Trump renuncia a liderar el mundo: mejor explotar a los aliados
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La publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional confirma los peores temores sobre el daño que está provocando la Administración Trump al orden liberal nacido tras la II Guerra Mundial. La nueva doctrina geopolítica de Washington contempla un mundo divido en esferas de influencia, dominado por tres potencias de poder desigual: EE.UU., China y Rusia.
La democracia y los derechos humanos quedan reducidos a subproductos de determinada tradición histórica y cultural, y desaparecen como estándares de civilización. Un diagnóstico recibido con regocijo desde el Kremlin o las monarquías petrolíferas del Golfo, que contrasta con las ácidas críticas contra los aliados europeos, desde un obsceno intervencionismo en apoyo a opciones de derecha populista, incluidos partidos bajo el escrutinio de la justicia, como la radical Alternativa por Alemania.
Aún más humillante es el trato al denominado hemisferio occidental, con la impúdica reivindicación de la Doctrina Monroe, que otorga a EE.UU. una tutela colonialista sobre el continente americano. En definitiva, Washington renuncia al ideal de construir un orden mundial justo y, en su lugar, se lanza a exprimir a sus teóricos aliados en busca de beneficios inmediatos. Este enfoque miope y cortoplacista permitirá a Trump exhibir triunfos ante sus bases MAGA, pero erosiona gravemente los fundamentos de la hegemonía que aún ejerce EE.UU.




