Dos redes clientelares, económica y política
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Hidrocarburos, mascarillas y obra pública son algunos de los negocios
rentables y jugosos que las tramas corruptas gestadas en el entorno del
PSOE y del Gobierno permitían lucrarse a algunos personajes
indudablemente ligados al presidente.
Junto a ellos, la fontanera Leire y altos directivos de la SEPI y Plus Ultra se fue configurando una red en la que, con toda seguridad, participaron otros muchos, que atrapó a hombres y mujeres codiciosos, abusadores y sedientos de poder. No hay manera de sostener que se trataba de manzanas podridas aisladas.
Cuando
la corrupción se gesta y mantiene en el seno de una red institucional
siempre existe encubrimiento recíproco al servicio de una causa mayor.
En este caso la causa era el triunfo político de Pedro Sánchez por los
medios que fuera. En el entorno gubernamental se desvelan dos grandes
redes clientelares. Una es la de la corrupción económica. La otra es la
de la corrupción política. Mientras unos ganaban dinero, los otros
sobrevivían gracias a la amnistía o el blanqueamiento de su pasado
terrorista. La UCO ha desmontado el chiringuito.
Lo último son los registros en Hacienda, Correos y Transición ecológica. Mención aparte merecen los escándalos en materia de prostitución y acoso sexual, sumados al silenciamiento intencionado, también por mujeres del partido. Creyeron que eran impunes y que el clientelismo les salvaría. Se olvidaron de que una de las grandes virtudes de la democracia es la de permitir que los escándalos afloren y la fuerza de la ley se imponga.




