El Gran Desfile de las Posadas y el Espíritu de Acogida
Update: 2025-02-24
Description
Era una noche de diciembre en un pueblito mexicano, y todas las casas estaban decoradas con luces de colores y flores de nochebuena. Esa noche, los vecinos se preparaban para una de las tradiciones más especiales del año: Las Posadas. Todos, grandes y pequeños, se reunían en la plaza para empezar el recorrido.
En esta celebración, el pueblo entero representaba la búsqueda de posada de María y José cuando iban camino a Belén. Un niño y una niña, vestidos como María y José, lideraban el desfile, llevando velas encendidas y cantando canciones alegres, conocidas como villancicos. Detrás de ellos, iba el resto del pueblo con linternas y pequeñas luces, acompañados de música tradicional.
A lo largo del recorrido, el grupo se detenía en diferentes casas, pidiendo alojamiento, igual que lo hicieron María y José. En cada parada, los vecinos salían y seguían el juego: cerraban sus puertas mientras los niños cantaban y pedían entrar. Pero justo en la última casa, al llegar y cantar, la puerta se abrió con una sonrisa y una invitación para entrar. ¡Habían encontrado la posada!
Al entrar a la última casa, los niños se llenaron de emoción, pues allí los esperaban con piñatas llenas de dulces y frutas, como mandarinas y cañas de azúcar, y todos compartieron comida típica, tamales y ponche calientito. Los mayores explicaron a los niños que el verdadero espíritu de Las Posadas es recordar lo importante que es la acogida y el respeto a los demás. Contaron que María y José encontraron un lugar donde quedarse gracias a la bondad de quienes estaban dispuestos a compartir su hogar.
Esa noche, entre risas, juegos y villancicos, los niños entendieron la enseñanza de Las Posadas: no importa de dónde vengas o quién seas; siempre habrá un lugar en sus hogares para aquellos que lo necesiten.
Y colorín colorado, en cada posada, la amistad y la acogida han triunfado.
En esta celebración, el pueblo entero representaba la búsqueda de posada de María y José cuando iban camino a Belén. Un niño y una niña, vestidos como María y José, lideraban el desfile, llevando velas encendidas y cantando canciones alegres, conocidas como villancicos. Detrás de ellos, iba el resto del pueblo con linternas y pequeñas luces, acompañados de música tradicional.
A lo largo del recorrido, el grupo se detenía en diferentes casas, pidiendo alojamiento, igual que lo hicieron María y José. En cada parada, los vecinos salían y seguían el juego: cerraban sus puertas mientras los niños cantaban y pedían entrar. Pero justo en la última casa, al llegar y cantar, la puerta se abrió con una sonrisa y una invitación para entrar. ¡Habían encontrado la posada!
Al entrar a la última casa, los niños se llenaron de emoción, pues allí los esperaban con piñatas llenas de dulces y frutas, como mandarinas y cañas de azúcar, y todos compartieron comida típica, tamales y ponche calientito. Los mayores explicaron a los niños que el verdadero espíritu de Las Posadas es recordar lo importante que es la acogida y el respeto a los demás. Contaron que María y José encontraron un lugar donde quedarse gracias a la bondad de quienes estaban dispuestos a compartir su hogar.
Esa noche, entre risas, juegos y villancicos, los niños entendieron la enseñanza de Las Posadas: no importa de dónde vengas o quién seas; siempre habrá un lugar en sus hogares para aquellos que lo necesiten.
Y colorín colorado, en cada posada, la amistad y la acogida han triunfado.
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