DiscoverMás de uno | Noticias, actualidad y opinión con Carlos AlsinaAlsina reacciona en su monólogo al nombramiento de la nueva fiscal general: "Fumata blanca y netamente progresista"
Alsina reacciona en su monólogo al nombramiento de la nueva fiscal general: "Fumata blanca y netamente progresista"

Alsina reacciona en su monólogo al nombramiento de la nueva fiscal general: "Fumata blanca y netamente progresista"

Update: 2025-11-25
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A José Alberto García Gallo, natural de La Pampa, le convencieron los músicos de la orquesta Jazz San Francisco de que García no era apellido de artista. ¿Tú donde vives?, le preguntaron. 'En la calle Hernán Cortés'. 'Pues tira por ahí, José Alberto. Un buen nombre de cantante sería José Alberto… Cortés'. 'Muy largo', dijo otro, 'quítate el José'.

Fue así, con el nombre de pila a medias y apellido de conquistador como nació, para los escenarios, Alberto Cortés. Que en un último giro, y afinando la cosa, cambió la 's' por una 'z' y quedó para siempre como Alberto Cortez. Estudiante de derecho, cantante y poeta.

Suya es la canción que un periódico de Chile consideró una de las tres mejores canciones en español del siglo XX. Las otras dos eran 'Alfonsina y el mar' y 'Gracias a la vida'. Y la de Cortez, la que despide al amigo que se ha ido como un árbol caído porque el viento lo ha vencido.

Teresa Peramato, nueva fiscal general

Más que el viento ha sido la comisión de un acto ilícito, considerada probada por el Tribunal Supremo, lo que ha vencido al fiscal general del Estado. García Ortiz ya tiene relevo: recién llegado desde Suráfrica, Sánchez ha escogido a Teresa Peramato como nueva fiscal general.

Tiene 35 años de ejercicio a su espalda, es la jefa de los fiscales en la Sección Penal del Supremo, se especializó en violencia machista y es una profesional reconocida y reputada. Ah, fue presidenta de la Unión Progresista de Fiscales. O sea, que es netamente progresista, requisito indispensable para el Gobierno.

El primer gobierno en España que nombre un fiscal general a sabiendas de que no es de su cuerda ideológica habrá probado su voluntad de garantizar su independencia. Cincuenta años después de la muerte de Franco, todavía ninguno lo ha hecho.

El antecesor de Peramato, Álvaro Caído Ortiz, acertó, en el último suspiro, al presentar ayer su renuncia sin esperar a conocer la motivación del tribunal porque el fallo lo inhabilita. Un fiscal general agradecido al Gobierno, como él mismo plasma en su escrito, por la confianza que depositó en él.

Quizá no debiera esta tan agradecido de que el gobierno que lo nombró no haya dejado de alimentar un solo día la impresión de que trataba al fiscal como un ministro más, miembro del cuerpo de oficiales obligado a defender, caiga quien caiga, lo que cada día decida el hombre al que deben todos sus cargos.

En la hora del duelo por la caída de su fiscal general, es tanto el sentimiento que le está poniendo el gobierno de coalición, a la cosa que podría parecer que más que dimitir, Álvaro García Ortiz hubiera desaparecido para siempre. No es así, por supuesto. Inhabilitado para ejercer como fiscal general, pero no impedido para el desempeño de otros cargos. Y méritos ha hecho para que sigan contando con él.

En casa Sánchez, como se sabe, presumen de no dejar tirado a ningún soldado (a excepción de Ábalos, Koldo y Cerdán, se entiende). Al resto de árboles caídos siempre los fue recolocando Sánchez en instituciones o empresas públicas. Bueno, a Iván Redondo no, pero él se abrió camino solo.

Recolocó incluso a aquellos que en otra vida fueron vehementes antisanchistas que advertían del abismo que aguardaba al PSOE si el secretario general defenestrado regresaba a Ferraz resucitado, y que hoy lideran la tropa que dispara contra el Supremo con argumentos tan refinados como que no se chupan el dedo.

Esto de no me chupo el dedo es la versión progresista del "tengo el pelo blanco" de Miguel Ángel Rodríguez, no me pidas rigor, pídeme insidias. Duelo de resabiados por los años que llevan enredando. A ver si hay quien aspira a ser Miguel Ángel Rodríguez pero en socialista y con ministerio. Fabricantes de relatos. Sin tibieza, como presume de hablar Ayuso, sin tibieza pero con moderación, dijo ayer.

Ignoro que significa vivir de la tibieza pero es un hecho que las declaraciones de Ayuso sobre este caso siempre han sido de una moderación encomiable. Acuchillar es Bin Salman, descuartizar periodistas críticos, o sea, Arabia Saudí, no España. Está empatada Díaz Ayuso con el gobierno de España en la lucha incansable que ambos libran contra la polarización, es indudable.

Está empatada Díaz Ayuso con el gobierno de España en la lucha incansable que ambos libran contra la polarización

El presidente Sánchez no es de Alberto Cortez sino de Rosalía. Pero despide a su fiscal general como lo que es, un amigo caído en combate.

Un patrón de conducta del Gobierno

Para quien aún se sorprende de escuchar al Gobierno deslizando que el Tribunal Supremo es autor de un "golpe blando" habrá que recordar que no es improvisación sino patrón de conducta. Es el mismo gobierno, con parecidos ministros y el mismo presidente, que imputó al Tribunal Constitucional participar de un complot de las derechas para amordazar al Parlamento, palabras mayores, aquella vez que el Tribunal aplazó una votación en el Senado.

Y cuando el Constitucional aún no estaba presidido por Conde Pumpido ni tenía dentro a un ex ministro de Sánchez y una ex directora general de la Moncloa, hay que entenderlo. El Constitucional bueno es el de ahora, por eso si contradice el criterio del Supremo será loado por haber reparado una injusticia, aunque la votación salga por seis a cuatro, más dividida que el cinco a dos del Supremo.

Tiene gracia que los ministros, Ana Redondo por ejemplo, se duelan de que se conozca el fallo pero no la sentencia, o sea, los fundamentos jurídicos. Tiene razón en dolerse, pero tiene gracia, digo, porque son los propios ministros los que exhiben que no les hace falta conocer fundamento alguno para concluir que la única sentencia posible era la que proclamara la inocencia del acusado. Para qué necesitan la sentencia si ya han sentenciado ellos que no hay pruebas. Nadar y guardar la ropa. O ahogar con ropa o sin ella.

Para qué necesitan la sentencia si ya han sentenciado ellos que no hay pruebas

Como el gobierno de coalición es plural, en una nueva demostración de coherencia, la vicepresidenta dos hizo ayer lo que siempre predica de sí misma: huir de la confrontación y no hablar nunca mal de nadie. Quiero decir que buscó el choque hablando fatal de los magistrados del Supremo que condenan. Bien sabe Díaz, que es jurista, que nada más grave se puede imputar a un profesional de la Justicia. Para no hablar mal de nadie, hay siete magistrados del más alto tribunal del país que se habrán dado por imputados.

Como no termina de saberse cuándo quiere la vicepresidenta que esa movilización se produzca, ni en qué términos, los españoles siguen incómodos consigo mismos, porque si se movilizan esta misma mañana, por ejemplo, igual nadie se entera. Y si lo dejan para más adelante, va a parecer que no defienden suficientemente la democracia.

Lo cierto es que tres días después de su primer llamamiento a la movilización popular, solo se han concentrado varios centenares de personas en una ciudad de tres millones y medio de habitantes (la legendaria movilización de la izquierda madrileña). Las calles de las ciudades siguen como estaban antes del viernes, o sea, con el personal haciendo ya las primeras compras de navidades, sorteando patinetes eléctricos o paseando al perro. Falta compromiso democrático en España, vicepresidenta, es evidente.

'La sevillana del adiós'

Hay gente que confunde, por cierto, la canción de Alberto Cortez con la que suena en el entierro de Chanquete. Esa escena que desgarró a España, justo antes de que empezara a gobernar Felipe. Pancho y Javi pidiendo que pararan un momento de echar tierra… para meter en la tumba el acordeón de Chanquete. La canción que suena no es 'Cuando un amigo se va'. Son Amigos de Gines y 'La sevillana del adiós'.

Aunque es una sevillana, y podría parecer que se está celebrando la caída de alguien -como si la cantara Ayuso al caer García Ortiz- es un canto de dolor por la ausencia irreparable de amigo, o sea, un canto de duelo. Antonio Ferrandis, que cargó con la cruz de que el resto de su vida le llamaran Chanquete, pidió a Amigos de Gines que el día que se muriera, de verdad no en la tele, acudieran a su entierro a cantar allí la sevillana.




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Carlos, Alsina