Mitad del año 2020.

Todo tan distinto a como mi mente lo imaginó. Pero al mismo tiempo perfecto, en orden y lleno de regalos.

He entendido que no soy mi cuerpo, tampoco mi mente, si no que soy uno con el todo y que sólo cuando me detengo y elimino el ruido de mi al rededor, TODO se manifiesta y muestra ante mí.

No tengo afán por la claridad, por entender o saber todo, y menos porque un sueño se cumpla.

Lloro, me caigo, cometo errores, he atravesado dolores profundos, he perdido dinero, he tenido el corazón roto decenas de veces.

Y entonces es ahí en ese momento de miedo, confusión, desesperanza, desilusión o tristeza, que me detengo.

La clave está en detenerte.

Vamos muy rápido por la vida, queriendo hacer y tener. Y se nos olvida SER.

Por eso me detengo.

Porque cuando lo hago, vuelvo a reconocer mi SER, su grandeza, su perfección y lo que un día soñé.