Era una mañana de sábado en Ponferrada, León, el 23 de abril de 1960. La ciudad amanecía bajo un cielo apagado, con ese murmullo constante que provenía de las minas del Bierzo y que para muchos marcaba el ritmo de cada día. En la calle Rañadero, una vivienda sencilla albergaba la rutina discreta de un hogar provisional. Allí, una niña de doce años repartía su tiempo entre las tareas domésticas y sus clases en el Grupo Escolar de Campo, mientras el barrio comenzaba a desperezarse.
Fuera, el movimiento era tranquilo: pasos camino de la iglesia, voces breves, el olor del pan recién hecho abriéndose paso entre las calles estrechas. Nada hacía presagiar que aquella mañana iba a quebrar la normalidad. Poco después de las ocho, alguien joven cruzó la puerta entreabierta de aquella casa. Nadie advirtió su entrada. Nadie escuchó los pasos que descendieron hacia el sótano. A partir de ese instante, la calma habitual del barrio quedó suspendida, sin que nadie sospechara que se estaba gestando un episodio que dejaría una huella profunda y difícil de borrar.
Esto es… Crímenes que marcaron España. Hoy… 20 Años. De Ponferrada a Columbrianos. El caso de José Luis Monteagudo.