son los primeros iconos de la mitología militar rusa. Sin embargo, Budionni tampoco se ha perdido en este iconostasio con su rápido Primer Ejército de Caballería que aterrorizaba a cualquiera que se atreviera a impedir su camino.
En el noveno episodio del pódcast ‘Huellas Rusas’ les ofrecemos un viaje a los años 30 del siglo pasado, cuando la población soviética estaba engullida por la fiebre del estajanovismo. Se trata de un movimiento de trabajadores, cuyo objetivo era aumentar la productividad del trabajo, bautizado así por el minero Alekséi Stajánov, que saltó a la fama literalmente de la noche a la mañana tras extraer más de 100 toneladas de carbón en un turno. Desgraciadamente, Stajánov no pudo dominar la lluvia de gloria que le cayó encima. Pese a que el Gobierno soviético acomodó su vida con todo el lujo posible al alcance de las manos, el Alekséi Stajánov hombre se alejaba cada vez más del Alekséi Stajánov mito, que había servido de herramienta para impulsar al proletariado desmoralizado. Descubran la historia de este obrero que acabó sus días tal y como los empezó: en el olvido.
En este nuevo episodio del pódcast 'Huellas Rusas' volvemos a la dimensión feminista de la historia rusa e indagamos en la biografía de la primera mujer embajadora del mundo, Alexandra Mijáilovna Kolontái. Ante sus ojos, el mundo se revolvió varias veces en guerras, revoluciones, cambios culturales o purgas políticas. Nuestra heroína tuvo suerte, no solo de contemplar algunos de estos sucesos como una espectadora ajena, sino también de participar febrilmente en otros. Oriunda de una familia burguesa, Kolontái no vaciló en rechazar el futuro de falsa felicidad que le habían programado y se nutrió de las ideas marxistas hasta tal punto que los bolcheviques le encargaron la difícil tarea de hablarle a los marineros de la Flota del Mar Báltico. Cualquier otro se hubiera acobardado, pero Kolontái era diferente a la masa. Descubran la historia de esta revolucionaria que hizo mucho por sacar a las mujeres del estado de amordazamiento en el que vivían con leyes tan evidentes desde la perspectiva de hoy, como la legalización del matrimonio civil o la fijación de la licencia por maternidad.
Hoy les traemos la historia del cosaco ruso Yemelián Pugachov, que hace ahora precisamente 250 años levantó a su comunidad, a los obreros y a los campesinos contra la emperatriz Catalina II, haciéndose pasar por su marido fallecido, Pedro III. Pugachov podría haber elegido el mismo camino que sus antepasados cosacos y continuar sirviendo fielmente a la corona rusa, protegiendo las fronteras del país. Sin embargo, la privación paulatina de los privilegios cosacos, el trato de los campesinos como esclavos y el trabajo sin perspectivas de los obreros fueron concentrando la ira popular que se extendió por vastos territorios, derramando a su paso océanos de sangre por la estepa rusa. Escuchen este nuevo episodio de 'Huellas Rusas' para entender las causas de aquella rebelión que el poeta Alexánder Pushkin resumió con las siguientes palabras: "sin sentido y sin piedad". No vamos a juzgar desde el presente la violencia generalizada que propugnaba entonces Pugachov, ni la 'misericordia' de las fuerzas oficiales. Esta historia sirve para comprender cómo se agrietó el pacto social que sustentaba entonces la frágil convivencia en el Imperio ruso.
Si algunos dieron por hecho que nuestro proyecto 'Huellas Rusas' se cerró por falta de héroes que iluminen el pasado de este país, ¡nada de eso! Hoy les contamos la historia del médico Nikolái Ivánovich Pirogov, que pasó a la historia como el padre de la cirugía militar de campaña y que entregó su vida para sacar del imaginario social la percepción de que con su profesión se torturaba y se mutilaba a la gente. A diferencia de lo que pensaban algunos, él no tenía una aguja mágica para coserles las cabezas a cuerpos decapitados, pero sí era el que les tiraba un salvavidas a los necesitados, intentando atenuar el dolor con éter o evitando amputaciones con el uso de vendas de yeso. La costumbre de Pirogov de decir la verdad frente a frente, a menudo lo privó de ascensos y de hacer uso del 'enchufe' o de favoritismos. Sin embargo, el médico prefería mantenerse firme, porque creía que ese era el camino correcto hacia el progreso. ¡Descubran la historia de este personaje que participó en varias guerras como médico y salvó a centenares de soldados, que en otras épocas hubieran estado condenados a muerte!
Hoy hacemos otro viaje al pasado para descubrir uno de los episodios más tristes en la historia rusa, el fusilamiento del emperador Nicolás II y su familia, a través de la biografía del médico real, Yevgueni Botkin.Pese a la 'generosa' oferta de los bolcheviques, este doctor prefirió quedarse con sus pacientes reales y cumplir con su deber hasta el final, sabiendo perfectamente qué destino le esperaba a la dinastía Románov. Escuchen el nuevo episodio del podcast Huellas Rusas para saber cómo el valor de la fidelidad puede sobrevivir incluso cuando el ambiente está impregnado de traición, cobardía y engaño.
Nuestro protagonista abandonó a su familia en pleno invierno para estudiar en Moscú, mintió sobre su procedencia, peleó con científicos extranjeros en la Academia de Ciencias y atrajo capitales estatales para construir un laboratorio químico en una época en la que el despilfarro en bailes y ceremonias parecía más razonable.Hoy en día son los empresarios quienes tratan de diversificar sus capitales para cubrirse de inclemencias de toda índole, mientras que los científicos suelen concentrarse en una o varias áreas específicas para no dispersar en vano las fuerzas. Lomonósov pertenecía a otra clase de individuos prácticamente extinta, ya que sus intereses abarcaban casi todas las esferas. Descubran la trayectoria de este personaje 'self-made' que, por cierto, proviene de la misma localidad que el narrador de este podcast.
En este episodio nos adentramos en la batalla de Sofía Kovalevskaya, quien logró romper la ceguera del mundo y traer una mirada fresca al universo de las matemáticas gobernado por hombres en el siglo XIX. No encontrarán a la heroína de hoy en las películas de Hollywood, pero es ella quien allanó el camino para promover la enseñanza superior entre las mujeres en Rusia y, de algún modo, a nivel mundial. Su vida, llena de peripecias y altibajos románticos, es uno de los ejemplos de lo que es el feminismo en su sentido tradicional.
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