Los ministros fueron tomando posesión de lo que Sánchez les ha dado, y vimos escenas infantiles propias de una guardería. En el día de su despedida, Irene lloró lágrimas de sangre mientras echaba la culpa de su caída a los machorros amigos del presidente, másculos cabríos de entre cuarenta y cincuenta años. La precisión en la edad de los cabrones a los que se refirió la ya no ministra me sorprendió, supongo que como a usted. Es como si hubiera habido una cosecha en España, en el tardofranquismo, de varones cortados por el patrón machista, patriarcas orondos y rijosos, hoy compañeros de juerga y política de Sánchez, entre ellos los eunucos del sultán. Esto incluiría a Page y a Fernández Vara, que creo que superan la edad. Pero ya sabemos que en la emoción, a Irene se le nubla la vista y pierde precisión en el juicio. Siempre tuvo cerca al más bravo de los sectarios, al que cortaba con más eficacia la cabeza de sus amantes, y nunca protestó Irene. Y ahora llora como despechada lo que nunca le molestó cuando era la favorita.