Los escribas hablaban sobre la ley, y Jesús lo hacía como el autor de la ley.
Las personas que no tienen a Cristo en su vida, al momento de las pruebas, se apartarán, porque no tiene el fundamento de Cristo.
El creyente verdadero es quien su vida está establecida firmemente en Cristo.
El Señor sentencia a las personas que vivían una apararente cristiandad, las cuales estuvieron cerca del Señor, pero nunca estuvieron en el Señor.
Muchos en aquel día se justifican a través de su obrar ante el Señor. Sin embargo, nunca se negaron así mismos y siguieron a Jesús.
Una vida de aparente piedad, descansa en una religiosidad, pero no en la fe.
Los falsos maestros recibirán juicio divino, por seguir el camino ancho de la perdición.
El obrar del maestro será bueno, si su vida, demuestra que es verdaderamente guiado por Dios.
Toda enseñanza debe ser verificada a la luz de la Palabra de Dios, el maestro que es conforme a Dios sólo predica la Palabra.
El Señor advierte del peligro de los falsos maestros, que hablan al pueblo de Dios, mensajes que no son de Dios.
El camino del creyente debe ser el de la vida eterna, para eso debemos buscar al Señor dia a dia.
La vida del creyente que rehúsa un compromiso real con Dios, es una vida perdida, sin fruto, por la eternidad.
El mandato del Señor es a tomar ls iniciativa en hacer el bien a los demás.
El Señor responde buenas cosas y si no responde es porque no es bueno aquella petición que estamos realizando para nuestra vida.
El Señor nos deja en claro, que su respuesta será siempre la necesaria para el creyente.
El creyente debe perseverar en la oración, y esperar con paciencia la respuesta de Dios.
El creyente encuentra en Dios la provisión de misericordia para sus necesidades.
No debemos insistir sobre cosas santas con aquellos que las desprecian insistentemente.
El Señor exhorta severamente a corregir nuestros errores primero y de esa forma poder no juzgar, sino ayudar a restaurar al hermano.
Sino solucionamos nuestros problemas primero con el Señor, no podremos ayudar a los demás.