Jean-François Revel, un filósofo, novelista e ironista francés (1924-2006), publicó en 1983 un libro fascinante titulado “Cómo mueren las democracias”. Este libro se siente como un informe del futuro, sacado de contrabando de los periódicos de mañana. Revel tuvo una visión clara de nuestra paradoja moderna: las sociedades más libres y ricas pueden convertirse en sus propios enemigos cuando sus virtudes son usadas como armas en su contra. Aunque era agnóstico, Revel entendió el vacío dejado por el abandono de la civilización y la moral cristianas. Realizó un análisis profundo sobre la “autodisolución” mucho antes de que las redes sociales y los cursos de sensibilización en recursos humanos hicieran de este diagnóstico algo común.
Este episodio se adentra en su gran advertencia: que las mejores virtudes de la civilización occidental son también su mayor debilidad. Como en un combate de judo, nuestros enemigos saben utilizar el propio peso de la democracia para derribarla. Cada pilar de la libertad occidental es utilizado contra ella: las sociedades más avanzadas y seguras abren sus fronteras de par en par en nombre de la compasión; hacen un pacto suicida con la “tolerancia” y se cuidan tanto de no ofender a nadie que neutralizan el lenguaje hasta que los ciudadanos ya no podemos nombrar el sabotaje en el parlamento, las aulas y la cultura popular. Revel supo ver las maneras en que cada virtud es explotada como una vulnerabilidad, en un incesante ataque que agrieta los cimientos de toda democracia occidental.
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