Discover
Medita.cc
Medita.cc
Author: P. Ricardo Sada F.
Subscribed: 163Played: 11,571Subscribe
Share
© Copyright Medita.cc
Description
Pláticas de contenido espiritual, también llamadas “meditaciones”. Pueden ser una ayuda para tu trato con Dios. Estas meditaciones han sido predicadas por el Pbro. Ricardo Sada Fernández y han sido tomadas de la página http://medita.cc
2577 Episodes
Reverse
Profunda oración del cardenal Newman: “Bien sabes, Señor, que lo que el hombre necesita no es una guía visible, sino ante todo y sobre todo una ayuda interior. No te has contentado con corregir en Él lo que está en la superficie… has querido penetrar en el alma del hombre, y te alejaste de él corporalmente para volver a él en el Espíritu”. El gran regalo del Espíritu Santo que elimina en su raíz todos los males.
¡Viva Cristo Rey!, repetimos hoy con tantos mártires que han confesado la realeza de Cristo derramando su sangre. Deseamos que Jesús reine en cada una de nuestras facultades y potencias. Hacemos la afirmación de su reinado con mayor intensidad, al comprobar que tantos corazones lo rechazan. Démosle ese consuelo, deseando que ese reinado se haga inseparable en cada uno de nuestros momentos.
León XIII consagró el género humano al Sagrado Corazón de Jesús en el año 1900. San Pío X repitió la consagración, y después Pío XI que, en 1925 la puso el día de Cristo Rey. ¿Qué significa estar consagrados a ese Corazón misericordioso? Que el nuestro aprenda a permanecer ahí, para que, desde ese hondón de la persona, todas mis acciones sean misericordiosas.
Los protestantes no tienen razón cuando dicen que la devoción a la Virgen es una invención medieval. Ya en el siglo III la oración “Bajo tu amparo” nos muestra que Ella está presente desde el principio. El cristiano de Alejandría que la compuso sentía la urgencia de una madre que los protegiera de las persecuciones. Nosotros, que continuamos llamándola bienaventurada, también la necesitamos.
Noviembre es un mes escatológico: comienza con los fieles difuntos y termina poniéndonos ante los acontecimientos del fin del mundo. Pero la culminación es una fiesta de esperanza y alegría: la Solemnidad de Cristo Rey. Llama la atención que la liturgia de esta Solemnidad traiga a colación la cruz: y es porque Jesús es un Rey crucificado. La insignia de este reinado es la Cruz, y tiene palabras clave: austeridad, mortificación, pobreza, sobriedad, templanza, desprendimiento…
Esa frase se la dijo alguien a san Josemaría, y él respondió: “Reza para que esté cada vez más loco”. Loco, loquito de amor a Dios. Porque también Dios está loco, loco de amor por el hombre. ¿No es locura el tamaño del Universo? ¿Y no lo es la ingente cantidad de seres humanos que pueblan y han poblado la tierra? Pero, sobre todo, ¿no es la Eucaristía una locura de amor?
“Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias” (Is 42, 1). Invitación del Padre celestial: nuestra vida se nos va en mantener esa mirada de la mente y del corazón. ¿Cuál es la historia de mis comunicaciones con el Señor? ¿Cuál, la historia de mi intimidad con Él? Vivir en los pronombres: Tú, yo. Cuando oras, todo Dios está volcado sobre ti.
El misterio del Espíritu Santo en nosotros no es sensible, pero su acción es incesante. Vivifica nuestros huesos secos (Ezequiel, c. 27), nos introduce en los modos divinos haciéndonos capaces de vivir de acuerdo con esos modos. Actúa respetando nuestra libertad, sin avasallar: y de ahí la necesidad de estar atentos.
Tanto ama Jesús a sus ovejas, tal es el ansia de su Corazón por salvarlas, que entrega su vida para lograrlo. Le duelen las que se pierden, le duele por el sufrimiento de ellas y por la pena de su propio Corazón. Y nos envía a recobrarlas, a llevarlas a su redil. Es la tarea más trascendente a que podemos dedicarnos sobre la tierra. En rigor, es la única tarea a la que vale la pena dedicar la existencia.
En nuestro empeño por conocer cómo es Jesús, Él nos da una pista segura: es humilde. “Vengan a mí”, decía, llénense de mí y entonces llenarán su interior con mi Persona. Es la manera más profunda de humildad: prescindir del yo para vivir en Otro. Tres cosas hacen falta para ser santo, decía san Agustín: “la primera, la humildad, la segunda, la humildad, la tercera, la humidad”.
San Pablo dice a los Gálatas que “sufre dolores de parto hasta que Cristo sea formado” en ellos. De manera que no se trata solo de una mera imitación de Cristo sino una verdadera transformación en Él. Nuestra vida es llenarnos de Cristo, en unión profunda con Él para que podamos actuar como Él. Veremos con sus ojos, oiremos con sus oídos, querremos con su Corazón.
Ante la enseñanza de Jesús expuesta en la parábola del buen samaritano, queremos evitar la actitud del levita y del sacerdote, que “pasaron de largo”, sin detenerse ante el malherido. A nuestro lado siempre hay alguien que necesita misericordia, no dudemos en vivir esta actitud tan cristiana. Oración de santa Faustina: “Haz, Señor, que mis ojos sean misericordiosos, que mis oídos sean misericordiosos…”.
San Lucas (17, 11-19) presenta el episodio de los diez leprosos que fueron curados. Solo uno volvió a agradecer a Jesús su curación, y la reacción del Señor nos hace ver que le importa mucho nuestro agradecimiento… porque nos quiere. Valora nuestra gratitud, y la espera. San Benito de Nursia recomienda que ante cualquier circunstancia se diga Deo gratias!
Para agradar a Dios no basta el cumplimiento de lo externo: Él pide la vida afectiva, la totalidad del amor. Dos amores fundaron dos ciudades: se trata de vaciarnos del amor propio para llenarnos del amor de Dios. ¿Está mi vida afectiva colmada del amor a Jesús?.
Los dioses griegos aparecían inciertos: con ellos no se sabía a qué atenerse, un día defendían a una persona y al día siguiente se volvían en su contra. El Dios cristiano es siempre coherente: ha venido a iluminar todas las situaciones humanas, incluidas las del sufrimiento. El Crucificado ha llenado el dolor con su presencia. El sufrimiento es un lugar para ejercitarnos en la esperanza (encíclica Spe salvi).
En el día del Señor se nos preceptúa gozar de la alegría que conlleva una jornada especialmente dedicada a Él. La ausencia de trabajo externo nos permitirá la paz que precisamos. Estamos invitados a recoger nuestro corazón, a entrar en la morada interior donde Dios habita. El que ama comprende la inmensa dicha de estar solo: ahí puede encontrarse con Aquel que lo aguarda.
En su primera carta, san Juan nos invita a experimentar lo mismo que él: la comunión con Cristo. Podemos entrar en contacto con el Señor, con su Santísima Humanidad, en todo momento: no tenemos ninguna cortapisa. Veinticuatro horas al día, siete días a la semana, las cincuenta y dos semanas del año.
A los Colosenses (2, 2), san Pablo manifiesta su amor paternal cuando les dice “les deseo que sean consolados en sus corazones”. Y es que el hombre es un indigente, carente, necesitado de consuelo. Y lo es particularmente en el fondo de su yo, en su corazón. Ese consuelo es Jesús y, al recibir su consuelo, nos convertimos en consoladores. Seremos consolados con la oración contemplativa, donde hay verdaderos encuentros y uniones.
Para amar la Cruz hay que ver en ella al Crucificado, porque ahí descubrimos el amor hasta el extremo. En cada una de nuestras negaciones manifestamos que el amor al Señor es mayor que nuestro egoísmo. Necesitamos ir contracorriente, pues de otro modo nos arrastra lo placentero. En otras palabras, si no me planteo constantemente la renuncia, la penitencia, acabaré huyendo de ella. Jesús no vino a suprimir el dolor, sino a llenarlo con su presencia.
“Mamá, déjame rezar sin leer el libro”, pedía una niña. Y explicó: “Porque cuando leo me distraigo, pero sin libro no me distraigo porque le hablo a Jesús”. Nuestra oración es ver y oír a Cristo, siguiendo el ejemplo de san Pablo: se trata de conocerlo a Él. Vayamos a orar con ansias de enamorado, con deseos de lograr la identidad.




