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Celíaca – Cuando tu cuerpo reconoce el gluten como una amenaza

Celíaca – Cuando tu cuerpo reconoce el gluten como una amenaza

Update: 2025-08-05
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Celíaca – Cuando tu cuerpo reconoce el gluten como una amenaza

La celiaquía no es una intolerancia alimentaria clásica.
Es una reacción inmunitaria equivocada que no solo afecta al intestino delgado, sino a todo el sistema inmunológico, el equilibrio hormonal, el sistema nervioso, e incluso en muchos casos, la psique.

Pertenece al grupo de enfermedades autoinmunes, en las que el sistema inmunológico reacciona a la proteína gluten como si fuera un invasor peligroso.
La consecuencia es una inflamación de la mucosa intestinal, una destrucción de las vellosidades intestinales, y por tanto, un colapso en la absorción de nutrientes.
Pero quien crea que la celiaquía es solo un problema digestivo, subestima la magnitud de esta enfermedad.

Frecuentemente aparecen síntomas fuera del intestino:
fatiga crónica, erupciones cutáneas (dermatitis herpetiforme), dolores de cabeza, problemas de concentración, dolores articulares, estados depresivos y fluctuaciones hormonales.2/3
Y, sin embargo, muchos casos permanecen sin ser detectados durante años, o se descartan erróneamente como síndrome del intestino irritable o trastornos psicosomáticos.

La verdadera tragedia, sin embargo, está más profunda: la celiaquía no es un evento aislado, sino la expresión de un cuerpo cuyo sistema inmunológico ya está sobrecargado, a menudo por infecciones (por ejemplo, EBV), cargas de metales pesados, microbiotas disfuncionales, estrés crónico, intestino permeable o desequilibrios hormonales.

El gluten se convierte entonces en "la gota que colma el vaso".
La predisposición genética (HLA-DQ2/8) es solo una parte del cuadro.

Mucho más importantes son los factores ambientales y epigenéticos:
El glifosato en los cereales, los plastificantes, las grasas sobrecalentadas, los aditivos que inhiben enzimas, los residuos de antibióticos: todos dañan la barrera intestinal, irritan el sistema inmunológico y fomentan inflamaciones silenciosas.

Y:
También existe la "sensibilidad al gluten no celíaca", en la que no se detectan los autoanticuerpos clásicos, pero los síntomas son idénticos o incluso peores.
Esta forma es ampliamente ignorada en la medicina convencional, aunque millones están afectados.

La restauración de la salud intestinal no comienza con la eliminación del gluten, sino con la conciencia.
Una nueva mirada al cuerpo como un campo de resonancia finamente ajustado.

Una mucosa intestinal que sana necesita más que solo productos sin gluten:
Necesita sustancias antiinflamatorias como curcumina, OPC, omega-3, plata coloidal, amargos y vitamina A.

Necesita protección mediante fibras prebióticas como la fibra de acacia, plantas acompañantes como vara de oro, milenrama o manzanilla, y necesita alivio interno mediante una vida que ya no vaya en contra de su propio ritmo.

La curación no es solo sin gluten: la curación es holística, radicalmente honesta y profundamente regenerativa.

El intestino descompuesto: cómo el gluten rompe el muro protector de tu mundo interior

Cuando se habla de celiaquía, a menudo se piensa solo en "dolores de estómago después del pan".

Pero lo que ocurre en secreto es un infierno inmunológico.
El gluten contiene, además del principal desencadenante gliadina, otros llamados ATIs (inhibidores de amilasa-tripsina), que no solo irritan las células intestinales, sino que provocan reacciones inmunitarias sistémicas.

Estos ATIs se han criado intensamente en las variedades modernas de cereales para aumentar la resistencia a plagas, pero son un ataque biológico a la barrera intestinal para el ser humano.

La enzima transglutaminasa tisular modifica la gliadina en el cuerpo para que se una óptimamente a ciertos receptores inmunitarios, y es precisamente esto lo que provoca el ataque autoinmune a las estructuras propias del cuerpo.

Como resultado, se forman autoanticuerpos, células T crónicamente activas y citocinas inflamatorias.
La mucosa intestinal se vuelve porosa.
Hablamos de "intestino permeable", un intestino que ya no distingue entre amigo y enemigo.
Las toxinas, moléculas alimenticias parcialmente digeridas, metales pesados y patógenos entran en el torrente sanguíneo y desencadenan una actividad inmunitaria que no tiene nada que ver con la digestión.

Por lo tanto, la celiaquía no es solo una enfermedad intestinal, sino una enfermedad del sistema inmunológico, del sistema nervioso e incluso de las mitocondrias.
Porque la inflamación crónica interfiere con la respiración celular, inhibe la producción de ATP y causa estrés oxidativo.

La consecuencia:
Deficiencia de hierro, magnesio, zinc, selenio, vitaminas B, y con ello trastornos en la síntesis hormonal, regeneración celular y equilibrio de neurotransmisores.
No es de extrañar que tantos afectados sufran enfermedades tiroideas (Hashimoto), depresión, síndrome premenstrual, problemas de concentración o agotamiento, sin sospechar nunca del gluten.

Es la conexión silenciosa entre intestino y cerebro, entre la llama inmunitaria y la niebla psíquica.
Y a menudo pasa desapercibida, ya que las pruebas clásicas (por ejemplo, anti-transglutaminasa IgA) no siempre son positivas, especialmente en la sensibilidad al gluten sin atrofia de las vellosidades.
También esto es parte de la tragedia:
Millones de personas sufren reacciones inflamatorias a los cereales modernos, sin diagnóstico, sin ser escuchados, sin esperanza.

Pero aquí es donde comienza el camino alternativo:
Si entendemos que el gluten no es el único problema, sino el entorno inflamatorio en el que actúa, entonces se abre el espacio para una sanación profunda.

La rehabilitación intestinal no significa solo eliminar, sino reconstruir:
Protección de la mucosa con L-glutamina, ácidos húmicos, MSM, zinc; inmunomodulación con reishi, diente de león, mirra, platino coloidal; regulación del medio con sustancias amargas, fermentos, polvos alcalinos y agua natural de manantial.

Y comienza con la decisión:
No permitiré más que mi interior se vuelva permeable, ni física ni emocionalmente.

Regreso a la integridad interior – Cómo comienza la regeneración en el intestino y llega al alma

La terapia clásica para la celiaquía se limita a eliminar el gluten.
Pero este paso aparentemente simple no es suficiente en muchos casos.
La inflamación a menudo persiste porque las heridas son más profundas que el trigo.

Décadas de exposición a glifosato, metales pesados, antibióticos, cereales sobrecultivados y estrés emocional crónico han llevado la mucosa intestinal de muchas personas a un estado de impotencia estructural.

Incluso con una dieta estrictamente libre de gluten, a menudo no se logra una regeneración completa.

¿Por qué?

Porque la condición para la sanación es más que evitar un desencadenante.
Es la restauración consciente de un ambiente en el que la reparación es posible.

La terapia comienza con un reinicio completo.
Primero, la mucosa debe liberarse de biofilm, patógenos y residuos, mediante plantas como calamus, milenrama, elecampana, salvia, mirra y plata coloidal.

Luego sigue la recolonización dirigida:
no con probióticos arbitrarios, sino con fermentos personalizados, ácidos húmicos, prebióticos como fibras de acacia y sustancias amargas. Esto se apoya con L-glutamina, curcumina, butirato y aloe vera, sustancias que no solo nutren las células sino que equilibran el sistema inmunológico intestinal.

Pero la sanación no es solo bioquímica. El sistema nervioso entérico, nuestro "cerebro abdominal", almacena traumas, miedos y emociones reprimidas.
Muchos afectados por la celiaquía reportan sentimientos profundos de abandono, desarraigo y falta de límites, que a nivel emocional corresponden exactamente al "intestino permeable".

Aquí intervienen la terapia de frecuencias, la estimulación vagal, la sanación de traumas mediante trabajo respiratorio, meditación o trabajo corporal.
El intestino sana en silencio, en calor, en protección.

Aceites esenciales como lavanda, mejorana, copaiba, mirra, incienso o hinojo pueden aplicarse o difundirse de forma dirigida, preferiblemente combinados con aceites portadores como aceite de coco o crema de leche de camello, para calmar simultáneamente la piel y el sistema nervioso.

El último paso es la integración espiritual:
Perdón hacia el propio cuerpo, confianza en su sabiduría y el conocimiento de que toda enfermedad crónica es un llamado, no a la represión, sino a la transformación.

La celiaquía no es el fin.
Es la oportunidad de reencontrarte contigo mismo, de adentro hacia afuera.

"La sanación comienza donde dejamos de luchar contra nuestro cuerpo y empezamos a escucharlo."
– Rudolf Wagner
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