¿Por qué es tan letal el virus de la peste porcina africana?
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La inquietud desatada por el regreso a España del virus de la peste porcina africana (PPA) tiene justificación: arroja unas cifras de mortalidad altísimas, cercanas al 100 %, y todos los cerdos y jabalíes contagiados suelen morir en una o dos semanas tras la infección. Además, por si fuera poco, los animales enfermos pueden ser asintomáticos durante algunos días, transmitiendo más fácilmente la enfermedad.
Ataque directo al sistema inmune
Tal poder devastador se debe a una estrategia ofensiva muy específica: el virus ataca directamente al sistema defensivo del animal. En concreto, infecta y destruye macrófagos y monocitos. Estas células habitualmente son la primera línea de defensa, y su drástica reducción deja al animal completamente desprotegido.
Además, la PPA causa también la destrucción de los linfocitos, células del sistema inmune encargadas de producir anticuerpos. Pese a que el virus no es capaz de penetrar en esos linfocitos, puede inducirlos a entrar en apoptosis (muerte celular programada). ¿Cómo lo consigue?
Cuando son infectados, los macrófagos liberan ciertas sustancias proinflamatorias, llamadas citocinas, como el TNF-alpha. Estas sustancias sirven como señal para que el organismo active las defensas específicas, es decir, los linfocitos. Sin embargo, la activación excesiva del sistema inmunológico provoca el efecto contrario: una inducción a la muerte de linfocitos. Esto es así porque el cuerpo interpreta que la reacción puede resultar dañina y pone en marcha un mecanismo de seguridad denominado AICD (Muerte Celular Inducida por Activación, por sus siglas en inglés).
Una vez que las defensas del animal están gravemente dañadas, el virus ataca a las células endoteliales, las que recubren los vasos sanguíneos. Esto causa hemorragias internas y edemas pulmonares. Adicionalmente, en un intento de reparar los daños, el propio organismo intenta tapar las fugas creando coágulos generalizados. Esos tres procesos llevan inevitablemente a un fallo multiorgánico que causa la muerte del animal.
Sin vacuna ni tratamiento
El virus de la peste porcina africana es el único miembro conocido de la familia Asfarviridae. Se trata de un virus gigante y con un ADN complejo que tiene la capacidad de replicarse en el citoplasma de la célula sin necesidad de entrar al núcleo. Los únicos virus conocidos que utilizan el mismo mecanismo son los de la viruela o de la viruela del mono, aunque evolutivamente no están relacionados.
Estrategias de infección similares desarrollan los virus hemorrágicos como el del ébola o el de Marburgo, que también atacan a los macrófagos y producen además un síndrome hemorrágico.
Ese carácter único, así como el hecho de que no tenga equivalentes evolutivos en humanos, explica que no dispongamos a día de hoy de ninguna vacuna preventiva ni tratamientos aprobados y disponibles a nivel europeo. Aunque actualmente se utiliza una inmunización en Vietnam, no está autorizada para administrarse en Europa. La razón es que, al tratarse de una vacuna de virus vivo atenuado, no permitiría distinguir en un laboratorio animales infectados de vacunados. Además, ha habido polémica por la muerte de muchos cerdos inmunizados con ese fármaco en algunas provincias del país asiático.
Un virus ultrarresistente
Otro aspecto preocupante del patógeno es su extremada resistencia y persistencia en el ambiente. Mientras que muchos virus solo duran minutos en contacto con el aire y sin fluidos corporales, el de la peste porcina africana puede aguantar incluso meses en suelos de corrales, especialmente en épocas frías. Se inactiva fácilmente con temperaturas superiores a 60 grados, pero es muy resistente a la congelación y a cambios en el pH. Esta característica le permite sobrevivir durante mucho tiempo en cualquier superficie, haciendo que el contagio entre animales estabulados resulte muy fácil.
El origen del brote podría estar en un laboratorio
Recientemente, las autoridades han abierto una investigación para determinar si el origen del brote podría estar vinculado a las instalaciones del IRTA-CReSA, un centro de investigación animal situado a apenas un kilómetro de la zona afectada, tras confirmarse que el virus hallado en los jabalíes es una cepa inusual en el medio natural y coincide con la utilizada habitualmente en el complejo científico.
La clave del caso reside en la genética del virus. Las variantes que circulan actualmente por Europa provienen de un brote inicial en Georgia en el año 2007; sin embargo, durante su expansión por el continente a lo largo de casi dos décadas, ha ido mutando y diferenciándose del original. Sorprendentemente, la secuenciación de las muestras recogidas en España ha revelado que el virus detectado es genéticamente idéntico a la cepa primigenia de “Georgia 2007”.
No se contagia a las personas
Pese a que podemos actuar como transmisores indirectos –con nuestras ropas, residuos, ruedas del coche, etc.–, la infección de las personas es actualmente imposible. Los virus son muy específicos y requieren entrar dentro de las células y producir interacciones moleculares muy concretas que únicamente pueden darse en la especie para la que están especializados. Nunca se ha registrado un salto de este virus porcino al humano, como sí ocurre, por ejemplo, en los virus de la gripe porcina o aviar.
Por lo tanto, la preocupación de las autoridades se centra en que el virus infecte masivamente a los cerdos de las instalaciones de producción alimentaria y que esto provoque una grave crisis económica en el sector.
Luis Franco Serrano, Profesor de Ciencias de la Salud, UOC - Universitat Oberta de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.




