Una semana intensa y retadora.

Desde que el viernes pasado se cerró la recepción de ofertas para la ya muy famosa (y por ahora frustrada) subasta de frecuencias del espectro radioeléctrico, cuando ya sabíamos qué decenas de radioemisoras y varios teleoperadores no participarían por falta de músculo económico, los acontecimientos se precipitaron con inusitada rapidez.

Fue el efecto Sinfonola el que hizo poner atención a muchos que no tenían mayor interés en el tema, de lo que se estaba proyectando hacer con la radio y la TV nacional.

Pero fue el Ejecutivo el que profundizó la propia crisis provocada, pues al ofrecer separar a los radiodifusores en "religiosos y los demás" para privilegiar condiciones y mantener cuotas electorales, se disparó en el pie.

La Conferencia Episcopal leyó muy bien el peligro y rechazó prebendas, la Sala Constitucional ordenó detener el proceso y el presidente de la República, hizo de lo siempre: emprenderla a insultos contra todo y contra todos.

Y mientras tanto la Superintendencia de Telecomunicaciones (SUTEL) en total y absoluto silencio autoincriminatorio. Advertidos estamos: no darán entrevistas. Ni una. Al menos por ahora. Quién sabe si después. Quién sabe si con alguien que se preste a un ejercicio de relaciones públicas, ya en todo caso inútil. El precio del descrédito ya pasa factura.

Conversamos con Gustavo Piedra, presidente de la Cámara Nacional de Radio, y Rodolfo Brenes Vargas, especialista en Derecho a la Información y Constitucionalista.