El sentido psicológico de la cruz, la crucifixión y el sacrificio.
Update: 2023-04-07
Description
Para Jung, el individuo se encuentra llamado a lo largo de la vida a desplegar su mayor potencial singular, su naturaleza más íntima y auténtica. La cruz es una de las representaciones de la totalidad e integralidad a la que estamos convocados. Puede ser vista en este sentido como la imagen de un mandala cuaternario
La señal de la cruz que se realiza con las manos puede sugerir la invocación de nuestro centro, del factor interno que promueve el orden y la armonía, denominado en la psicología analítica como el Sí Mismo o Self
La cruz representa también aquello que ineludiblemente tenemos que cargar, asumir, y enfrentar a lo largo de la vida.
Cada quien posee una carga particular de temas, heridas, potenciales no vividos, que como materias pendientes se le cruzan una y otra vez en el camino. Ese otro lado oculto también somos nosotros y pide realización.
La crucifixión de Cristo entre dos ladrones alude simbólicamente al estado de desgarramiento entre las polaridades que nos constituyen. Representa el estado de suspensión entre lo que tiende hacia arriba o hacia abajo, hacia la luz o la oscuridad, hacia lo femenino o lo masculino, entre el sentido y el contrasentido, entre lo verdadero o lo falso.
Jung relaciona la cruz con los palos que frotaban los antiguos para la producción del fuego. Fuego que asociaron con iluminación, cuidado, con la capacidad de crear herramientas.
La cruz es entonces símbolo de la energía, de la luz, de la consciencia y creatividad que emerge de la tensión de las polaridades. Esta tensión la experimentamos subjetivamente como emociones, como el fuego interior que nos conmociona, nos incomoda, y que posibilita el refinamiento, la transformación, el hacer alma, el desarrollar consciencia.
La señal de la cruz que se realiza con las manos puede sugerir la invocación de nuestro centro, del factor interno que promueve el orden y la armonía, denominado en la psicología analítica como el Sí Mismo o Self
La cruz representa también aquello que ineludiblemente tenemos que cargar, asumir, y enfrentar a lo largo de la vida.
Cada quien posee una carga particular de temas, heridas, potenciales no vividos, que como materias pendientes se le cruzan una y otra vez en el camino. Ese otro lado oculto también somos nosotros y pide realización.
La crucifixión de Cristo entre dos ladrones alude simbólicamente al estado de desgarramiento entre las polaridades que nos constituyen. Representa el estado de suspensión entre lo que tiende hacia arriba o hacia abajo, hacia la luz o la oscuridad, hacia lo femenino o lo masculino, entre el sentido y el contrasentido, entre lo verdadero o lo falso.
Jung relaciona la cruz con los palos que frotaban los antiguos para la producción del fuego. Fuego que asociaron con iluminación, cuidado, con la capacidad de crear herramientas.
La cruz es entonces símbolo de la energía, de la luz, de la consciencia y creatividad que emerge de la tensión de las polaridades. Esta tensión la experimentamos subjetivamente como emociones, como el fuego interior que nos conmociona, nos incomoda, y que posibilita el refinamiento, la transformación, el hacer alma, el desarrollar consciencia.
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