Vito Quiles no es periodista: es un agente político infiltrado con acreditación de prensa. Su presencia en el Congreso es una anomalía que ha podrido el ambiente entre profesionales de la información, convirtiendo un espacio de trabajo en un campo minado de acoso, amenazas e intimidación. No es una exageración: lleva años esparciendo bulos, y usa su credencial como arma arrojadiza al servicio de la ultraderecha,. Quiles ha llegado a amenazar con publicar datos personales de otros periodistas, profesionales y figuras públicas que considera adversarios políticos, señalando a periodistas con nombre y apellidos para luego soltar a su jauría digital. ¿La consecuencia? Silencio forzado. Miedo a informar. Y una distorsión brutal de lo que debería ser la convivencia parlamentaria. Esto no es ideología: es violencia simbólica al servicio de la extrema derecha. ¿Y los jueces? A dormir. ¿El Partido Popular? Financiando. Porque sí, EDA TV ha recibido dinero público gallego y madrileño, mientras fingen indignación por el "clima tóxico". ¡Vaya coña!

Pero aquí no acaba el chiste. La Asociación de Periodistas Parlamentarios lleva años denunciando que Quiles es una bomba de humo antidemocrática: investigado por injurias en Sevilla, difunde discursos de odio contra migrantes y LGTBI, y convierte el hemiciclo en su patio de colegio particular. Lo más delirante: mientras un juez persigue a Héctor de Miguel por un chiste sobre el Valle de los Caídos, este energúmeno campa a sus anchas. Marina Lobo lo clava: si Trump lo viera, lo ficharía al instante. Así que, señores del PP: cuando voten contra su expulsión, recuerden que están protegiendo no a un "colega", sino a un matón que usa vuestros impuestos para dinamitar la prensa libre. ¿Les suena "hipocresía"? Pues eso.

Marina Lobo no se anda con rodeos: el Congreso no puede seguir siendo rehén de quien confunde la libertad de prensa con el derecho a intoxicar impunemente. Mientras a humoristas se les investiga por un chiste, Quiles sigue campando a sus anchas, con investigaciones penales abiertas por calumnias, pero sin consecuencias reales. Ha cruzado todas las líneas: se presenta como periodista, pero actúa como un operador político. Es un síntoma del deterioro democrático que vivimos, donde la ultraderecha convierte las instituciones en trincheras para dinamitarlas desde dentro. No se trata solo de expulsar a Vito Quiles: se trata de frenar el avance del fango y defender la profesión de quienes sí van al Congreso a informar, no a acosar. Y para eso hace falta algo tan básico como tener vergüenza. O en su defecto, que la tengamos los demás y firmemos para echarlo.

Acción Contra el odio : Los agitadores ultras Bertrand Ndongo y Vito Quiles no pueden estar acreditados como periodistas en el Congreso de los Diputados: Solo faltan 31.800 para alcanzar el objetivo de 100.000.

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