En el océano Atlántico, en el archipiélago de Cabo Verde, hay unas montañas submarinas que son verdaderos puntos calientes de biodiversidad. Son formaciones volcánicas —al menos hay catorce grandes montañas y numerosas elevaciones menores— que actúan como verdaderos oasis de vida en el océano profundo y son una prioridad para la conservación marina. Concentran nutrientes y modifican la circulación de las corrientes submarinas, una dinámica que favorece una biodiversidad excepcional: desde microorganismos hasta comunidades de corales y esponjas de aguas profundas, así como tiburones, tortugas, aves marinas y cetáceos. Su ubicación, entre las aguas templadas del Atlántico norte y las tropicales del sur, potencia aún más su productividad y conectividad ecológica.

Las montañas submarinas de Cabo Verde son pues refugios esenciales para muchas especies. Y lo sabemos porque por primera vez se reúne todo el conocimiento disponible sobre estos ecosistemas profundos en el trabajo liderado por la investigadora Covadonga Orejas, del Instituto Español de Oceanografía, Veerle Huvenne, investigadora del Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido y Jacob González-Solís, Catedrático de Biología de la Universidad de Barcelona. El estudio de estos ecosistemas profundos también cuenta con la participación de una veintena de instituciones de varios países y proporciona información estratégica para orientar las políticas públicas y la planificación del espacio marino.