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Las hijas de Felipe
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Las hijas de Felipe

Author: Podium Podcast

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Description

Cotilleos históricos, dramas barrocos, vidas olvidadas. Monjas, demonios, embustes, alquimia, recetarios, oro. Y recuerda que, todo lo que te pasa a ti, ya le pasó a una monja en los siglos XVI y XVII.

Un podcast de Carmen Urbita y Ana Garriga. Producido por Podium Podcast.
52 Episodes
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Presas del terrible desamparo que nos consume ante un trance que jamás quisimos afrontar, Las hijas de Felipe recurrimos a un rosario de despedidas barrocas, desgarros amistosos y separaciones cortesanas y conventuales para enjugar las lágrimas que empapan nuestros tristísimos ojos. Este episodio, amigas, es un pequeño repaso por el repertorio sentimental de las despedidas barrocas: un intento de buscar en nuestros siglos más favoritos un poquito de aliento para daros una noticia seguramente dolorosa pero también muy necesaria. Pero, por favor, que nadie se hunda en la pesadumbre, que como siempre, al final del recorrido, y del viaje, hay jolgorio y regocijo, sonrisa perpetua y entusiasmo carmelita. Partimos, pero no sin el amparo de nuestro escuadrón angelical de ilustrísimas oyentes. 
Fieramente humanas

Fieramente humanas

2024-02-0501:07:53

Las hijas de Felipe es el refugio sonoro del ahistoricismo deliberado, un espacio donde los rincones más remotos de los siglos XVI y XVII y los resquicios más impenetrables del presente se solapan en un anacronismo estratégico para, con suerte, sugerir cavilaciones y conexiones insospechadas. En este episodio en directo desde el Museo Thyssen de Málaga, dialogarán con la exposición Fieramente humanos para pensar los procesos de canonización desde la construcción contemporánea de la fama y la celebridad. Desde los rasgos exactos de Santo Domingo revelados por el demonio a las dominicas de San Plácido hasta las implicaciones del lip combo de Rosalía: un suculento y trepidante recorrido por los vericuetos de la santidad y el estrellato.
Casuística amorosa

Casuística amorosa

2024-01-2201:10:46

Felicísimas de poder aliviar al fin la quemazón que nos carcomía ante la falta de invitaciones para participar en actividades ontológicamente lésbicas, en este episodio grabado en el Festival Visibles de Barcelona, nos entregamos con desenfreno a una apología de lo que más nos encandila y atormenta a las lesbianas: la casuística amorosa. Ayudadas por las enrevesadas herramientas casuísticas de los jesuitas, os enseñaremos todo lo que necesitáis saber para navegar con éxito las pantanosas aguas de la incondicionalidad amorosa; arropadas por Madame de Scudéry y su ramillete de amigas précieuses, militantes de la agamia barroca, os guiaremos por una liosísima cartografía de los afectos para desembocar en el desenfreno lujurioso de Inés de Santa Cruz y Catalina de Ledesma, Las Cañitas, nuestras Tukus barrocas, y desmentir de una vez por todas el mito de la lesbian death bed. Si te urge saber quiénes eran la Holland Taylor y la Sarah Paulson del barroco, si no puedes vivir ni un minuto más sin averiguar cómo acaba el estropicio poliamoroso de Las Cañitas, dale corriendo a play. 
Arulladas por el gusaneo y la desidia que acompaña siempre el comienzo de un nuevo año, en este episodio os traemos la tercera y, prometemos, última versión del remotísimo episodio piloto con el que nacieron Las hijas de Felipe. Angustiadas de reencontrarnos con las Ana y Carmen de hace cuatro años, perplejas ante nuestra perpetua capacidad de ralentización, empezamos el año recuperando el único placer culpable que compartimos con nuestro padre: el aplazamiento. Entre el soleado halo marbellí de Julio Iglesias y la palidez escurialense de Felipe II existe un puñadito inesperado de correspondencias que ya hiló muy juiciosamente Patricia Esquivias. Continuando con su malabárico ejercicio de anacronía estratégica, encontramos en las plácidas sobremesas de Julio en su mansión de Indian Creek el reflejo invertido de las "tardes dulces y apelusadas como un melocotón" vividas por Felipe II en su Escorial. Si Julio es la ociosidad tostada por el sol dorado del desarrollismo, nuestro padre es el cansancio perpetuo de un trabajo improductivo, perdido en laberintos interminables de pliegos y papeles, "holgándose en menudencias" y aplazando el sinfín de urgencias que requería un reino en ebullición. Con razón protestaba Diego de Silva en 1589: "la menudencia con que Su Magestad trata los negocios más menudos es materia de lástima, porque perder el tiempo para no ocuparle, esso es lo que los hombres llaman pasatiempo, mas ocuparle para perderle cosa es a que no se puede poner nombre". Pero Las hijas, estudiantes perpetuas y aplazadoras natas, sabemos que sí hay un nombre para su incesante pero infructífera labor: se trata de nuestra amiga LA PROCRASTINACIÓN. En este episodio os llevamos de la mano por los sudores de la microgestión obsesiva, os abrimos una rendijita a la intimidad sonrojante de nuestra escritura y os desvelamos la infalible técnica de los 5 minutos para vencer el síndrome de la procrastinación.
Si de algo sabemos las lesbianas es de fantasía: de reconstruir inmensidades a partir de señales casi imperceptibles, de aferrarnos todo lo posible a un mosquetón, un pantaloncito de chándal, una mirada furtiva, un comer con las manos, un encenderse un cigarro con gracia. Ahora y hace 500 años. En honor a esa fe transhistórica en la fantasía del deseo lésbico, rastreamos para el Festival de Literatura Queer en Español en Londres atrevidas menciones y veladas alusiones al deseo lésbico en la literatura de nuestros siglos más favoritos. Un tesoro para sométicas, baldreseras y fricatrices: el regalo navideño más suculento que vais a recibir estas navidades. Las fugaces esperanzas del travestismo escénico, la to-do-list pastoril para tener la mejor primera cita de tu vida y la literatura devocional de exaltación mariana convertida en inesperado pero certero acicate de la polución con una misma. Todo para concluir, como el personaje de Flora en la novela de María de Zayas, que “donde las veo y más tan bellas…se me van los ojos tras ellas”.
Las hijas de Felipe es el refugio sonoro del ahistoricismo deliberado, un espacio donde los rincones más remotos de los siglos XVI y XVII y los resquicios más impenetrables del presente se solapan en un anacronismo estratégico para, con suerte, sugerir cavilaciones y conexiones insospechadas. Este episodio-performance se integra en Clima Fitness con el mismo ánimo: trenzar coincidencias y desencuentros en el gesto transhistórico de los rituales de adaptabilidad. Para ello, ejerceremos de extrañas ventrílocuas de la caterva de predicadores que, desde púlpitos y tratados, asediaron a los religiosos que llegaban a Nueva España con estrictos mandatos de adaptabilidad al nuevo entorno. Pero también veremos que, a su vez, estos fabricadores de sermones se instan unos a otros, desde sus manuales de predicación, a ejercitar un rigurosísimo entrenamiento somático. Son textos que articulan toda una poética del cuerpo del predicador (el sudor, la saliva, los mocos) para eliminar cualquier atisbo de fuga o contaminación ambiental. Y, en un último gesto, ponemos a prueba,  en nuestros propios cuerpos, los mandatos del sermón. Un surtido de rituales de adaptabilidad barrocos, una hibridación de exigencias y saberes y un felicísimo encuentro en el púlpito-gimnasio-dispositivo de Clima Fitness.
Tanta dicha como Sofonisba

Tanta dicha como Sofonisba

2023-11-2001:20:17

Entre la abundancia de reliquias, bordados, cartas, cuadros y tesoritos con los que podemos deleitarnos al visitar el Monasterio de la Encarnación de Ávila, las monjas han preservado una pintura que, por sus trazos gruesos, su precariedad técnica y su remota ubicación, no suele retener la atención de visitantes y estudiosas. Las vigas de madera que sostienen el techo de una de las diminutas celdas conservan el peregrino autorretrato que alguna carmelita de las muchas que circularon por este convento (en el que nuestra santa Teresa vivió entre 1535 y 1562) se animó a pintar justo donde caía su mirada al tumbarse boca arriba sobre el jergón de la cama. Deshechas en ternura, admiración y sorpresa ante las pinceladas rápidas y toscas de la carmelita, en este episodio nos adentramos en claustros de clarisas y de agustinas recoletas, de jerónimas y de benedictinas, para recordar que las monjas de nuestros siglos más favoritos de la historia no solo se entregaron a meticulosas labores de manos y rentables elaboraciones de objetos suntuarios, sino que también sucumbieron a la pintura, el dibujo y la escultura. Entre la célebre clarisa de Lerma Sor Estefanía de la Encarnación, que aseguraba que “todos los que entraban a verme pintar” juzgaban que tenía “tanta dicha como Sofonisba” y aquella anónima carmelita, de la que solo sabemos que un día se atrevió a mojar un pincel en pintura negra para bosquejar su autorretrato, descubrimos una larga genealogía de monjas que, espoleadas por un ansia de pertenencia cívica y cultural, decididas a ostentar una marca diferencial de devoción, necesitadas de patronazgo o, simplemente, deseosas de adornar las paredes de los conventos con sus propios trabajos, pasaron no pocas horas de la clausura entre lienzos y cinceles. 
La leche polifónica

La leche polifónica

2023-11-0601:00:04

¿Piensas por ventura que la naturaleza dio de balde tetas a las mujeres y que puso allí aquellos dos pezoncitos como dos berruguitas no por más de por una cierta gentileza o hermosura de los pechos? Buenos estábamos por cierto. No lo hizo sino a fin de que la madre habiendo parido tuviese con que poder criar a su hijo, según hacen todas las otras alimañas.” Que esta espantosa sentencia de Juan Luis Vives, carísimas oyentes, no os abisme en el desasosiego, porque con este episodio verdaderamente espectacular venimos a demostrar que también en todo lo que concierne a la leche y a la lactancia, lo que los humanistas te quitan, las monjas barrocas te lo devuelven, y los sinsabores que los tratados médicos te dan, ellas te los quitan. Sobrecogidas y colmadas de regocijo lácteo os presentamos uno de nuestros episodios más favoritos hasta la fecha, un delicioso recorrido por vírgenes lactantes, reliquias de leche en polvo, nodrizas a precios desorbitados, hombres amamantadores, la cripta láctea de Belén, humanistas desquiciados con disciplinar la leche materna, pezones milagrosos, lactancias mercenarias, Cristos lactantes y, como siempre, un manojito espléndido de místicas, dominicas y clarisas para demostrar que, como siempre, fueron las monjas las que supieron como nadie dar empaque semiótico a los fluidos corporales y resignificar hábilmente la obsesión láctea del siglo para hacerse un huequito en el mundo más allá de las celosías.
Arte de bien morir

Arte de bien morir

2023-10-2352:46

El 31 de marzo de 1614 El Greco empuñaba la pluma para firmar, agotado y tembloroso, un último documento: Sepan cuantos esta carta de poder para testamento vieren cómo yo Dominico Teotocopuli pintor vecino de esta ciudad de Toledo estando echado en una cama enfermo de enfermedad que dios nuestro señor fue servido de me dar…digo que por cuanto por la gravedad por cualquier causa e razón que sea dejo e nombro en todos ellos por mi universal heredero a el dicho Jorge Manuel mi hijo y de la dicha Jerónima de las Cuevas para que todos ellos los haya y herede e goce y disponga dellos como cosa suya con la bendición de Dios y mía. Debilitado por las dolencias que le llevarían a la muerte el 7 de abril de ese mismo año, El Greco otorgaba a su único hijo una carta de poder para que hiciera testamento en su nombre. Además de un buen puñado de deudas, Jorge Manuel recibió de su padre minuciosas indicaciones sobre cuántas misas y novenarios debían seguir a su entierro, cuántos frailes franciscanos debían velar su cuerpo, quiénes eran los clérigos que seguirían su cadáver hasta el convento de Santo Domingo donde sería enterrado.  Pasmadas ante una pormenorización tan exhaustiva de los protocolos que debían seguirse a su muerte, en este episodio grabado en el Museo de El Greco de Toledo venceremos el desasosiego a que tan fúnebres pensamientos nos asoman para desembrollar el mortuorio decálogo de reglas, métodos y rituales que pautaban el delicado arte del morir barroco. Aunque algunos, como el jesuita Juan Bautista Poza en su Práctica de ayudar al buen morir (1619), quisieran zanjar el más misterioso de los trances con una áspera enumeración — “El cuerpo a la tierra, las deudas a los acreedores, la hazienda a los herederos, la limosna a los necesitados”—, Las hijas de Felipe perseveramos hasta desempolvar todo lo que las artes moriendi encierran de autorretrato inusitado, ritual de desasimiento y escabrosa autoficción. 
La Monja Alférez

La Monja Alférez

2023-10-0959:31

“Ella es de estatura grande y abultada para mujer, bien que por ella no parezca no ser hombre. No tiene pechos: que desde muy muchacha me dijo haber hecho no sé qué remedio para secarlos y quedar llanos, como le quedaron”. Con esta sintaxis movediza e inestable describía en 1626 Pietro della Valle, amigo del Papa Urbano VIII, la escurridiza identidad de Catalina / Antonio de Erauso. De novicia huida a alférez pendenciero, de dominica conflictiva a intrépido mulero-mercader, Erauso se convirtió en uno de los personajes más diseccionados, aclamados y ficcionalizados  del siglo XVII. En este episodio, desgranamos cada detallito de su ajetreada biografía para acabar confesandoos, amigas, nuestra animadversión hacia este colaborador con el genocidio colonial, y para finalmente cobijarnos en su transformación en icono mítico y así trazar, acomopañadas de reconocidas voces de artistas y teóricas, un atiborrado ramillete de genealogías disidentes: precedente trans, precursora butch, travestida pre-drag king y poliédrica virgen-guerrero. Si no podéis vivir ni un minuto más sin saber con qué manual de esgrima se preparó la actriz Luisa Robles su arrojado papel para convertirse en monja alférez en 1626, y si necesitáis averiguar qué une a Juana de Arco, Mulán y Santa Tecla, dadle corriendo a play.  Consigue tu entrada para el live show de Las hijas de Felipe en Pamplona el 21 de octubre https://teatrogayarre.com/las-hijas-de-felipe/
“Dar es señorío, recibir esclavitud”. Incapaces de hacer nuestro el lema de los Mendoza que amparó a la marquesa del Cenete en su delirante fiebre del regalo y en su labor de sugar mami intelectual, y ansiosas por disfrutar de nuestro espíritu más regalado y regalón, en este episodio desmenuzamos para nuestras dadivosísimas oyentes las múltiples tesituras del gesto transhistórico del obsequio. Con un elenco de personajes insoportablemente VIPs y algún inevitable devaneo por ese reducto feudal que es la reviste Hola, recuperamos el circuito de reciprocidad de la economía del regalo, nos regodeamos en el anciano acercamiento discursivo a emblemas y memes, recuperamos el costoso adiestramiento en coleccionismo de Mencía de Mendoza, la Blue Ivy del barroco, advertimos contra souvenirs embarazosos y molestas aduanas y, en un insospechado recorrido que enlaza mejillas de santas y demás reliquias de las Descalzas Reales con injertos de pelo y otros sobornos de la Gürtel, os invitamos a lagrimear con nosotras por el descalabrado declive en la coacción del agasajo diplomático. Si no podéis vivir ni un minuto más sin descubrir qué amistad de nuestra santa Teresa sufrió ciertas marejadillas por la latosa jerarquía del agasajo o si necesitáis saber inmediatamente con qué primoroso intercambio de regalos echamos la lazada final a este episodio, dadle corriendo a play.
Carísimas oyentes, siervitas nuestras del barroco, rebañito humilde del anacronismo estratégico: Las hijas de Felipe volvemos hoy en una nueva temporada, porque bien sabemos que no existe remedio mejor para las borrascas de este siglo que el refugio de un amistoso rinconcito terapéutico. Después de un verano aciago, volvemos dispuestísimas a trazar en este episodio una genealogía de alegrías, sosiegos, turbulencias y erupciones de la amistad. Porque, ya lo sabéis, cada nuevo episodio de este podcast es la secuela de un flechazo amistoso, el nuestro, casi tan arrebatado como el que en 1608 llevó a la carmelita Ana de Jesús a escribirle a su adorada Beatriz de la Concepción “que estamos hechizadas la una con la otra, porque el día que no hablo con vuestra reverencia no puedo vivir”. Y también porque es la urgencia de ubicar las coordenadas históricas de las redes de amistad femenina y el deseo de trazar y compartir genealogías celebratorias en las que reconocernos todas lo que sigue alentando nuestro extrañísimo empeño de sostener un podcast ceñido a la cultura de los remotos y manoseados siglos XVI y XVII. “Todo lo que te pasa a ti ya le pasó a alguien en los siglos XVI y XVII”, decimos siempre. También la euforia, los desvelos, las turbulencias, los cuidados, el rigor y la devoción de las amigas.
Incapaces de frenar nuestros instintos más escabrosos, en este episodio no nos resistimos a revivir la fascinación con la que nuestras personitas del barroco se empeñaron en desvelar qué escondían las “repugnantes interioridades” corporales. Entre conocidísimos armatostes anatómicos como el tratado De humani corporis fabrica (1543) de Andrés Vesalio y sonadas descripciones disectivas como la que tuvo lugar en Santo Domingo en 1548 de “unas mellizas unidas por el cordón umbilical”, venimos a descubriros una práctica feminizada, y a menudo olvidada, de la disección. Despegándonos del academicismo médico masculino, abandonamos momentáneamente el barroco para viajar entre susurros conventuales hasta la Italia del siglo XIV para asistir, acompañadas de las majísimas Margherita, Lucia, Caterina y Francesa al cuidadoso descuartizamiento y escrutinio del cuerpo incorrupto de su compañera de religión —veremos cómo “la dicha Francesa lo abrió por la espalda por su propia mano, como habían acordado”, porque “las monjas no podían descansar ni sosegar hasta saber qué cosas” había ahí dentro—, para acabar, de vuelta en el barroco, celebrando el minucioso conocimiento anatómico y disectivo de nuestra adorada Sor Juana Inés de la Cruz.
Decididas a convertirnos por un ratito en mediums transhistóricas, hábiles orquestadoras de solapamientos biográ cos, nos aventuramos a enhebrar, en nuestro episodio más arriesgado hasta la fecha, las vivencias adolescentes de dos joyas chilenas: a una de ellas, Úrsula Suárez, la invocamos a través de la larguísima Relación autobiográfica que escribió entre 1708 y 1732 en el convento de clarisas de Santa Clara de la Victoria de Santiago; a la otra, Javiera Mena, la tenemos junto a nosotras de cuerpo presente en el caluroso Madrid de 2023. Guiadas por la mano díscola de Úrsula, la monja con la adolescencia más con ictiva y caprichosa del barroco, indagamos en esquemas juveniles y educaciones sentimentales, aborrecimientos matrimoniales y fantasías voyeurísticas, jerarquías familiares y culpa católica. Si queréis saberlo todo sobre las fantasías y ansiedades de estas dos mujeres “invencioneras y ardilosas”, “presuntuosas y fantásticas”, “comediantas y alegres”, dadle corriendo a play.
De entre las muchísimas formas que el vidrio tomó en la industria manufacturera de la Venecia del barroco existió una particularmente licenciosa y sonrojante. Los calurosos hornos de Murano, entregados sin pausa a la confección de sofisticados artilugios que pudieran saciar un mercado europeo sediento de lujos, también se entregaron al delirio erótico con la elaboración de dildos de cristal. Deshechas en mareos por la resaca barroca del Sarao, y en sonrojos, por el impúdico tono al que este asunto nos arrastra, en este episodio recuperamos y aumentamos nuestro material más indecoroso hasta la fecha, antes solo al alcance de las más fidelísimas oyentes y, a partir de hoy, disponible para ruborizar los oídos de todas las devotas. Os descubrimos los entresijos de una transgresora cultura pornográfica que, gestada entre los canales de Venecia, llegaría a penetrar los porosos límites de la clausura. Las escabrosas posturas de los Sonetos lujuriosos de Aretino, las monjas revoltosas de sus Ragionamenti y el torbellino de acusaciones, persecuciones e intentos de asesinato nos abrirán una rendija a los deliciosos mecanismos —entre el escándalo y los vicios compartidos— que orquestaron los rincones más lujuriosos de nuestros siglos más favoritos de la historia. Pero, manteniéndonos fieles al modestísimo recato que nos caracteriza, frente a estas fantasías masculinas de orgías, intercambios de poluciones y encuentros furtivos, Las hijas indagamos en los anhelos de domestichezza matrimonial que verdaderamente condicionaron el celibato en la clausura veneciana.   
Las manos arrugadas y venosas que, pese a las flaquezas propias de la edad, empuñan con firmeza un crucifijo y un pequeño breviario. El rostro arrugado y ojeroso recogido por una ceñida toca blanca. Unos ojos brillantes que, ligeramente alzados, nunca cesan de acompañarte con la mirada. De entre todos los retratos barrocos que atosigan las paredes del museo de El Prado, ninguno tan conminatorio y riguroso como el de Jerónima Yáñez de la Fuente. Ninguno, tampoco, esconde bajo tal pátina de recogimiento un relato tan insólito e itinerante como el de esta clarisa toledana. Bienvenidas, amigas, a nuestro episodio más aventurero y expedicionario hasta la fecha: un sentido homenaje a las despedidas y a las que se quedan viendo cómo las demás se van, un agotador periplo transatlántico de Toledo a Cádiz, de Cádiz a Veracruz, de Veracruz a Acapulco y de ahí, por fin, a las Islas Filipinas, a la intemperie, pero siempre guiadas por la mano certera y diligente de Jerónima de la Asunción, la florecilla más tardía del barroco, y su “pequeño y angélico escuadrón” de intrépidas clarisas excursionistas. 
Cuando el 20 de mayo de 1664, el Gran Duque de Toscana, Cosimo III, visitó el acaudalado convento de San Lorenzo de Venecia, salió de allí perplejo asegurando que las benedictinas que habitaban tras las celosías llevaban “los senos medio descubiertos” y que sus hábitos parecían más “de ninfas que de monjas”. Decididas a alejarnos de la pátina lasciva que recubre las palabras del baboso de Cosimo, en este episodio nos entregamos al delirio de opulencia y vanidad de la clausura veneciana para convenceros, amigas, de que tunear el hábito con una manga japonesa de seda negra, un choker de perlas, o un escote de infarto bien podía ser una forma poderosísima de ejercer la ciudadanía robada por una clausura a menudo no consentida. Siguiendo demasiado al pie de la letra la regla benedictina que exigía “vestir al desnudo”, las monjas venecianas lograron convertirse en las reinas de la transparencia hasta hacer de sus locutorios un atiborrado showroom barroco de La Perla. Si queréis saberlo todo de la monja que andaba detrás del Inditex conventual más boyante de toda Venecia, y si no podéis vivir ni un segundo más sin descubrir por qué la jovencísima Tiktoker BbTrickz se parece más de lo que imagináis a las ricachonas enclaustradas en la Venecia del siglo XVII, corred a darle a play. Y si te apetece, vente al "Sarao Barroco" el día 4 de junio en el Palacio de la Prensa de Madrid. ¡Consigue tu entrada!
“Mandamos, por santa observancia, en virtud del Espíritu Santo, bajo pena de excomunión, que ninguna religiosa hable en materia de encarrujos”. Presas del asombro en que nos sumió este interés desmesurado por prohibir a las monjas de Santa Clara de Querétaro la mera verbalización de un tipo de pliegue en la tela del hábito, y coincidiendo con la insólita aparición de vuestras empollonas favoritas en las páginas de Vogue, en este episodio revolvemos en arcones y roperos del convento para contaros absolutamente todo lo que siempre quisisteis saber sobre los sistemas sartoriales de la clausura, la semiótica conventual y la finísima jerarquía del dispendio estético en el hábito. Uníos a nosotras en la travesura de desoír el consejo de nuestra Santa Teresa, que nos anima a guardar “todo descuido de sí”, y ataviaos con vuestros velos, panochas, veneras y zempanzúchiles más aparatosos para asistir a esta barroquísima pasarela novohispana de monjas coronadas, reinas por un día. El dudoso ecologismo de las “monjas vaqueras”, el delirio insoportablemente aesthetic de jerónimas y concepcionistas y justificadísimas protestas contra el imaginario querúbico, cardenalicio y episcopal de La Met Gala de 2018: todo esto y mucho más para zanjar, amigas, que puntillas, gamas cromáticas, bordados y accesorios siempre fueron, además de exquisita coquetería, toda una simbología de resistencia. Si queréis saber el nombre del único complemento por el que merecería la pena sacrificar vuestra salud cervical y si no podéis vivir ni un segundo más sin descubrir la herramienta definitiva para ubicar a qué orden perteneceríais según vuestra vibra estética y espiritual, calzaos vuestros chapines y dadle corriendo a play.
Clarisas endemoniadas

Clarisas endemoniadas

2023-04-1701:12:17

Manuquiel Serafín, Anacón Dominación, Ariel Querubín, Aolaol Virtud, Maraón Trono, Baruel Principado, Manuqueón Arcángel y así hasta 6.666 demonios con sus 6.666 nombres ocuparon en forma de culebras, cangrejos, monos, iguanas, gusanos, caballos, conejos, sapos, terneros, gatos, toros y lagartos hasta el último recoveco del cuerpo de Luisa Benítez, alias la Pacora, monja del convento de Santa Clara de Trujillo, Perú. El proceso inquisitorial iniciado en 1674 cuenta que el asedio demoníaco a la clarisa llegó a tanto que “en cuanto obraba y dejaba de obrar sentía abrasarse tanto de día como de noche sin dejarla sosegar”, porque el poliédrico y zoomorfo enemigo “la tenía todo el cuerpo y la cara toda acardenalado de los porrazos que le daba”, mientras “le convidaba a tener actos carnales poniéndole delante muchas veces, y muy de continuo, hombres y mujeres tocándose deshonestamente”. Decididamente reacias a replicar el 50 sombras de grey conventual de la libidinosa mirada del Santo Oficio, en este episodio dejamos a un lado anodinos estigmas, ojos en blanco y chillidos a deshora para encontrar en la posesión demoníaca la estrategia más aparatosa, truculenta y sentimental de dos monjas periféricas con “espíritus como entretejidos”, bastante enamoradas. Acompañadnos, amigas, en este tembloroso y encendido recorrido por fandoms lastrados, Tukus endemoniadas, sospechosas evacuaciones seminales, exorcismos butch y trasvases lésbicos angelicales. Si no aguantáis ni un minuto más sin saber en cuántas legiones se dividían los 6.666 demonios, quiénes eran Gloriei y Finiel o quién cura la vaginosis a la Pacora, dadle corriendo a play. 
Desde Lisboa, Felipe II escribe una carta a sus hijas en la que, entre noticias y consejos, asoma de pronto la alusión familiar y enternecida a una irresistible figurilla marginal: “Ya creo que Magdalena no está tan enojada conmigo, pero ha días que está mala, y se ha purgado y quedado de muy mal humor y ayer vino acá; y está muy mal parada y flaca y vieja y sorda y medio caduca y creo que todo es del beber”.  Sin que sirva de precedente, amigas, en este episodio abandonamos celdas y celosías, confesionarios y tornos, para presentaros, en riguroso biopic áulico, a nuestra truhancilla de la corte favorita: Magdalena Ruiz. Os descubrimos cada rinconcito de la vida de esta “sabandija palaciega” recuperando en el camino a otras “gentes de placer” como Sarmentico, Perequín, Periquillo, Juan Calabacillas, Bonamí o Isabelica la Chova, os revelamos los sonrojantes detalles de los crushes más ardientes de Magdalena, su fervor taurino y su longevo espíritu embriagado y jaranero para presentaros a la persona más lenguaraz, disfrutona y cautivadora que pululó alrededor de Felipe II. Un episodio con ASMR museístico, intensos devaneos sobre las maquinaciones que sostienen tanto los retratos dinásticos como la elección de fotos Tinder, la cosificación de lo monstruoso, su insubordinación, y dos merecidísimos desprecios a nuestros no tan queridos Covarrubias y Robert Burton. Amigas, si no aguantáis ni un minuto más sin saber cuántos maravedíes se gastaban las hijas de Felipe en ropita para sus monas o el número exacto de besos que Magdalena pide darle al Duque de Alba, dadle corriendo a play. 
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