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Reflejos de su gloria
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Reflejos de su gloria

Author: David y Maribel

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Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.
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Mientras apedreaban a Esteban por anunciar el evangelio, notamos que un joven llamado Saulo, natural de Tarso, aguantaba las ropas de los que lo apedreaban y consentía en su muerte. Este era un perseguidor de cristianos, y nos dice el versículo 3 del capítulo 8 que “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.”El capítulo 9 nos narra cómo este “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.”Y fue así como Saulo salió camino a Damasco, con la determinación de encontrar y arrestar a estos cristianos. “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió” (Hechos 9:3-9).¿Qué sucedería ahora que este perseguidor de Cristo había experimentado un encuentro personal con el Señor? ¿Cómo cambiaría su vida?Dios lo tenía todo planeado. Ananías, un seguidor de Jesús, recibió instrucción de ir a encontrar a Saulo el perseguidor. Este al principio se mostró preocupado por la misión que se le estaba asignando, ya que la fama de Saulo era conocida por todos. Dios le estaba diciendo que Saulo oraba y había visto en visión que un varón llamado Ananías vendría a él, y que pondría las manos sobre él para devolverle la vista. “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco” (Hechos 9:15-19).Ananías confió en Dios a pesar de la amenaza que Saulo suponía y participó en el plan de Dios para la expansión del evangelio. Imagino que durante esos días que Pablo permaneció en Damasco, estuvo recibiendo enseñanza intensiva de parte de los discípulos de Cristo, los cuales le mostraron en la ley que este conocía todo lo anunciado sobre el Mesías y cómo Jesús cumplió la ley y vino a salvar al mundo de su pecado. Y leemos a continuación cómo pasados muchos días, Pablo, el que había perseguido a la iglesia de Cristo, era perseguido por los líderes religiosos que lo habían enviado a Damasco, ya que este comenzó a predicar a Cristo en las sinagogas, proclamando que Jesús era sin duda Cristo, el Hijo de Dios. Pablo llegó a encontrarse en una situación difícil; los creyentes en Cristo dudaban de él porque hacía nada los había estado persiguiendo, y los judíos y los griegos querían matarlo porque se había convertido al evangelio.Fue en este momento que Bernabé, confiando en Dios, intercedió por Pablo ante los apóstoles en Jerusalén, contándoles cómo Saulo había tenido un encuentro personal con Jesús camino a Damasco, y cómo Saulo había “hablado valerosamente en el nombre de Jesús.”Los apóstoles recibieron a Saulo entre ellos, y al ver que su vida peligraba en Jerusalén, lo enviaron a Cesarea y de ahí a su tierra natal, Tarso. Qué gozo da leer que tras esta intervención divina, “las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.” Dios les dio un respiro, concediéndoles un tiempo de paz después de la persecución que habían estado sufriendo. Saulo llegó a ser el que Dios usaría para llevar el evangelio a los gentiles, como Dios había revelado a Ananías cuando este fue a su encuentro. Ananías y Bernabé son ejemplo para nosotros. Estos dos cristianos confiaron en la obra redentora de Dios cuando hubiera sido más fácil dudar de la verdadera conversión de Saulo. Jesús enseño que debíamos ser astutos como serpientes y sencillos como palomas. En una situación de peligro, es fácil poner la barrera de la astucia y desconfiar de cualquiera que nos pueda dañar. Sin embargo, Dios puso en el corazón de estos hombres la confianza, no en el hombre en sí, sino en la obra transformadora del Espíritu Santo en una vida. Y Dios los usó para traer aliento a un nuevo cristiano que había sido rescatado igual que ellos. Si Saulo no hubiera creído genuinamente, estos habrían estado poniendo sus vidas y las de otros en peligro. En cambio, si no hubieran seguido la dirección de Dios, habrían perdido la oportunidad de ser usados por Dios en la propagación del evangelio. Quizás fue su íntima relación con el Señor lo que les ayudó a discernir y seguir la dirección que Dios les estaba marcando.Gracias a Dios por su obra transformadora en la vida de cada creyente. Que Dios nos dé sabiduría y dirección para hacer aquello que nos esté pidiendo en cada momento de nuestra vida. Cristo sale al encuentroMientras apedreaban a Esteban por anunciar el evangelio, notamos que un joven llamado Saulo, natural de Tarso, aguantaba las ropas de los que lo apedreaban y consentía en su muerte. Este era un perseguidor de cristianos, y nos dice el versículo 3 del capítulo 8 que “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.”El capítulo 9 nos narra cómo este “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.”Y fue así como Saulo salió camino a Damasco, con la determinación de encontrar y arrestar a estos cristianos. “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió” (Hechos 9:3-9).¿Qué sucedería ahora que este perseguidor de Cristo había experimentado un encuentro personal con el Señor? ¿Cómo cambiaría su vida?Dios lo tenía todo planeado. Ananías, un seguidor de Jesús, recibió instrucción de ir a encontrar a Saulo el perseguidor. Este al principio se mostró preocupado por la misión que se le estaba asignando, ya que la fama de Saulo era conocida por todos. Dios le estaba diciendo que Saulo oraba y había visto en visión que un varón llamado Ananías vendría a él, y que pondría las manos sobre él para devolverle la vista. “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco” (Hechos 9:15-19).Ananías confió en Dios a pesar de la amenaza que Saulo suponía y participó en el plan de Dios para la expansión del evangelio. Imagino que durante esos días que Pablo permaneció en Damasco, estuvo recibiendo enseñanza intensiva de parte de los discípulos de Cristo, los cuales le mostraron en la ley que este conocía todo lo anunciado sobre el Mesías y cómo Jesús cumplió la ley y vino a salvar al mundo de su pecado. Y leemos a continuación cómo pasados muchos días, Pablo, el que había perseguido a la iglesia de Cristo, era perseguido por los líderes religiosos que lo habían enviado a Damasco, ya que este comenzó a predicar a Cristo en las sinagogas, proclamando que Jesús era sin duda Cristo, el Hijo de Dios. Pablo llegó a encontrarse en una situación difícil; los creyentes en Cristo dudaban de él porque hacía nada los había estado persiguiendo, y los judíos y los griegos querían matarlo porque se había convertido al evangelio.Fue en este momento que Bernabé, confiando en Dios, intercedió por Pablo ante los apóstoles en Jerusalén, contándoles cómo Saulo había te
¡Qué poco nos gusta sufrir! Es normal para el ser humano evitar el sufrimiento y la opresión. Sin embargo, incluso las situaciones difíciles que llegan a nuestra vida pueden traer consigo resultados favorables en diferentes aspectos. En Hechos vemos cómo la opresión y persecución llevaron a la iglesia de Cristo a dispersarse y así llevar el evangelio a diferentes zonas del mapa. La muerte de Esteban a manos de aquellos que odiaban el evangelio de Cristo inició una persecución de los del Camino, como los llamaban entonces. Los creyentes en Jerusalén tuvieron que salir por toda la región de Judea y de Samaria mientras los apóstoles permanecieron en Jerusalén, y dieron sepultura a Esteban. Mas Saulo, un fariseo presente en la muerte de Esteban “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.” Las autoridades judías en Jerusalén insistían en reprimir el avivamiento que Cristo había impulsado. Y mientras ellos luchaban por apagar la llama del Espíritu, vemos en el capítulo 8 de Hechos que aquellos que tenían que huir de Jerusalén seguían predicando el evangelio dondequiera que iban. Felipe, uno de los siete diáconos elegidos por los apóstoles para ayudar a la iglesia salió hacia Samaria, donde Dios hizo señales y muchos recibieron la Palabra. Nos cuenta Lucas cómo el Espíritu del Señor guió a Felipe hacia Gaza para que por el camino se encontrara con un funcionario de la reina Candace de Etiopía que volvía de Jerusalén. El eunuco etíope iba en su carro mientras Felipe corriendo intentaba mantenerse a la misma altura del carruaje. Felipe le preguntó al eunuco si entendía lo que estaba leyendo. Este hombre que volvía de adorar en el templo le dijo que leía del libro de Isaías, y pidió a Felipe que subiera al carro con él si podía explicarle lo que leía. Felipe subió, y le explicó lo que Isaías 53 enseñaba sobre el Mesías, que “Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida.”Felipe le explicó el evangelio de Jesús, y el eunuco puso su fe en Cristo y fue bautizado. Después de esto, Felipe continuó hacia Cesarea, y anunciaba las buenas nuevas del evangelio por donde iba. Aquellos que perseguían a los cristianos no se dieron por vencidos, sino que encontramos a Saulo de Tarso yendo hacia Damasco en busca de los cristianos que habían salido de Jerusalén y que estaban extendiendo el mensaje del evangelio hasta más allá de las regiones de Judea y Samaria. Ya les había anunciado Jesús al ascender al cielo que le serían testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la Tierra. Y los líderes que se oponían a Jesús estaban, si se puede expresar así, haciendo necesario el cumplimiento de esta tarea. Este viaje de Saulo para destruir la expansión del evangelio resultaría, sin este saberlo aún, en un avivamiento todavía mayor en la iglesia de Cristo de la época. Muchos sufrieron. Juan y Pedro fueron encarcelados en múltiples ocasiones, y en todas Dios los ayudó, llegando ellos a predicar el evangelio incluso en cadenas. Algunos tuvieron que morir a causa del evangelio, como fue el caso de Esteban, o de Jacobo, hermano de Juan, el cual fue herido de espada a manos del rey Herodes, el mismo cruel Herodes que había mandado cortar la cabeza de Juan el Bautista. El mensaje de salvación de Cristo es vivo y es eficaz; y es para tiempos buenos y para tiempos malos. El mensaje de salvación produce gozo para los que lo reciben y amargura para aquellos que lo rechazan. Las reacciones a la verdad del evangelio pueden ser opuestas, pero algo queda claro, y es que cuando una persona es confrontada con su necesidad personal de arrepentimiento ante el regalo de fe que Cristo ofrece, no puede salir igual que estaba; o lo recibe gozoso, o desarrollará un rechazo a esta verdad que lo llevará a un juicio eterno.Nuestra tarea como seguidores de Cristo es compartir la verdad como hicieron los primeros creyentes, estando dispuestas a recibir la respuesta que venga. Esto no está bajo nuestro control, pero sí bajo la supervisión perfecta de Dios. La obra de fe en cada corazón proviene del Espíritu Santo de Dios y cada persona es responsable de su respuesta a esta invitación. Que la palabra de Dios crezca y se multiplique como en los días que narra el libro de los Hechos, y transforme muchos corazones en nuestro entorno.
Nos cuenta Hechos 2:42-47 las experiencias que vivieron los primeros cristianos en Jerusalén, esos días después de la entrega del prometido Espíritu Santo. Como había indicado la profecía del Antiguo Testamento, y para dejar evidencia que esta era la entrega de la promesa, Dios permitió que los apóstoles hicieran muchas maravillas y señales. Estos milagros sucedieron para que todos los presentes pudieran identificar el cumplimiento de la palabra dada por Dios en el libro de Joel (Joel 2) En medio de las señales que vivían, muchos que habían escuchado el mensaje durante el ministerio terrenal de Cristo creyeron el evangelio y se unieron a la iglesia. Nos dice el texto que los creyentes estaban atentos a las necesidades de otros creyentes, y algunos incluso vendían sus bienes para ayudar a los necesitados. No debemos entender del texto que vivían en comunas ni que nadie tuviera nada propio, porque vemos que cada uno tenía su casa. Incluso, cuando una familia vendía su terreno, tenían el derecho de guardar para sí el precio de la venta. Esto lo vemos en la triste historia de Ananías y Safira, los cuales, queriendo ser como algunos que habían vendido sus bienes para ayudar a los necesitados, pero a la vez mantener parte del dinero, decidieron mentir sobre el precio de venta de su hacienda. Pedro les aseguró que su pecado no fue quedarse con el dinero que les pertenecía. Su pecado fue mentir en cuanto a ello. Los primeros cristianos se reunían para adorar a Dios y pasar tiempo juntos en distintas casas, y también se reunían en el templo contínuamente, perseverando en la Palabra y la oración. Hechos 5:42 “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” Sin duda, se mantenían unidos y se ayudaban unos a otros. Y todo esto lo hacían, como leemos en Hechos 2, con alegría y sencillez de corazón. Esta ferviente iglesia de Jerusalén creció en número, y nos narra Lucas que tocó la vida del pueblo entero. “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” Qué precioso ejemplo para cualquier grupo de creyentes en cualquier lugar. Esta iglesia en Jerusalén sufría oposición de los líderes de la ciudad, siendo Pedro y Juan arrestados en varias ocasiones por predicar la Palabra. Mas los apóstoles se sintieron “gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (Hechos 5:41). Pedro y Juan fueron liberados por la gracia de Dios y pudieron seguir predicando la Palabra, pero no todos los que compartían el nombre de Cristo tuvieron la misma suerte. Esteban, uno de los hombres que ayudaban a los apóstoles a servir a los creyentes en Jerusalén fue asesinado por predicar la Palabra. Algunos que querían hacerle mal, al ver que no podían encontrar nada de qué acusarlo, habían mentido contra él, acusándolo de blasfemia y de querer destruir el templo. Cuando el sumo sacerdote le interrogó, Esteban dio un largo discurso sobre la trayectoria del pueblo de Israel, y cómo vez tras vez el pueblo de Dios había dado la espalda a Dios a pesar del gran amor del Señor hacia ellos. Esteban reprendió a los que escuchaban con estas palabras: “Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores”Hechos 7:51-52Y oyendo estos a Esteban, se enfurecieron mucho y lo sacaron de la ciudad, y lo apedrearon violentamente. Confrontados con el evangelio no se arrepintieron, sino que se enfurecieron. Esteban perdió su vida ese día, mas la vida eterna en Cristo nadie se la podía arrebatar. Leemos que Esteban “lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (Hechos 7:55-56). Aquellos creyentes en Jerusalén sabían que vivieran o que murieran, tenían la esperanza de reunirse con su Salvador. Esto es cierto de la iglesia de Cristo en cualquier lugar y en cualquier momento histórico. Lo que compartían ellos y podemos compartir nosotros es la seguridad de que servimos a un Dios vivo y amoroso, cuyo poder sana y salva, más allá de la muerte.Romanos 8 nos enseña que nada ni nadie puede separarnos del amor de Cristo. Su obra perfecta es lo que une a Su iglesia a través de la Historia. ¡A Él sea la gloria!
Nos cuenta Lucas en el capítulo 3 de Hechos que Pedro y Juan sanaron a un cojo de nacimiento que pedía limosna fuera del templo. Este, al verse sanado, no se despegó de ellos, sino que nos dice el texto que entró en el templo con ellos, y “teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?, ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerle en libertad.”En el versículo 15 Pedro los acusa diciendo: “matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Pedro aquí identifica a Jesús como “el Autor de la vida,” dejando clara su deidad. Era por el poder de este Autor de la vida que este hombre cojo había sido sanado, y sin embargo, en lugar de arrepentirse y reconocer a Jesucristo como Salvador, ellos habían rechazado al Mesías.En el versículo 19 vemos que Pedro una vez más invita a los oyentes a venir a Cristo diciendo: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.”Nos dice el capítulo 4 que mientras hablaban, vinieron los sacerdotes con los jefes de la guardia del templo y los saduceos, los cuales negaban la resurrección, y arrestaron a Pedro, a Juan, y al hombre que había sido sanado, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente. Pensaban que arrestándolos acabarían con el mensaje de Jesucristo, pero nos dice el texto que los que oyeron creyeron, y se convirtieron a Cristo unos 5000 varones. Imaginemos el número de mujeres y niños que también habrían creído a la predicación de Pedro y los otros discípulos. Ante tal revuelta, los gobernadores y líderes religiosos se reunieron para cuestionar a los discípulos, preguntándoles: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo” puesto en pie les dijo: “el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.”Y prosiguió proclamando la salvación ofrecida por Cristo, explicando que “en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”Después de escuchar a Pedro y Juan estaban todos maravillados, porque sabían que estos no tenían estudios, y sin embargo se notaba que habían estado con Jesús, porque hablaban como su Maestro. ¡Qué preciosa afirmación de parte de aquellos que estaban en contra del evangelio. Dijeron: “¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.”No podían negar que Dios estaba en ellos, y sin embargo, querían hacerlos callar. Les amenazaron para que no hablaran a nadie de Cristo, mas ellos respondieron: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.” Amenazándolos, los soltaron, mas no podían castigarlos de ningún modo porque todo el pueblo había visto las obras de estos y habían oído el mensaje del evangelio. ¡Qué precioso testimonio!Si llegara el momento en que las autoridades te pidieran que callaras y no compartieras tu fe en Cristo, ¿cuál sería tu reacción? Los creyentes podían creer, pero no podían compartir su fe. Sin embargo, Juan y Pedro, con mansedumbre, se negaron a conformarse con quedarse el mensaje para sí mismos y no compartirlo. Tristemente, a menudo no necesitamos una amenaza para quedarnos calladas. Sería preferible que nos amenazaran por hablar a que Dios nos tenga que preguntar por qué no compartimos las buenas noticias del evangelio. Me surge otra pregunta para nosotras hoy: ¿Podrían aquellos que están en contra de Dios identificarnos como seguidoras de Cristo? Estos hombres tuvieron que admitir que Pedro y Juan tenían a Dios en ellos. Espero que cualquiera que nos vea y nos oiga se quede con la misma conclusión de nosotras. Si tienes a Cristo en tu vida, si el Espíritu Santo mora en ti, deja que Su obra brille de modo que todos la puedan ver y den gloria a Él.
Hechos 2La celebración de Pentecostés traía a muchos judíos a Jerusalén. Hechos 2 nos narra que se habían juntado judíos de muchas nacionalidades. Nos dice el versículo 5 que “Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.” Y estando unidos los seguidores de Jesús, algo muy extraño sucedió: “de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.”El viento y el fuego son dos imágenes que ya hemos visto asociadas al Espíritu de Jehová en el Antiguo Testamento. Imagina lo sorprendidos que estarían cuando de repente un viento se levantó. Y luego, sobre la cabeza de cada uno de los presentes se alzaron como pequeñas lenguas de fuego. Y nos continúa diciendo el texto, que “fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.”Las personas ahí presentes se dieron cuenta de que los galileos hablaban el idioma de la región de cada uno que escuchaba. Dice el texto que decían: ”Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.”Notemos que este don de lenguas, regalo de Dios, no se trataba de lenguas extrañas que nadie entendía. Esto es lo que muchos que malinterpretan el don de lenguas defienden; sin embargo la Biblia nos enseña que cuando el Espíritu Santo descendió en Pentecostés, las lenguas que se hablaron fueron idiomas que otros entendían, y una forma de que el evangelio de Jesucristo fuera esparcido a todos los confines de la Tierra. En el capítulo 4 versículo 31 nos dice que los creyentes, “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.” Este era el resultado de ser llenos del Espíritu, el compartir la Palabra de Dios. Nos dice en el capítulo 2 que los que allí se encontraban aquel día estaban “atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?” No entendían lo que estaba ocurriendo. Algunos incluso comenzaron a acusarlos de estar borrachos. En este momento Pedro se levantó y habló a los oyentes, explicando que esto que estaba ocurriendo había sido anunciado por el profeta Joel en el Antiguo Testamento. Les dijo además que Jesús, el cual ellos habían entregado y matado, había resucitado, como David había profetizado en el Salmo 16 y en el Salmo 110.Y acabó Pedro con esta afirmación: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” Hechos 2:37-39.Ese día tan especial, “los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”Estos desde ese día, perseveraron “en la doctrina de los apóstoles, en comunión unos con otros, en el partimiento del pan en memoria de la obra de Cristo, y en las oraciones.”Notemos que Pedro, en su mensaje ese día, les dijo: “Para vosotros es la promesa, para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hechos 2:39)Esta promesa del Espíritu Santo se hace eficaz también a día de hoy para cada persona que arrepentida, recibe el mensaje de Cristo, y a partir de ese momento el Espíritu mora en el cuerpo mortal del creyente. No se manifiesta en lenguas, como en aquel día de Pentecostés; esa ocasión fue especial, para marcar claramente esa primera entrega de la promesa del Padre. La evidencia del Espíritu en una vida se muestra por la obra transformadora que este produce. Gálatas 5: 22-23 nos da una lista del fruto que manifiesta la presencia del Espíritu en la vida de un creyente. Dice así: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.” ¿Tienes evidencia en tu vida de la presencia del Espíritu Santo? Que el Espíritu del Señor produzca su fruto en tu corazón, y su obra sea evidente en tu vida.
El Señor Jesús, antes de ascender al cielo, les había pedido que permanecieran en Jerusalén hasta que recibieran la promesa. Lucas 24:49 lee  “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”Y en Hechos 1:4 dice que “estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre.”¿Cuál era la promesa que esperaban del Padre? Esta promesa, según leemos en los evangelios, era el Espíritu Santo de Dios. En Hechos 1:8 Jesús les había mandado que esparcieran el mensaje del evangelio, pero no lo harían es sus propias fuerzas, sino que dijo: “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”Desde el principio del ministerio de Jesús había sido anunciado que a diferencia de Juan, el cual bautizaba con agua, Jesús bautizaría con el Espíritu Santo (Mt. 3.11; Mr. 1.8; Lc. 3.16; Jn. 1.33) dentro de no muchos días.En Juan 15:26 dijo “Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, {es decir,} el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí.Leemos en Juan 16 cómo había enseñado Jesús diciendo: “Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”... “Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir. El me glorificará, porque tomará de lo mío y os {lo} hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que El toma de lo mío y os {lo} hará saber.”Esto ocurriría, según Juan 7:39, cuando Cristo fuera glorificado; es decir, cuando después de muerto hubiera resucitado y ascendido en gloria al cielo. Una vez Jesús ascendió al cielo, el Espíritu Santo vendría a habitar en la vida de cada uno que previamente depositara su fe en Cristo. Esta promesa debía dar aliento a los seguidores de Jesús que lo verían sufrir a manos de los judíos y romanos, lo verían crucificado en una infame cruz. Gracias a Dios, a la mañana del tercer día, había vencido la muerte, resucitando y encontrándose con muchos de sus seguidores. Nos narra Hechos 1 que “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.” ¡Qué privilegio haber podido sentarse una vez más a los pies de Cristo para oír sus palabras. Después de esto Jesús había ascendido al Padre, no sin antes dar, como dice el versículo 2 del primer capítulo de Hechos “mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido, ” esto es, que compartieran lo que habían visto y vivido por toda Jerusalén, por Judea, y hasta los fines de la tierra (Mateo 28:19-20). Hasta recibir el Espíritu,  debían permanecer en Jerusalén, como Jesús les había indicado. ¿Pero cuándo vendría este prometido Consolador? ¿Cómo lo reconocerían? No les había dado estos detalles. Debían esperar con fe en la incertidumbre. De este modo, y en estas condiciones, encontramos a los discípulos al principio del libro de los Hechos, juntos en Jerusalén, reuniéndose y repasando las verdades que habían oído y habían vivido, esperando la promesa del Consolador, este precioso bautismo del Espíritu que Jesús había prometido y que tenemos registrado en los cuatro evangelios (Mt. 3.11; Mr. 1.8; Lc. 3.16; Jn. 1.33).¡Qué difícil se hace esperar cuando no conocemos todos los detalles! ¿verdad? Mas Dios quiere que confiemos en Él aún cuando no vemos el cómo y el por qué; cuando no conocemos la ruta de salida. Ellos confiaron en comunión con Dios y con otros de la misma fe. ¿Puedes esperar tú en Él en las circunstancias en las que te encuentras?
El libro de los Hechos comienza así: “En el primer tratado, oh Teófilo,. hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre”Uno de los cuatro evangelios, el de Lucas, comienza con una dedicatoria a este mismo Teófilo. El libro de Lucas es el primero de dos libros escrito por Lucas bajo inspiración divina. Nos dice que fue escrito para que Teófilo conociera bien la verdad de las cosas en las cuales había sido instruido. ¿Quién era este Teófilo? Aunque no se ha identificado a este personaje histórico, podemos deducir por el texto que era alguien con un cargo público (ya que se le llama “excelentísimo” y que había mostrado interés en conocer a Dios. Lucas dedica estos dos libros a Teófilo, su relato del evangelio y este segundo libro de los Hechos ocurridos tras la ascensión de Jesús. Si en el libro de Lucas se habían relatado los acontecimientos que ocurrieron desde el anuncio del nacimiento de Jesús hasta su muerte y postrera resurrección, el libro de Hechos expone los acontecimientos a partir de la resurrección de Jesús, y durante los primeros años del cristianismo. El libro originalmente no se llamaba “Hechos de los apóstoles.” Los hechos que se narran en esta segunda parte del libro que escribió Lucas trata lo que Jesús hizo durante los primeros años de la iglesia a través del Espíritu Santo en la vida de los apóstoles. En Lucas 24:44-49 leemos: “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas.He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”En el primer párrafo del libro leemos cómo Jesús había permanecido en Jerusalén cuarenta días después de su resurrección, para alentar e instruir a sus apóstoles. Les había dejado a la espera de una promesa y con el encargo de compartir aquello que habían visto y oído. Veremos en el libro de los Hechos cómo el mensaje del evangelio se esparció en Jerusalén y en Judea, y cómo se extendió por toda Samaria, y hasta llegar a lo último de la Tierra. Así como lo vieron ir al cielo, nos dicen las Escrituras que lo veremos volver un día. “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” Hechos 1:11. Mientras tanto, estudiemos aquello que los primeros seguidores de Jesús experimentaron, y aprendamos cómo esperar nosotros esta preciosa venida.
Recuerda sus promesasSubiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo:  He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará. Mateo 21:17-19 Jesús había pasado tres años de su vida enseñando a sus discípulos, preparándolos para el día en que la promesa de redención se culminaría con la muerte y resurrección del Mesías. Los discípulos no parecían estar listos para este mensaje, por esto los vemos insistendo en hablar de temas triviales como quién sería el mayor en el reino De Dios. El reino de los cielos había llegado, y Jesús, el mayor de todos iba a entregar su cuerpo para tomar sobre sí el pecado de todos nosotros. Al seguir leyendo los evangelios, leemos que cuando entraron en Jerusalén, Jesús sobre un pollino, algunos recibieron a Jesús con palmas y mantos, como la profecía había señalado siglos antes, pero los doce no parecen relacionarlo.Los discípulos no parecían entender durante toda la semana los eventos que llevarían a Jesús al momento de su muerte, aunque camino a Jerusalén, Jesús les había dicho que sería apresado, condenado, azotado y crucificado. Durante la celebración de la Semana Santa reflexionamos sobre los eventos de esa semana. Pero en este día, al llegar al final de los evangelios, notemos que los discípulos, como nos puede suceder a nosotros, estaban confundidos con las promesas que Jesús les había hecho y con los eventos que estaban viviendo. Ellos estaban con Jesús cuando este les dijo que uno de ellos lo traicionaría, mas ellos no sabían quién sería. Cuando Judas trajo al grupo de soldados al jardín donde lo apresarían, Pedro reaccionó para intentar rescatar a su maestro, y este le tuvo que parar, porque como había indicado, este había sido el plan desde la eternidad. Cuando Jesús estaba siendo acusado y escarnecido, algunos de sus discípulos huyeron y el mismo Pedro que dijo que moriría por Él, le negó para protegerse a sí mismo. Vemos a Jesús ante Pilato, y el pueblo entero pidiendo su crucifixión. Y al fin Jesús, clavado en una cruz, mientras muchos miraban, unos contentos, otros llorando, y los que le conocían, “y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.” (Lucas 23: 49).Su cuerpo inerte fue bajado de la cruz y sepultado por José de Arimatea, el cual había creído en Jesús, y las mismas mujeres que seguían al maestro y habían contemplado lo ocurrido ayudaron a preparar su cuerpo. Mas aún así no parecía que sus seguidores entendieran todo lo que estaba sucediendo, porque al tercer día, cuando Cristo resucitó de la tumba, todos recibieron la noticia con sorpresa, a pesar de que Cristo les había dicho que estas cosas ocurrirían. Los ángeles les tuvieron que repetir: “Acordaos de lo que os habló, …”Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.”¡Entonces ellas se acordaron de sus palabras!Esta es una preciosa reflexión. Por fin, por la obra del Espíritu, todo lo que habían oído tenía sentido. Ahora entendían que su maestro, el Mesías prometido, estaba cumpliendo delante de sus ojos todo lo prometido. Jesús resucitó, victorioso sobre la muerte. Se presentó ante muchos en su cuerpo glorificado, y ascendió al Padre, tal como había sido anunciado. Es este Jesús el que ha abierto el camino de cada pecador al Padre Santo, para que todos podamos experimenta vida eterna en Cristo. Veremos más adelante detalles de estos eventos de redención, pero ahora meditemos en esta verdad: Dios siempre cumple lo que promete. Los seguidores de Jesús tenían toda la información necesaria para entender lo que estaba sucediendo, pero no podían ver lo que Cristo estaba haciendo, hasta que sus ojos fueron abiertos. Pídele a Dios que abra los ojos de tu entendimiento, para que veas y entiendas lo que Dios ha hecho por ti. Vive la vida aquí consciente de la obra de Cristo y disfruta de las promesas de Dios día a día.
Lucas 19:11-27Mateo 25:14-30A todos se nos ha dado algo con lo que aportar a este mundo en el que vivimos. Unos parecen tener muchos talentos; capacidades artísticas, dones de administración, facilidad para aprender idiomas, manejar números complejos, analizar problemas o buscar soluciones eficaces. Es fácil ver a los que brillan por sus talentos, pero lo cierto es que cada ser humano tiene algo que otro ser humano necesita. En tiempos de crisis sanitaria nos damos cuenta de lo valiosa que es la atención y el cuidado de los sanitarios y la capacidad de organización y ayuda de los servicios de seguridad ciudadana. Y quizás tú dices, ¿y yo qué aportación tengo para ofrecer? El Señor Jesús enseñó sobre la utilidad de lo que se nos ha dado y cómo sacar el máximo partido de lo que tenemos. Para ello contó una historia. En Lucas 19 “Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas (moneda de un cierto valor) y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.”“Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.”Uno vino con la grata noticia de que su mina había producido diez minas. Este había administrado lo que su señor le había dado, de manera que lo había multiplicado por diez. Le dijo su señor: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.” El segundo siervo le presentó sus ganancias también. La mina que él había recibido había producido cinco minas. ¡No estaba mal! El señor lo alabó y le dio para supervisar cinco ciudades. Llegó un tercer siervo “diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo.” Este siervo no había invertido aquello que se le había dado, y como consecuencia, estaba entregando a su señor lo que este le había dado, sin ganancia alguna. El señor tuvo palabras duras para este hombre. Le dijo incluso: “¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?”Este siervo no era de fiar; si no había sacado partido de lo que tenía, ¿cómo podría su señor darle más? La historia nos dice que la mina fue dada al que tenía diez, pues este era el que había demostrado saber aprovechar aquello que ya tenía. En Mateo 25:14-30 tenemos una parábola similar, en la que cada uno recibe diferentes cantidades, y administra lo que ha recibido para que esto crezca y se reproduzca. Esta lección es importante para cada uno de nosotros. Debemos reconocer todo lo que se nos ha dado y ver cómo lo estamos administrando. ¿Qué te ha dado a ti el Señor? Puede que al principio te cueste pensar en algo. Deja que te de un par de ejemplos. Te ha dado una vida; ¿qué es lo que haces con ella? La organizas para tu propio provecho, o haces planes para vivirla de forma agradable a Dios y que traiga provecho a otros? Te ha dado un cuerpo ¿cómo cuidas tu cuerpo? ¿Le das lo que te pide cuando te lo pide, o planeas aquello que tu cuerpo necesita para que se mantenga sano y traiga gozo al Señor?  Te ha dado una mente, ¿usas tu mente para dar gloria a Dios y para poder ayudar a otros? Te ha dado personas en tu vida ¿valoras a tus familiares y amigos y cuidas las relaciones para que estas se desarrollen positivamente y traigan honra a Dios? Puedes ir nombrando cada parte de ti, cada capacidad, cada regalo que tienes, y que a veces puede que no notes. Estas son tus minas, estos son tus talentos. Enuméralos, y pide a Dios que te ayude a usarlos de manera fiel, para que el Señor pueda decir, “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” (Mateo 25:23)
Lucas 19:1-10Lucas 18:35-43; Mt. 20.29-34; Mr. 10.46-52Los evangelios nos cuentan que Jesús y los discípulos, yendo camino a Jerusalén, pasaron por la ciudad de Jericó. Nos cuenta Marcos 10 que “al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”Este hombre ciego había oído sobre Jesús de Nazaret, y sabía que podía darle la vista. Por lo que leemos, parece que sabía mucho más de Jesús, porque lo llamó “Hijo de David”. Entendía que Jesús era el prometido Mesías, el Salvador que vendría del linaje de David.Nos dice el texto que “muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.”Este hombre dejó todo lo que tenía y levantándose, vino hasta Jesús. “Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga?” Me encanta. Jesús sabía lo que este ciego necesitaba; sin embargo, hizo que este le pidiera lo que quería. Dios quiere que le pidamos, aún cuando sabe lo que necesitamos. Desea que nos demos cuenta de nuestra necesidad y tengamos la confianza de venir a pedírselo, como hizo este hombre. “El ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.”Jesús lo sanó, y la prueba de que este recibió mucho más de Jesús que sus ojos es que vemos que lo seguía en el camino. Había recibido de Dios lo que le había pedido, pero no se fue por su propio camino, sino que se fue siguiendo los pasos de su Salvador. El segundo personaje que queremos ver hoy es Zaqueo. Como hemos visto en el texto, salían de Jericó, Jesús, sus discípulos y una gran multitud, por lo que sería difícil para algunos ver a Jesús. Por este motivo encontramos a nuestro personaje, entendiendo quién era este que pasaba por su ciudad, y haciendo todo lo necesario para poder verlo. Se nos dice de Zaqueo que era un jefe de los publicanos, rico y de baja estatura. Ninguna de estas cualidades le ayudaba a llegar hasta Jesús. Pero este había determinado ver quien era Jesús. Así que buscó un árbol al que se pudiera subir, y sin importarle lo que cualquiera pudiera pensar, trepó hasta lo alto para poder divisar al Señor desde allí. Para su sorpresa, “Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.”¿Cómo? Lo llamaba por nombre, y quería quedarse en su casa. Este no dejó a Jesús esperando. Nos dice el texto que “descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.”Imagina a los religiosos al ver que Jesús había elegido comer y descansar en casa de un cobrador de impuestos que trabajaba para el imperio romano. Zaqueo, sin embargo, había encontrado en Jesús la paz de su alma. Y lo sabemos porque su vida así lo mostraría. “Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.” Estaba dispuesto a cambiar su vida para agradar a Dios y ayudar a otros. “Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”¿Recuerdas las parábolas de lo perdido que era encontrado? Una vez más, Jesús recuerda a los oyentes que no había venido a los que se consideraban justos, sino a aquellos que reconocían que necesitaban salvación. Zaqueo era uno de ellos. Había buscado a Dios y lo había encontrado, y con esto, todos los beneficios que trae el conocerlo. En Mateo 7:7-8 nos dice el Señor: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá.”Busca al Señor mientras pueda ser hallado; como Bartimeo, clama a Él; como Zaqueo, haz lo que sea necesario para ver quién es este Jesús. Porque al que clama, Jesús escucha; al que le abre sus puertas, Cristo entra a morar; y la comunión con el Mesías es dulce y duradera.
Mt. 19.16-30; Marcos 10:17-31; Lc. 18.18-30Estando Jesús en la región de Judea, vino a Él un joven rico que con gran respeto le hizo una pregunta que lo inquietaba.“Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?”Jesús le contestó conforme a lo escrito en la ley de los judíos: “si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.”Este chico le preguntó: “¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.”Este joven quería garantizarse un lugar en el cielo por su propio mérito. Ya hemos visto en la Palabra de Dios que nadie puede ganarse el cielo. Este chico afirmaba haber cumplido todos los mandamientos de la ley. Jesús, que conoce los corazones, ya le había dicho nada más llegar que bueno no hay más que uno, y este es Dios mismo. A los ojos de muchos, este sin duda era un ciudadano honorable. Y sin embargo, este chico al que nada material le faltaba, sentía que le faltaba algo para poder tener la seguridad de pertenecer al reino de Dios. Quería heredar la vida eterna. Jesús no le dice que no haya cumplido la ley fielmente. No le cuestiona las ocasiones, que las habría, en las que el joven habría infringido la ley en hecho o en pensamiento. Lo que hace es ir directamente a aquello que para el joven tenía más valor que seguir al Maestro. Le pide que venda sus posesiones, reparta lo que saque de estas a los pobres y lo siga. ¿Era este el proceder que Jesús sugería a sus seguidores? No, no lo era. Tenemos evidencia de Lázaro, su amigo, que junto a sus hermanas eran adinerados y dueños de una hacienda donde el Maestro se hospedaba cuando pasaba por Betania. No es que Jesús pidiera como requisito prescindir de riquezas para poder servirle a Él. Sin embargo, esto era lo que retenía a este joven. Jesús sabía que las riquezas le poseían y no él a sus riquezas. Cuando Jesús dijo que era difícil que un rico entrara en el reino de Dios, sus discípulos dijeron:  “¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.”Nos recuerda Mateo 19:25-26 que la entrada al reino es imposible, para ricos y para pobres. Mas Jesús la hace posible, porque lo que es imposible para el hombre, para Dios es fácil. Lo preciosos es que después de explicar el camino a la vida eterna, los discípulos abrieron su corazón preguntando al Maestro: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.”La vida eterna es la herencia de todos los que de corazón han recibido a Cristo, mas Jesús les revela que los sacrificios hechos por el Señor aquí en la Tierra no pasarán desapercibidos. El haber sacrificado cosas materiales en esta vida o seres queridos por hacer la obra de Dios no compra la entrada al cielo para nadie. Mas Dios no deja sin recompensa aquello que uno hace por Él. 1 Corintios 15:58 dice: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.¿Tienes ya la herencia de la vida? Está disponible gratuitamente para todo aquel que cree. Y no desmayes pensando que tu bien aquí en la Tierra pasa desapercibido. Jesús enseñó así en Juan 12:24-26 “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”
Mt. 19.1-12; Marcos 10:1-12; Lc. 16.18Los fariseos, como en otras ocasiones, vinieron a Jesús con una pregunta trampa para ver si este decía algo en contra de la ley judía. Esta vez, preguntaron a Jesús sobre el divorcio, si le era o no lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo. Una escuela de pensamiento dentro de la tradición judía permitía al hombre desechar a su esposa por cualquier motivo, desde una comida quemada hasta haber encontrado a otra mujer más joven y querer un cambio. Curiosamente, los mismos derechos no se le concedían a la mujer. Una vez más, la tradición estaba muy lejos de los deseos de Dios para su pueblo. Jesús dejó a un lado la tradición judía y fue directamente a la esencia del asunto. “Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.”Jesús presenta el matrimonio como un paquete indivisible. ¿Cómo puede parte del paquete decidir que no quiere a la otra parte? Cuando Dios diseñó la unión de un hombre y una mujer en una sola carne, estaba mostrando la esencia de la Deidad. Y cuando esa carne unificada se rasga en dos, está dañando esa imagen de unidad que Dios quería representar. Está claro que aquellos que no conocen a Dios no tienen el mínimo interés en preservar la imagen misma de Dios. Sin embargo, debería ser distinto con aquellos que han decidido vivir sus vidas para Dios. Por eso es que un matrimonio entre una persona que pertenece al reino de Dios con una persona que no ha entrado en su reino no es el plan de Dios. El ideal de Dios es que un hombre y una mujer que han puesto su fe en Cristo se junten en matrimonio para formar una unidad que busque representar la unión y el amor de Dios. Pero qué lejos estamos a menudo de hacer esto en los matrimonios. Por esto la tasa de divorcio es tan elevada.Los fariseos apelaron a la ley de Moisés para defender su caso: “Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla. Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento, pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.”Cuando uno busca su propio bien ignorando o asaltando el bienestar del otro es cuando la idea del divorcio surge. Somos pecadores, como la Biblia indica, y esto se refleja en nuestras relaciones interpersonales, comenzando normalmente por aquellas más cercanas. El plan de Dios es la unión que hubo en el principio entre Adán y Eva, mas la dureza de nuestro corazón, específicamente en el texto del corazón de los israelitas, había provocado una enmienda en la que se permitía el divorcio por causas específicas, la infidelidad y la rebeldía directa contra Dios, en la que uno no consentía en vivir con su cónyuge creyente. (Mateo 19:9; ver Jeremías 3:8)Ya a solas con Jesús, los discípulos volvieron a sacar el tema. Y Jesús les explicó que tanto el hombre como la mujer, si repudiaban a su cónyuge para unirse a otro, estarían adulterando. Ni el hombre ni la mujer tenían derecho a romper la unión que habían hecho ante Dios simplemente porque habían encontrado a otro que les gustaba más. Una vez más Jesús enfatiza, que si dos personas que dan fe de pertenecer a Dios están unidas en matrimonio, el pacto de unidad debe llevar garantizado el amor que Cristo tiene para su iglesia, un amor que busca el bienestar del otro. Cuando esto se hace mutuamente, no surgirá motivo de divorcio. Las situaciones de divorcio llegarán sólo cuando una de las partes del matrimonio deje de buscar la voluntad de Dios, y por desgracia, cuando esto ocurre, afecta a ambos, y muchas veces a otros fuera de la pareja, como los hijos y otros familiares cercanos. La Palabra de Dios habla del matrimonio mixto, en el que uno de ellos ha conocido a Dios y el otro aún no. Esto lo encontramos en 1 Corintios 7:14. Incluso en esta situación, Dios no recomienda el divorcio si hay respeto mutuo. Aquí el creyente debe mostrar a Cristo en su vida, con la esperanza de que su cónyuge venga al conocimiento de Dios.Sí, es cierto que en este mundo habrá situaciones en las que el divorcio es inevitable. Dios puede restaurar vidas destrozadas por el divorcio; puede en su misericordia bendecir uniones provenientes de previos desastres matrimoniales; pero es mucho mejor aún, si estamos en una unión entre creyentes o si el esposo no creyente está de acuerdo en convivir en armonía, buscar agradar a Dios y no permitir que el pecado destroce esta unión. Que Dios nos ayude a ver cada aspecto de nuestra vida como Dios lo ve, y que cada matrimonio cristiano pueda reflejar la gloria de Dios al mundo.
Mt. 16.21-28; Marcos 8:31-38; Lc. 9.22-27Mt. 17.22-23; Marcos 9: 30-32; Lc. 9.43-45Mt. 20.17-19; Marcos 10:32-34; Lc. 18.31-34La primera vez que Jesús anunció a los discípulos que era necesario que fuera a Jerusalén, para ser acusado, para sufrir y para morir, Pedro quiso protegerlo de tal situación. En Mateo 16 leemos cómo tomó a Jesús aparte y “comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” Pedro recibió una dura respuesta: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. El propósito de la venida de Jesús a la Tierra era morir, pagando la deuda de todos los pecados de la humanidad, y Pedro, con todas sus buenas intenciones estaba intentando convencerlo para que esto no ocurriera. Jesús entonces explicó a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”Los discípulos, como cualquiera de nosotros, daban mucha importancia a esta vida. Después de todo, es la única que conocemos. Mas Jesús les recuerda que esta vida es pasajera. Aunque es bueno y necesario velar por nuestra salud física, es mucho más importante analizar el estado de nuestra alma, porque de esto dependerá nuestra eternidad. Más adelante, en otras dos ocasiones, Jesús volvió a hablarles de la necesidad de su muerte. En Mateo 17 y Marcos 9 les recuerda que después de morir, resucitaría al tercer día. Esta esperanza debía sostenerlos a través de los momentos difíciles que se acercaban, mas nos dicen los evangelios que los discípulos no entendían, y se entristecieron. Una tercera vez, “Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará.Aún con toda esta información a su disposición, y habiendo convivido con el Maestro durante tres años, los discípulos no llegaron a comprender los eventos de la pasión del Cristo. Durante los días de la celebración de la Semana Santa repasaremos los eventos que sucedieron. Recordemos que como los discípulos, nosotros tenemos todo lo que necesitamos saber para comprender la obra de Cristo en nuestro lugar. Pidamos a Dios que nos ayude a entender para qué vino, y que vivamos de modo que su sacrificio valga la pena ahora y en la eternidad.
Mt. 18.1-5; Marcos 9:33-37; Lc. 9.46-48Mt. 20.20-28; Marcos 10:35-45Mt. 19.13-15; Marcos 10:13-16; Lc. 18.15-17A los seres humanos nos encantan las clasificaciones, las tablas y los rangos. Es por esto que triunfan las calificaciones, porque nos permiten ver cómo vamos en comparación con otros. Los discípulos también cayeron en esto, y entre ellos “entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.” Juan y Jacobo, hijos de Zebedeo, incluso llegaron a preguntarle al Maestro si podían sentarse cada uno a un lado de Jesús en el cielo. Esto no cayó muy bien a los otros discípulos, los cuales se enfadaron con los dos hermanos, como nos narra Mateo 20:24. Jesús, en cada ocasión en la que los discípulos cayeron en la tentación de buscar rango y posicionarse sobre otros les enseñó que en el reino de los cielos, paradójicamente, el mayor es el siervo de todos. En Lucas 9:46-48, “Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí, y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.” Los discípulos discutían por ver quién era el más importante entre ellos, y Jesús les mostró la necedad de sus pensamientos. Mateo 18:1-5 nos dice que: “llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.” Del mismo modo que un niño puede ver la grandeza de Dios y maravillarse por ello, debemos nosotros también humillarnos, para ver lo maravilloso que Él es. Jesús les pedía que no buscaran un lugar acomodado para sí mismos, y que dieran valor e importancia a aquellos a los que otros veían como menos importantes. En el capítulo 19 de Mateo, nos cuenta que algunos trajeron a unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron.“Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” En esa ocasión, los discípulos habían llamado la atención a los que habían traído a los niños hasta Jesús, y este dejó bien claro que el reino de Dios es para los humildes, y cada cual que quiera entrar en el reino de los cielos ha de depositar su confianza en Cristo. Jesús nos muestra la confianza de un niño como ejemplo a seguir para todo ser humano. Así que ¿quién es el mayor? El reino de los cielos no consiste en posicionarse para estar mejor. Mas Jesús dejó bien claro la diferencia entre el reino de este mundo y el reino de los cielos en Mateo 20 y Marcos 10:“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” El ejemplo de Cristo es evidente. Filipenses 2 nos enseña así: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”¿Quieres ser grande en el reino de los cielos? Confía en Dios con todo tu ser, piensa en el bien de otros y muestra el amor de Dios a través de tu servicio.
Mt. 17.1-13; Marcos 9:2-13; Lc. 9.28-36Seis días después de que Jesús hablara con sus discípulos acerca de su identidad y su propósito aquí en la Tierra, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y nos dicen los evangelios que “se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.”Podemos imaginar la escena. De repente, con Jesús, los discípulos ven a dos personajes. ¿Cómo podrían saber que eran Elías y Moisés? Supongo que Dios les dió este conocimiento, a menos que estos se presentaran a sí mismos o de alguna forma llevaran algún objeto identificativo. El caso es que como podían comprobar, Jesús no era ni Elías, ni tampoco Moisés, como algunos creían. Pedro, con su personalidad extrovertida y explosiva, interrumpió la solemne escena para ofrecer reverencia diciendo: “Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.”Quizás sin darse cuenta de lo que decía, Pedro estaba poniendo a Jesús al mismo nivel que Elías y Moisés. Después de todo, ambos eran personajes que los judíos respetaban grandemente.  Mas “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.”Dios intervino en la escena para mostrar a los discípulos que Jesús era el único al que debían oír. Si alguna vez has mostrado reverencia a un santo o te has acercado a pedir favor de algún personaje del pasado, debes ver, como Pedro y los otros discípulos pudieron entender en esa escena de la transfiguración, que el único que merece tu reverencia y el único al que Dios ha asignado como mediador es Cristo. Nos dicen los evangelios que los discípulos postraron sus rostros y tuvieron gran temor, mas “Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.”Jesús es el Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, el Salvador de la humanidad; mas en su amor se acercó a los discípulos para decirles que no temieran. Conocerlo a Él trae paz, rechazarlo debería traer temor. Mas este Jesús al que Dios identificó como su Hijo amado ha venido a mostrar su amor a cada uno de nosotros. Levantémonos y no temamos, sino sigámoslo y disfrutemos de una preciosa relación con Él.
Mt. 16.13-20; Marcos 8:27-30; Lc. 9.18-21)Durante el ministerio de Jesús en la Tierra, había muchos rumores sobre la persona de Jesucristo. ¿Quién sería este que hacía milagros y enseñaba aquello que no había estudiado? Era el hijo de un carpintero, no pertenecía a la élite judía, y sin embargo, muchos lo seguían. ¿Quién era este hombre realmente?Un día que viajaban por la región de Cesarea de Filipo, preguntó Jesús a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”“Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.”Juan el Bautista había fallecido injustamente a manos de Herodes. Para atender al capricho de su sobrina, e hija de su amante, Herodes había accedido a matarlo. El profeta, primo de Jesús, había denunciado abiertamente la inmoralidad del tetrarca, y este lo había encarcelado. Durante la fiesta de cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías, cuñada y amante del tetrarca, danzó para este. A Herodes le agradó, y le ofreció cualquier cosa que quisiera, pero ésta, instruida por su madre, pidió que se le entregara en una bandeja la cabeza de Juan.Cuando Herodes, más tarde, comenzó a escuchar sobre el ministerio de Jesús, creyó que era Juan el Bautista, que había vuelto de la muerte. Algunos más, aparentemente también creían ese rumor.Otros decían que era Elías. Si recordamos, la Palabra contaba cómo Elías fue llevado al cielo sin pasar por la muerte y el profeta Malaquías había profetizado que Dios volvería a enviar al profeta Elías antes de la llegada del gran día de Jehová (Malaquías 4:5). Así que, se puede entender que algunos creyeran que Jesús era Elías que había vuelto. Otros, lo relacionaban con uno de los grandes profetas del pasado, como Moisés o Jeremías. Veían su poder, pero no querían entender que este era, como él estaba comunicando, el Mesías anunciado. Así que Jesús preguntó a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”“Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”Pedro lo tenía claro. El Maestro a quien él seguía era el mismo Dios, el Cristo que esperaban. Curiosamente, el Señor Jesús “les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente.” ¿Por qué haría esto? ¿No sería fantástico que todo el mundo escuchara que este era el Mesías? Mas Jesús había venido con un propósito. Venía a morir. Si todos creían que era el que era, no lo habrían matado. Jesús les explicó diciendo: “Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.”Cuando esto sucediera, su misión se habría cumplido, y todos los que quisieran podrían comprender que este era en verdad el Cristo profetizado, el Hijo del Dios viviente, el Salvador de sus pecados. Este es Jesús, del que la Palabra nos habla página tras página. ¿Has confiado en Él para salvación? Romanos 10:11 nos dice: “El que creyere, no será avergonzado.” Dios no defrauda al que en él confía ¿Estás descansando en Él diariamente?
Mt. 15.1-20; Marcos 7:1-23Oíd, y entended: “No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.” Mateo 15:11Con estas palabras, Jesús contestó a aquellos que criticaban que sus discípulos no siguieran el rito de lavado de manos de la tradición judía. “Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?”Los fariseos se sintieron ofendidos por la respuesta de Jesús. Ellos vivían una vida basada en la tradición, y cualquiera que cuestionara sus costumbres debía ser señalado. Mas Jesús no se sentía amenazado por las tradiciones de los judíos, siendo él mismo judío.Cuando los fariseos cuestionaron el hecho de que los discípulos no siguieran la tradición judía, Jesús les cuestionó a ellos algo aún más serio. Ellos usaban la tradición para desobedecer la ley de Dios. Leemos en Mateo 15:3-9 que Jesús les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.”La ley pedía que cada uno mantuviera a sus padres cuando estos no pudieran proveer más para sí mismos, pero los fariseos, siempre preocupados por el dinero, habían ideado una manera de saltarse esta obligación, y estipulaban que podían designar dinero para “el Señor”, y así no cumplían esa ley. Jesús les acusó de no honrar a sus padres, uno de los diez mandamientos, utilizando como pretexto su tradición.Jesús los llama Hipócritas diciendo: “bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo:Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.”Es en este contexto que Jesús dijo: “No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.” Pedro pidió que les explicara lo que quería decir con esto, aunque parece bastante claro, no? Jesús lo explica en los versículos 17-20.¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.”Cuando estamos concienciados en cuidar la higiene y guardarnos de contaminación, damos gran importancia a actos como lavarnos las manos antes de comer. Sin embargo, con la importancia que esto tiene para no contaminarnos, hay algo que contamina más que cualquier cosa que podamos ingerir, y eso es lo que sale de nuestra boca, “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” dice Lucas 6:45.Examinemos constantemente lo que sale de nuestra boca. Analicemos lo que hacemos y por qué lo hacemos, para poder saber si en verdad estamos siguiendo mandamientos de hombres, o si estamos viviendo conforme a la ley de Dios. Que de nuestra boca salga solo aquello que es de edificación para otros y que da la gloria a Dios.
Al caer la tarde después del domingo de resurrección, Lucas nos narra la historia de dos discípulos que iban andando hacia el pequeño pueblo de Emaús. Las noticias de los eventos de ese día les habían llegado y la verdad es que ya no sabían qué creer. La entrada de Jesús en Jerusalén les parecía ya un evento lejísimo en su memoria. Mientras iban andando, no podían evitar conversar sobre Jesús.Lucas 24 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos.Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.Y vosotros sois testigos de estas cosas.He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.La tristeza de los discípulos el viernes se había convertido en gran gozo y alabanza. Si tú has conocido a Cristo, y estás confiando en lo que Él hizo por ti durante esa santa semana, el mismo gozo que experimentaron sus discípulos debería estar presente cada día de tu vida.
Antes del amanecer el primer día de la semana, encontramos guardias en la tumba y mujeres preparándose para ungir el cuerpo de Jesús. Ninguno de los dos grupos tenía idea de lo que estaba a punto de acontecer. El cuerpo que estaban guardando y que venían a ungir seria resucitado en gloria y saldría victorioso de aquella tumba.Lucas 24El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás. Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.Vemos que el apóstol Juan cuenta cómo vivió él, con Pedro, el mismo acontecimiento. Juan 20El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.Y volvieron los discípulos a los suyos. Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.El día domingo comenzó inmerso en tristeza, pero esta tristeza se transformaría en gloria cuando Cristo salió victorioso de la tumba, tal como había profetizado de sí mismo. En su conquista de la muerte, vemos su victoria sobre el pecado. Su sacrificio fue aceptado delante de Dios para poder ofrecernos perdón de pecados. Hoy tenemos motivo para celebrar. Nuestro Salvador ha resucitado. No está muerto. Vive para siempre, para interceder por nosotros delante de Dios.
Antes del anochecer del viernes, cuando comenzaba el día de reposo para los judíos, el cuerpo de Cristo debía estar en la sepultura. Nos cuenta la Biblia lo siguiente en Lucas 23:50-56:Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo.Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.José de Arimatea no era el único que estuvo presente para acoger el cuerpo de Jesús. También lo acompañó Nicodemo, el líder de los judíos que había venido a Jesús de noche tres años antes. Jesús le había hablado de su necesidad de nacer de nuevo en Juan 19:39-4239 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos.41 Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno.42 Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.Pero ¿dónde estaban los otros discípulos? ¿Qué había pasado con Pedro, el que estaba dispuesto a morir por él, y así lo había declarado delante de los demás? La última vez que habíamos leído de Pedro, fue después de que hubiera negado a Cristo tres veces, y cuando cantó el gallo, salió llorando amargamente. Los discípulos de Jesús están esparcidos, tal como había profetizado de ellos Zacarías cuando dijo: “Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas” (13:7). Muchas veces nosotros nos encontramos en la misma situación cuando estamos en medio de la prueba. Nos es difícil en los momentos de incertidumbre recordar las promesas de Dios y creer que hay esperanza. Los pobres discípulos estaban deprimidos porque todos sus planes parecían haber fracasado. Pero era sólo sábado, y ¡pronto llegaría el domingo!
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