Si vivimos conforme a la carne, moriremos; pero, por si el Espíritu hacemos morir las obras de la carne, viviremos.
Ninguna condenación hay para los que estan en Cristo Jesús, porque la Ley del Espíritu de vida en Cristo nos ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.
La Ley trae conocimiento del pecado, revive el pecado y nos lleva a la muerte .
La Ley se enseñorea del hombre entre tanto este vive.
El esclavo del pecado es para muerte pero de la obediencia, para justicia y vida eterna.
Jesús murió al pecado de una vez y por todas.
Hemos muerto al pecado, no podemos permanecer en el pecado para que la gracia abunde.
El pecado y la muerte entraron en el mundo por un hombre, Adán.
Los que han sido justificados por la fe tienen paz para con Dios y se glorían en la esperanza de la gloria de Dios.
Siendo Abraham de 100 años de edad, creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas naciones.
La circuncisión de Abraham sirve de señal y como sello de la justicia de la fe que tuvo cuando aún no había sido circuncidado.
Abraham, el padre de los judíos, fue justificado por su fe y no por sus obras.
Aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los profetas para todos los que creen en Jesús.
Tanto judíos como gentiles, todos estan bajo el pecado.
Una de las ventajas que tienen los judíos es que les ha sido confiada la Palabra de Dios.
Los judíos se apoyan en la ley y se glorían en Dios, enseñan a otros pero con infracción de la ley deshonran a Dios.
El que juzga a otro y hace lo mismo, se condena a si mismo.
La ira de Dios se revela contra todos los hombres que detienen con injusticia la verdad.
Pablo da gracias a Dios por los santos en Roma, cuya fe se divulga por todo el mundo.
Dios ha prometido el Evangelio en las santas Escrituras y se refiere a su Hijo Jesucristo.