Voces en On | HAKUNA

El Evangelio, día a día, desde dentro. Una breve reflexión que nos adentra en el corazón de Cristo. Léelas y escúchalas cada mañana ¡Sólo necesitas unos minutos!

Martes, 7 de agosto de 2024

Mc 9, 2-10: Este es mi Hijo, el amado. En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elias y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elias». No sabía qué decir, pues estaban asustados. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos. ------------------ Bajamos casi que con prisa. Los oídos están atentos, los sentidos alerta. Me acerco a mi hermano. Respira como yo, entrecortadamente. Me sudan las manos. Miro de reojo a Pedro, que sigue a Jesús pero se queda a unos dos pasos por detrás, titubeante. Cae la tarde y ninguno de nosotros se atreve a decir una palabra. ¡¿Qué ha pasado?! Aun no entiendo nada. Necesitaría 3 meses más para procesar. Cae la noche y nos unimos al resto, que nos han esperado para cenar. Nos instan a compartir qué ha pasado hoy, pero ninguno habla. Jesús disipa los comentarios y empieza con una lección. Miro a Juan. Cuando los demás comienzan a marcharse a dormir, nos reunimos. Pedro también se suma. Compartimos el asombro, la maravilla. Ver a Moisés, ¡Elías en carne y hueso! Casi nos reímos recreándonos en lo que han visto nuestros ojos: ¡inimaginable! La sombra que lo cubrió; la túnica de Jesús, ¡el rostro de Jesús! Resplandecía más que solo. Más que el blanco más blanco que pudiéramos imaginar. La terrible voz. Cómo nuestros corazones se encogieron. Como Pedro quiso salir al paso, ¡aún no entendía como consiguió articular palabra! El miedo que sentimos. Las palabras de Jesús. ¿Por qué no querría que lo contásemos? ¿Qué más duda cabría al pueblo de Israel? Lo que hemos visto, ¿cómo nos contendremos cuando nos vuelvan a preguntar? ¿Y qué querría decir? Aquello de resucitar de entre los muertos, ¿qué sentido tendría? No le veíamos ninguno. ¿Veríamos algo así de nuevo? ¿Quién podría acabar con nuestro Maestro?

08-09
04:56

Lunes, 5 de agosto de 2024

Mt (14, 13-21) • Dadles vosotros de comer En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados. Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren comida». Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer». Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces». Les dijo: «Traédmelos». Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. ¿No os habéis enterado? Herodes ha matado a Juan, ¡el que bautizaba en el Jordán! Cuánto mal hay en el mundo, siempre acabamos matando de alguna manera a los que nos dicen la verdad. Algunos dicen que su primo es un profeta todavía mayor, ¡algunos incluso que es el Mesías! Debe de haber llegado el momento, las cosas no pueden ir a peor… Tenemos que estar con él, cueste lo que cueste. Nosotros hemos venido con la familia, toda la noche caminando y le vimos desembarcar justo antes de que empezara este calor. Ahora estamos esperando. ¡Supongo que nos dirá algo! Solo con que bendiga a mi mujer o le de un abrazo, todo irá bien. Mira, ahí vienen Andrés y Bartolomé. Ellos nos explicarán qué está pasando, lo conocen bien. Mi hijo, el mayor, es quien me ha hablado de ellos, ha estado unos días con Andrés, el pescador. Si estamos aquí es por todo lo que nos ha contado al volver. Seguro que ellos tienen respuestas. ¡Mira!, traen un cesto lleno.

08-09
04:00

Domingo, 4 de agosto de 2024

Jn 6, 24-35• El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado». Le replicaron: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». ----------------- Llevo unas semanas siguiendo los pasos del Maestro de Nazaret. Me preguntas que qué es lo que hacemos con Él: pues, el plan es muy sencillo. Caminamos mucho, desde que sale el sol hasta que se pone. Y, ¿a dónde vamos? A veces el Maestro acude a algún pueblo para socorrer a algún enfermo grave, o se detiene a predicar a las gentes cuando se lo pedimos. Sencillamente, sigue la Vida tal y como le viene, y la abraza con toda el alma. De verdad, ¡es tan sencillo lo que hace! No tiene un «plan» concreto… O bueno, creo que en el fondo sí tiene un plan. No es como si llevara un rumbo exacto, pero Él sabe de Dónde viene y hacia Quién va. Sabe muy bien por qué está aquí, con nosotros. Sabe Quién le envía. A ver: lo que te voy a decir ahora quizás te parezca una locura, pero, ¡es Él! Quiero decir, ¡Jesús de Nazaret es el Enviado por Yahvé! ¡El Salvador! ¡El Mesías! Lo que te digo es cierto, ¡yo lo sé! Sé muy pocas cosas en esta vida, pero sé que Él es quien dice ser. Y no es como creíamos; es mucho mejor. Estar con Él es más maravilloso que recibir el maná del cielo. Estar con Él es como beber de un manantial de agua pura. Estar con Él es como el pan recién horneado después de una jornada de trabajo sin pausa. Nos lo aseguró con estas palabras, nos dijo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». Pero no nos pidió nada más. Solo quería que fuésemos con Él y que creyésemos en Él. Para Él, eso lo es todo. ¡Es tan sencillo! Él solo quiere que vayamos con Él, que le sigamos, que le queramos. Él quiere ser nuestro alimento. Quiere nutrirnos, querernos, hablarnos todo el día de la Promesa de Amor sellada por Yahvé. Él es el sello de la Alianza de Dios con Israel. Te lo aseguro: no hay mayor verdad en mi corazón que decirte que Él es el Pan del Cielo. Ven conmigo y cree lo que te digo: gracias a Él, ya nunca más tendremos hambre ni sed.

08-04
04:10

Sábado, 3 de agosto de 2024

Mt 14, 1-12 • Herodes mandó decapitar a Juan, y sus discípulos fueron a contárselo a Jesús. En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos: «Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey lo sintió, pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran, y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús. ------------------------------- Te veo a lo lejos y sé que algo está pasando. Veo en tus ojos un dolor muy grande, como si hubieras perdido algo muy importante. Has estado más callado hoy. ¿Qué pasa, Jesús? ¿Qué pasa en tu corazón? Me da miedo preguntarte. Llegó la tarde y entendí. Asesinaron a Juan. ¡a nuestro Juan! Fue él quien me trajo a Ti, quien me dijo que te siguiera. ¡Me siento tan impotente y desconsolado! ¡Se me parte el corazón! Te veo y quiero preguntarte cómo estás. Pero… eres Tú, Jesús, quien me pregunta cómo estoy. ¡Eres tan bueno! Perdiste a tu primo, con quien creciste, a tu amigo. Y estás consolándome a mí. No, no. Yo debería estar consolándote a Ti, pero no paro de llorar. Me abrazas, me miras a los ojos. Me inunda la paz como con una suave brisa. Me dices que tenga paz. Gracias, Jesús, por este consuelo que me has dado. Ojalá pudiera ser más como Tú, aprender a sufrir, a llevar el dolor, siempre mirando hacia quien está sufriendo. Abrazar, mirarlos a los ojos. Que sientan paz, se sepan amados, comprendidos. ¡Qué regalo este dolor!

08-03
03:47

Viernes, 2 de agosto de 2024

Mt 13, 54-58 • ¿No es el hijo del carpintero? Entonces, ¿de dónde saca todo eso? En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe. ------------------- Escuchadle. Miradlo. ¿no era este con quien íbamos de pequeños a la sinagoga? ¿El que no salía a jugar por las tardes porque se quedaba ayudando a su padre en el taller? El que corría tan rápido, pero no jugaba tan bien a la pelota. El que le ayudaron a quitarse un diente de leche que no caía. El que se le olvidaba ponerse los zapatos al volver a casa. Y el que su madre le tenía que llamar para entrar a cenar. El que a los 12 años se perdió tres días. Y que había días en los que se iba muy temprano y nadie sabía de Él. El que le encantaba el vino, y se sentaba siempre en la mesa junto a la ventana. El amigo de quien contaba esos chistes tan buenos, y siempre reía con la boca bien abierta. El que se acercaba a charlas con los enfermos durante horas. El que repartía con su madre comida a las viudas antes del shabbat. El que enterró a su Padre con los ojos llenos de lágrimas. ¿Éste? ¿Este será el Hijo de Dios como dice? ¡Si al le vi cuando ni leer sabía! Le vi tropezar y con heridas en las rodillas. Un Dios que se tropieza, que es de carne y no hace todo bien a la primera. Que pudiendo vivir en un palacio, si es que es Dios, va con su viuda madre durmiendo donde le dejan. Que acampa con muertos de hambre. ¡No tiene ni pies ni cabeza! De niño era muy niño, y ahora dice ser más que un profeta. Fuera lo tendrán por héroe, pero aquí sabemos de qué pie cojea. Mira como en su casa no hace milagros. Ya sabía yo que no triunfaría en su tierra. Y ya se marcha, ¡ya tocaba! Que tenga más suerte fuera. [….] Aunque... ¿qué es eso que abandona a mi corazón, cuando lo veo alejarse por la ladera?

08-02
03:09

Jueves, 1 de agosto de 2024

Mt 13, 47-53: Reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?». Ellos le responden: «Sí». Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo». Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí. -------------------- Tu nos eliges a todos. Sin embargo, hay gente que no te elige. ¿Cómo es posible? No lo entiendo. Dices que en el cielo caben todos, y eso, me llena de esperanza. Nada está perdido para aquellos que confían en Ti; aunque lo que más cueste sea confiar... En cada momento de mi vida tengo la oportunidad de elegir entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el pecado. Jesús, Tú, quieres que me dé cuenta de esta realidad y que vuelva a elegirte. No me es nada fácil estar vigilante. Por donde mire me rodean las tentaciones. Reconozco mi debilidad, y tengo miedo, porque puedo caer en cualquier momento. Por eso acudo a Ti. Yo no puedo perseverar por mí mismo. Tengo fe, pero Señor, ¡auméntala! ¡Yo quiero el cielo! Y quisiera tenerlo para todos aquellos que me rodean. El cielo está abierto y, también de mí, dependen cientos. Quizás no de mí, si no de como, en mí, en mi vida, te dejo actuar. Cómo viva el seguirte en el trabajo, en la familia o con los amigos es mi manera de estar en vela por mi prójimo. No quiero que se pierda ninguno. El celo por tu pueblo me consume a mi también. Quiero vaciarme de todo yo, para que habites ese espacio. Que en todo estés Tu. En lo nuevo y en lo antiguo. Porque Tú eres mi tesoro.

08-01
03:52

Miércoles, 31 de julio de 2024

Mt 13,44-46: Vende todo lo que tiene y compra el campo. En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: -«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.» ----------------- Llevo mucho tiempo queriendo decirte algo, Jesús. Te confieso que me da mucha vergüenza contártelo, porque después de tantos años sigo sin enterarme de nada; pero me monto en la barca contigo, sin ni si quiera atreverme a mirarte a los ojos... y comienzo a hablar. Te confieso que a pesar de todo lo que nos has contado, aun no sé qué es el Reino de Dios. Me respondes lleno de compasión con las palabras de Isaías: “miraréis con los ojos sin ver, porque está embotado el corazón de este pueblo”. Tu mirada señala el horizonte; adivino que, mientras me respondes, estás rezando. Sentado en la barca, cerrando los ojos, me dispongo a pensar en “el secreto del Reino de los cielos” y me pregunto: ¿por qué tanto misterio y parábola? Otra pregunta que no entiendo. Me pongo a rezar yo también, y me vienen como latigazos todas las veces que ha hablado de este Reino y se me han quedado clavadas: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido. El Reino de los cielos. Buscad el reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura. El Reino de Dios. Padre, venga a nosotros tu reino. El Reino del Padre. Mi reino no es de este mundo. El Reino De Dios está cerca, está ya aquí. El reino de los cielos Es como un tesoro. Como una perla fina. La tierra buena y el terreno pedregoso. El trigo y la cizaña. Se parece a la levadura. Tu Reino. El Reino De Dios. El Reino del Padre. Venga a nosotros tu Reino. Tu Reino sencillo, pequeño, cotidiano, escondido valioso, está cerca. Está tan cerca, que ni lo veo. Es tan pequeño, que ni lo veo. Es tan sencillo, que ni lo veo. Tu reino está escondido en mi casualidad. Tu reino está secretamente en lo pequeño. Tu Reino está tan cerca, que ni lo veo. Creo que lo estoy entendiendo. Lo tengo delante.” Miras hacia atrás y me sonríes, llenando el mar de calma.

07-31
03:40

Martes, 30 de julio de 2024

Mt 13, 36-43 • Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga». ---------------- Maestro, aquí estoy, en medio de la multitud, escuchándote atentamente. Cada vez que hablas, siento que mi corazón se abre un poco más a la verdad y la sabiduría que emanan de Ti. Mientras describes el campo, puedo verlo claramente en mi mente. Veo el trigo y la cizaña creciendo juntos, la buena semilla que tú, el Hijo, has sembrado, esforzándose por dar fruto. Y también la sembrada por el enemigo ahogando al trigo en su intento por crecer. Este campo es nuestro mundo, lleno de bondad y maldad coexistiendo. Maestro, me pregunto, ¿soy yo trigo o cizaña? ¿Mis acciones reflejan la bondad de tu Reino o las sombras del enemigo? Quiero ser trigo, Jesús, pero sé que a veces he permitido que la cizaña crezca en mi corazón. Dices que al final los ángeles vendrán a separar la cizaña del trigo, y siento una mezcla de temor y esperanza. Sé que tu justicia es perfecta, aunque yo no lo soy. A mi alrededor veo al resto de la multitud, también absorta con lo que dices. ¡Qué suerte tengo de estar aquí, de escuchar estas palabras! "El que tenga oídos, que oiga". ¡Aquí oigo! ¡Aquí estoy! Mientras la multitud comienza a dispersarse, me quedo un momento más, meditando en tus palabras. Mi corazón ya está impaciente por el día en que todos los justos brillen como el sol. Aunque parece que me toca esperar y confiar.

07-30
03:50

Lunes, 29 de julio de 2024

Jn (11,19-27) • Creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». ------------------ Hoy mi madre me levanta temprano. “Vamos a ver a Marta y María”, me dice. “Ha muerto su hermano”. Yo no tengo mucha relación con ellos pero todos por aquí quieren mucho a la familia. Jamás he oído algo malo de ellos, jamás han causado problemas… En casa todos hablan maravillas de los hermanos y, aunque no les conozco mucho, me apena que Lázaro haya muerto. Hoy es un día triste para todos. Llegamos a su casa a la vez que Jesús. Sonrío aún con pena al verle por aquí de nuevo. Siempre es bueno volver a encontrarse con Él. Al momento sale Marta apresurada. Nos acercamos a ella pero solo tiene ojos para su amigo Jesús. Cae en sus brazos. “Si hubieras estado aquí…”. Marta habla casi en suspiros. Apenas alcanzo a entender lo que dice, pero veo cómo le reclama con dolor. Jesús la mira dulcemente aunque también distingo tristeza en su rostro. “Tu hermano resucitará”, le dice. Todos ahogamos un grito de sorpresa. ¿Cómo es eso? ¿Resucitar? No salgo de mi asombro cuando le preguntas directamente si cree. “¿Crees esto?”. Marta tarda apenas un segundo en responderte pero a mi me dan ganas de dar la respuesta por ella. ¡Claro que cree! Cree en Ti, en Dios, en cada cosa que dices, vive de tu Palabra, de tu cercanía, de tu persona, de tu cariño… En esta familia tienen una fe que es de admirar. Cualquiera de los que la conocemos podríamos decir y afirmar esto mismo de ella. “Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”, dice Marta mientras a ti se te dibuja una sonrisa en el rostro. Después de toda la mañana con las hermanas, mi madre y yo volvemos a casa en silencio. Solo puedo darle vueltas al momento que hemos presenciado. Si Jesús me mirara a los ojos y me preguntara directamente a mi… ¿Cuál sería mi respuesta? ¿Podría darle siquiera una respuesta? ¿Creo esto? ¿Creo en Él?

07-29
03:02

Domingo, 28 de julio de 2024

Jn 6, 1-15 • Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo. ------------------- Estaba cansada, desorientada y hambrienta. Ahora me doy cuenta de que no era hambre de comida, sino de otra cosa. Te voy a contar cómo Jesús me dio de comer a mí y a otros cinco mil hombres más, sin contar mujeres. Venía siguiendo a Jesús por sus milagros. No sabía qué era lo que estaba buscando, pero algo me movía a seguirle. Cada vez éramos más y de más lugares de la región. Llevábamos días caminando y la gente empezaba a agobiarse. El hambre y el cansancio eran evidentes. De repente, nos sientan y veo a Jesús, a lo lejos, con un trozo de pan dando gracias al cielo y repartiéndolo a sus discípulos. Y no sabría explicarte cómo, pero esos panes y esos peces empezaron a multiplicarse y a dar de comer a las miles de personas que allí estábamos. Pero no es de eso de lo que te quiero hablar, sino de esa mirada que me hizo comprenderlo todo. Esa mirada de Jesús con la que supe que lo hizo todo por mí, que siempre lo hace por mí, que me quiere saciar y entregarse. En esa mirada él estableció una promesa, una alianza conmigo, personalmente. Aún sin mirarme a mí directamente, así lo sentí. Él quería darme de comer. Ese pan que olía y sabía como ningún panadero sabe hacerlo, lo hizo por mí, sin pedirme nada a cambio. Y lo que más me impresiona de Jesús, es cómo daba gracias y se inclinaba. Ese recogimiento, esa humildad del que sabe que el poder le viene de Arriba, que sabe que no podemos hacer otra cosa que agradecer y adorar. Los milagros seguirán ocurriendo, ya que siempre pasan, aunque no siempre los sepamos apreciar. Al acabar de comer me ofrecí a ayudar a los apóstoles a recoger las sobras, ya que Jesús quería que no se perdiese nada. Este gesto me lleva a pensar: creo que lo que quería decir realmente es que todo esto que he recibido, —esta alegría y esta paz—, no las tengo que perder. Al contrario, he de compartir este regalo que me ha sido entregado, multiplicarlo y que siga saciando a todos a mi alrededor. A todos nos ha llegado el festín.

07-29
05:06

Sábado, 27 de julio de 2024

Mt 13,24-30: Dejadlos crecer juntos hasta la siega. En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: -«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Enton­ces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sa­le la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el tri­go. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'"» ----------------------- He buscado siempre ser exitoso en este mundo, pero desde que te conocí ha sido todo un poco distinto. Estas palabras que dices me resuenan mucho. Desde que te he conocido sé que ha ido creciendo una semilla en mí, y me has confiado según mis talentos una misión. Pero también he sentido esa cizaña en mi corazón creciendo. Me confiaste nuestros fondos desde que me llamaste a seguirte, y quiero hacer lo mejor para la misión. Y es que siento que todo es distinto y ha cambiado algo en mi. Te creo, te estoy siguiendo. Pero, no dejo de ser yo. Me cuesta cambiar. Sigo siendo esa persona buscando el éxito a toda costa, sigo buscando las cosas de este mundo. No puedo. No puedo. No puedo dejar mi pasado atrás y esos anhelos. No logro diferenciar en lo que soy y lo que no soy. No logro entender qué viste en mí y qué quieres que deje que sea. ¿Qué debo dejar atrás? ¿Qué es semilla y qué es cizaña? ¿Qué es lo que no deja que mi semilla crezca sana? ¡Qué angustiado me siento de pensar en esto todos los días! No saber. No entender quién soy. No saber lo que debo ser para Ti. ¿Cuál es mi cizaña? Mi corazón te ama, pero amo quién soy. Me gusta quien he sido. Estoy cambiando pero no siento que puedo ser yo. ¿Quién soy yo de verdad? ¡Que duro para mi corazón es esta lucha interior que tengo! ¡Cómo me cuesta entregarme completo a Ti cuando mi corazón sigue buscando lo de este mundo! Entiendo que eres Tú quien mandará a quitar esta cizaña en mí. Pero, ¿Cuál es la voz del enemigo y cuál es la tuya? Quiero seguir aprendiendo de Ti y quiero dejar que me sigas amando. Quiero que me sigas llamando. Siento que no puedo dejar que actúes en mí completamente, como haces con los otros. Esta cizaña no me está dejando. Estoy confundido. Quiero que actúes en mi, pero... ¿realmente quiero? ¿Sí quiero morir a mí?

07-29
04:49

Viernes 26 de julios de 2024

Mt 13, 18-23 • El que escucha la Palabra y la entiende, ése dará fruto. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno. --------------------------------- "Espera, no entiendo". Pienso. "¿Qué no entiendes?" Ríe Tadeo "¡si lo acaba de explicar". Vaya, no sabía que lo había dicho en voz alta. Pero bueno, le respondo: "Y... es eso lo que no entiendo; ha contando esa parábola frente a más de cien personas, ¿y nos las explica solo a nosotros?". Judas se encoge de hombros: "Dice que si uno escucha la Palabra sin entenderla se la lleva el Maligno... ¿y quien la entendido fuera de nosotros doce?" "Yo ya la había entendido antes de que la explicase" presume Natanael. "Pues yo creo que ahora la entiendo menos" suspira Tomás. "Quizás a nosotros nos toca entender más cosas, lo mismo pero con más profundidad" resuelve Judas Tadeo, retomando la palabra y abrazándome con su hombro. La conversación se zanja, pero sigo dándole vueltas por dentro. Hay quien nunca lo conoció. Quien pasa por su lado y no advierte quien es. Quien se admira al verlo, pero no se imagina a quien tiene delante. Quien lo escucha. Quien lo acoge. Quien lo sigue... Y luego nosotros, a quien nos comparte su intimidad. Creo que la pregunta no es por qué a ellos, es por qué a mí... ¿Por qué Dios querría mostrarme tanto?

07-26
03:30

Jueves,25 de julio de 2024

Mt 20, 20-28: Mi cáliz lo beberéis. En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos». ----------------------------- Estamos subiendo a Jerusalén. El calor seco, alguna cuesta y la falta de agua empiezan a hacer mella. Miro al suelo para no tropezarme, porque mis piernas empiezan a fallarme un poco, al mismo tiempo que voy pensando en mis cosas. Ensimismado. Escucho una voz de fondo llamándome. ¡Santiago, Santiago! Pero voy tan concentrado en mis pensamientos que por poco no me doy cuenta. Es mi madre, que sabiendo que hoy partíamos de Cafarnaún nos ha preparado algo de comida para llevar. Todavía no ha terminado con nosotros cuando ella misma se interrumpe al ver a Jesus. Mi hermano Juan adivina que quiere hacer antes de empezar a hablar e intenta frenarla, pero ya se sabe que no hay algo mas imparable que una madre decidida. Se me cae el alma al suelo cuando hace su petición. ¡Ahora todos sabrán lo que queremos! El resto de apóstoles comienzan a rechistar. Primero Felipe, luego Judas y Pedro y así uno a uno. Jesús está serio. Aprieta la mandíbula y nos manda a callar. Nos mira uno a uno, hasta pararse en nosotros: ”El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.” Servidor y esclavo. Justo yo estaba pensando todo lo contrario. No entiendo nada, ¿por qué dice eso? Sin cambiar el semblante comienza a andar. Juan calma a mamá y la despide con un beso. Servir al que tengo enfrente, ser esclavo del otro. Sigo andando sin parar de escuchar sus palabras en mi cabeza. No tienen sentido Queremos ser reconocidos, vistos, elevándonos por encima de los demás … y u quieres que nos abajemos, que nos demos sin medida, como... bueno... Como lo haces Tú. Tú que actúas en lo escondido… Tú que quieres servir, que te das sin poner un "hasta aquí". Exactamente como nos estaba diciendo al comenzar el camino: “Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”. Esta es tu loca lógica, Jesús. Tu ilógica del amor.

07-25
05:00

Miércoles, 24 de Julio de 2024

Mt 13, 1-9: Cayó en tierra buena y dio fruto Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga». ------------------------- Tanta multitud que desean escucharte. Era difícil hacerse un hueco. Estaba a rebosar de personas. Algunos han venido desde muy lejos, pero al escucharte y no entender, se fueron, sintiendo que habían perdido el tiempo. Tenían el corazón cerrado. Esperaban algo que no encontraron. Pero lo que no saben es que habían dado con el Hijo del Hombre, el que Dios Padre ha enviado. No supieron reconocerte. Supongo que son como esas semillas que dices que se quedan al borde del camino, con un pie dentro y otro fuera, tan cerca de Ti físicamente, pero con el corazón muy alejado. Y créeme que los entiendo, porque caer en tierra buena exige mucho. Exige desprenderse de quienes queremos ser, para convertinos en quienes Dios quiere que seamos. A mi me costó tiempo. Diría que primero fui de esas semillas que se ahogaban, porque solo tocaban terreno pedregoso. Piedras que impedían que viera, piedras llenas de orgullo, de expectativas, de deseos que poco tenían que ver con Dios. Y poco a poco me fui acercando. Y te encontré, aunque más bien diría que fuiste Tú quien me encontró. Perdido entre todas esas piedras que me distraían y me impedían andar. Y por mucho tiempo anduve cerca, pero sin atreverme a cruzar a la otra orilla. Iba por el lateral. Con miedo. Pero a la vez tenía la seguridad de que tú eras el camino. Camino de la verdad. Tenía tantas ganas de unirme a ti y, a la vez, ¡tanto miedo de lo que me pudieras pedir! Que allí iba, con un pie dentro y con un pie fuera. Con parte viviendo en el mundo y con otra viviendo en Ti. A medias tintas. No me insistías, pero no te cansabas de acompañarme. A la espera de que un día te dijera SÍ con mayúsculas. Y así fue. Empecé a andar por el camino. El camino que da frutos de verdad. Frutos que contagian y que dan vida. Ojalá siempre caiga en tierra buena, tierra de la verdad, de la vida, y que todo lo que me des, sea capaz de entregarlo.

07-25
03:16

Martes, 23 de julio 2024

Jn 15, 1-8 • El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos». ------------------- Reunidos alrededor de una mesa volvemos a escúchate, maestro. ¿Cómo no agradecer nuestra suerte? Si echo la vista atrás veo a un grupo de desconocidos, desconfiados y hasta hostiles, reunidos ante Ti tan sólo porque Tú se lo pediste, pero no entendiendo qué pintaban en todo esto. Ahora seguimos sin entender nada, pero al menos puedo decir que estoy rodeado de amigos. Porque ha sido mucho lo que hemos vivido. Si en ese pasado me lo dijeran, jamás lo habría creído. Han sido años donde lo imposible ha sucedido y hemos visto lo increíble: curaciones, demonios expulsados, incluso resurrecciones. Pero también hemos visto cosas duras. Adoptar la pobreza. Ser rechazado. Experimentar la dureza de los corazones... Señor, si digo la verdad, en más de una ocasión me he visto muy cerca de dejarlo y volver a mi antigua vida, tan cerca, que me parece todo un milagro estar a tu lado, escuchándote. Y sin embargo aquí estoy. Somos unos cuantos que permanecen junto a Ti, nada más. Quizás el que estemos aquí, y que estemos con la alegría de nuestro corazón, sea uno de los frutos de los que hablas. Quizás el fruto sea tan sólo poder llamar al que tienes al lado amigo... Ojalá permanecer en esto.

07-22
03:53

Lunes, 22 de julio 2024

Mt 12,38-42: Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará En aquel tiempo, un grupo de letrados y fariseos dijeron a Jesús: Maestro, queremos ver un milagro tuyo. El les contestó: Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. ------------------------- Reunidos alrededor del maestro, titubeantes. Hemos escuchado tantas cosas sobre Él, sobre sus milagros. Cura enfermos, libra de espíritus, pero, al menos yo, no he visto ninguno... Y sí, soy incrédulo, pero ¿qué es eso de creer sin pruebas, sin ver con mis propios ojos? Escucho a muchos, entre murmullos, compartir ese mismo deseo de ser testigos de un milagro. Aprovecho un silencio y, aunque me tiembla la voz, le digo: “Maestro, queremos ver un milagro tuyo”. Me mira. No esperaba su respuesta. Me toma por sorpresa esa seriedad. No quiero ser condenado. Enfrentar el jucio me aterra. Repaso sus palabras. Me tomo un momento para asimilar lo que nos ha dicho. Sin más signos que el de Jonás. ¿De verdad hay alguien que es más que Jonás? ¿Alguien que es más que Salomón? No lo sé, pero empiezo a creer que sí. Deseo creer que sí. ¿Y lo mejor, lo que hincha el corazón? Es que creo que está frente a mi.

07-22
02:54

Domingo, 21 de julio 2024

Mc 6, 30-34• Andaban como ovejas que no tienen pastor En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas. -------------------------- Estaba cayendo el atardecer. Todos nos sentíamos ya muy cansados; extenuados. Llevábamos las sandalias destrozadas de tanto caminar, después de tantas jornadas sin descanso… Pero a pesar del agotamiento, puedo percibir que andar contigo, Jesús, a tu ritmo, nos enseña a vivir de una forma renovada. Tantos contratiempos, tantas personas que salen a nuestro paso, y eres incapaz de ignorarlas, por mucho que tuerzan nuestro plan de viaje. Nos has llamado al descanso. Nos has pedido una vez más dejar todo para poner la mirada en lo realmente importante. Eso que no tiene que ver con el cuerpo, el cansancio o las prisas, sino con el alma. Nos llevas a reposar en el desierto. Nos sonaban familiares esas palabras, querías que paráramos como has hecho Tú tantas otras veces, alejándote del ruido, internándote en tu desierto del alma. Quieres que nos detengamos ahí, en ese lugar donde resuena el eco del silencio, ese que a veces resulta algo incómodo. Ese lugar en el que nuestros corazones desean encontrarse contigo a todas horas. Es impresionante cómo escucharte a Ti incrementa la sed de la Palabra en todas las gentes que nos acompañan. Nos salen al encuentro por todos lados. ¿Y Tú? Tú vas sin reservas, entregándote sin medida…. Sin saber de dónde sacas las fuerzas, te detienes con cada uno; les miras, te compadeces, los recibes y les enseñas como a nosotros, con la misma ternura. Y, ¿cómo no ibas a hacerlo, Jesús? Si Tú eres así. Tú abrazas lo que venga, cuidas de lo importante y no te cansas de enseñarnos a seguir siendo conscientes de lo que realmente merece la vida. Tú, mi Señor… Tú mereces la vida.

07-22
05:39

Sábado, 20 de julio 2024

Mt 12,14-21: Les mandó que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta. En aquel tiempo, los fariseos, al salir, planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos le siguieron. El los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones». ---------------------- Te hemos escuchado hablar con tanta autoridad... ¡Te hemos visto hacer tantos milagros! Te queremos cuidar. Has hecho varios milagros en las últimas semanas que pides que no cuenten a nadie. ¿Por qué? Nos han venido a decir que los fariseos están tras de ti. Nos escuchas, Jesús. Nos marchamos y multitudes nos siguen. Es tu misericordia tan grande que los curas a todos. Pero, nuevamente, que no le digan a nadie. No eres cómo esos falsos profetas que gritan por las calles, que buscan llamar la atención. Trabajas en el silencio. En lo escondido. Tantos podrían haber pensado que buscarías el protagonismo... Pero no es así. Nos llamas a ser servidores, contigo siendo el primero de todos esos al servicio. Resuenan en mí las palabras del profeta Isaías: «… mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto.» El Padre te ha elegido; nos has venido a enseñar a servir. Todo en el silencio y en lo escondido. ¡Cómo quisiera ser reconocido! Que los demás vean lo que soy capaz de hacer porque me has llamado... Pero no se trata de eso. Se trata de amar y servir. Quiero ser protagonista, pero me dices que no: que esa no es la forma. «No porfiará, no gritará, no voceará por las calles.» Que ame así yo también. Que te siga así yo: con ternura, misericordia, en lo secreto. No esperar que oigan mi voz gritando por las calles. Buscando y llevando. Buscando a los que te necesitan, llevándote a los que quieren encontrarse contigo. Que nada me haga vacilar. Que por tu Nombre sean muchos los que lleguen a encontrarse con tu Padre.

07-22
02:55

Viernes, 19 de julio 2024

Mt 12,1-8: El Hijo del Hombre es señor del sábado. Un sábado de aquellos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: -Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado. Les replicó: -¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa «quiero misericordia y no sacrificio», no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado. ------------------ Tengo hambre, Jesús, es sábado y tengo hambre. Hemos caminado ya mucho, me pesan mis pies y mi energía se agota. Y así muy sencillamente, aún sabiendo que es sábado, nos dices ‘comed’. De nuevo sabes lo que lo que dirán de Ti, pero no te importa. Porque has venido a darnos plenitud, has venido a hacernos vivir en la verdad. No puedo negar que es confuso, pero al menos puedo a saciar mi hambre. Dices que misericordia quieres y no sacrificios. De inicio no entiendo muy bien qué quieres decir con eso. Le doy vueltas en mi mente mientras los pasos van creciendo en este calor. Voy último en nuestra pequeña fila de a dos, y pienso que hemos sacrificado mucho, hemos dejado nuestras familias, muchas comodidades, nuestros trabajos... Apuro el paso para intentar alcanzaros; me he quedado atrás pensando en esto. Me volteas a ver, se te nota el cansancio en el rostro, pero me regalas una sonrisa. Una sonrisa que me explica todo, porque creo que ahora lo entiendo. Hemos hecho sacrificios, sí, pero ese no es el punto de todo, no es hacer todo eso por hacerlo, ¿no? Estos sacrificios nacen del amor, de la misericordia que intentamos llevar sobre nuestros hombros para irla repartiendo. Si amar implica sacrificios, los hemos de hacer, pero sabiendo que son para amar más. Hoy pasar hambre no nos iba a hacer amar más, y nos alimentaste. A eso viniste: a saciar nuestra hambre. Una sonrisa se me escapa, una sonrisa que resulta de lo perfecto y lo sencillo que es al mismo tiempo. De saber que aún me sigo maravillando de Ti.

07-22
03:57

Jueves, 18 de julio 2024

Mt 11,28-30: Soy manso y humilde de corazón. En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.» ----------- «Venid a mí» Tú estabas mirando a los que te rodeaban y te volteabas para que todos te vieran a los ojos cuando decías tus palabras. Justo cuando has dicho «Venid a mí» me has mirado. Algo se ha movido dentro. Mejor dicho, algo me ha inundado. Las pulsaciones bajan y siento un consuelo que brota desde dentro. Yo no te he dicho nada. Simplemente estaba pasando por allí y me acerqué al gentío para ver qué sucedía. Escuché que habías dicho «Todos». Automáticamente, dudé si también te referías a mi. Yo que no te conozco, que era la primera vez que te había visto, que ni sabía de tu existencia. Incluso, aún así, me incluyes en tus «Todos». Recuerdo nuevamente tus palabras de aquel tiempo y hoy, sigue resonando tu voz en mi corazón. Yo no me considero un ejemplo a seguir, tengo muchos defectos, he cometido algunos pecados. Yo no me considero humilde para enseñar nada a nadie. Y tu, dices que aprenda de Ti. Para hablar de humildad, el mejor ejemplo eres Tú: naciste en condiciones pobres, viviste como uno de tantos, moriste en una cruz... Y la humildad de corazón... Todavía no lo comprendo. ¿A qué te refieres con serlo de corazón? Aún sin encontrar respuesta, quiero creer en lo que me has dicho. Que tú puedes cambiarlo todo. Que el pecado no tiene la última palabra. Que soy libre en ti. Que yo puedo ser humilde. Que yo puedo darme y darte en esa entrega. No estoy seguro cuánto puede costar esto pero si vivo como tú, ligero, cargando tu yugo, nada será pesado, ni mi cruz, ni mi pecado.

07-18
02:42

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