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VIAJEROS ROMÁNTICOS
VIAJEROS ROMÁNTICOS
Author: Faustino Peralta Carrasco
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© 2025 Faustino Peralta Carrasco
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Programa ameno, ilustrativo y de contenido absolutamente novedoso, pues tomando a los viajeros románticos como hilo conductor, hablaremos y profundizaremos en la ruta que lleva su nombre, en el medio físico, en el paisaje, en la historia, en los hitos del camino, en las citas literarias y en las obras artísticas que estos nos legaron sobre Ronda, la Serranía y el Campo de Gibraltar, convirtiendo todo este territorio en uno de los grandes iconos románticos de España.
160 Episodes
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Hoy, por cumplir nuestro programa nº 50, creo hemos realizado uno de los episodios más bellos y repleto de contenido de todos cuantos llevamos. Vamos hablar de las características generales, medio físico, flora y fauna, hidrología y el paisaje de uno de los iconos de nuestra ruta: el amplio territorio que se abre desde Gaucín hasta la desembocadura del Genal en el Guadiaro, donde comienza la llanura que se expande hacia el Estrecho de Gibraltar y el mar Mediterráneo. Estamos en la antigua frontera suroccidental del Reino de Granada, también frontera natural, donde la montaña coronada por Gaucín y su castillo hace de puesto de vigilancia y muro infranqueable, así como balcón de un panorama, todo un regalo para la vista, absolutamente espectacular.
Bayard Taylor fue poeta, novelista y traductor de obras clásicas. Su familia era de origen alemán. Fue un gran viajero que recorrió América, su patria; parte de África, Europa y de Asia, cumpliendo así uno de los deseos de su niñez. En España se limitó a Andalucía. Dedica su libro sobre nuestras tierras a su compatriota Washington Irving, del que dice seguir sus huellas por Andalucía. Por eso, en Granada busca al guía que hiciera popular aquél, Mateo Ximénez, que al estar retirado de su profesión contrata para su estancia en la ciudad a su hijo del mismo nombre. Pero para ir hasta Málaga después, a Ronda y la Serranía hasta Gibraltar, contrata a un guía llamado José Napoleón, del que se hace buen amigo. Llega a Ronda, procedente de Málaga. Pasa por El Burgo y el Puerto del Viento por el que, haciendo honor a su nombre, circulaba tal corriente de aire que se vieron obligados a desmontar; e incluso entonces requirió todas sus fuerzas para desplazarse en contra del viento.
Para Taylor “…ninguna ciudad puede superar a Ronda en la grandeza y pintoresquismo de su emplazamiento. Construida al borde de un amplio saliente cortante de las montañas, que cae en un escarpado precipicio de seis a ochocientos pies de altura, y desde las ventanas de las casas se puede mirar hacia abajo el abismo vertiginoso. Este precipicio, nuevamente, está dividido en el centro por un gran abismo de trescientos pies de ancho y de cuatro a seiscientos pies de profundidad, en el lecho del cual ruge el Guadalevín, hirviendo en espumosos remolinos o saltando en brillantes cascadas, hasta alcanzar el valle abajo”.
George John Cayley, de su viaje en España escribió el libro “Las Alforjas; o los caminos de herradura de España”. A finales de febrero salen de Sevilla, camino de El Saucejo, vienen a parar a Olvera equivocadamente y desde allí a Ronda. Para seguir la Ruta del Genal hasta Gibraltar. Después de dejar Olvera, pasan por Alcalá del Valle y se dirigen a Ronda, donde se queda durante tres días. Con su acompañante descienden al abismo, “dibujamos el conjunto de molinos árabes colgantes (uno tras otro, el torrente se precipita hacia el valle) y el alto y fuerte puente de piedra caliza que une las cumbres de rocas hendidas en el cual se encuentra, a cada lado, la ciudad vieja a un lado y la nueva, al otro”.
Karl August Alfred Wolzogen. Fecha del viaje: 1852
Abogado, escritor, director de teatro y político que llegó a ser miembro del gobierno de Prusia, llega a Ronda a la que llama una ciudad fuera de lo común. Visita la Casa del Rey Moro, un palacete árabe del año 1042, dice, “del que sólo se conservan los sótanos, los cuales están extremadamente sucios. Iluminados por un viejo farol, reptamos por una escalera estrecha y deleznable de unos 400 escalones que recorría estancias laberínticas de techo bajo, hasta que por fin, atravesando a fuerza de contorsiones una pequeña abertura en el muro, llegamos a una plataforma bañada por el Guadiaro y cubierta por los escarpados salientes de la garganta, tanto, que apenas se dejaba ver el cielo”.
En el episodio anterior Charles Wainright March nos habló sobre su admiración hacia Ronda, a la que cataloga como una de las grandes maravillas del mundo, de cómo se llevó a cabo el sitio de la ciudad en la conquista castellana de 1485, y de las sensaciones que le produjo una corrida en su famosa Plaza de Toros en la que toreaba Cúchares. No había visto un toro igual y con tanto fuerza y bravura, antes de que Cúchares entrase a matar había armado todo un estropicio. Después de la corrida se da un paseo por la Alameda, describe magistralmente el canto del ruiseñor al atardecer y disfruta de Ronda en su famosa Feria, de esa Ronda Romántica que cada año nos imaginamos.
En el episodio anterior Charles Wainright March nos habló de su visita a la cuidad rondeña, sobre la que reflexiona de su pasado moro y sus reyes mientras visita la Casa del Rey Moro. Elogia grandemente las truchas de Ronda, tan exquisitas y diferente a todas las que había probado antes. Se da un paseo por la Feria de Ganado, describe la vestimenta de los majos y majas rondeñas y da algunas recomendaciones de cómo se debe comprar un caballo. Vive la fiesta como un lugareño y envidia la felicidad con la que los rondeños viven y disfrutan de su feria.
Y como no, para esta ocasión después de elogiar a Ronda como una de las grandes maravillas del mundo, hablarnos de cómo se produjo el sitio de la ciudad en la conquista castellana de 1485, se dispone a visitar su famosa Plaza de Toros y a presenciar una de sus corridas.
En el episodio anterior contamos las primeras impresiones que le produjo a este escritor norteamericano, Charles Wainright March, su llegada a Ronda. Continúa hablándonos de su visita a la cuidad rondeña, sobre la que reflexiona de su pasado moro y sus reyes mientras visita la Casa del Rey Moro. Elogia grandemente las truchas de Ronda, tan exquisitas y diferente a todas las que había probado antes.
Se da un paseo por la Feria de Ganado, describe la vestimenta de los majos y majas rondeñas y da algunas recomendaciones de cómo se debe comprar un caballo.
Vive la fiesta como un lugareño y envidia la felicidad con la que los rondeños viven y disfrutan de su feria.
En el episodio anterior contamos las primeras impresiones que le produjo a este escritor norteamericano, Charles Wainright March, a su llegada a Ronda. Continúa hablándonos de su visita a la cuidad rondeña, sobre la que reflexiona de su pasado moro y sus reyes mientras visita la Casa del Rey Moro. Elogia grandemente las truchas de Ronda, una había comida unas tan exquisitas y diferente a todas las que había probado antes.
Se da un paseo por la Feria de Ganado, describe la vestimenta de los majos y majas rondeñas y da algunas recomendaciones de cómo se debe comprar un caballo.
Vive la fiesta como un lugareño y envidia la felicidad con la que los rondeños viven y disfrutan de su feria.
Llega desde América siguiendo las huellas de algunos de sus compatriotas, especialmente de Washington Irving, idolatrado ya en su país por sus relatos hispanos e introductor de un camino ya bastante transitado por esa fecha. Periodista y ensayista neoyorquino, tiene a gala, y así lo hace constar en las primeras líneas de su obra, de ser uno de los primeros viajeros que limitan su recorrido por España a solo Andalucía, por estimar a ésta de más interés que al resto. Proveniente de Cádiz, llega hasta Tarifa para dirigirse posteriormente a Algeciras. Desde allí pasa a Gibraltar, San Roque, Gaucín y Ronda. Plasma el viaje en su libro titulado: “Relatos y aventuras en Madeira, Portugal y Andalucía de España”- Nueva York, 1856.
Se dirige a la Feria de Ronda con la intención de ver torear a Cúchares: “De hecho, me había comprometido tanto con esa función que podría haber renunciado a cualquier cosa que no fuera un deber ineludible. Son estas las ocasiones en las que puedes ver toda la abigarrada Andalucía, y uno que busca conocer las costumbres y el carácter de su gente, en lugar de mostrarse indiferente para ver escenas y lugares de interés, no puede hacer nada mejor que visitar este gran acontecimiento social”.
Contrata un guía para recorrer el camino y se viste de majo rondeño en lo alto del caballo.
Al acercarse a Ronda, una muchedumbre se dirigía a la ciudad para disfrutar de su famosa feria. Le impresiona grandemente el Tajo, al que describe magistralmente: “… las murallas ceñidas a la ciudad construidas en roca; las torres cubiertas de musgo y las vertiginosas defensas; las salvajes fortalezas e impresionantes acantilados vecinos; el ruido, el movimiento, la vida en el aire, en la tierra y en las aguas debajo de la tierra, es una visión que ningún ojo ha visto, ni había entrado en el corazón del hombre porque nunca había sido concebido algo igual. Sin haber visto Ronda, podría haber sido feliz; habiéndola visto, me siento poseído por ella, ‘¡la felicidad para siempre!’ Desde entonces es el complemento de mi existencia”.
En el anterior episodio el autor de este relato comienza a contarnos su experiencia como espectador en una corrida de toros en Ronda, durante su famosa feria de mayo, y nos sigue hablando sobre lo que veía y las sensaciones que tal bárbaro espectáculo le producía.
Después de los tres días de corridas y festejos taurinos, a los que asiste, se dedica a pasear por Ronda. Visita la Iglesia Mayor, la Casa del Rey Moro y baja las escaleras de la Mina Secreta de Ronda. Finalmente, en el palacio del Marqués de Salvatierra, asiste a una fiesta flamenca protagonizada por una familia de gitanos, que no le gusta mucho. “No me llamó mucho la atención lo que presencié de esta gente, pero sí lo que vi de las señoritas españolas. Sus maneras son vivas, sin afectación y agradables. La noche siguiente, fuimos a una fiesta que se les daba a algunos oficiales de otro regimiento. Aquí, de nuevo, tuve oportunidad de comprobar las costumbres de las damas españolas, muy placenteras por cierto”.
Fue en la “Revista Internacional Mensual de Literatura, Ciencias y Arte”, de Londres, en la que apareció este viaje de unos militares, desde Gibraltar a Ronda, para asistir a su Feria de Mayo y, en especial, a sus corridas. La polémica de los toros, su defensa o crítica, es una cuestión que no es de hoy.
Al juzgar a las corridas, igualmente, para no errar, prefieren hacerlo con los mismos ojos de los españoles, más que con la culta civilización de sus respectivos países, Inglaterra, Francia o América, que las condena como bárbaras.
Llegar a la plaza la misma mañana de la corrida, supone un problema para encontrar entradas y ha de conformarse con dos asientos de sol. La hora anunciada para el festejo es la de las cinco, sin embargo, le aconsejan estar allí a la una, y no le importa porque ya el camino a la plaza es un espectáculo en sí mismo.
George Alexander Hoskins viene a España desde Inglaterra en compañía de su criado y de una mujer de la que guarda su identidad. Procedente de Málaga, llega a Cártama para llegar hasta Carratraca, donde pasan noche. A la mañana siguiente franquean Ardales y Serrato, para llegar a Ronda a las 5 de la tarde. Todo su periplo por nuestro país lo vierte en su libro “España, como es” que publica en Londres en 1851. Una vez que visita Ronda hace nuestra Ruta Romántica por el Genal a través Atajate, Benadalid, Benarrabá, Gaucín, San Roque, Gibraltar y Algeciras.
Narra la conquista cristiana por parte del rey Fernando a los musulmanes rondeños. Nos habla de la parte moderna de Ronda, “la más bella de las ciudades españolas”. Nos habla de los característicos cierros rondeños y su finalidad tan morisca.
Pero se extiende en el gran objeto de atracción de Ronda “su Tajo”: “La vista desde el puente es la mejor. Un oscuro abismo de tenebrosas rocas perpendiculares, de seis a setecientos pies de altura, donde el sol nunca penetra, y cuya vertiginosa profundidad es temible de contemplar, realzada por la lúgubre solitud de un cañón angosto y salvaje, sin un solo vestigio del hombre, desprovisto también de vegetación, excepto algunas chumberas cerca de la cumbre…”. Magistral y realmente bella descripción que hace de la garganta y la hoya del Tajo, de lo mejor que hemos leído entre tantos escritores románticos.
Continuamos con esta escritora romántica en su visita a Ronda en marzo de 1850, que en esta ocasión realiza una excursión hasta Acinipo. Durante un trayecto de cinco leguas francesas no encontraron más que un cortijo donde un aguacero les obligó a refugiarse unos momentos y donde el ama de casa les ofreció hospitalidad mediante un gran fuego para secar sus mantos convertidos en torrentes.
Esta ciudad, construida por los fenicios, ampliada por los cartagineses, tomó luego importancia bajo los romanos que le dieron un gran desarrollo. Después llegaron los vándalos que la destruyeron enteramente. A juzgar por los vestigios que cubren el suelo, a gran distancia unos de otros y por algunos restos de su antigua muralla, esta debía ser considerable. Ocupa una de las mesetas más altas de España, en medio de las sierras de Ronda. Al internarse en el punto culminante de estos lugares tan tristes, tan silenciosos hoy, es curioso observar hasta qué punto el terreno de esta provincia está ondulado por las montañas, las cuales están dominadas aquí y allá por picos de una altura muy elevada. Nos describe con gran maestría todo lo que ve y restos, especialmente el Teatro.
A continuación nos relata historias de bandoleros y el terror que existe en estas tierras de encontrarse con alguno de estos forajidos. Finalmente nos cuenta la historia de dos celebres bandidos, Barbarán y Mataró.
Continuamos con esta escritora romántica en su visita a Ronda el 26 de marzo de 1850, en la que nos llega a decir” “He encontrado pocas vistas tan pintorescas como la que hay desde el puente: volveos del lado del poniente y tendréis bajo vuestros pies la profundidad del precipicio, el torrente que se desliza espumeante, algunos molinos sobre la orilla izquierda, jardines, huertas a cada lado”. Un poco más lejos la capilla ‘Santón’ (Virgen de la Cabeza). Nos habla de la CASA DEL REY MORO, de los Moctezuma de Ronda, de las profundidades del Tajo y de una excursión a la Cueva del Gato, acompañada del propio alcalde de Benaoján.
Emmeline Stuart-Wortley fue una aristócrata inglesa a la que Antonio Garrido califica, sin duda, como la más grande viajera del siglo XIX, con una fuerte relación de amistad con la entonces princesa Victoria, futura reina de Inglaterra, que amadrinó a su hija con el mismo nombre. Compartía la pasión de los viajes con su marido, del que enviudó pronto en 1844. Tras la muerte también de su hijo, estas desgracias no le impidieron continuar con su afición y emprende su viaje por los cinco continentes acompañada de su hija, con tan solo siete años. Estos agotadores y largos viajes hacen que ambas fallezcan, primero la madre en 1855, por disentería y después la hija por unas fiebres malignas.
En el relato intercala la primera persona, en boca de su hija, y también la tercera como un narrador externo, lo que hace un tanto complicada su traducción. A la Serranía de Ronda llegan en julio de 1852, procedentes de Granada, con una reata de bestias formadas por mulas y caballos, con dos criados, José que hace de guía, varios arrieros y un grupo de marineros ingleses. Pasan por Archidona, Antequera, Campillos, Teba, hasta divisar Ronda, para continuar después hasta Gibraltar por nuestra Ruta del Bajo Genal.
Joséphine E. Brinckmann (1850), Escribió “Paseos por España durante los años 1849 y 1850”. Relatos escritos en forma de cartas a su hermano Hugues Delporte. Desde Francia entra por Irún el 26 de octubre de 1849, atraviesa toda España hasta llegar a Cádiz el 15 de febrero de 1850, y desde allí viaja en barco hasta Lisboa, para volver de nuevo por mar hasta Gibraltar el 12 de marzo de 1850, para dirigirse después a Algeciras y desde allí a Tarifa para una vez de vuelta a Algeciras, emprender el camino hacia Ronda, atravesando la Serranía, por Gaucín, y llegar a la ciudad del Tajo el 26 de marzo de 1850.
William George Clark es autor de la obra “Gazpacho, o los meses de verano en España”, sobre su viaje a nuestro país realizado en 1849 y que publica en Londres al año siguiente.
Entra Clark en España por San Sebastián, alcanza Gibraltar semanas después atravesando todo el país y continuando por las costas malagueñas. Desde allí decide ir a Sevilla, surcando la Serranía de Ronda, para ello contrata dos caballos y un guía por el precio total de veintidós dólares y el compromiso de recalar en tierras hispalenses en no más de cuatro días. Desde Ronda visita la Cueva del Gato, Benaoján y Montejaque, para después marchar hacia Sevilla por Zahara de la Sierra.
Nos cuesta resaltar especialmente algún viajero, pues existen muchos con algunos relatos sublimes; pero este de Clark nos emociona especialmente, ya que nos transmite con gran sentimiento y precisión todo lo que ve y le produce en su alma: “NADA PUEDE COMPETIR CON RONDA”, llega a exclamar; para concluir diciendo: “Ronda en su trono rocoso, coronada con la luz del sol de la tarde. Cuando llegué a las puertas de Ronda, todavía brillaba el último destello en las cumbres de las colinas y así cerré uno de los días más dichosos de mi vida, cuyas delicias se hubieran duplicado si las hubiera compartido con algún amigo”.
Muy recomendable, no se lo pierdan.
Curiosamente Demidoff nos habló en el anterior episodio de un periodo de desforestación por el que atravesaba Ronda en aquellos tiempos. Y sobre esto continúa diciéndonos, que Hacia el final del siglo pasado, todavía había buenas cosechas de granos en el distrito de Ronda; pero, a partir de entonces la tierra se empobrecía cada año por falta de la fertilidad necesaria. Las vides eran todavía numerosas y fértiles. Los olivos se han mantenido hermosos y sus productos son particularmente ricos. Los huertos frutales, que se consideraban los más productivos en España, cubrían un área de casi una legua del curso del río. Además, frutas, flores y legumbres han conservado su reputación; su abundancia en algunos años es una reminiscencia de tiempos más felices. La miel y la cera fueron una vez la fortuna de la región. Los moros compusieron el tributo que después pagaron a la España católica.
La mineralogía ofrece una riqueza menos problemática. ¿Quién sabe que este territorio del sur contiene casi todos los metales útiles o valiosos? Un producto muy apreciable son los mármoles raros y magníficos de los que España ha sido tan espléndidamente dotada para el adorno de sus templos. Los jaspes negros y de colores, cuyo efecto y belleza hemos admirado en más de una iglesia en Granada, se encuentran en una de las montañas que cruzamos en el camino de Málaga a Ronda.
Ronda, como le sucede a todos los hombres felices de este mundo, ha tenido sus epígrafes en el momento de su muerte. En algunos dichos proverbiales encontramos la malicia de los vecinos envidiosos: “Ronda, la que las bolsas monda”; “A hombre de Ronda nunca lo creas”; “Año de Ronda malo para la redonda”; “De Ronda, ni buen viento, ni buen
casamiento, ni buena hoz de podar, ni buen buey de arar”.
Finalmente, en el momento en que se disponía a partir, le llega una carta de Francisco Macías, ese prisionero tan cargado de acusaciones, a quien visitó en su casa, del que nos cuenta sus crímenes.
Ya en anterior episodio hablamos de las conversaciones, que Demidoff recoge en su libro, que mantienen Fariñas, Espinel y Reinoso, en el libro de Juan Mª Rivera Valenzuela, “Diálogos de Memorias Eruditas de la Ciudad de Ronda”, sobre una inscripción romana que apareció insertada en una de las puertas de las murallas rondeñas, la cual indicaba con precisión el lustre y el honor que disfrutaba la ciudad vieja de Arunda, lo que corrobora su denominación romana a la actual Ronda.
Fariñas nos habla de la evolución de la palabra Arunda hasta llegar a Ronda, y del Bosque Sagrado que en época romana era la zona del actual barrio de San Francisco: ‘Bosque de los Césares’. Para pasar, después, a hablarnos de sus relaciones con las poblaciones que la circundan y lo que entre todas producían, así como el comercio que existía de sus productos autóctonos en las famosas ferias rondeñas. Nos habla también de su vegetación, de su clima, de la desforestación que, ya por entonces, existía y que arruinó los campos y la agricultura.
En el episodio anterior, hablamos de algunos fragmentos que del libro “Diálogos sobre la noble y antigua ciudad de Ronda’” entre Reinoso, Fariñas y Espinel, del autor rondeño Rivera Valenzuela, Demidoff incluye en su relato sobre nuestra ciudad. Y sigue, nuestro viajero, con algunos pasajes de estos diálogos eruditos, en los que nos habla del Guadalevín y del Guadiaro; de lo que decían de Arunda los romanos, de sus orígenes, de su identificación con Ronda, y de ciertas inscripciones que aparecieron en algunos lugares de la ciudad.
En su largo relato dedicado a Ronda, Demidoff continúa con sus reflexiones mientras disfruta de nuestra ciudad, que tan magistralmente describe. Nos habla de la dedicación que los hombres de esta tierra le dedican al contrabando, abandonando otras operaciones comerciales: “Tiene su carácter tradicional, su punto de honor, su lenguaje, su traje público usado, su equipamiento, su elegancia al fin, si se me permite este término para describir a este ser fanfarrón y heroico, para completar su figura. En todas partes, un estafador es un pobre desgraciado que se esconde, o que, aparte de su mundo inferior, busca cualquier otro tipo de ocupación para disimular. Pero en España, mientras exista un teatro para este papel, siempre que esté apoyado en la vanidad y, sobre todo, en la vanidad andaluza, las instituciones tributarias apenas podrán erradicar el contrabando”.
Más adelante se fija en la obra de Juan Mª Rivera de Valenzuela ‘Diálogos de memorias eruditas para la Historia de la nobilísima Ciudad de Ronda’, escrita en 1767, para empezar a contarnos parte de la historia de esta ciudad a través de tres grandes personalidades rondeñas, don Macario Fariñas, Corral y Tavares, el dueño de la casa; don Fernando Reynoso, y Malo; y don Vicente Espinel.
Sigue Demidoff relatándonos su visita sobre todo lo que ve y experimenta en Ronda. En esta ocasión nos habla de la Alameda y cómo visten los rondeños, de los caprichos de las rocas perpendiculares del Tajo, de las cuevas que se pueden visitar en nuestra orografía, de la antigua Medina y del entonces barrio de Santa Cecilia, hoy de Padre Jesús, y de un curioso Cristo que allí es venerado. Por último, como buen romántico, nos habla del trato que los rondeños le dan a sus muertos cerca de la Iglesia del Espíritu Santo.






















