La mayoría en algún momento de nuestra vida tenemos esa pereza de hacer algún trabajo pendiente y frases como “al rato lo hago” o el ya clásico “juro que ya mañanita lo empiezo” no es más que excusas para posponer tareas que tarde o temprano las tendremos que llevar a cabo, pero desafortunadamente la mayoría prolongamos tanto esas labores que al final tenemos el tiempo encima y empiezan las prisas y los lamentos porque sentimos que no acabamos, por ejemplo, cuando éramos niños y sentíamos la obligación de tender la cama lo postergábamos tanto que al final teníamos que buscarnos un lugarcito entre el nido de ropa, cuadernos y demás cosas para poder dormir todas las noches, o incluso mientras crecíamos ese habito nos acompaño durante la universidad cuando debíamos entregar ese trabajo final super importante que de haberlo hecho con tiempo fácilmente tendríamos 4 meses para prepararlo pero al postergarlo nos la veíamos difícil al apenas empezarlo una noche antes de la fecha limite a la entrega, eso si era presión, pero inexplicablemente no terminamos de aprender de esas lagrimas nocturnas y golpes en la pared por dejar las cosas hasta el final y ya de adultos seguimos con el mismo vicio, y en el trabajo realizamos apresuradamente en el baño de la oficina el reporte mensual 5 minutos antes de entrar a junta y agárrate porque si ya decidiste dar el salto y convertirte en un profesional independiente la historia puede repetirse, dando largas a tus proyectos que al final terminan por abandonarse o simplemente salen mal por que el tiempo a jugado en nuestra contra, pero ¿Cómo llamamos a estos actos irresponsables de aplazar las tareas? Fácil, se llama Procrastinar.

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