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MEMORIAS DE RONDA
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MEMORIAS DE RONDA

Author: Faustino Peralta Carrasco

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Programa de Historia y Estudios de Ronda y la Serranía, donde hablamos en profundidad sobre su historia, sus monumentos, sus personajes, sus barrios, sus pueblos, sus leyendas, su belleza, su naturaleza, su arte, sus tradiciones... De una manera rigurosa pero amena, exhaustiva pero entretenida, intensa pero atractiva.
Desde MEMORIAS DE RONDA queremos contar la apasionante historia de una gran ciudad y su hermoso territorio.
153 Episodes
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En los episodios anteriores hemos hablado de las iglesias y algunos conventos existentes en este Barrio Sagrado de San Francisco: Espíritu Santo, Virgen de Gracia, Convento de San Francisco, y ahora nos vamos a extender un poco más, en el Convento del Patrocinio de San José, conocido como las franciscanas, pues creemos es el gran desconocido en nuestra ciudad, debido a su rigidez, rigorismo y austeridad en su clausura a lo largo de los siglos. En lo que respecta a su fundación, este convento es perteneciente a la segunda orden franciscana, seguidoras de Santa Clara de Favarone o de Asís. Fue levantado en la propiedad de su fundador D. Francisco Robledo y Ríos, beneficiado de la iglesia de Santa María la Mayor, en el año de 1664, durante el reinado de Felipe IV. Este convento del Patrocinio de la Virgen fue durante bastante tiempo el edificio eclesiástico que atesoraba un mayor patrimonio artístico en la ciudad de Ronda. Aunque en la actualidad conserva numerosas obras plásticas de gran valía, la Guerra Civil española supuso la pérdida y desaparición de verdaderas joyas artísticas, por parte de las milicias revolucionarias.
En el anterior episodio hablamos de la transformación urbanística que se fue produciendo en el arrabal Nuevo o barrio de San Francisco a lo largo de su historia y como se vertebra la unión con la Ciudad o antigua Medina, para pasar después a hablar de los conventos e iglesias que se fueron fundando durante su cristianización, lo que hizo siguiera manteniendo su carácter de Barrio Sagrado. Y hablamos de la iglesia del Espíritu Santo, que se construye en honor al domingo de Pentecostés, cuando fue conquistada a los musulmanes la ciudad de Ronda por el rey Fernando, y que después le daría un nuevo nombre al antiguo arrabal Alto intramuros del Almocábar, también llamado después barrio de la Mancebía... Hablamos a continuación de la iglesia de la Virgen de Gracia, de la relación de la Real Maestranza con el Barrio y del convento de San Francisco que le da nombre a todo el lugar.
En el anterior episodio hablamos de las fiestas que tuvieron lugar en Ronda y en todo el reino de Castilla en celebración de su conquista por el rey Fernando. Y como en su honor, cada aniversario de la Toma (en el día segundo de la Pascua de Pentecostés) salía esta procesión de la iglesia de Santa María la Mayor y se dirigía al Espíritu Santo: la procesión de la Toma de Ronda, que se perdió. Hablamos también de los cambios que se produjeron en el arrabal Alto después de la conquista, que pasó a llamarse barrio del Espíritu Santo tras su cristianización, y como este fue ampliándose extramuros dando lugar al arrabal Nuevo o de San Francisco, con los comerciantes que allí fueron instalándose, lo que da comienzo a su vez a la instauración de una feria franca, tal y como tenían lugar en otras ciudades castellanas. Poco a poco el arrabal Nuevo se va ampliándose y poblando de nuevos vecinos. En el Barrio se asentaban principalmente medianos y pequeños propietarios, y también arrendatarios y aparceros de las propiedades de los grandes terratenientes y de la Iglesia, produciéndoos una importante transformación urbanística. Paralelamente, en toda la zona, haciendo honor históricamente a su carácter sagrado se van fundando iglesias y conventos, como el del Espíritu Santo, que trataremos con mayor profundidad.
En el anterior episodio seguimos exponiendo razones que refuerzan la idea de que estamos antes un barrio sagrado, este tan popular y querido por todos los rondeños de San Francisco. Por encontrarse allí el Almocábar, el antiguo cementerio musulmán. Porque el ataque final a las murallas para la conquista castellana de Ronda se llevó a cabo por la zona donde se encontraba la torre de las ochavas, y la mezquita principal, hoy iglesia del Espíritu Santo; por haber sido tomada la ciudad un domingo de Pentecostés, de ahí el nombre, festividad litúrgica muy celebrada por la Iglesia Católica. Las llaves de la ciudad, por parte de las autoridades moras, les fueron entregadas al rey Fernando en la misma puerta del Almocábar, y desde allí su ejército penetró al interior de la Medina. Conquista de Ronda que tuvo un gran eco y se celebró en todos los pueblos de Castilla. Pues bien, una vez conquistada definitivamente la ciudad, se organizaron grandes celebraciones y funciones, el cortejo real visitaba los lugares más emblemáticos. Cada aniversario de la Conquista (en el día segundo de la Pascua de Pentecostés) salía esta procesión de la iglesia de Santa María la Mayor y se dirigía al Espíritu Santo. Aquel Arrabal Alto, constreñido entre la primera y segunda línea de murallas, comienza a expandirse y, fuera de los muros, en el antaño llano del bosque sagrado romano, primero y del cementerio general islámico, después, dijo lugar al un nuevo arrabal: el de San Francisco.
En el anterior episodio explicamos algunos fenómenos o características que poseen los lugares mágicos y también los considerados sagrados. Y comenzábamos a fundamentar las razones por las que calificamos el antiguo arrabal de San Francisco como un Barrio Sagrado: por las necrópolis prehistóricas cercanas, por la aparición allí de la figura del “Gigante de Ronda”, que parece ser se trata un dios hitita fenicio; por encontrarse en el llano de extramuros de la antigua Arunda romana, el bosque de los Césares, el bosque sagrado de los romanos; por el cementerio aparecido, con evidencias también de enterramientos romanos, en su primera fase de uso, en el cerro de los Peñones o de los Canchos; por la temprana cristianización de nuestra comarca que se introdujo en la península desde el norte de África y, por tanto, siguió las rutas de penetración de otras religiones y cultos orientales en el occidente romano, y una de ellas era acceder al interior salvando el Estrecho y atravesar nuestra Serranía y este lugar era puerta sur de entrada a Ronda; por las cercanas cuevas mozárabes de San Antón; por la aparición diseminada por el territorio arundense de los famosos ladrillos con simbología cristiana y también judía “Bracarius”. Pero hay muchas más razones, en las que vamos a seguir avanzando, como la de encontrarse aquí el Almocábar, el cementerio musulmán y la toma cristiana de Ronda el día de Pentecostés, festividad del Espíritu Santo.
El pasado año, 2024, se cumplió el 450 aniversario de la Hermandad de Santo Entierro de Ronda. Con tal motivo se celebraron con gran júbilo y solemnidad multitud de actos litúrgicos, formativos, culturales, caritativos y sociales, para conmemorar tal efeméride. Todo un acontecimiento en la ciudad rondeña, pues se trata de la cofradía más antigua de cuantas existen, ya que data del año 1574, creada durante el reinado de Felipe II. La razón principal de la existencia de estas cofradías era reforzar en el reino de Granada la religiosidad de los conversos, como ya se hacía en el reino de Castilla, y acoger en ellas a los repobladores cristianos que hasta aquí fueron llegando. La Cofradía del Santo Sepulcro, además nace por la propia necesidad de los habitantes del entonces arrabal Nuevo o de San Francisco, que no podían permitirse el coste de las misas de culto para la purificación de sus almas. Cada vez que moría algún integrante de esta Cofradía, los pedidores salían por las calles del Barrio para recaudar fondos, tradición que quedó arraigada en nuestra historia, pues cada Lunes Santo se realiza la pedida por toda la ciudad, a través de parejas de pedidores con bolsa y campana en ristre. Pues bien, para tal conmemoración se me pidió como Cronista Oficial un trabajo de investigación y difusión histórica sobre nuestro, querido por todos, barrio de San Francisco, que conjuntamente con otras plumas, próximamente, según me dicen, verá la luz. No obstante, me ha parecido oportuno darlo a conocer a través de este programa y poder disponer del mismo oralmente, a través de los podcasts que semanalmente emitimos. Sin duda estamos ante un lugar mágico y también sagrado, que a lo largo dude algunos episodios iremos demostrando.
Ya en el episodio anterior pasamos a describir las partes de la Iglesia Mayor y los diferentes estilos que contiene la arquitectura del templo, tanto en el interior como en su exterior, debido a lo prolongada de su construcción que duró dos siglos. No habiendo podido llegar a la categoría de catedral, como ya apuntamos, la iglesia quedó como Real Colegiata, dotada del cuerpo de Beneficiados que pervivió hasta el año 1924, en que murió el último Beneficiado, don Juan Cabrera. Pues bien, existen un buen número de elementos ornamentales y artísticos muy interesantes y de gran valor que se encuentran en el interior del templo como: los distintos altares alrededor del mismo, en el que destaca el Alta Mayor, en la parte renacentista. El altar de Ntra. Sra. de Gracia, imagen traída de su ermita en el barrio de San Francisco. El altar de la Virgen de la Cabeza, imagen que todos los años sale de Romería desde el siglo XVIII. El altar del Sagrado Corazón, donde se encontraba, junto al baldaquino, el retablo de Nª Sª de los Ángeles. El altar de Nuestra Señora de la Luz, antiguo de San Juan de. Dios, que perteneció a la antigua capilla de la Caridad del Hospital de los Reyes Católicos, hoy desaparecido; a igual que el altar de San Antonio. Opuesto al Alta Mayor, en la parte gótica, se encuentra el Altar del Sagrario, de estilo barroco de finales del siglo XVIII. El fresco del pintor rondeño José de Ramos de 1798, de San Cristóbal, patrón de Ronda. El altar en el que hoy se sitúa el Simpecado de la Virgen del Rocío. El retablo de Ntra. Sra. del Mayor Dolor, atribuida por unos a Montañés y por otros a “La Roldana” (s. XVII), una de las joyas más preciadas de la imaginería rondeña. El altar de San José, que se realizó en Granada y se colocó en el año de 1950. Otro altar de la iglesia es el de Nº Padre Jesús de la Salud y María Santísima de. la Amargura, pertenecientes a la popular Hermandad de. los Gitanos de Ronda. En el centro de la iglesia, entre la parte gótica y renacentista, se encuentra el Coro, un grandioso mueble tallado en dos alturas, donde se sentaba el cabildo eclesiástico para realizar sus cantos. En el trascoro, fue colocado en el año 2000 un grandioso retablo en bronce, de extraordinario valor artístico, compuesto por 14 relieves que representan cada paso o estaciones del Vialucis Mariano, obra del escultor sevillano Paco Parra. Y a destacar también los murales de la pintora francesa Raymonde Pagégie; así como la lámpara del Centenario, realizada en 1994 para conmemorar el Año del Centenario de la Beatificación de Fray Diego José de Cádiz.
La prolongación de las obras durante dos siglos se aprecia perfectamente en el templo, donde se mezclan los diferentes estilos constructivos, desde el gótico final, imperante cuando se levantó el nuevo templo, hasta el barroco. Al primer período pertenecen las tres naves en que se divide el templo, separadas por arcos apuntados del gótico tardío, sobre pilares recubiertos con baquetones y capiteles corridos con decoración de cardina. A esto hay que añadir la parte del crucero y la cabecera, donde se muestra un estilo manierista, más grandilocuente con respecto al cuerpo de la iglesia, que recuerda a la catedral de Málaga. Realmente, son dos iglesias unidas, una formada por un cuerpo de tres naves de distinta altura y la otra de planta de salón con naves a igual altura, pero más elevada con respecto a la primera. La iglesia tiene cuatro portadas laterales, dos que dan entrada por la parte antigua o gótica, en el lateral izquierdo, y otras abiertas en las hornacinas en la parte más moderna renacentista, en el lateral derecho. Posee una torre muy singular, ya que es un auténtico compendio de influencias diversas: musulmanas, mudéjares, góticas y clásicas del XVI y el XVIII, lo que no le impide curiosamente en todo su conjunto una coherencia claramente mudéjar, integrándose cada estilo con gran sentido. Muy interesante, desde el punto de vista arquitectónico, es la capillita que se encuentra adosada al lado izquierdo de la torre de la Iglesia Mayor, cuya cubierta es un riquísimo artesonado mudéjar octogonal. En la fachada frontal de la iglesia, vemos también unas galerías o balconadas superpuestas, que servían para presenciar desde ellas las justas, espectáculos y corridas de toros que se celebraban en esta antigua plaza Mayor, que ocultó la entrada principal de la iglesia construida en el siglo XVII.
En su magnífico trabajo publicado en el nº 38 de la Revista Baética, Miguel Soto Garrido nos hace un recorrido por los avatares durante todo este tiempo, que la principal iglesia de Ronda sufrió, aclarándonos la confusión repetida, a lo la largo de los años, de la fecha del terremoto de 1580, habido en Lisboa, que para nada afectó a Ronda, con el de 1680, acaecido en Málaga y que sí dañó gravemente a la Iglesia Mayor rondeña. Así como las dificultades por las que pasó la ciudad para financiar las obras necesarias tras la tragedia. Por lo que los munícipes se plantearon diversas fórmulas en la búsqueda de fondos económicos: nuevos arbitrios locales, cuya gestión no se llevó con acierto y, por tanto fracasó, y recabar parte del diezmo eclesiástico, a lo que el obispado se negó en rotundo, incluso a nivel local tampoco cuajó la idea, porque, no sin razón, se trataba de desvestir a un santo o a varios para vestir a otro. Lo que hizo exclamar al propio beneficiado y presidente de la iglesia de la Encarnación la célebre frase para la historia de Ronda: “era vigor pretender reedificar un templo muerto con el atraso y destrucción de los templos vivos”. Finalmente, en 1700, se acordó sacar las obras de la iglesia a pregón o concurso público; la adjudicación de la obra no fue acertada debido al incumplimiento de los términos y plazos estipulados en la escritura. Pero no solo quedaba ahí la cosa, sino que además la obra realizada presentaba graves defectos. Todo acabó con el embargo y venta de los bienes del maestro adjudicatario y con sus huesos en la cárcel. La conclusión de la fábrica de. Ala iglesia se hacía interminable, tras un largo y variado periodo de infortunios, no se consejería hasta finales de XVIII.
Dejando atrás las reconstrucciones que recibió la torre a causa de dos rayos producidos por fuertes temporales, durante el llamado “siglo maldito”, el XVI. Ya en el siglo XVII, en 1649, Ronda se vio afectada por la peste bubónica; y a finales de la década de los setenta se inició una nueva epidemia de peste negra, conocida como cartagenera, por ser este el primer puerto afectado. La plaga llegaría a Málaga en el verano de 1678 para extenderse por el interior. Estas circunstancias no hicieron más que agravar la difícil situación que vivía Ronda a finales del XVII, a la que habría que sumar el devastador terremoto que se desencadenó de forma casi simultánea a la tragedia de 1678. El 9 de octubre de 1680 una profunda sacudida terrestre se dejó sentir en Andalucía, con especial fuerza en Málaga. El epicentro se situó cerca de la capital causando estragos en la misma, así como en las poblaciones de su entorno, pero llegando a sentirse también en localidades más alejadas como fue el caso de Ronda, siendo la Iglesia Mayor, nuevamente, uno de los edificios más afectados, así como el propio corazón de la ciudad, aunque en menor cuantía. La búsqueda de fondos económicos era perentoria: la peste de 1678-79 había retrasado el cobro de la recaudación de las rentas de la localidad y de los propios. Ante tal dilema únicamente había dos vías por explorar: los arbitrios locales y el diezmo eclesiástico. Ambas fórmulas no estuvieron exentas dude controversia. Ya en 1700 se licitaron las obras a pregón o concurso público.
En este nuevo episodio vamos a tratar sobre el proceso de construcción de la iglesia de la Encarnación de Ronda, conocida popularmente como la Iglesia Mayor o de Santa María, sin duda el templo cristiano más importante de la ciudad y el más representativo. Vamos a tener en cuenta en nuestro programa las contribuciones de muchos de los cronistas locales, estudiosos, investigadores y una importante cantidad de fuentes documentales, a las que nos iremos refiriendo. En primer lugar, sus orígenes como lugar de culto datan desde la época medieval. No obstante, su proceso de construcción como iglesia se remonta a cuando los Reyes Católicos conquistaron la ciudad en 1485 y consagraron el templo al cristianismo, cuya edificación se prolongaría hasta el siglo XVIII. En su levantamiento, no solo enfrentaría múltiples desastres naturales de diferentes tipos que afectaron directamente al edificio, sino también una serie de problemas que obstaculizarían el funcionamiento efectivo de todo el templo hasta finales, prácticamente, del antiguo régimen. En el lugar, antes de la conquista, se encontraba la Mezquita Mayor o Aljama. Después de la caída de plaza rondeña, este templo musulmán fue reconvertido, como decimos, al catolicismo en medio de las dinámicas existentes de conversión de cualquier ciudad musulmana conquistada hacia el mundo cristiano en todos los aspectos.
La ardua tarea de investigación histórica realizada por Alice B. Gould, le llevó a los Archivos de Indias y al General de Simancas (Valladolid), dedicando cuarenta años de su vida a la investigación colombina. Y entre los tripulantes en la nao Santa María descubre que se encontraba un vecino de Ronda, Rodrigo Sánchez de Segovia, con una de las más importantes funciones dentro de la flota descubridora: la de Veedor-Contador, por designación directa de los RR.CC. Rodrigo Sánchez de Segovia era una persona de confianza de los reyes, ya que sirvió a estos durante la Guerra de Granada y, en especial, en la toma de Ronda en mayo de 1485. Como experto en pólvora y otras municiones, intervino en el abastecimiento de pertrechos y bastimentos necesarios para el sitio de la ciudad rondeña durante su asedio y conquista. El oficio Veedor-Contador era el funcionario, directamente nombrado por los reyes y de su máxima confianza, encargado de supervisar y controlar diversos aspectos de la expedición colombina, especialmente en lo que respecta a la administración de suministros, gastos y la gestión de bienes. Su función principal era prevenir el fraude y asegurar la correcta utilización de los recursos, tanto en la preparación de la flota como durante la travesía y el regreso. En el desembarco de las primeras tierras descubiertas, Colón va acompañado por los dos capitanes Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez Pinzón, cuyos descendientes se establecerían en el siglo XVII en Ronda, sobre lo que hablamos en el anterior episodio. Posteriormente, se produce la toma de posesión de la tierra en nombre de los reyes ante el veedor rondeño Rodrigo Sánchez de Segovia y el escribano Rodríguez de Escobedo, quien levantó acta. La importancia de este hecho es capital, porque supone la confirmación de haber logrado la misión, con un vecino de nuestra ciudad como uno de los principales testigos y que aparecen junto a Colón en tan trascendental momento histórico, para dar fe de ello en favor del Rey y la Reina.
Alice Bache Gould Quincey, investigadora infatigable estadounidense, buscó y rebuscó, durante más de cuarenta años, hasta encontrar todos los nombres de los tripulantes de las tres carabelas del Descubrimiento. Donde aparece un vecino de Ronda, Rodrigo Sánchez de Segovia (como veedor-contador de toda la Armada, del que hablaremos más adelante) y, como no, los hermanos Pinzón, Martín, Vicente y Francisco. Alice Gould, cuando en el primer cuarto del siglo XX marcha a Palos y Moguer para saber de la vida y los vestigios que quedan en la población de estos tres hermanos marinos, comprueban que un descendiente de ellos en el siglo XVII, en 1626, marchó a Ronda para casarse con una rondeña. De este Pinzón de Moguer derivan los Pinzón de Ronda, que con los años se han multiplicado en diversas ramas, pero parece seguro que este apellido, hoy muy conocido y popular en nuestra ciudad, proviene de aquellos insignes marinos, indispensables en el Descubrimiento de América. Pero antes de explicar todo esto, retrocedamos al origen de esta familia, esencial en el Descubrimiento de América.
En el presente episodio vamos a tratar las provisiones que ordenan los RR.CC para que Colón pueda realizar su proyecto de navegación, tras el compromiso real definitivo de apoyar y financiar su empresa, tal y como se recoge en las Capitulaciones de Santa Fe. Las provisiones que los Reyes Católicos dieron a Cristóbal Colón para su viaje fueron de dos tipos: económicas y de tipo legal o administrativo. Económicamente, los reyes financiaron parte de la expedición, aunque Colón también tuvo que conseguir fondos por su cuenta. Se emitieron órdenes reales para que las villas de la costa andaluza, especialmente Palos, colaboraran con la expedición. El 30 de mayo de 1492: Los Reyes Católicos ordenan que las naves de Palos de la Frontera (Huelva) se pongan al servicio de Cristóbal Colón. Se ordena a sus vecinos servir a la Corona. Colón eligió esta alejada comarca del Tinto-Odiel como base de sus actividades marineras, por tanto, porque allí había buenos y cursados hombres de la mar; porque ya tenía de ellos algunos conocidos y amigos; por el conocimiento y devoción que tenía y la ayuda de fray Juan Pérez, guardián del monasterio de La Rábida y fray Antonio de Marchena, el fraile astrólogo; y porque, los reyes tenían obligada a la villa de Palos, por delito, para que sirviesen a Sus Altezas con dos carabelas. Finalmente de Palos sólo se preparó una de las carabelas; la otra se aprestó en Moguer, y la nao Santa María vino, probablemente, con su tripulación a bordo, del Puerto de Santa María. Con cierta facilidad Colón consiguió los barcos, pero inesperadamente no contaba con la dificultad de encontrar la tripulación necesaria. Ningún marino quería enrolarse a semejante locura de viaje, absolutamente temerario.
En el anterior episodio nos quedamos en que, tras la toma de Granada, la reina Isabel reúne de nuevo a su Consejo Real para que dictamine, por última vez, la viabilidad del proyecto colombino. Habida cuenta el dictamen adverso de la mayoría de sus consejeros, frente a ello no resultaba prudente seguir manteniendo una situación que a nadie beneficiaba, y menos que a otros a Colón, impaciente por encontrar otras ayudas para su empresa. Ella había hecho en favor del pobre marino todo lo que buenamente pudo, manteniéndolo en su corte a despecho de un ambiente hostil, nada propicio. Pero ya no podía seguir sosteniéndolo. Todo parecía definitivamente perdido. Sin embargo, en aquellos momentos críticos, en el último instante, la providencial intervención de algunos amigos del aventurero cerca de los soberanos iba a cambiar la cara de los acontecimientos. La providencial gestión del aragonés Luis de Santángel con la reina católica en pro del desventurado marino, cuando éste había salido ya de la corte y se encontraba camino de Córdoba, fue decisiva en el radical cambio de la situación. A ello hay que sumar la iniciativa personal del rey Fernando, a quien en última instancia, decide encomendar el asunto, no a una comisión especial, sino a dos personas exclusivamente: fray Hernando de Talavera y fray Diego de Deza. Colofón de estas conversaciones con la reina y el rey fue la vuelta del navegante al campamento de Santa Fe. Colón se hallaba ya a dos leguas de Granada y hasta allí fue enviado el aguacil de la corte para hacerlo tornar, desde Pinos Puente. Una vez de nuevo en la corte se ordena al secretario del rey, Juan de Coloma, redacte las capitulaciones con Cristóbal Colón, en las que se recogerían las condiciones de unos y otros para llevar a cabo el proyecto colombino. La cual sería inscrita en el registro oficial de la cancillería de Aragón.
En el anterior episodio nos quedamos en que, totalmente decepcionado por las continuas dilaciones que se le estaba dando a su proyecto por los RR.CC. debido principalmente al alargamiento de la guerra granadina, Cristóbal Colón llega por segunda vez al convento de Palos, cuyo guardián era su viejo amigo, el fraile astrólogo, fray Antonio de Marchena. Por estos días vive en Palos un valeroso y acaudalado marino que pocos meses después va a tener una intervención decisiva en la empresa descubridora del genovés. Se llama Martín Alonso Pinzón La respuesta de doña Isabel a su antiguo confesor no se hizo esperar. La soberana escuchó la súplica de su confesor y se apresuró en hacerle venir a la Corte. Finalmente, removidos los últimos obstáculos que se oponían a la rendición de la plaza, el 30 de diciembre de 1491, fueron ratificadas las capitulaciones de entrega de Granada, la cual se efectuó, como de todos es sabido, el 2 de enero siguiente, es decir, veintisiete días antes del límite máximo previsto en el convenio. En este postrer trimestre de 1491 es cuando debieron ocurrir los últimos acontecimientos colombinos de aceptación del proyecto: Nuestro marino debió de llegar a Santa Fe en el mes de diciembre, algunos días antes de la entrega de la ciudad a los reyes de Castilla, acontecimiento que tuvo la dicha de contemplar. Momento glorioso éste, bien grabado en su memorial y que describe en su “Diario de a bordo”. Como en la ocasión anterior (1486-87), también fue convocada la Asamblea del Consejo Real, y de nuevo fueron consultados los peritos en astronomía, astrología y cosmografía, y los expertos en navegaciones: filósofos y astrólogos y cosmógrafos... marineros y pilotos... En las reuniones de Salamanca y Córdoba de tiempo atrás hubo unanimidad en el rechazo de los proyectos del aventurero. ‘Némine discrepante’, todos los convocados por el prior del Prado consideraron imposible la empresa sometida a su consideración. En cambio, en la ocasión presente, «las opiniones [de los asambleístas] estaban divididas.
La irreductible actitud de los granadinos, dispuestos a todos los sacrificios para defender la ciudad, hacía pensar en una larga y cruenta campaña, que exigiría enormes contribuciones de hombres, pertrechos y vituallas, casi imposibles de soportar ya por los fatigados castellanos después de ocho años de lucha continua. Sin embargo, pese a todo, el esfuerzo final y supremo había que hacerlo. Así lo creen nuestros soberanos, y, firmes en su propósito, se disponen, con la celeridad que caracterizaba todas sus actuaciones, a dar las órdenes oportunas para organizar con sumo cuidado la gran campaña del año venidero. Dispuestos a terminar definitivamente la guerra, ordenan la movilización general de sus súbditos. A finales del abril de 1491 comienza el asedio del último baluarte musulmán en España. Un poderoso ejército cristiano acampa y se atrinchera delante de la ciudad. Todo dispuesto conforme a las reglas de la disciplina militar ante una ciudad rodeada de murallas, torreones de piedra de extraordinaria solidez y de la cual los mercaderes genoveses –huéspedes del mundo entero que en ella habitan– aseguran unánimemente que es la más grande ciudad fortificada que existe bajo el sol. Pero a los dos meses de asedio, tal esperanza de nuevo no se iba a ver confirmada por lo acontecimientos posteriores. El 14 de julio se incendia el campamento cristiano, que queda casi totalmente destruido. Los reyes mandan levantar en su lugar una pequeña ciudad, bautizada como Santa Fe. Colón, mientras tanto, pierde totalmente las esperanzas, decide abandonar la corte y trasladarse a Francia, donde reina Carlos VIII; pero, al intentar poner en práctica su propósito, encaminándose a La Rábida, se encontrará de nuevo en este convento con los dos frailes franciscanos, fray Antonio de Marchena y fray Juan Pérez, que le obligarán a detenerse y gestionarán con la reina para hacerle regresar a su corte. Por estos días vive en Palos un valeroso y acaudalado marino que pocos meses después va a tener una intervención decisiva en la empresa descubridora del navegante, se llama Martín Alonso Pinzón.
Fracasadas pues sus sucesivas gestiones en Castilla y Portugal, Colón regresa a Castilla donde tiene a su hijo Diego y a Beatriz Enríquez de Arana, que acaba de dar a luz a su hijo Hernando (15 de agosto de 1488), dispuesto a marchar a Francia. Es fácil es suponer el estado de ánimo del navegante, completamente abatido ante la inutilidad de sus anteriores esfuerzos y la perspectiva de tener que volver a comenzar otra penosa negociación en el país vecino, con el riesgo de que mientras tanto los portugueses lograran alcanzar la India, meta de sus afanes. Dada la estrecha vinculación de la casa ducal de Medina Sidonia con el convento de Santa María de la Rábida, Marchena, ex guardián del monasterio de Palos, el fraile protector de Colón es el que lo pone en contacto con el duque. Pero finalmente el intento fracasa. Colón informó posteriormente al duque de Medinaceli de su empresa. Incluso, compadecido el duque de la pobreza de su huésped, ordena se dé a Colón todo lo necesario para su subsistencia. Colón pide al duque «tres o cuatro carabelas» bien «proveídas de comida para un año y para más, y de rescates»…
A pesar de la seguridad que sentía Colón en su proyecto de navegación hacia el Oeste en el que alcanzaría las costas orientales de la India y su tenacidad en defender sus argumentos, como venimos contando en los episodios anteriores, finalmente el dictamen de la comisión o de la Junta examinadora del proyecto colombino fue adverso. La empresa ofrecida por Colón a los soberanos españoles era absolutamente impracticable. Los argumentos y razones esgrimidos por Cristóbal Colón ante los técnicos castellanos no convencieron, ni poco ni mucho, a éstos. Era de todo punto imposible llegar a la India, al Cathay y al Cipango por el camino que Cristóbal Colón proponía. Y en este sentido acordaron informar a los soberanos. Málaga se entregó a los Reyes Católicos el 18 de agosto de 1487. Inmediatamente después de la rendición de Málaga, Colón viaja hasta allí, llamado por los RR.CC., después de la entrega de la ciudad, para darle la respuesta de su resolución contraria a su proyecto. Aunque esta fue un tanto ambigua. Según cuenta su hijo Hernando sus Altezas respondieron al Almirante que estaban ocupados en muchas otras guerras y conquistas, y especialmente en la de Granada, que hacían entonces, de modo que no tenían comodidad de atender a una nueva empresa; pero con tiempo se encontraría mejor oportunidad para examinar y entender lo que el Almirante ofrecía. La respuesta regia a Colón es tan hábil como vaga. No le despiden definitivamente, como era lógico después del dictamen absolutamente adverso de sus técnicos, pero le dan a entender que por el momento no les interesa el asunto.
En el episodio anterior explicamos en qué consistía el proyecto de navegación colombino, hacia el oriente de las Islas de Cipango y el Cathay, la India del Gran Khan. Fue en su segundo viaje, tras una corta y feliz travesía de veinticinco días cuando finalmente encuentra esas islas señaladas en su carta de navegación, que estaban exactamente a 750 leguas de la isla de Hierro, en las Canarias. Fue el 3 de noviembre de 1993, de madrugada, cuando Colón avistó por fin una isla a la que bautizó con el nombre de La Deseada, estas y otras aledañas eran las que estaban reflejadas en su carta marítima a la distancia indicada (Todos Sanctos, Marigalante, Guadalupe, Guadalupe o la Dominica). Con este hallazgo, totalmente previsto en su mapamundi, el Almirante triunfaba en toda línea. Había encontrado las islas que con tanto afán buscaba, situadas a la distancia exacta anunciada por él a sus compañeros del primer viaje antes de abandonar la isla del Hierro. Sus iniciales cálculos no estaban equivocados. Había cumplido la promesa hecha a los reyes, a los de la junta y a los tripulantes, de encontrar islas, y entre ellas la que evidentemente creía el Cipango, a 750 leguas de las Afortunadas. Entonces la gran pregunta que nos hacemos, ¿Colón estaba en un error en cuanto al encuentro con esas primeras islas? Pues diremos: Sí y no ¿Y como señaló con total clarividencia que, exactamente, a 750 leguas de las Canarias, 4500 Km, se encontraban unas islas precursoras del Cipango (Japón)? Intentaremos dar respuesta a todo ello.
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