Hubo un tiempo en que el eco de los montes del norte llevaba el rumor de un reino.

Navarra (pequeña, orgullosa, entre las nieblas del Pirineo) fue durante siglos un puente entre dos mundos: la Cristiandad y el Islam, Francia y Castilla, la montaña y el mar.

Pero en el amanecer del siglo XVI, ese puente empezó a quebrarse.
Y en su quiebre nació una de las últimas epopeyas medievales de la península:
a resistencia de Amaiur.

Año de Nuestro Señor de 1512.
El trono de Navarra lo ocupan Juan de Albret y Catalina de Foix, una pareja de soberanos cultos, aliados de Francia, herederos de una estirpe que hunde sus raíces en los siglos.

Pero el mapa de Europa está cambiando.

El rey Fernando de Aragón, “el Católico”, mira hacia el norte con la misma ambición con que conquistó Granada.

A su juicio, Navarra no puede seguir siendo un reino independiente: es un riesgo político, una puerta abierta a Francia.

Y así, bajo el pretexto de una alianza sospechosa, el verano de 1512 se convierte en un verano de invasión.

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