A finales de 1513, Miguel Ángel, Rafael y Leonardo da Vinci coincidieron en Roma. El papa Julio II quería restaurar el esplendor de la ciudad. ¿Eran rivales los tres grandes pintores?

El papa Julio II encargó a Miguel Ángel (1475-1564) la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina. El célebre escultor del David, en la cima de su carrera, aceptó de mala gana este desafío monumental. Entre bambalinas, un joven pintor en ascenso observaba al maestro con atención y no dudó en adoptar su estilo expresivo. Aún no había cumplido 30 años y su nombre era Rafael (1483-1520). El genio trabajaba en los aposentos papales.

El fallecimiento de Julio II y la elección de su sucesor, León X, en febrero de 1513, alteraron la competencia artística. Un tercer maestro llegó a la capital: Leonardo da Vinci (1452-1519), protegido de Giuliano de Medici, hermano del nuevo papa. A sus 61 años, gozaba de privilegios que le permitían, entre otras cosas, realizar estudios anatómicos mediante la disección de cadáveres.

No existen pruebas de que los tres genios se vieran durante su estancia en Roma, pero es difícil creer que no se cruzaran. Sin duda, la coincidencia de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael en la ciudad marcó el esplendor del Alto Renacimiento italiano.