DiscoverLos hijos del capitán Grant
Los hijos del capitán Grant

Los hijos del capitán Grant

Author: audiolibros@fcalzado.es (Francisco J. Calzado)

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Description

Mary y Robert, hijos del capitán Grant, parten a bordo del Duncan en busca de su padre, que ha naufragado; cuentan para encontrarlo con las indicaciones de un mensaje suyo hallado en el mar, dentro de una botella.
En la expedición que se inicia a bordo del Duncan suceden imprevistas y arriesgadas aventuras, tanto por mar como por tierra.
Esta obra es una de las más apasionantes y mejor logradas novelas de Verne tanto por la caracterización de los personajes como por su sugestiva ambientación en remotos y exóticos rincones del hemisferio Sur. El autor nos ofrece una narración de una profundidad inesperada al someter a sus personajes a situaciones que combinan la aventura con la reflexión sobre dilemas éticos y sociales.
70 Episodes
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Una vez reunidos todos los amigos en el Duncan, emprenden el viaje de regreso a Escocia, donde asistimos al recibimiento que se les ofrece y donde Santiago Paganel tiene ocasión de desvelar lo que cree que es un vergonzoso secreto y de cometer su última distracción en esta historia.
El capitán Harry Grant se reencuentra muy emotivamente con sus hijos. Tanto Grant como los dos marineros que le acompañaban se encuentran en buen estado, y narran su peripecia a los demás. Es de particular interés para Paganel el contenido exacto de los mensajes encerrados en la botella que desencadenó la búsqueda. Una alusión toponímica de dichos mensajes causó la perplejidad y vergüenza para el pobre geógrafo.
A bordo del Duncan reina el desánimo. Glenarvan está decidido a cumplir con su palabra y llevar a Ayrton a una isla desierta. Se dirigien a un islote situado en un remoto rincón del océano Pacífico, en el paralelo 37, cuando los hermanos Mary y Roberto escuchan, simultáneamente, un misterioso grito de auxilio que nadie más ha podido oir...
Ayrton por fin se aviene a contar todo lo que sabe acerca de la Britannia y del capitán Grant a cambio de que no se le entregue a las autoridades y se le deje en un lugar que reuna ciertas condiciones. La declaración de Ayrton sobre Grant y su buque se da por buena, y sirve a Paganel para corroborar una nueva interpretación del mensaje original enviado por Grant en la botella. Pero es una interpretación que sugiere un sombrío destino para Grant y la Britannia.
Glenarvan y sus compañeros de viaje debían decidir qué derrotero tomar en las próximas horas. Las esperanzas de encontrar al capitán Grant seguían desvanecidas, y únicamente cabía alguna posibilidad de éxito en tal empresa si Ayrton, o Ben Joyce, dijera el lugar exacto del naufragio de la Britannia, a lo que se negaba obstinadamente...
La ajustada huida de los fieros indígenas, unida al fuego de cañonazos que el Duncan abrió en defensa, crea una enorme tensión en Glenarvan y sus compañeros. Pero ese episodio de fuga culmina con éxito a bordo del Duncan, donde se suceden emotivos reencuentros. Todos tienen muchas preguntas para los tripulantes del yate, pero el principal enigma que quiere resolver el grupo de Glenarvan es el motivo por el que el Duncan cruzaba por la costa este de Nueva Zelanda...
La parte más arriesgada de la fuga se había consumado con éxito, pero quedaba la más fatigosa, la de recorrer la gran distancia que les separaba de la costa a través de un agreste paisaje y tratando de evitar cualquier encuentro con los naturales de Nueva Zelanda.
Los expedicionarios se refugian en su huída en el monte donde estaba enterrado el jefe maorí que había sido asesinado por Glenarvan, convertido así en tabú para los maoríes. Pero la férrea vigilancia a que los indígenenas lo tenían sometido hacía inviable cualquier intento de fuga. Sin embargo, la fértil imaginación de Paganel, unida a la audacia de los expedicionarios, idea un ingenioso sistema de fuga que requerirá de los esfuerzos conjuntos de los fugitivos.
Una frenética huida frente a una furibunda tribu con ansias de venganza, a través de un terreno escarpado y desconocido, sin demasiada ventaja de tiempo... Parece que nuestros amigos tienen su futuro sentenciado, pero en lo alto de un cerro se topan con una feliz circunstancia que les permite reavivar sus esperanzas de salvación.
No hay esperanza para nuestros amigos expedicionarios, que han sido condenados a muerte con las primeras luces del día. Custodiados por feroces guerreros en el centro del campamento indígena, tratan de resistir con entereza en sus últimas horas. Sin embargo, una inesperada intervención del exterior les ofrece nuevas perspectivas y un rayo de esperanza...
Los expedicionarios, cautivos, afrontan momentos difíciles. Su captores deben decidir si vivirán para ser canjeados por compañeros presos por los británicos o si deben morir para vengar la muerte de Kara Teté. Mientras tanto, asistimos a los preparativos y ceremonias que acompañan al funeral de un gran jefe maorí y continuamos sin conocer la suerte de Roberto Grant y Santiago Paganel.
Nuestros amigos son conducidos por sus captores a su poblado al lado del lago Taupo. Allí son importunados por algunos neozelandeses, pero protegidos por su jefe, que atisba la posibilidad de canjearlos por algunos de sus amigos que a su vez han sido hechos cautivos por lo europeos. En ese delicado equilibrio de intereses suceden hechos impactantes...
La situación de nuestros amigos expedicionarios cambia drásticamente al caer presos de los indígenas. A pesar de las adversidades, Glenarvan y sus compañeros mantienen la entereza y estudian sus posibilidades de evasión, que parecen remotas mientras no abandonen el recorrido del Waikato. En efecto, los cautivos son trasladados aguas arriba de este gran río, el más importante de la isla septentrional de Nueva Zelanda.
Glenarvan y sus compañeros deben llegar a Auckland, distante 80 millas del punto donde se encuentran. Para reducir la probabilidad de encontrar problemas con los habitantes de la isla planifican su recorrido por el interior, y el primer objetivo que se marcan es el de alcanzar la confluencia de dos ríos, situada 30 millas más al norte.
Los viajeros consiguen alcanzar trabajosamente la costa de Nueva Zelanda, y descubren un lugar apropiado para cobijarse temporalmente hasta recuperar fuerzas. Durante ese tiempo de descanso Paganel narra a sus compañeros los avatares de los naturales de Nueva Zelanda para librarse del dominio británico. A raiz de esta explicación a todos los expedicionarios les queda claro que aún les acechan muchos peligros que deberán esquivar para poder proseguir su búsqueda.
La espera en el Macquarie, varado en un arrecife, expone a los expedicionarios a una muerte segura. Esto les lleva al arriesgado intento por acceder a tierra a bordo de una balsa que construyen con los restos del buque naufragado, luchando contra las corrientes marinas e intentano sacar partido de las mareas y del viento.
El fracasado intento de desencallar al Macquarie obliga a nuestros amigos a tomar la decisión de construir una balsa que les permita ganar la costa neozelandesa antes de que los caprichos del océano hagan astillas a los restos del destartalado buque. Ese peligro seguro se opone al incierto destino que les aguarda en la costa, donde posiblemente deban evitar la voraz furia antropófaga de los nativos.
Los pasajeros del Macquarie deben asumir el control del buque ante la cobarde huida de su capitán y tripulación. Los expedicionarios se ponen a las órdenes de la competente guía del capitán del Duncan, John Mangles, para tratar de arrancar al Macquarie de su comprometida situación encallado en un arrecife.
El destartalado buque Macquarie avanza erráticamente hacia las costas de Nueva Zelanda, pero la incuria de su capitán y tripulación lo expone a graves peligros. La cercanía de la costa unida a un súbito cambio del tiempo exigen la intervención del capitán John Mangles y sus hombres para intentar esquivar el peligro de los escollos.
La singladura del Macquarie hacia Nueva Zelanda está a punto de llegar a su destino. En este episodio conocemos algunos de los impactantes y cruentos hechos que han propiciado que los naturales de estas islas sean temidos por su violencia.
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