Mañana es la palabra más peligrosa de tu vocabulario porque aunque es un símbolo de esperanza puede ser fácilmente la razón por la que tus sueños permanecen en pequeñas imágenes en tu cabeza. El mañana disminuye la importancia del aire que estás respirando ahora mismo. Te dice que algún día puedes comenzar tu viaje y qué puedes esperar y ponerte cómodo hasta entonces. Mañana la máscara misma es un escape para los que se sienten oprimidos por el miedo, los que se resisten al cambio. Te anima a estar contento donde estás. Afirmar que tienes toda tu vida para llegar a donde quieres estar y para algunos el mañana es eterno. Se convierte en arrepentimiento, en una movilidad, en una excusa para nunca hacer realmente lo que se supone que debes hacer. Mañana puede ser peor que fallar porque a menudo implica que nunca hubo un comienzo. Sólo hubo una visión. Sólo una idea que se pospuso para un mejor momento que nunca llegó. Nunca habrá un momento en tu vida más precioso que el que estás viviendo. El corazón que late en tu pecho, el aire en tus pulmones, la sangre en tus venas. Te están dando la oportunidad de hacer un cambio. Para convertirte en quien quieres ser, para vivir, para inspirar, para lograr. Porque ¿quién sabe realmente cuántos mañanas tendrás? Lo último que quieres es mirar atrás en tu vida dentro de miles de días. En el deseo de que tuvieras el valor de hacer lo que querías hacer. En desear que comprendieras, lo rápido que el mañana viene y va Y que todo lo que tendrás es el momento presente. Cada viaje comienza con un paso. Ese valiente acto de avanzar, sin saber lo que el mañana traerá. Sólo sabiendo que estarás más lejos entonces de lo que estás ahora. Que serás más fuerte, más sabio, más inteligente. Porque no esperaste a mañana. No esperaste nada. Y que es la diferencia entre ser y desearía ser Es la diferencia entre soñar y vivir de verdad.