"Los trabajadores jóvenes en España no quieren llamadas con su jefe, para ellos supone un gesto de presión mientras que para un manager es una vía rápida y eficiente para solucionar algo"
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La relación entre los jefes y sus empleados más jóvenes atraviesa un momento de máxima tensión. Según ha explicado el comunicador Alberto Herrera en el programa 'Herrera en COPE', más de la mitad de los mánagers o jefes en España admiten sentirse frustrados al trabajar con la Generación Z, un grupo que engloba a los jóvenes de entre 20 y 30 años. Esta situación ha llegado a tal punto que muchos de estos directivos se están planteando incluso dejar su puesto de trabajo para evitar lo que consideran una carga.
Cuando se les pregunta por los motivos de este descontento, los argumentos se repiten: consideran que los jóvenes usan demasiado el móvil, que les falta iniciativa y que tienen una marcada dificultad para organizarse y gestionar su tiempo. Esta percepción generalizada ha creado un ambiente de trabajo complejo y lleno de fricciones.
Sin embargo, un estudio analizado en el programa aporta un matiz fundamental. Según este, el problema no es que la Generación Z sea ingobernable, sino que "necesita más contexto, más claridad, más acompañamiento emocional y más tiempo para ejecutar su trabajo". Precisamente estas nuevas demandas son las que, según Herrera, queman a sus superiores. De hecho, la situación es tan crítica que un 30 por 100 de ellos admite que evitaría contratar a jóvenes si pudiera.
Los nuevos trabajadores reclaman "más feedback, más reuniones 1 a 1, más comunicación escrita, estructurada y, sobre todo, más mediación con conflictos sencillos". En resumen, como ha señalado Alberto Herrera, demandan más atención, pero menos jerarquía, y más guía a la vez que más autonomía, una combinación que puede sonar contradictoria pero que define el choque generacional y comunicativo actual.
La comunicación es uno de los principales puntos de fricción. La mayoría de los jóvenes evitan las llamadas telefónicas y prefieren chats rápidos, mensajes escritos y otros canales digitales inmediatos. Para ellos, una llamada puede interpretarse como "presión, intrusión o incluso urgencia emocional", mientras que para un jefe siempre ha sido "una vía rápida y eficiente para solucionar algo".
El problema se agrava al consultar a los departamentos de recursos humanos. El estudio mencionado revela un dato alarmante: solo el 10 por 100 de los jóvenes están bien preparados para los puestos que demanda el mercado laboral. Este desajuste, según expone Herrera, podría tener un doble origen.
Por un lado, "quizá la formación universitaria no se esté adaptando del todo a las nuevas necesidades reales de las empresas", pero por otro, "quizá las empresas tampoco se están adaptando a la forma de comunicarse y trabajar de una generación que funciona con otros códigos". Ante este escenario, algunos expertos consultados por el comunicador apuntan a que "la clave no es decidir quién tiene la razón, sino entender que el trabajo está cambiando", y advierten: o se reorienta la comunicación y el liderazgo, o esta brecha va a seguir agrandándose.




