En un mundo donde todo se mide por apariencias, donde lo visible parece tener más valor que lo verdadero, es fácil confundir brillo con propósito. Muchas veces lo atractivo apela a nuestros sentidos, pero no necesariamente a nuestra esencia. Dios no nos llamó a perseguir lo llamativo, sino lo genuino; no lo que deslumbra por fuera, sino lo que transforma por dentro. Discernir entre oportunidad y distracción es una señal de madurez espiritual, y este episodio nos invita a mirar más allá del brillo para encontrar lo que realmente proviene del corazón del Padre.

“Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte.”

— Proverbios 14:12

Vivimos en una cultura que aplaude el brillo exterior: éxito, reconocimiento, seguidores, logros visibles. Pero el propósito de Dios no siempre brilla a los ojos del mundo; muchas veces se forja en lugares ocultos, en la obediencia silenciosa, en procesos que no todos entienden.

No todo lo que parece oportunidad viene de Dios. Algunas puertas se abren para distraerte del camino correcto. Por eso es vital discernir: no se trata de “qué tan grande” parece algo, sino de “qué tan alineado” está con la voluntad del Padre.

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