Por estos motivos, el Adviento tiene que ver contigo mucho más de lo que piensas
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Son
las diez… una hora menos en Canarias. Arrancamos una nueva y
fantástica mañana de radio en Fin
de Semana,
con Cristina López Schlichting.
Te
habla Beatriz Pérez Otín, en nombre de todo el equipo, enviando un
abrazo enorme a Cristina, que hoy se queda en casa, convaleciente de
uno de esos virus de invierno que te dejan baldado. ¡Cuídate mucho,
Cris!
Y
es que la temporada de catarros y gripes ha llegado adelantada. Lo
notamos en todas partes: urgencias colapsadas, colegios llenos de
mocos y familias que luchan por sobrevivir al virus. Sí, incluso ya
hablamos de epidemia
de gripe con 40 casos por cada 100.000 habitantes…
Así que si ya estás en pleno combate contra el bicho, ánimo y
paciencia: que esto… también pasará…
Y
ahora sí: es domingo 30 de noviembre, primer domingo de Adviento. Y
quizá pienses: “¿Y esto qué tiene que ver conmigo?”. Pues más
de lo que parece.
El
Adviento —ese tiempo que significa llegada y preparación— nos
invita a hacer un pequeño alto. Cuatro semanas, cuatro velas. Una
cada domingo. No para borrar de golpe la oscuridad, sino para
recordarnos que la luz se recupera poco a poco. Y quizá, en días
como los de hoy, todos necesitamos justamente eso: un respiro, una
pausa, una mirada más amplia…
Hoy
encendemos la primera vela, con el deseo compartido de que vengan
semanas más luminosas y —en esta mañana tan fría— también más
cálidas. Aunque, claro, habrá que ver qué dice nuestro hombre del
tiempo sobre lo que viene.
Y
si miramos más allá de nuestras ventanas,
“así viene la semana” también
en Europa. Pero aquí no se enciende una vela, sino un intenso
debate: defensa y papel de cada país en ella.
Francia
ha sido el último país en mover ficha. Emmanuel Macron anuncia un
servicio militar voluntario para jóvenes de 18 y 19 años, con la
idea de alcanzar hasta 50.000 participantes al año para 2035.
No
es la vuelta de la mili obligatoria —abolida en 1997—, sino una
fórmula intermedia: diez meses de formación para quienes quieran
participar, con opción de incorporarse como reservistas o volver a
la vida civil con nuevas competencias.
Y
no es un caso aislado. Italia lo anunció este viernes… Este otoño
también lo confirmó Alemania, Bélgica…; Letonia la reintrodujo
en 2023; Croacia también. Otros, como Austria, Finlandia o Grecia,
nunca la abandonaron. Europa revisa su modelo de defensa porque el
tablero geopolítico ha cambiado. Y lo cambia… la guerra en
Ucrania que lejos de resolverse… sigue marcando la agenda
continental…
Ucrania…
que enfrenta hoy un doble desafío.
Además
de mantener el frente bélico, lidia con una crisis interna de gran
envergadura: la dimisión de Andriy Yermak, jefe de gabinete del
presidente Volodímir Zelenski, tras la redada de las autoridades
anticorrupción en su domicilio y oficina, en el marco de una
investigación sobre irregularidades en el sector energético.
Su
salida ha obligado a Zelenski a anunciar una “reorganización
profunda”...
Zelensky “no quiere distracciones” - ha dicho.
La
credibilidad institucional hoy es un activo estratégico para
Kiev…, un activo tan importante como el soporte armamentístico.
Y
en cuanto al plan de paz de 28 puntos presentado hace unos días por
la administración Trump… ¿Qué hemos sabido esta semana? Que no
se trataba de una iniciativa puramente estadounidense. El
sello ruso era evidente,
y esta semana se confirmó que incluía elementos de un documento
ruso previo, alineado con las demandas del Kremlin. Recordemos los
hechos: pedía la limitación del ejército ucraniano, la renuncia a
la OTAN de Ucrania y el reconocimiento de territorios ocupados. Un
borrador que Kiev difícilmente podía aceptar, y problemático para
la mayoría de las capitales europeas.
Ceder
habría sido firmar la derrota.
Y
claro, Europa se pregunta: detrás de Ucrania… ¿qué vendrá
después? Porque “La
paz no es simplemente la ausencia de violencia, también es la
presencia de justicia”...
y las ansias expansionistas de Putin no parecen tener límite…
Y
en ese contexto —con el rearme europeo y la reintroducción de la
mili en países como Francia o Italia— parece claro que no se trata
de un impulso militarista, sino de una respuesta pragmática a la
realidad del entorno.
Europa
está, en definitiva, llevando a cabo un ejercicio de realismo:
ajustar su seguridad sin ingenuidad, reconociendo que los tiempos han
cambiado.
¿Y
qué posición ocupa España en este momento?
Por
ahora, el Gobierno descarta reintroducir la mili.
¿Es suficiente confiar nuestra seguridad a los aliados? ¿O simplemente creemos que, por nuestra posición geográfica, el riesgo es bajo y no hace falta replantear nada?
La
apuesta sigue siendo un ejército profesional y moderno, reforzado
por la OTAN y acompañado de programas de voluntariado. Actualmente,
las Fuerzas Armadas cuentan con 116.739
militares profesionales en activo,
una cifra que sitúa a España en un punto intermedio dentro del
contexto europeo.
En
España este debate avanza con prudencia.
En parte porque discutir sobre personal militar tiene un coste político evidente.
El Gobierno de Pedro Sánchez, consciente de la sensibilidad social, prefiere evitar un terreno que podría generar desgaste, especialmente cuando la mili sigue siendo un recuerdo lejano y sin atractivo para la mayoría.
Aun
así, la seguridad, como todo lo verdaderamente importante, requiere
equilibrio: entre la cooperación internacional y la capacidad
propia. En definitiva, se trata de ajustar nuestro paso al ritmo del
mundo, sin que cada cambio se convierta en una nueva crisis…
Y
quizá ahí es donde el Adviento ofrece una imagen útil.
Este tiempo nos invita a mirar hacia adelante sin prisa, a reconocer que lo importante se construye de forma gradual. Del mismo modo, la defensa de un país no se improvisa: se cuida, se revisa y se fortalece con rumbo.
Hoy
encendemos la primera vela del Adviento, que nos recuerda que la paz
—como la luz— se alimenta. Paso a paso, con atención y con la
voluntad firme de mantenerla viva.
Mientras
despedimos noviembre, conviene no perder de vista otro hecho
histórico: por primera vez en la democracia española —un diputado
con acta, José Luis Ábalos— ha ingresado en prisión provisional.
Ábalos,
exministro de Transportes y figura clave del partido en el poder,
está en prisión provisional sin fianza por su implicación en el
Caso Koldo, una investigación sobre presuntas comisiones ilegales en
contratos de mascarillas durante la pandemia. Los graves cargos que
enfrenta —cohecho, malversación y tráfico de influencias—
convierten su encarcelamiento en un importante terremoto político.
Y
la reacción de la oposición no ha tardado.
El
líder del Partido Popular, Alberto
Núñez Feijóo,
ha reclamado aprovechar la crisis para plantear una moción de
censura. La idea —más simbólica que realista, dadas sus actuales
limitaciones de apoyos— busca un gesto político: retratar a
quienes hasta ahora han facilitado al Gobierno mayorías, como
determinadas formaciones nacionalistas.
Pero
el problema fundamental no es solo el desgaste político del
Ejecutivo: lo que está en juego es la credibilidad del sistema.
Cuando la corrupción llega —o se investiga— hasta lo más alto,
compromete la confianza ciudadana, debilita las instituciones y pone
en jaque la legitimidad del proyecto democrático.




