'Bahía de Cochinos: la invasión'
Update: 2025-12-03
Description
Hay batallas que se pierden sobre el terreno y otras, en los despachos. Bahía de Cochinos se perdió en un despacho. Y no en uno cualquiera: el despacho oval de la Casa Blanca, ocupado entonces -primavera de 1961-, por el 35 presidente de los Estados Unidos, JFK.
El plan para invadir Cuba y desalojar del poder a Castro y sus barbudos se había ideado a mediados de 1960, bajo el mandato de Eisenhower. A Kennedy, furibundo anticomunista, de entrada, le sonó bien la idea. Con una condición, eso sí.
Estados Unidos, insistió el nuevo presidente, patrocinaría la expedición punitiva siempre que estuviera compuesta por cubanos. Kennedy, todavía bisoño, pretendía disimular el papel de su Administración en acciones encubiertas en el exterior.
A la llamada a las armas acudieron alrededor de 1.500 cubanos de toda condición, con o sin experiencia de guerra. La instrucción, a cargo de los norteamericanos, tuvo lugar en distintas bases de los Estados Unidos y de Centroamérica a lo largo de nueve meses.
Un dubitativo Kennedy no aprobó con carácter definitivo el plan hasta mediados de marzo de 1961, reservándose el derecho a anularlo hasta 48 horas antes del desembarco. Una vez cumplido el plazo, JFK no ganó en aplomo, siguió vacilante, abocando la operación al fracaso.
Todavía quedaba una salida, tan desesperada como posibilitadora de una victoria contra todo pronóstico: que los Estados Unidos asumieran su papel protagonista en el desembarco, en lugar de seguir jugando a la patraña de la no intervención. Kennedy se negó.
A la mayoría de los brigadistas capturados, Castro les respetó la vida. No a cualquier precio: para lograr su liberación, Estados Unidos entregó a Cuba tractores, medicinas y alimentos.
El gran vencedor de la batalla fue Fidel, quien se presentó al mundo como el primer campeador contra el imperialismo yanqui. Kennedy acusó el golpe. Pero lejos de aceptar la derrota, se obsesionó con el asunto, ordenando varios planes para liquidar a Castro.
Bahía de Cochinos era una afrenta que no podía quedar sin respuesta. Así lo prometió Kennedy a los brigadistas el 29 de diciembre de 1962, en un acto celebrado en el Orange Bowl de Miami. No pudo cumplir su promesa. Un año después, un francotirador acabaría con su vida.
Sonido: César García.
Diseño: Estudio OdZ.
Contacto: galtozanogf@gmail.com
Twitter: @GonzaloAltozano
iVoox, Spotify, Apple.
El plan para invadir Cuba y desalojar del poder a Castro y sus barbudos se había ideado a mediados de 1960, bajo el mandato de Eisenhower. A Kennedy, furibundo anticomunista, de entrada, le sonó bien la idea. Con una condición, eso sí.
Estados Unidos, insistió el nuevo presidente, patrocinaría la expedición punitiva siempre que estuviera compuesta por cubanos. Kennedy, todavía bisoño, pretendía disimular el papel de su Administración en acciones encubiertas en el exterior.
A la llamada a las armas acudieron alrededor de 1.500 cubanos de toda condición, con o sin experiencia de guerra. La instrucción, a cargo de los norteamericanos, tuvo lugar en distintas bases de los Estados Unidos y de Centroamérica a lo largo de nueve meses.
Un dubitativo Kennedy no aprobó con carácter definitivo el plan hasta mediados de marzo de 1961, reservándose el derecho a anularlo hasta 48 horas antes del desembarco. Una vez cumplido el plazo, JFK no ganó en aplomo, siguió vacilante, abocando la operación al fracaso.
Todavía quedaba una salida, tan desesperada como posibilitadora de una victoria contra todo pronóstico: que los Estados Unidos asumieran su papel protagonista en el desembarco, en lugar de seguir jugando a la patraña de la no intervención. Kennedy se negó.
A la mayoría de los brigadistas capturados, Castro les respetó la vida. No a cualquier precio: para lograr su liberación, Estados Unidos entregó a Cuba tractores, medicinas y alimentos.
El gran vencedor de la batalla fue Fidel, quien se presentó al mundo como el primer campeador contra el imperialismo yanqui. Kennedy acusó el golpe. Pero lejos de aceptar la derrota, se obsesionó con el asunto, ordenando varios planes para liquidar a Castro.
Bahía de Cochinos era una afrenta que no podía quedar sin respuesta. Así lo prometió Kennedy a los brigadistas el 29 de diciembre de 1962, en un acto celebrado en el Orange Bowl de Miami. No pudo cumplir su promesa. Un año después, un francotirador acabaría con su vida.
Sonido: César García.
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